El día 23 de Mayo de este año (2024), una joven turista alemana de 19 años, Julia Horn, decidió encarar el ascenso del Cerro Tres Marías en la provincia de San Juan, un cerro de 1050 metros de altura que no presenta dificultades técnicas importantes y que es visitado por turistas de todo el país. En sus laderas se realizan trekking y caminatas recreativas y tiene una vista majestuosa del Dique Ullum y del departamento Zonda, situado muy cerca de la ciudad de San Juan.
Los padres de Julia la llevaban a Los Alpes, la actividad de montaña no le era desconocida. Era una estudiante que formaba parte de la Fundación Youth for Understanding (YFU) y estaba en nuestro país desde el mes de Abril, añado que esta institución fue candidata al Premio Nobel de la Paz por su compromiso con los intercambios juveniles internacionales.
Cinco días después de haber sido vista iniciando el ascenso, Julia fue hallada sin vida y su cuerpo fue rescatado en una difícil tarea conjunta ya que estaba en una quebrada de piedra escondida a simple vista.
No es mi intención en esta ocasión detenerme a profundizar acerca del accidente fatal que se llevó la vida de la joven julia, sino destacar la labor increíble de quienes por cinco días, bajo la inclemencia del frío y la lluvia en San Juan durante este mes de Mayo, buscaron incansablemente, poniendo lo mejor de sí en cada acto para intentar hallarla, ojalá con vida, decían.
A raíz de este accidente en la montaña,muchos fueron los comentarios de instituciones y personas, opinando acerca de “medidas y reglamentaciones” que debieran imponerse para “reglar”, o intentar regular las actividades de montaña. Al respecto yo creo que ninguna actividad relacionada con el deporte en general o con las actividades de riesgo están exentas de accidentes menores o fatales, por más reglamentaciones y estructuras que se desee imponerles desde afuera, puesto que es de sentido común darse cuenta que un ciclista andando en su bicicleta, un jugador de fútbol en la cancha, un esquiador sobre sus esquíes, un gimnasta, una bailarina, un rugbier, un aladeltista, un piloto de avión, un corredor de Fórmula Uno… o un montañista o escalador… Todos ellos son seres humanos a quienes les puede ocurrir un accidente y que eligieron vivir su vida sabiendo que “los riesgos” existen y que al final también la muerte puede llegarles siendo atropellado por un auto al cruzar la calle.
Segura estoy de que, salvo pequeñas excepciones, cada persona que se aventura en estas actividades pone lo mejor de sí cada vez que debe enfrentarse a la realización de sus actividades, rodeándose de seguridad, aportando confianza y dedicándose a los “detalles” como corresponde. Voy a usar, para acompañarme, palabras, en este caso de Andrea Da Rold, Presidenta del Club Andino Mercedario al respecto:
“(…) Hay gente que piensa que por ”prohibir" las cosas, estás no van a suceder, los ejemplos que yo pongo son por ejemplo: la ley dice que no podés cruzar un semáforo en rojo… hay carteles de prohibido pasar… si te dicen en el lago, prohibido bañarse y no sabés nadar y te metés igual… entonces, ¿vamos a registrar a todos los nadadores que van al lago? Y esta pregunta es sarcástica, pero sé que va a ser muy difícil la batalla si nos encontramos con gente con poca formación o información pretendiendo endurecer controles en lugar de profundizar al respecto, en lugar de acompañar para ver en verdad qué tipo de medidas pueden llevarse a cabo para crear una ayuda activa, charlas que despierten la conciencia, educación y acompañamiento entre seres humanos... por ejemplo: ¿a dónde van a poner un ”control” si a alguien se le ocurre ir al Cordón de Ansilta? y ¿quién se responsabiliza de este control? ¿cuáles serían los sentidos? ¿qué cosas se impedirían que ocurran?”
Y también traigo aquí las palabras de un querido amigo, aún activo en el Club Andino Mercedario, Sergio Farre que con sabiduría me dice:
“(…) Hay algunas cosas que la mayoría de nosotros, los que estamos en la actividad pensamos por ejemplo: se quieren implementar formularios, para habilitar a los que son idóneos para realizar actividades en la montaña o a quiénes “no lo son” y otra serie de medidas que no creemos que sean para provecho de la actividad, sino que quizá vendrían de sitios donde no hay mucho conocer acerca del modo que tenemos los que sí realizamos estas actividades. Respecto a nuestro pedido de ayuda a las autoridades u organismos que sí pueden hacer mucho por esta actividad, son en realidad cuestiones muy fáciles de llevar a cabo, de implementar, en un tiempo cercano y de una forma real y productiva. Uno de nuestros pedidos es por ejemplo un pedido de cartelería en las bases de los centros turísticos advirtiendo acerca del circuito que va a realizarse.
Hoy, en la actualidad, el cerro Tres Marías está lleno de carteles a lo largo del sendero que te indica solamente hacia qué lado está la cumbre, nada más pero en ningún lugar te dice por ejemplo que estás entrando en una zona que puede ser muy peligrosa, en cambio, en el Sur, los carteles son diferentes, en algunos de estos carteles incluso te dice que hay “peligro de muerte”, así de serias debieran ser las señalizaciones.
Debieran señalizarse estos lugares con advertencias más sencillas, más concretas y certeras. Siempre pregonamos que tendríamos que haber empezado a hacer cosas que demandan mucho tiempo y que se verán en un largo plazo, esto es la concientización, la educación, la prevención sobre todo y llegado el caso entonces en que uno tenga que actuar, pueda tener la certeza de cómo hacerlo. La concientización y prevención debieran venir con ayuda de los organismos gubernamentales, y aún no se dan desde este ámbito. Nosotros en realidad pedimos ese tipo de cosas, esa ayuda, porque creemos que en este ámbito nuestro de la montaña, controlar y prohibir no resulta en definitiva.”
La niña Julia, como dijo su papá: “sufrió un accidente, fatal, es verdad pero es parte de un destino”. La niña Paty Altamirano, mi propia hermana, murió tras una caída fatal en la Pared Sur del Cerro Mercedario en el año 1981 y en esa ocasión ella, siempre vuelvo a decir, tenía muchas más capacidades físicas y deportivas naturales que yo, éramos tres en la cordada y ella falleció.
Fue un accidente fatal y tremendo, pero fue “un accidente” y por más preparado que estés siempre puede ocurrir un imprevisto, una piedra floja, una torcedura de pie, una avalancha, un planchón de hielo que se desprende… un segundo que te lleva la vida y nadie ni nada puede impedirlo.
El historial de ascensión en altas montañas tiene muchos fatales accidentes en su haber, pero no hay que olvidar que estadísticamente son muchas más las “cumbres” conquistadas con éxito, las caminatas, cortas o largas de las que se vuelve con el alma plena de dicha tras disfrutar de esa naturaleza tan enorme y rica en vivencias para el Espíritu, son muchas más las personas que han sobrevivido para contar historias increíbles de superación y altruismo, compañerismo y crecimiento personal en este deporte y en todos los demás a los que la gente recurre para “constituirse” como un ser más completo, para permanecer en esta tierra más sano, más estable, más rico en experiencias, más humano, más libre…
De esto se trata, creo, empezar a ver las cosas y la vida desde otro punto de vista más abarcante, más respetuoso de los demás y de sus libertades, con más confianza en el mundo y en la gente, con menos “juicios” y “prejuicios”, con la cabeza un poco más abierta para todas las nuevas cosas y los nuevos pensamientos (no desde la animosidad y el egoísmo ni desde la ley del “mínimo esfuerzo”), cada uno desde sus propias y ojalá ”trabajadas” capacidades, pudiendo actuar en la sociedad con pleno y seguro uso de sus facultades, sin provocar molestias en los otros por sus modos y formas para actuar.
Ojalá se respeten los tiempo de los problemas que deben solucionarse teniendo en cuenta cada proceso y no interfiriendo en ellos o provocando, como muchas veces el “aborto” de ideas geniales que nunca llegan a llevarse a cabo porque son muchas las piedras en las ruedas con las que se topan, en lugar de que se presenten seres con el tacto para acercarse, para abrazarlas y darles su sitio.
Ojalá quienes tienen más poder no apabullen a quienes tienen quizá, menos poder pero más intuiciones o “experiencia de campo” y que todos aquellos a quienes les toca ayudar puedan aunar esfuerzos para ”acompañar” y que esa ayuda prestada sea capaz de construir un sitio más humano, seguro y confiable en el que movernos, en el que desplazarnos, basado en la confianza mutua de que cada persona o institución pone lo mejor de sí al servicio de esos fines humanitarios con los que, ¡se supone!, eligieron comprometerse.
Uno de los motivos de esta nota es ”honrar y agradecer”, como lo hicieron los papás de Julia Horn, como lo hizo en su momento toda mi familia cuando después de 40 años apareció el cuerpo de mi hermana en el glaciar del Mercedario, repito, “honrar y agradecer” y esto es también reconocer con asombro y admiración la labor incansable, altruista, abarcante, humanitaria, ¡increíble, enorme! de quienes están dedicando parte de su vida, en forma voluntaria y no onerosa, al servicio de aquellos que alguna vez sufren un accidente de montaña, fatal o peligroso, al servicio de quienes se equivocan de senda y se pierden, al servicio de la comunidad montañista y sus múltiples actividades entre las que por lo común la gente nombra como escalada, esquí, trekking, montañismo o senderismo, e incluso a veces es suficiente que la catástrofe sea en el ámbito de la montaña, aunque se trate de un accidente automovilístico o ligado al vuelo fallido de un avión.
Se habla de controles más rígidos para quienes van a subir una montaña y también de la falta de equipos o entrenamientos correspondientes de quienes deben estar abocados a los rescates. A veces la gente opina sin conocer realidades concretas.
Yo creo que llevar un nombre no nos da el título correspondiente, creo que en todas las instituciones, en todos los grupos de trabajo, el accionar y la dirección que llevan a cabo y sus modalidades, van a depender estrictamente de las individualidades que conformen esas agrupaciones, quiero decir, ¿qué tipo de seres humanos son?, ¿por qué eligen esto de rescatar o salvar vidas? ¿los mueve el dinero o una vocación tan fuerte que les impide mirar hacia otro lado cuando hay una emergencia? ¿se capacitan? ¿Trabajan en grupo? ¿Cada uno pone sobre la mesa sus conocimientos? ¿se siguen formando? ¿a quienes responden?...
Hay muchas personas, hombres y mujeres en nuestro bendito país que no comen, no duermen y se olvidan de todas sus “ambiciones personales” cuando hay que estar para dar una mano, para poner el cuerpo y el Alma al servicio de esa dificultad,tragedia o accidente en la montaña, ya sea de gran altura o no. Son seres que aman las montañas, que escalan, que trabajan en las montañas, que viven cerca de ellas o que han estado ligadas a ellas por alguna razón, a veces son guías, harto conocedores de la zona, otras veces son abogados, médicos, estudiantes, científicos o deportistas que han hecho de esta vocación una bandera y que la llevan con fuerza, con orgullo y con responsabilidad.
Quiero referirme aquí al Grupo de Rescate del Club Andino Mercedario,con sede en la provincia de San Juan. Este grupo fuerte, voluntarioso, unido, que trabaja con una conciencia implacable a la hora de ayudar, estuvo presente durante los cuatro días de búsqueda de la joven Julia Horn. Ellos, dicen, la buscaban con esperanza de hallarla. Dicen que el helicóptero, rentado, que la buscaba no vio su cuerpo en los dos o tres primeros intentos y que cuando subió junto al piloto un representante del Grupo de Rescate Mercedario lograron avistar su cuerpo en la quebrada. Hacía mucho frío y lloviznaba pero ellos permanecieron buscando.
Cuentan que el grupo de rescate surge como tal y con fuerza, tras participar en un rescate el 23 de Enero de 1986. Un colectivo que transportaba a la Banda del Regimiento de Infantería de Montaña (RIM 22 ) cae accidentalmente alrededor de las 21.00 HS. unos 100 mts., luego de quedar sin frenos en la bajada de La cuesta del Tambolar. Miembros del Club Andino Mercedario (CAM) fueron contactados por la Policía de la provincia al advertir que ni los bomberos ni los policías podían descender hasta el lugar del accidente para evacuar a los heridos.
Cinco montañistas del CAM llegaron al lugar en una ambulancia a las 23:00 hs. y comenzaron el rescate de la siguiente manera:
“como era imposible subir a los heridos hasta la ruta, se decide armar un sistema de rappel con camillas, haciendo un relevo intermedio, con dos largos de cuerda, para acercar a los heridos al río, de forma tal que puedan ser evacuados por el helicóptero de la provincia al amanecer”. Se lograron rescatar de esta manera a 23 sobrevivientes, algunos gravemente heridos, en un lapso de 12 horas (desde las 24:00 hasta las 12:00 del día siguiente). Otros cinco heridos pudieron subir con un sistema de yumar, asistidos por los rescatistas, 16 personas fallecieron en el accidente.
Los cuerpos fueron colocados en bolsas y atados a una camilla que fue izada al día siguiente desde helicópteros Lama de la Fuerza Aérea de Mendoza. El operativo de rescate y recuperación de los cuerpos finalizó alrededor de las 18:00 hs del día siguiente. Se utilizaron los equipos de escalada de los socios del Club Andino. El accidente evidenció la falta de capacidad de los sistemas de seguridad en la provincia para este tipo de rescate en las montañas.
Frente a ello y en el marco de una fuerte conmoción social y presión de los medios, el Gobierno mantuvo varias reuniones con socios del CAM, ofreciéndoles la compra de equipo apropiado para conformar un grupo de rescate para situaciones similares. Días después esto queda en la nada y surge con mucha difusión mediática un grupo de rescate dentro de la Policía de San Juan.
Cabe agregar que, con el correr de los años, el grupo de rescate del CAM ha ido “profesionalizandose” y hoy básicamente forman parte de él expertos montañistas y escaladores de ambos géneros.
1988, rescate de tres jóvenes que piden auxilio al caer la noche no pudiendo descender del cerro Tres Marías (ladera Este del filo a la altura del Autódromo). Cuatro montañistas del CAM asisten al lugar, subiendo de noche hasta donde se encuentran los jóvenes, llevando agua, comida, abrigo y tranquilidad, pernoctando con ellos en la montaña. Al amanecer se les ayuda a bajar con sistema de rappel. Los jóvenes salieron ilesos. Un bombero se fracturó una pierna al descender por el filo del cerro durante la noche.
1989, búsqueda de dos montañistas principiantes en el Cerro de la Sal. Se organizó la búsqueda por diferentes flancos de la montaña. Las personas salieron ilesas por sus propios medios.
1992, búsqueda y rescate de un montañista,Maximiliano Aguiar, Cerro Parkinson. Más de 10 montañistas se organizaron rápidamente para llevar a cabo la búsqueda. Se encuentra a la persona en la cara Oeste del cerro y es evacuada por miebros del CAM hasta el sitio donde es cargado por un helicóptero (el montañista había quedado aislado por fractura de codo y esguince de tobillo).
1990, rescate de tres personas, uno de ellas bombero, en paredes próximas al Autódromo de Zonda. Todos son rescatados ilesos con maniobras de soga.
1996, caída mortal de un escalador en la palestra de Zonda. El cuerpo queda en la base de la pared, se da aviso a la policía y al CAM. Una persona del grupo de escaladores está en estado de shock aislada en medio de la palestra, sin cuerda ni conocimientos para bajar por sus propios medios. Rescatistas del CAM descienden a la persona aislada y luego analizan las causas de la caída. El cuerpo es recuperado por policías y bomberos.
1999, Evacuación de un hombre que participaba de actividades recreativas en Baño del Indio, Pie de Palo, Caucete. Es evacuado por rescatistas del CAM y bomberos tras sufrir fractura de columna.
2006-Febrero, rescate de la geóloga Marita Ahumada en las cercanías de Veladero, al Este de la Cordillera de la Ortiga. Hipoglucemia.
2006- Septiembre, Rescate de dos montañistas en Cerro Mercedario. Evacuación hasta el Pie de la Cuesta, a cargo de rescatistas y luego en helicóptero.
2007, respuesta de búsqueda, montañista en la zona del Cerro Pata de Indio.
2009- Julio, Rescate de Alfredo Ceballos en canal de la cara Oeste del cerro Mercedario. Dos grupos de dos rescatistas c/u accedieron al lugar del accidente en helicóptero. Luego trasladaron los rescatistas al accidentado hasta la evacuación del helicóptero que lo traslado a un hospital en San Juan.
2010-Febrero, Búsqueda de un montañista que había ido a subir el cerro Mercedario por la Vía Normal. Es encontrado muerto por una caída en un canal de nieve y hielo.
Estos han sido algunos de los hechos en los que intervino el grupo de rescate del CAM (a modo de ejemplo). Fueron los primeros rescates y con los que el grupo se inicia, lo marco así ya que con el transcurrir del tiempo y hasta la actualidad el resto de su gran cantidad de actuaciones no figura en este primer registro.
Es para destacar también que desde 1984 hasta 1990, se dictó un curso de Rescate de Montaña por año y estuvo destinado a montañistas del Club Andino Mercedario, Bomberos y el grupo de rescatistas de la policía provincial, GERAS.
Mucho es el material que me ha llegado respecto a la labor de los rescatistas del Club Andino Mercedario, sin embargo creo que es suficiente lo descripto y narrado para poder hacerse una idea de la labor enorme que estos realizan y su permanente estado de alerta.
Quiero en esta nota también que se haga extensivo el agradecimiento a cada uno de los grupos de montaña que con la misma dedicación actúan de Norte a Sur de nuestro país en sus jurisdicciones y a cada una de las personas que día a día desde distintas áreas, gubernamentales, deportivas, militares o civiles bregan para que en este país nuestro tan bendecido por la Geografía plena de bellas e inmensas montañas, los amantes de esta actividad puedan seguir disfrutando de sus sendas y sus picos adentrándose en esos mundos en los que el cielo y la tierra se unen para retornar con el Alma plena de vivencias enriquecedoras y que nos sensibilizan y elevan, sin que nada foráneo, egoista o equivocado pueda opacar estas experiencias de las que cada vez mayor número de personas puede disfrutar sin usar otro vehículo más que sus propias piernas. Y “La unión hace la fuerza”, unamos nuestros objetivos comunes para seguir creciendo y caminando.
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