Julio 2023
En nuestra Argentina maravillosa existe un reino de cerros y volcanes de impresionantes alturas con cien millones de años de antigüedad.
Fuerzas colosales de la naturaleza elevaron la tierra miles de metros sobre el nivel del mar y crearon una bella e impresionante cordillera que recorre el occidente de las Américas desde Alaska hasta la Antártida y todavía no ha terminado de crecer.
En Sudamérica ese portento lleva el nombre de Cordillera de los Andes y una de sus secciones conforma la Ecorregión Altos Andes.
Todos los años, esta ecorregión recibe a viajeros de distintos lugares del país y del extranjero que admiran la imponencia de las montañas. También recibe a valientes y arriesgados andinistas que aspiran a hacer cumbre en algunos de los picos más altos. Todos están contemplando la cuna del agua.
En las elevadas cumbres de los Altos Andes soplan fuertes vientos y reinan las rocas, la nieve y el hielo. Nada crece por encima de los 5.000/5.500 metros, no hay animales ni plantas. Sin embargo, ese inhóspito ambiente es la cuna de uno de los más preciados tesoros del planeta: el agua.
El agua es crucial para la vida en la Tierra, es el medio a través del cual toda la naturaleza es gobernada. En realidad, nuestro planeta es un gigantesco contenedor de agua de la que han surgido todas las formas de vida y cada una de ellas es, en sí misma, un contenedor de agua.
Curiosamente, la ciencia todavía no ha podido responder a la pregunta de por qué el agua es la única sustancia del planeta que puede existir en tres estados: líquido, sólido y gaseoso. Así la encontramos en los Altos Andes, donde las lluvias, la nieve y el granizo que se abaten sobre las altas cumbres, a veces con fiereza, dan lugar al nacimiento de glaciares, cursos de agua, vegas y lagunas.
Proveniente del deshielo, este vital elemento se desliza laderas abajo y hace posible que a menores alturas puedan prosperar todos los seres vivos y puedan realizarse actividades productivas y recreativas.
Según la cantidad de precipitaciones anuales de agua y nieve que ocurran en distintos sectores de los Altos Andes, se pueden considerar tres subregiones, que si bien comparten características, tienen peculiaridades que se originan, principalmente, en la cantidad de agua que reciben y distribuyen.
Así, en los Altos Andes Desérticos, donde llueve poco y el agua se evapora muy rápidamente, se encuentran los grandes salares. Aparte de la conocida sal, pueden contener litio, que se emplea para fabricar baterías para equipos electrónicos; ulexita, utilizada en aplicaciones agrícolas, mezclada con fertilizantes ; bórax, que tiene propiedades antisépticas, antibacterianas y desinfectantes.
En la Subregión Altos Andes Semiáridos, donde la precipitación media anual ya es más elevada (300-600 mm) hay numerosos glaciares, algunos abiertos y otros de escombros, todos ellos de gran importancia como reservas y provisión de agua. En esta zona, nacen los ríos Vinchina, Jáchal, San Juan, Iruya y Mendoza.
Donde encontramos más agua es en la Subregión Altos Andes Subhúmedos. Allí nacen los ríos Tunuyán, Diamante, Atuel, Colorado, Malargüe, Grande y Neuquén. También hay numerosos glaciares de hielo y hermosas lagunas.
Durante millones de años, la nieve se fue acumulando y compactando en las cumbres de los Altos Andes, dando nacimiento a glaciares de distintos tipos, en constante movimiento puesto que sus masas interactúan con el ciclo del agua. Estas acumulaciones de hielo son fundamentales como fuente de recursos hídricos para las tierras bajas.
En esta ecorregión hay glaciares en todas sus formas: glaciares limpios o descubiertos, glaciares cubiertos por una capa de detritos y glaciares de escombros cementados por el hielo.
Todas las formas de vida, todas las actividades humanas, dependen del agua que proviene del deshielo en las altas cumbres de los Andes.
Existen dos factores de alto riesgo para la persistencia de los glaciares: la minería y el cambio climático. Ambos conducen a la pérdida de hielo subterráneo, a la reducción del caudal de los ríos, a la alteración irreversible del paisaje, a la pérdida del valor turístico de la zona y a la contaminación del agua.
En cuanto a las acciones de la minería que afectan negativamente a los glaciares están: la remoción completa o parcial de los glaciares, las instalaciones/depósitos que se montan sobre glaciares rocosos y las construcciones de caminos sobre glaciares rocosos.
Y respecto de los efectos del calentamiento global, hay pruebas científicas de que desde hace ya varias décadas que los glaciares están retrocediendo a consecuencia de la disminución de las precipitaciones y el aumento de la temperatura. Ese retroceso conduce a que se reduzca el caudal de los ríos, que depende de la cantidad de precipitaciones que ocurran en las altas cumbres. Hablar de reducción de las masas de hielo es hablar de la disminución de las reservas de agua dulce.
Y la permanencia y prosperidad de los seres vivos, las actividades humanas como la agricultura y la provisión de energía hidroeléctrica dependen de la estabilidad del ciclo hidrológico, que está condicionado por la precipitación de nieve, por la temperatura y por el cuidado del ambiente.
En las altas cumbres, por encima de los 5.000 m sobre el nivel del mar, están las nacientes de los ríos. Algunos desembocan en los grandes ríos de la Cuenca del Plata, otros en el Océano Atlántico.
Un ejemplo es el río Atuel, en los Altos Andes Subhúmedos, que desemboca en el Salado del Sur, que vierte sus aguas en el río Colorado, el cual termina desembocando en el Atlántico.
Otro es el río Calchaquí, que nace en las cumbres del Nevado de Acay (Altos Andes Desérticos) como un pequeño hilo de agua. Varios afluentes van aumentando su caudal y luego se une al río Santa María, con el que forman el Juramento, cuya confluencia con el Salado del Norte lleva las aguas hasta el Paraná, integrando así la Cuenca del Plata.
Otros de los ríos que nacen en las altas cumbres de esta ecorregión son: Iruya, Vinchina, San Juan y Mendoza, todos ellos en los Altos Andes Semiáridos; y Tunuyán, Diamante, Malargüe y Neuquén en los Altos Andes Subhúmedos.
Son alimentadas por aguas surgentes o de deshielo, y su extensión y profundidad varía mucho. En general, las lagunas pequeñas y medianas son profundas y de agua dulce y las más grandes suelen ser someras y con alta concentración de sal. En la mayoría, habitan poblaciones de aves tanto residentes como migratorias, otra razón importante para procurar la conservación de estas fuentes de agua.
Algunas, como las Laguna Brava en La Rioja y la Laguna Blanca en Neuquén, han sido declaradas Sitio Ramsar, o sea humedales de importancia internacional, que se protegen por ser cuna y refugio de una notable biodiversidad.
En La Rioja encontramos un espectacular lago navegable que lleva el mismo nombre del cráter que lo rodea: “Corona del Inca”. Está ubicado a mayor altitud que todos los otros lagos del planeta: 5.200 m sobre el nivel del mar. Tiene 2 km de largo, 1 km de ancho y una profundidad de 350 m. Lo alimenta el agua de deshielo de las paredes del cráter.
A distintas alturas, aunque siempre por debajo de los 5.500-5.000 m sobre el nivel del mar, según la zona, prosperan en armonía diferentes especies de plantas y animales, muchas veces en condiciones extremas de temperatura, aridez, radiación solar y otros fenómenos.
El puma cumple un rol muy importante como depredador tope. Su presencia es fundamental para el equilibrio de las poblaciones de plantas y animales que componen el ambiente.
En los Altos Andes también habitan, entre otros mamíferos: la chinchilla, el gato huiña, el guanaco, el zorro colorado, el zorro gris, el gato andino, el chinchillón, la vizcacha, el tuco tuco y un mamífero muy especial: la vicuña.
Este bello animal silvestre es valioso para la naturaleza y para la gente. Vive en grupos familiares y en todas las estaciones prefiere las altitudes por encima de los 3.600 m sobre el nivel del mar. Para su alimentación prefiere las plantas que crecen en las vegas. Al comer, la vicuña no perjudica la vegetación, no arranca los pastos, sus pisadas son blandas y no dañan el suelo. Actualmente es una especie protegida por el “Convenio para la Conservación y Manejo de la Vicuña”, si bien en algunos lugares persiste la caza furtiva, debido principalmente a que la finura de su lana es muy apreciada internacionalmente.
En cuanto a las aves, en los Altos Andes, a veces a alturas que para los humanos resultan inhabitables, viven aves de todos los tamaños que están perfectamente adaptadas a las extremas condiciones ambientales imperantes.
La más imponente de todas es el cóndor andino, el ave voladora terrestre más grande del planeta. Con las alas desplegadas tiene una envergadura de hasta 3 m. En los Altos Andes se lo ha visto volar a más de 5.000 m, aunque más que volar planea para ahorrar energía.
Se suele imaginar a los flamencos en el marco de ambientes tropicales, sin embargo a esta ave también le gusta habitar en sitios como las lagunas de los Altos Andes. En esos humedales habitan, según la profundidad de la laguna y la existencia del alimento preferido, tres especies de flamencos muy sociables, que viven en grandes bandadas y se alimentan de zooplancton, macrófitas, algas, larvas de insectos y pequeños peces. Son el Flamenco Andino o Parina Grande, el Flamenco de James o Parina Chica y el Flamenco Austral.
Entre los más curiosos animales que habitan en los Altos Andes se cuentan dos anfibios: el Sapo Espinoso andino, que tiene en su lomo unas llamativas protuberancias con espinas negras, y la Ranita de las Piedras, llamada así porque busca refugio en ellas. Estos notables animalitos habitan a grandes alturas y soportan amplias variaciones térmicas.
Entre los peces que habitan en los Altos Andes se destacan varias especies de bagres, cinco de las cuales habitan en cuerpos de agua por encima de los 3.000 m de altura sobre el nivel del mar. suelen ocupar ambientes de escasa profundidad - no mayores a 2cm - o bien en aguas subterráneas o en aguas termales Actualmente, la actividad minera se ha incrementado y esa presión lleva a un fuerte impacto en los arroyos donde habitan los bagres cordilleranos donde el agua es escasa.
En cuanto a la vegetación, existe un límite de altitud para que pueda arraigar las plantas, que en la ecorregión Altos Andes se da entre los 5.000-5.600 m sobre el nivel del mar, según la zona. Las especies que prosperan por debajo de esos límites, y el espacio que cubre cada una de ellas, varía según la composición del suelo, la cantidad de agua disponible y la exposición a los vientos.
Conocer para valorar,valorar para conservar
Como se ha visto, ese inapreciable tesoro que es el agua, en la ecorregión Altos Andes proviene del deshielo estival que se produce en las altas cumbres luego que han recibido durante una parte del año determinada cantidad de precipitaciones de agua, nieve y granizo. Actualmente, esa provisión de agua, indispensable para todas las formas de vida y todas las actividades productivas, está seriamente amenazada por el cambio climático y muchas de las actividades antrópicas, principalmente las mineras. ¿Qué se puede hacer desde lo individual para mitigar esos efectos negativos sobre el ambiente aquí descripto? Un primer paso importante sería tomar conciencia de lo que está pasando, conciencia de que más allá de la emoción que sin duda despierta en cada uno de nosotros la belleza paisajística de los Altos Andes, ya sea que la contemplemos en persona o a través de fotos y videos, está la imperiosa necesidad de conservar el agua, no solo en cantidad sino en calidad. Existen leyes que protegen al ambiente en cada región de Argentina, pero en muchos casos no se cumplen o se aplican multas irrisorias que no interrumpen actividades que impactan negativamente al ambiente. Numerosas ONG’s están actuando en conjunto para revertir esta situación y difundiendo su encomiable trabajo. Contribuyamos cada uno de nosotros tomando conciencia de las acciones que amenazan la permanencia de los ambientes naturales en buenas condiciones. Conozcamos qué sucede, valoremos lo que tenemos. En el caso de la Ecorregión Altos Andes, cuidemos su tesoro más valioso. Cuidemos el agua.
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