Integrantes Pedro Sziguetti, Agustín Zarco y Juan Lucas Sbriglio.
Las montañas tienen ese peculiar atractivo que hace que personas muy diferentes converjan en un mismo punto. Así fue como un ingeniero, un biólogo y un veterinario nos juntamos a planificar un trekking que, si bien está bastante difundido, todavía conserva ese gusto a aventura que nos atrae para recorrerlo.
Muchos años atrás en un viaje por trabajo a la zona de Libertador Gral. San Martin en la Provincia de Jujuy nos encontrábamos con dos extranjeros que venían de recorrer caminando una senda desde la “lejana” Puna hasta las selvas jujeñas de Yungas, al preguntarles detalles, en aquel entonces sin la perspectiva que nos da hoy la tecnología, me parecía una empresa faraónica, aunque hoy viéndolo con Google Earth nos parece algo realizable, sobre todo porque ya es un trekk que algunas empresas de turismo aventura lo venden como producto guiado.
Quedamos en ese momento con la idea firme en la cabeza de hacerlo algún día. Poder ver en vivo y en directo los diversos fenómenos climáticos que, en tan pocos kilómetros, moldean de una manera tan diferente el ambiente. Poder ver en un sólo recorrido tanta disparidad de paisajes, flora, fauna y cultura, todo dentro de un mismo circuito, era nuestro desafío.
Desde la provincia de Mendoza, preparamos la camioneta con todo lo necesario (y algunas cosas más por las dudas que algún otro recorrido nos tentara por el camino), pero teniendo en mente que el principal objetivo era unir la puna desde Tilcara en plena Quebrada de Humahuaca con las Yungas Jujeñas del Parque Nacional Calilegua. Los integrantes de la empresa éramos Pedro Sziguetti, Agustín Zarco y Juan Lucas Sbriglio
Todos nos habíamos propuesto un objetivo que excedía lo meramente deportivo o paisajístico. ¡También abordaba relevar especies tanto de flora y fauna en el camino para así armar una pequeña bitácora! Esperábamos que ésta pudiera servir a futuros visitantes a identificar especies presentes en la zona de la caminata, ya que nos plegamos a la movida de que mientras más conocemos más cuidamos ya que cuidamos lo que conocemos.
Salimos de Mendoza pasando por Simoca, en la provincia de Tucumán, en donde repusimos fuerzas, y seguimos hasta la entrada de la quebrada de Humahuaca, allí un reclamo social nos privó de circular por la Ruta nacional 9 que nos llevaba a Tilcara, nuestro punto de partida inicial. Superado el piquete que nos retuvo más de 16 horas, llegamos a Tilcara, lugar en donde nos contactamos con César, un taxista que nos llevaría al día siguiente hacia “Casas Coloradas”, desde donde iniciaríamos la caminata (como nos había recomendado nuestra amiga Lisi Álvarez, quien había hecho el año anterior el mismo recorrido).
Nuestro punto de partida era nada más y nada menos que la Quebrada de Humahuaca
La quebrada es un enorme valle por donde transcurre el Río Grande, funcionando como un paso natural para la fauna, la flora y las personas en el norte argentino.
Fue ruta para los primeros pobladores y luego de expedicionarios y colonizadores, funcionando como una importante ruta comercial. Vinculó diversas culturas a lo largo del tiempo, siendo un puente cultural que persiste en la actualidad. Como era la vía de comunicación entre el Río de la Plata y el Alto Perú durante la etapa virreinal, también fue escenario de diversas luchas por la independencia. Su valor histórico cultural es incalculable, ya que en ella cruzaron desde los conquistadores Incas y españoles, hasta próceres de nuestra independencia como Güemes y Belgrano con el ejército del norte. La quebrada de Humahuaca encierra la magia de ser ese mismo lugar, tan encajonado y circunscripto, en donde ocurrieron hechos históricos de gran importancia para la humanidad, y sobre todo para el desarrollo de nuestra historia argentina. Tan es así, que, en el año 2003, la Quebrada de Humahuaca fue declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO. Hoy, tantos años después, aún mantiene su función como ruta comercial y cultural.
Unir ambientes tan disímiles como la Puna y las Yungas merece un párrafo aparte ya que podemos recalcar que Argentina se caracteriza por tener estas cosas
Por un lado, la puna que es una ecorregión altiplánica, o meseta de altura, llamada también tundra alto andina, de clima seco y frío de montaña (aunque de día suele hacer calor) con variantes según la altura, presión atmosférica baja, con vegetación propia del herbazal montañoso, y con fauna representada por guanacos, vicuñas, llamas, cóndores, flamencos, ñandúes, chinchillas, cuises, lagartijas, serpientes y roedores.
Por el otro lado las Yungas que se caracteriza por ser una región biogeográfica longitudinal de bosque de montaña, nuboso, lluvioso y cálido tropical, pero a mayores altitudes o latitudes las temperaturas son más extremas entre el calor y frío, y las lluvias son estacionales con una temporada seca y una lluviosa. Con la altura, se forman franjas de distinta intensidad de precipitaciones: mayores al pie de las montañas y menores a medida que se asciende. Por esta razón, también se forman pisos de vegetación: la selva pedemontana o de transición, la selva montana y el bosque montano. En el piso inferior, que tiene algunos elementos del Chaco seco, la selva es poco densa con predominio de árboles de gran porte como la tipa, el palo blanco y el timbó. Los animales más representativos son el tapir, el pecarí, el agutí, el lobito de río, la comadreja colorada, el mono caí, el yaguareté, el zorro de monte, el hurón mayor, la marmosa, y aves como la bandurria boreal, tucanes, calancate cara roja, entre otras.
¡Tener la oportunidad de unir caminando estas dos ecorregiones es una experiencia que en pocos lugares del planeta puede darse y tenemos la suerte de que en nuestro país esto es posible!
El primer día de travesía, salimos de Casas coloradas con destino al paraje Yuto-Pampa, donde nos encontramos con un puestero que viajaba con una recua de burros, cargados de bloques de sal para su ganado
La caminata comenzó con un paisaje agreste de vegetación constituida por cactáceas columnares como los Cardones (Trichocereus atacamensis)
y otras especies de cactus.
Encontramos especies rastreras y arbóreo-arbustivas espinosas, como el churqui (Prosopis ferox). Aquí aparecieron las primeras aves y Agustín comenzó a registrar las primeras especies como la catita serrana chica (Psilopsisiagon aurifrons), la bandurrita cola castaña (Ochetorhynchus andaecola), la caminera puneña (Geositta punensis), el canastero rojizo (Asthenes dorbignyi)
o el particular espinero andino (Phacellodomus striaticeps), todas aves pequeñas pero que son bastante escasas en otros lares.
Llegamos al puente de madera, conocido como Puente de las Gárgolas, en donde aparecía el primer rastro de que estábamos en invierno: una pequeña cascada congelada.
Mientras tanto divisábamos, a nuestros pies, la majestuosa Quebrada de Humahuaca.
Al llegar al portezuelo superior, hacia el suroeste, se erguía el cerro Chañi que con sus casi seis mil metros mira desde arriba todos los valles circundantes.
Desde el Portezuelo de las Gárgolas, rondando los 4000 msnm, el paisaje se torna netamente puneño con algunos guanacos (Lama guanicoe) y Vicuñas (Vicugna Vicugna) rondando las laderas laterales y con una vegetación baja propia de la puna.
Al llegar al punto más alto comienza lentamente el descenso hacia el este, que nos empieza a depositar poco a poco en la ladera contraria al cordón montañoso que encajona en la quebrada de Humahuaca. Bajamos acompañados de un pequeño arroyo donde divisamos al Pato del Torrente (Merganetta armata).
Algunos caballos y ganado doméstico como cabras y ovejas empiezan a verse. A lo lejos ya comenzamos a divisar bandas verdes en los cerros. Esas bandas, sabíamos, nos indicaban que hacía allí estaba la parte superior de la selva de altura, las yungas, que es adonde nos dirigimos y la emoción se empieza a sentir en nosotros.
Bajamos laderas con sendas diagonales que simplifican el tránsito por su suave pendiente hasta llegar al paraje de Yuto Pampa.
Allí nos esperaba Marcela con una bandera argentina izada. Era 20 de junio, día de la bandera nacional argentina, cosa que nos llenó de emoción.
Al amanecer del día siguiente nos despertamos con las nubes a nuestros pies y el paisaje comenzaba a regalarnos vistas soñadas. Apareció un Inambú Serrano (Nothoprocta ornata).
Una ave cuya familia es exclusiva de América y a más de un montañista en alguna ocasión suele sorprender y asustarnos en su escape con su canto característico. El día nos esperaba con largas trepadas, pero ya por debajo de los 4000 msnm que habíamos superado el día anterior. Respecto a los avisajes en este lugar de aves logramos observar un pájaro carpintero andino (Colaptes rupicola).
Golondrinas andinas (Orochelidon andecola), o la dormilona puneña (Muscisaxicola juninensis). Salimos con dirección a Molulo, un paraje de apenas 20 familias con una escuela rural al otro lado del cordón montañoso que teníamos en frente de Yuto Pampa.
Para llegar a Molulo primero atravesamos Huira Huasi, un paraje con un entorno paradisíaco. Comenzamos a trepar las laderas por las sendas diagonales que la surcan, logrando ver ahora,desde arriba,los valles que el día anterior habíamos transitado.
Por debajo de nuestros senderos pudimos divisar corrales de encierre de animales, literalmente, colgados de los filos montañeros.
Al avanzar nos encontramos con unos pocos pobladores que nos hablaban muy amablemente, en contraposición con algunas viejas leyendas pintadas sobre las piedras que dicen “no se permiten turistas” o “no al turismo”.
Quizás en alguna época no fue bien visto por pobladores locales el paso de senderistas por la zona, aunque hoy es uno de sus principales ingresos.
Transitamos por varios kilómetros un gran filo donde desde el oeste mientras, a nuestras espaldas, soplaba un viento que no permitía que las nubes subieran.
Aquí la emoción que tuvimos fue inmensa, ya que podíamos ver en vivo y en directo el mecanismo de acción de la lluvia orográfica
La lluvia orográfica se produce cuando el aire húmedo, que viene desde el atlántico, pasa por una montaña con pendiente ascendente. El aire viene cargado de vapor de agua y, al topar con una masa de aire frío en altitud, descarga toda su humedad en forma de lluvia (y crea así estas selvas de montaña). El aire continúa su camino, ya seco y con una temperatura mayor de la que ha ascendido, creando a continuación un paisaje desértico de la altura: la puna. Ver el fenómeno en vivo y en directo desde un punto, como en un aleph, poder filmar y fotografiar ambientes tan diferentes como una selva y un desierto, pero contiguos, nos llenaba de alegría.
Seguimos muy atentos ya que por la zona puede avistarse la taruca o huemul del norte (Hipocamelus antisensis), que era uno de nuestros más preciados objetivos a avistar. Mientras aparecían grandes carroñeros andinos, como los cóndores (Vultur griphus) o el matamico andino (Daptrius megalopterus)
En este punto nos encontrábamos con otro fenómeno que suele darse en las fotografías de montaña llamado “espectro de Brocken” El espectro aparece en ocasiones muy particulares: estando situadas las nubes por debajo del espectador, cuando el sol brilla a las espaldas de éste, puede verse una sombra más grande de lo normal, de forma algo triangular, con anillos de un arcoíris que se irradian directamente desde la sombra. Científicamente, este efecto es bastante fácil de explicar. El sol hace que una sombra caiga sobre (y a través de) las gotas de agua de la nube o la niebla. La sombra y la luz al no ‘chocar’ contra un plano sino contra millones de gotas a diferentes distancias del espectador, genera que sea imposible juzgar con precisión el tamaño y las proporciones de la sombra, formándose este espectro fantasmagórico. El colorido del halo solar que suele verse alrededor de la sombra se produce por la refracción de la luz dentro de las gotas de agua. Cuando las nubes se desplazan, puede parecer que el espectro de Brocken parpadea y se mueve.
Estos espectros han despertado por centurias la imaginación de caminantes que encontraron en ellos explicaciones sobrenaturales.
Seguimos caminando por escarpadas laderas y tras algunas dudas, que hicieron que sacáramos el GPS, tomamos una angosta senda que bajaba y por consiguiente comenzaba a aparecer vegetación propia de ambientes húmedos.
Nos encontrábamos transitando el límite superior de yungas, denominado Bosque Montano, y asociado a este se encuentran los Pastizales de Neblina con algunos Matorrales de Molle (Schinus areira) y Chilca (Baccharis salicifolia), también coligado a esto diferentes aves que Agustín comenzaba a registrar. Allí apareció el muy extraño canastero del maqui (Asthenes heterura), un ave pequeña que solo vive en unas pocas quebradas del norte argentino y en la puna boliviana.
Luego de descender caminando algunas horas, ya entre las nubes apareció un lúgubre cementerio.
Nos indicaba que estábamos cerca de la localidad de Molulo (nombre que toma por la cantidad árboles de Molulo, (Sambucus nigra), que pueblan en el sitio), donde llegamos al puesto de Lila.
Una amable señora que nos ofertó un reconfortante yerbeado con plantas aromáticas como cedrón y otras especies.
Luego de hacer noche en lo de Lila, nos esperaba el tercer día de travesía, desde Molulo a San Lucas. Era la jornada más larga ya que no solo recorreríamos 23 Kilómetros y además cambiaríamos radicalmente de clima y terreno. Debido a la fecha en la que nos encontrábamos, las horas luz son muy pocas para recorrerlo.
Anduvimos así muchos kilómetros de filo con un piso bajo de nubes realmente alucinante, que nos llenaba la vista en los 360 grados.
No parábamos de maravillarnos con los paisajes de este sendero.
Poco a poco comenzaron a aparecer Tabaquillos (Polylepis australis), pino del cerro (Podocarpus parlatorei), el aliso del cerro (Alnus acuminata subsp. acuminata), el nogal criollo (Juglans australis), el cedro (Cedrela lilloi) y el sauco o molulo (Sambucus nigra). Todo esto nos indicaba que estábamos atravesando la transición de la zona del Bosque Montano.
Llegamos al paraje Sepultura, cementerio de la Esquina.Ahï nos detuvimos nos minutos a almorzar, pero las horas luz nos apuraban a seguir hacia San Lucas,así que comenzamos a bajar a una hondonada donde la vegetación cambiaba para entrar en la Selva Montana con arrayanes, cedros, nogal criollo, quina, cebil, pacará, el lapacho rosado (Handroanthus impetiginosus), el lapacho amarillo (Handroanthus ochraceus), el palo barroso (Blepharocalix salicifolius), los pocoy (Inga edulis, Inga saltensis, e Inga marginata), y el ceibo de la selva (Erythrina falcata).
Aquí también la avifauna se enriquecía a cada metro pavas de monte (Penelope dabbenei), birro grande (Myiotheretes striaticollis), fruteros yungeños (Chlorospingus flavopectus) y una amplia variedad de loros y picaflores típicos de la región.
Nos encontramos con varias caravanas o recuas de burros y caballos que transportaban cargas a distintos puestos y poblados.
Pastores de ovejas y pobladores locales que fueron muy amables en los encuentros y ante nuestras consultas, lo que nos seguía indicando que las leyendas pintadas contra los excursionistas que vimos en todo el camino eran de vieja data y se había aceptado finalmente a los turistas.
Caía la noche y ya sin luz Agustín grabó cantos y vocalizaciones de algunos loros para luego tratar de identificar especies, y la oscuridad nos encontró a pocos km de llegar a San Lucas. Los ladridos lejanos de algunos perros nos indicaban que estábamos muy cerca, y que en menos de una hora arribaríamos a San Lucas, donde la casa y hospitalidad de Alicia nos reconfortaba de las más de 12 horas de marcha que habíamos tenido.
Al amanecer del cuarto día de travesía, nos quedaba atravesar la selva montana y pedemontana de las Yungas para llegar a la ruta provincial 83 que nos conduciría a nuestro destino final. Éste era el pueblo de San Francisco, en el corazón de las yungas. Aquí nuestros sentidos explotaron con el paisaje ya que desde hacía 4 días estábamos en el desierto puneño y ahora estábamos rodeados completamente de selva de árboles de más de 35 metros de altura.
Con una variedad incalculable de bromelias
Orquídeas de gran tamaño, cactáceas arbóreas
Helechos arborescentes, árboles como cedros (Cedrela balansae y Cedrela saltensis), el horco cebil (Parapiptadenia excelsa), la afata (Cordia trichotoma), el palo borracho (Ceiba insignis)
El lapacho verde (Cybistax antisyphilitica), el jacarandá común o tarco (Jacaranda mimosifolia), el jacarandá (Jacaranda cuspidifolia), los lapachos amarillos (Tabebuia aurea), el viscote (Acacia visco), la quina colorada (Myroxylon peruiferum), el palo lanza (Patagonula americana), la tipa colorada (Pterogyne nitens), y un largo etc.
Seguiríamos surcando la selva por un sendero bien marcado con imponentes árboles.
Con una gran presencia de aves que Agustín iba capturando con su cámara como el picaflor enano (Microstilbon burmeisteri), el arañero coronado (Myiothlipis bivittata) o la viudita de río (Sayornis nigricans) el Yapú (Psarocolius decumnaus).y Urracas paraguayas (Cyanocorax chrysops).
Luego de una jornada de poco más de siete horas y luego de atravesar el río Valle Grande llegábamos a la Ruta Provincial 83 que en escasos 7 Kilómetros nos dejaba en nuestro destino final el pueblo de San Francisco, donde con una reconfortante cerveza brindábamos felices de cumplir con el deber de todo montañista…. recorrer el camino alguna vez soñado.
Mail: info@culturademontania.org.ar
WhatsApp: +54 11 3060-2226
Instagram: @ccam_arg
www.facebook.com/ccamontania
Contáctate y comenzá
la aventura de integrarte
a la red cultural