El 20 de Abril, luego de una larga y dura enfermedad, nos dejó físicamente el gran Antonio Beorchia Nigris a la edad de 87 años. El 2 de mayo hubiese cumplido 88. Tuve la dicha de estar con él en diciembre, compartiendo charlas y comidas y también hace dos meses, donde en mi intimidad intuía que era nuestra despedida. Su mente seguía lúcida pero su cuerpo estaba cansado, trabajosamente lo acompañé a dejarlo en su cama mientras hablábamos de temas de los cuales solo hablan los grandes amigos o mejor aún, un padre con su hijo. Como a varios, nos consideraba hijos de su corazón y en este contexto brotan estas palabras, las cuales quiero compartir con Ustedes para conocer a este gran personaje que ha dejado profunda huella en la vida, tal como dejó huella en las nieves vírgenes de sus queridos Andes.
Antonio, Italiano de nacimiento, Sanjuanino y Argentino por adopción, fue el faro para muchas generaciones de montañistas, escritores y apasionados a varias actividades. Para muchos fue casi un padre y un maestro además de un buen y leal amigo al cual siempre se le podía pedir un consejo. Él lo daba, siempre de manera directa y franca. Nunca dejó de lado su cultura italiana, pero también era un gaucho de ley y un argentino que amaba su tierra que lo recibió al emigrar.
Tenía también su carácter, el cual salía a relucir en ocasiones como nos ocurre a los tanos. Gran cultor de la amistad, le gustaba tomar mate o más aún compartir grandes comilonas regadas con buen vino en esa gran mesa del comedor la cual siempre estaba preparada para ampliarse. Su gran jardín llegó incluso a albergar a su caballo con el cual recorría la provincia. Cuando no estaba en su casa, estaba viajando por las montañas u otras geografías del país y en ocasiones en expediciones en el exterior.
Mucho le gustaba también el refugio que erigió junto a un grupo de amigos en Las Tumanas, un idílico paraje cercano a Valle Fértil. Su otro refugio era su estudio, lleno de libros, revistas y un gran archivo el cual no dudaba en compartir.
Siempre nos contaba anécdotas de su vida en Italia, bella pero ciertamente dura en gran medida por la Segunda Guerra Mundial y sus consecuencias. Las más interesantes o jocosas eran la de los Cosacos y sus camellos, los cuales ocuparon su casa y llamaron la atención del niño Antonio.
Ese mismo niño, travieso como la mayoría, detonó junto a otros algunos explosivos dañando el techo de la casa de un pariente. ¡Como reíamos con esos relatos! Luego, en 1954 y ante la difícil situación, debió emigrar a la Argentina. Obviamente su temperamento nunca le hubiera permitido quedarse en Buenos Aires, esa bulliciosa ciudad a la cual mucho no quería.
Homenaje a Antonio Beorchia Nigris Parte 1
Homenaje a Antonio Beorchia Nigris Parte 2
Por ello se decidió por San Juan donde se casó con Edda Yacante, una mujer maravillosa y querible, la cual lo complementaba y bancaba sus largas expediciones a la montaña a tal punto de haber muchas veces dado a luz sin su compañía. Una historia de amor enorme. Fruto de ese amor nacerían Daniel (un gran sacerdote), Marcos (un mecánico rebelde), Miguel (Mikele, mi compañero de aventuras) y Victoria (Viqui, su única hija).
Todos ellos estarían de alguna forma unidos a la montaña de una u otra manera, ascendiendo montañas, haciendo trekking o recorriendo el campo y la montaña. Incluso con Mikele hemos realizado varias expediciones, ascendiendo montañas vírgenes en la zona del Paso de Agua Negra y él, en una expedición dirigida por su padre, coronó por primera vez el Cerro Olivares Sur cuya altura es muy cercana a los 6000 metros. Años después tendría otro hijo, Antonio. Todos ellos son muy unidos y hay una cantidad de nietos y bisnietos de los cuales Tony estaba muy orgulloso. Llenaban su casa de bullicio y juegos.
Siempre nos contaba risueñamente como llegaron junto a su cuñado Edgardo Yacante a su casamiento. Ellos dos se casaron con la hermana del otro. En un camión lleno de desechos mineros bajaron de la montaña para contraer matrimonio, una locura digna de esas dos leyendas. Por supuesto llegaron a último momento.
Era otro tipo de montañismo, un montañismo romántico con equipo obsoleto, sin mapas casi pero con muchas ganas. Un andinismo de exploración donde extensas zonas del mapa estaban rotuladas como inexploradas o desconocidas.
Un capítulo muy importante de la vida de Tony fueron sus hallazgos y la interpretación de los Santuarios de Altura. Si bien trabajó con arqueólogos e hizo muchos descubrimientos en otras zonas, especialmente de tambos incas, petroglifos y talleres líticos, su interés mayor pasó por entender a los nativos prehispánicos que mucho antes de los europeos ya subían a las altas cumbres con fines religiosos. Revolucionó esta disciplina, descubriendo la llamada Momia del Cerro El Toro en San Juan, la cual está exhibida en el museo de aquella provincia y a la cual visitamos. Antonio me contó con gran detalle su historia y el contexto de ese hallazgo y de muchas otras piezas del museo.
Realizó descubrimientos y relevamientos en Argentina y otros países. Logró relacionarlos, interpretarlos y llegar al pensamiento de aquel pueblo cuya determinación y sentimiento permitió realizar con pocos medios grandes proezas y construir atalayas cimeras. Colaboró mucho con grandes arqueólogos, en su momento con Juan Schobinger y luego con Christian Vitry.
Sin formación académica en este tema, aportó muchísimo e incluso sus hallazgos se encuentran exhibidos en museos. Estos estudios los compartió generosamente, creó el Centro de Investigaciones Arqueológicas de Alta Montaña (CIADAM) del cual fui miembro y difundió sus conocimientos con libros y revistas editadas a pulmón. Recuerdo innumerables visitas a la imprenta de la Universidad Nacional de San Juan como su "delegado" para colaborar y en cierto modo acelerar la impresión de uno de sus libros.
Este se hacía en una vieja máquina de 1914, con pequeñas piezas de plomo en espejo o sea cada carácter era una pieza la cual debía ponerse al revés, entintarse, imprimir una hoja y luego imprimir del otro lado. Esas páginas sueltas luego las uníamos amigos y familia en su jardín. Fue un parto que nos dejó al final muy satisfechos y debe ser quizás el mejor compendio sobre el tema. Debo agregar además que éste fue el medio por el cual nos conocimos.
Viviendo en Perú y teniendo yo sólo 10 años pedí me compraran un libro sobre arqueología argentina. Me llegó el libro del tema escrito por otro amigo ya desaparecido, Federico Kirbus. Hablaba del tema y lo nombraba a Antonio y daba incluso su dirección postal. Vuelto a la Argentina y con 15 años comencé a cartearme con él. Poco después escribí un artículo sobre el tema, el cual se publicó en la Revista del Museo de Arqueología y Antropología de Lima, Perú.
Las autoridades del museo nunca más se comunicaron conmigo luego de saber mi edad y de que obviamente, no era arqueólogo. A los 16 años me mudé a San Juan a estudiar en la universidad y allí nos conocemos personalmente. Fueron 3 años donde casi me refugió en su casa con su familia dando paso a una entrañable amistad. El junto al gran amigo en común Evelio Echevarría, desaparecido hace poco, constituyeron mi norte y mis guías en la montaña y en la escritura.
En cuanto a la montaña, su historia es inmensa. Subió cerros y volcanes en San Juan, Argentina, Chile, Bolivia y Perú. Comenzó con el Santa Rosa y el Blanco de las Cuevas, de la precordillera cerca a San Juan. Siempre volvió a ellos como cuando fuimos en 1987. Junto a Viqui y Mikele y una gran cantidad de chicos de una escuela sufrimos una gran nevada en Mayo.
Recuerdo el escaso equipo nuestro y el gran frío. Junto a Mikele debíamos levantarnos cada tanto y hacer una carrera de embolsados ya que nuestro calor derretía la nieve debajo de un precario plástico y resbalábamos hacia el arroyo. Juré nunca más volver a la montaña pero la reflexión, la aventura y tomarlo luego en forma risueña con Antonio me hizo no solo cambiar de opinión sino quererla y disfrutarla. Luego vendría el Pico Polaco y el Aconcagua ascendido desde San Juan. Allí pasarían hambre y se enfrentarían a la prueba de bajar a sus compañeros ciegos por el reflejo de la nieve. Toda una proeza.
Con el tiempo vendrían las largas aventuras en mula, a veces de un mes entero, por San Juan descubriendo y ascendiendo por primera vez cordilleras enteras. Vivían con las pocas provisiones a mano y de la cacería de guanacos y vicuñas. Con el tiempo y siguiendo las exploraciones de arqueología de alta montaña, subiría nuevos desafíos en la Argentina y otros países andinos. A la par, en esa era de oro del montañismo sanjuanino, ocupó varios cargos en su querido Club Andino Mercedario, el cual también atravesó su etapa dorada. Llegó a ser Presidente de este gran club pero luego se alejó cuando hubo algunos chisporroteos por diferencias de generación y de visión en cuanto al montañismo. En los últimos años había regresado al club, invitado y homenajeado por su labor en el produciéndose un gran reencuentro con varias figuras históricas.
Con Edgardo Yacante y con Sergio Gino Job harían una cordada fortísima. Con ellos y otros compañeros fuimos a una épica aventura al volcán Veladero en la Laguna Brava, La Rioja. Lo que hoy se hace en auto en unas 4 horas lo hicimos en mula y a caballo en una semana (la ida) pródiga de charlas y anécdotas, asado, vino y guitarra. Mucho sufrí también en ese viaje pero mucho aprendí y si bien no pudimos subir al volcán lo pasamos muy bien y descubrimos varios sitios arqueológicos interesantes.
Allí descubrí el amor y la devoción de Tony para con mulas y caballos. Era una locura para él. Gran jinete, no estuvo exento de accidentes como aquél en la salida al Olivares Sur donde su pierna quedó atorada en un estribo mientras su caballo huía al galope. No sólo casi pierde su pierna, casi pierde la vida pero este hecho no lo amilanó, al contrario. Se convirtió en un gaucho, hecho y derecho. Se unió a la Confederación Gaucha Argentina, colaboró mucho con ella y como comenté anteriormente, hasta se llevó al caballo a su casa desde donde emprendía cabalgatas rutinariamente.
Esta devoción lo llevó a cruzar la Patagonia en un viaje duro de 2300 kilómetros, algunas veces acompañado, otras veces solo por cansancio o deserción de sus compañeros. Sufrió hambre, frío, soledad, robos y hasta un demencial tiroteo. Sus aventuras y desventuras las plasmó en el Libro Patagonia Adiós donde cuenta esta travesía tras los pasos de Musters. Otro sueño llevado a la realidad resultó el viaje a caballo por el Qhapac Ñan, el camino del Inca desde Jujuy hasta Mendoza relevando tramos y tambos y nuevamente aquí enfrentó rayos y tormentas, problemas con lugareños un tanto celosos y la desgracia de la muerte de animales además de otros innumerables percances.
Su pluma describió hasta el mínimo detalle este viaje. San Juan, tierra de Huarpes es una obra en dos tomos donde compila numerosas aventuras en toda la provincia, un libro ameno y de excelente lectura con varios artículos compilados de sus escritos en Diario de Cuyo donde trabajó y gracias a su bondad pude escribir algunos artículos.
Toda esta actividad le brindó numerosos premios, desde reconocimientos de pequeñas bibliotecas hasta ser reconocido por el Presidente de Italia como Commendatore. También cumplió variados cargos en la administración pública de la Provincia de San Juan, comenzando con la escuela de Apicultura y finalizando su carrera como director de Parques y Paseos y director de Recursos Naturales Renovables.
Los restos de Tony fueron cremados y siguiendo su voluntad, las cenizas serán dejadas en dos lugares. La mitad en la tumba de su querida Edda, la otra mitad serán esparcidas en el paraje de Las Tumanas donde tanto le gustaba ir y pasar el tiempo rodeados de los suyos. Nunca será olvidado y su amor, afecto y obra serán transmitidos por seguro por la gran legión de gente que tuvo el honor de ser su amigo.
De esta manera lo recordaba y despedía su nieta Mariana en esta poesía de su autoría :
A MI QUERIDO TATA ANTONIO
Alma solitaria
que recorriste largos caminos y senderos,
perseguido por el silbido del viento
Y acompañado por las piedras crujientes debajo de tus calzados...
Alma en libertad
que viviste siempre a tu manera
manteniendo con entereza tus valores e ideales de buena madera,
llevándolos contigo dondequiera,
al cruzar un río o al dormir en la cordillera...
Alma tozuda
Elegías abandonar la comodidad del hogar
por cabalgar junto al sol,
respirando el frío aire de la quebrada,
palpando la cima de la montaña, el silencio de la madrugada.
Recostado sobre un pellón de oveja a orillas de algún arroyo
bajo la mezquina sombra de un algarrobo...
Alma inspiradora
que nos enseñaste a vivir con convicción
a elegir nuestro camino desde el amor
Y hacer las cosas con pasión...
Tu ejemplo ya está puesto en marcha
vive en el interior de quienes te rodeaban,
un poco en aquellos que te admiraban
Y otro poco en todos los que te amaban.
Viaja en paz Alma Libre!!!
Viaja donde te lleve el viento!!!
Tu descendencia esperará paciente
hasta que la vida los lleve de nuevo a tu encuentro…
Mariana Berchia Nigris
Homenaje a Antonio Beorchia Nigris de Máximo Cavallín
Nota del Autor: Este es un relato de un amigo, con palabras que brotan del corazón. Para tener un panorama más amplio de este gran hombre el Autor aconseja leer la biografía de Antonio escrita por el amigo Jorge González y la biografía también escrita por otro amigo José Hernández en esta misma página del CCAM.
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