Integrantes : Adolfo Castro Luna, Eduardo Toledo desde Núremberg, Luis Sziggetti, Esteban Heredia y Lucas Sbriglio
Un cruce donde se respira la historia de la hazaña militar emancipadora más importante de América
Creo personalmente que los argentinos no tomamos la dimensión de lo que fue el cruce de los andes y la gesta libertadora hasta que vivimos en carne propia un cruce. Viviendo en Mendoza, lugar donde nació el proyecto libertador, es común que al mirar la cordillera uno piense indefectiblemente en la proeza del libertador, pero de una manera abstracta y diluida ya que, entre actos escolares, bibliografía y algún que otro “revisionismo” incompleto se pierde la magnitud de tan increíble empresa.
Por esta razón, creímos que organizar un cruce de manera artesanal con logística propia era lo más leal que podíamos hacer para no hacerle tanta “trampa” a la recreación del recorrido alguna vez pisado por los valientes hombres del gran General.
El Paso de los Patos fue el sitio qur utilizó una de las seis columnas del Ejército Libertador para llegar a Chile en 1817 y si bien todas fueron importantes, por este paso cruzó el gran General Don José de San Martin marcando un hito fundamental en la historia argentina ya que fue el puntal de una campaña emancipadora que liberaría de los realistas a Chile y Perú y donde quedaría reafirmada la libertad de nuestro país.
Toda la infantería cruzaría por este paso a cargo de Miguel Estanislao Soler, a la vanguardia, detrás de él, iría el escalón del brigadier Bernardo O'Higgins y por último, seguiría la división al mando del propio jefe de la fuerza con un total aproximado de 3.000 hombres. (croquis de las columnas)
Por el paso de Uspallata, y a cargo de la artillería, cruzarían el coronel Juan Gregorio de Las Heras en conjunto con el Fray Luis Beltrán con una fuerza estimada en 800 hombres.
Otras cuatro columnas con pocos hombres y con un claro objetivo distractivo y estratégico cruzarían en paralelo a la de Los Patos columnas como la del teniente coronel Juan Manuel Cabot a cargo de una división por Paso de Guana en San Juan. La columna de La Rioja que emprendió la travesía por el paso de Come Caballos al mando del coronel Francisco Zelada, Ramón Freire lo haría por el sur de la provincia de Mendoza en el actual departamento de Malargüe por el paso El Planchón y finalmente León Lemos haría lo propio por el paso de El Portillo en Tunuyán.
Entre otras cosas podemos destacar algunos números de aquella empresa como las 9000 mulas, 1600 caballos, 22 piezas de artillería, 5 mil fusiles con bayoneta y 1.129 sables, 14 mil herraduras para mulas y 6 mil para caballos, 60.000 piedras de chispa –utilizadas para encender las armas de fuego– y el transporte de 400 kilos entre azufre y salitre necesarios para fabricar la pólvora, 3.700 monturas para artillería, caballería e infantería, 300 granadas, 6.200 tiros de bala para: cañones de montaña, metralla y bala y más de 4000 hombres totales entre soldados, milicianos, barreteros, arrieros, y oficiales sumado a todos los implementos y víveres para estos hombres, que no sólo tenían que realizar la proeza de cruzar Los Andes sino que también al llegar los esperaba una terrible batalla en la cuesta de Chacabuco que comenzaría a plasmar en hechos la idea emancipadora.
Para recordar esta proeza el gobierno de Mendoza instaló en los puntos más importantes del cruce en esta provincia una serie de figuras de chapa a modo de ejemplificar los pasos que recorrieron los héroes de la independencia
Seguir los pasos de aquellos hombres que acompañaron al general era nuestro objetivo principal para eso citamos a Tuco, un gran arriero que su hermano gendarme había recomendado para que nos secundara en esta aventura.
El Ing. Agrónomo Adolfo Castro Luna desde Villa Mercedes, El Abogado Eduardo Toledo desde Núremberg, Alemania (que viajaba exclusivamente para esta aventura), El Ing. Luis Sziggetti, el Lic. Esteban Heredia y el Vet. Lucas Sbriglio desde Mendoza acompañados del Barrealino “Tuco” como arriero y sus ayudantes serían los integrantes de esta recreación del cruce que intentábamos hacer.
La idea era salir desde Alvares Condarco, un paraje donde Gendarmería tiene una base operativa para la logística en la zona de la alta montaña Sanjuanina, en ese lugar los gendarmes nos atendieron muy amablemente para hacernos firmar un deslinde de responsabilidades y así dejarnos seguir hasta el paraje Manantiales , una Gran Vega que supo tener un improvisado medio de elevación y un antiguo refugio del Sky Club San Juan que se construyó en 1988. Aquí armamos nuestro primer campamento y comimos un asado de camaradería para conocernos con nuestros arrieros y planificar.
En esta vega de Manantiales acamparon las divisiones patriotas. Allí San Martín recibió la última carta de Pueyrredón, Director Supremo de las Provincias Unidas, que reiteraba el pleno apoyo del gobierno de Buenos Aires. En este mismo lugar también recibió San Martín la noticia del combate librado con una avanzada realista en Picheuta, Uspallata. El hecho significaba que las fuerzas españolas tomarían conocimiento del avance por ese paso. Ello motivó que San Martín dispusiera el inmediato reinicio de la marcha.
A la mañana siguiente el panorama para quienes nos gusta la aventura era fascinante. Las mulas emponchadas (cabeza y orejas tapadas por un poncho para que se tranquilicen y poder trabajarlas) listas para ser cargadas ; el fuego a nuestro alrededor, calentando agua para nuestros mates; y los petates, organizados al lado de cada animal de carga.
La carga de los animales es un verdadero arte que comienza con el emponchado en la cabeza del mular, se colocan los abajeros y ahí se ponen las albardas (montura de cangalla o casco con ganchos metálicos) para luego subir las cargas de manera pareja a cada lado y nunca superando los 60 kg totales. Finalmente viene el arte del atado el cual suele hacerse con “reata de guanaco” o “sobrecarga” que asegura los implementos para no perderlos en el camino.
Los mulares son animales fuera de serie para el trabajo en la cordillera. Y aquí como veterinario quisiera tomarme la licencia de explicar el porqué. Una mula es el resultado de un asno macho (reproductor) y una hembra de caballo (yegua). Este nuevo animal tiene la combinación de las virtudes de sus padres, lo mejor del caballo: inteligencia, agilidad etc., y lo mejor del burro: resistencia, fuerza, tenacidad etc. En realidad, la mula es un animal semiestéril ya que todos los machos son estériles; sin embargo, la hembra excepcionalmente puede generar óvulos fértiles, pero nunca darían como resultado una descendencia similar al progenitor.
Este segundo día de expedición sería una jornada corta que nos depositaría en el campamento “Los Hornitos” o “Las Hornillas” según quién o adónde consultáramos, que es un paraje al costado del río que nos permitió hacer un campamento con fogón que compartimos tomando mate con chachacoma, planta cordillerana a la que se le atribuyen muchísimas propiedades curativas. Aquí comeríamos el ultimo asadito de la travesía regado con un Malbec mendocino.
El tercer día de expedición sería una jornada durísima para nosotros ya que por ser la primera semana de diciembre seriamos los primeros en hacer el cruce por lo tanto deberíamos abrir huellas en la nieve virgen ya que gendarmería había llevado gente y pertrechos al Refugio Sardina en helicóptero.
Salimos de Las Hornillas por una escarpada senda y,en el fondo, muchos metros abajo nuestro había quedado el río en el cual habíamos acampado hasta llegar a “Las Frias” o “trincheras de Soler”. En este lugar el gobierno de San Juan ha colocado un aparatoso refugio que choca con el paisaje. Encontramos un mástil y decidimos izar nuestra bandera en honor al Ejército Patrio ya que comenzábamos poco a poco a tomar dimensión de la proeza libertadora. Seguimos para encarar la subida del Espinacito que es el primer cordón montañoso con el que nos teníamos que topar de casi 5000 msnm.
Nuestros arrieros tardaban en llegar y de repente apareció la caravana de mulas sin compañía. Notamos que algo sucedía por lo que decidimos esperar. Al llegar los arrieros nos dan la noticia que una de las mulas había rodado perdiéndose gran parte de nuestra carga de comida. Por suerte, el animal estaba bien y podía seguir viaje, por lo que luego de ajustar las cargas seguimos rumbo oeste hacia el temible “Espinacito”.
Al comenzar a subir, los caballos se entierran demasiado en la nieve, al punto de no poder subir más. Nos ponemos a pie, cabestreamos ayudándolos. El esfuerzo es muy grande y cada vez el terreno se pone más y más empinado. A Tuco, nuestro arriero, se le resbalan dos caballos y los sujetó de las riendas para que no rodasen hacia abajo. Con una fuerza descomunal, los volvió a traer a la senda. A pesar de que logré llegar a arriba, descendí rápidamente para ayudar. Logramos subir todos los animales poco a poco. Creíamos que lo peor había pasado. En un descanso del terreno recobramos fuerzas y nos reorganizamos.
Subimos un poco más, peleando con manchones de nieve y granza húmeda de los derretimientos
Cuando casi estábamos alcanzando la cima, nos sorprendió un alud de piedra y barro. Milagrosamente esto sucedió después de que nosotros pasáramos. Seguimos camino, descansando cada vez que aparecía algún pequeño altiplano para no fundir a los caballos en la jornada.
Al subir, aparece a lo lejos hacia el Sur el imponente Aconcagua que nos maravilla con su grandeza.
Finalmente llegamos al paso del Espinacito donde una piedra con placas nos indica que estamos en el lugar histórico. El lugar nos recuerda la pintura del gran artista Fidel Roig Matons (Gerona, en 1885- Mendoza 1977).
Autor de las pinturas que componen la pinacoteca sanmartiniana, pintura que muestra al Gran Capitán acompañado por los jefes que formaban su Estado Mayor, presenciando, desde el peñón, el paso de las tropas libertadoras por la Cumbre del Espinacito, a casi cinco mil metros de altura.
Aquí la emoción nos ganó. Por primera vez desde que salimos, tomamos verdadera dimensión del Cruce de los Andes del Ejército Libertador, por primera vez dimensionamos la grandeza de la logística y el esfuerzo físico y mental realizado por aquellos hombres 200 años atrás, por lo que desplegamos la bandera y se nos llenaron los ojos de lágrimas por la emoción.
Comenzábamos a bajar el Espinacito y no era una tarea sencilla para los binomios hombre/caballo. Un zigzag que se alternaba entre precipicio y acarreo nos acercaba al fondo del valle y de allí a nuestro campamento en la “Vega de Gallardo”, donde unos fideos y un truco bajo la luz del fogón nos relajaron de un día arduo y ajetreado lleno de emociones.
Este cuarto día de expedición era una jornada para que los sentidos se expandieran. las vistas del Cerro Mercedario, La Ramada, Alma Negra u Aconcagua eran increíbles, llegamos al puente de tierra un balcón maravilloso que permitía ver en 360 grados un paisaje más hermoso que otro.
Luego comenzamos a bajar hacia el cauce del río y tomamos al Oeste con dirección al refugio Sardina llamado así en honor al Ing. nivólogo Dagoberto Sardina quien murió en la región mientras realizaba estudios hídricos.
Este refugio también tomó relevancia cuando en un vuelo de reconocimiento de un helicóptero en pleno invierno se encontró al Uruguayo Raúl Gómez quien pasó 120 días de penurias tras perder el rumbo en plena cordillera presuntamente escapando de las autoridades chilenas.
Este refugio que antiguamente se utilizó para estudios hidrológicos es ocupado actualmente por Gendarmería Nacional Argentina a fin de “controlar” el pastaje de las majadas de cabras de las familias chilenas que por acuerdo con la cancillería hacen las veranadas del lado argentino.
Todavía quedan restos de los corrales de la vieja estancia “Manantiales” estancia propiedad de la familia Álamos, con una muy rica historia que dominaba todo ese sector cordillerano.
Dichos corrales habían generado un circuito económico y cultural en la frontera vinculado íntimamente al emprendimiento de la familia Álamos. Este sector luego fue intervenido por las prácticas estatales argentinas en la década de 1970, debido a la expropiación de la estancia por razones de seguridad nacional (ley de seguridad de fronteras).
Llegaba el día en que partiríamos para llegar al límite donde veríamos en primera persona el lugar donde pasaron los soldados del ejército libertador hacia los valles chilenos de Putaendo pero deberíamos elegir si íbamos a cruzar por el Valle Hermoso por donde cruzarían en aquel entonces el Ing. Mayor Antonio Arcos y un valiente oficial que asomaba por aquel entonces: Juan Lavalle, quien se batiría en la batalla de las Achupallas o si lo haríamos por el paso de las Llaretas donde cruzaba el Gral. San Martin.
Luego de deliberar decidimos hacerlo por el paso de Valle Hermoso ya que es el que tenía los hitos históricos y que se ha vuelto el cruce “convencional” elegido por las expediciones comerciales y no nos equivocamos pues ese día nuestras emociones se rindieron frente a los bustos de San Martin y O’Higgins.
Nuestros animales estaban ensillados y listos para arrancar la que sería la jornada más importante de nuestro viaje, recorríamos hacia arriba el río Los Patos, que más abajo uniéndose a los ríos Blanco y Castaño, conformarán el caudaloso Río San Juan.
Con sus mallines y ciénagas maravillosos llenos de avifauna andina, el rio nos regalaba un andar suave para lo que significa montar en la Cordillera de los Andes, girábamos levemente al sur, pasábamos por un “Real” o “Alojo” abandonado de crianceros chilenos y luego comenzábamos a subir nuevamente con dirección Oeste quedando expuesta toda la Ruta Norte o Normal del Aconcagua que con sus casi siete mil metros se impone ante nosotros.
Llevábamos una Bandera Argentina que habíamos cosido nosotros mismos, usando como mástil un bastón de Trekking. El viento que no tenía ningún tipo de resistencia nos golpeaba fuerte pero ya estábamos cerca.
Aquí arremetimos con un galope al grito de “Viva la Patria” y finalmente llegamos al hito fronterizo que tenía las esculturas de San Martín y O’Higgins junto a un centenar de placas de acero y bronce en honor al ejército en diferentes aniversarios de la proeza emancipadora y toda clase de ofrendas que la gente ha ido dejando a lo largo de los años.
Echamos pie a tierra y tomamos el estandarte nacional que el viento desplegaba a toda vela. Nos abrazamos, sonreímos y las lágrimas nos ganaron fundiéndonos en un abrazo fraternal. Sacamos las cámaras réflex que hasta ese momento eran reemplazadas por los celulares, pero el paisaje y el lugar ameritaban fotos de mejor calidad.
Luego de estar tiempo suficiente en el sitio Tuco nos indicó que se acercaban unas nubes que podrían complicar nuestro regreso, por este motivo decidimos ponernos en movimiento. Lentamente desandábamos nuestro camino hacia el refugio Sardina con el primer objetivo cumplido, llenos de emociones y alegrías.
Este día era el día extra que toda expedición bien diseñada debe tener por mal clima. Decidimos utilizarlo para el descanso de los animales ya que se vendrían dos muy duras jornadas de regreso y por eso dejamos que los animales, maneados, pasaran libremente y repusieran fuerzas. En cambio, nosotros nos dispusimos con Pedro Sziguetti a ascender el cerro Ventana que está frente al refugio al Sur para poder hacer vistas panorámicas desde su cumbre.
La séptima jornada nos llevaría al campamento “Rancho de Lata” donde Esteban haciendo alarde de sus habilidades culinarias nos preparaba un risotto y chanfaina con las vísceras del chivito que nuestros arrieros le habían canjeado a los chilenos en el valle.
Finalmente, al octavo día, transitamos una gran diagonal que surcaba un acarreo y que nos depositó en el portezuelo de “la Honda”, paso que había utilizado O’Higgins en lugar del Espinacito con su columna. Este paso también presentaba algunos peligros en su senda de bajada.
Desde aquí en un largo día regresábamos a la vega de Los Manantiales que había sido nuestro punto de partida y lugar donde nos esperaban nuestros vehículos para emprender el Regreso a Mendoza.
Esta travesía nos había puesto en relieve la gran empresa que significó el cruce de los andes, pudimos dimensionar el grado de preparación, audacia, astucia, determinación y valor del General San Martin, de sus oficiales y soldados que lo dieron todo por la patria y nos dimos cuenta que valen mucho más los símbolos de lo que uno cree ya que no borraremos de nuestras memorias mientras vivamos ese último galope con la bandera flameando al grito de ¡VIVA LA PATRIA……..CARAJO!!!!!!!!
El autor es un montañista apasionado desde su Mendoza natal, consultor ambiental y experto en Logística de expediciones cordilleranas.
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