En la vastedad de nuestro continente,debemos incluir al territorio de nuestra Antártida Argentina.Al extremo Sur y en esta inmensidad de hielos,viven y actúan hombres y mujeres argentinos que protegen y pueblan este territorio extremo, incluidos nuestros mares, parte entrañable de nuestra Patria.
En este apartado, presentamos una serie de artículos para entender desde diferentes puntos de vista a la nave antártica insignia de nuestro país, el ARA Almirante Irizar.
(Nota del Contralmirante Carlos María Allievi)
"Ningún mar en calma hizo experto a un marinero" (dicho popular).
A lo largo de la historia, los marinos se han caracterizado por su espíritu de aventura, superación, entrega, abnegación, sacrificio y, por sobre todas las cosas, por un gran sentido de camaradería y espíritu de cuerpo.
El mar les ha enseñado que las fuerzas de la naturaleza son infinitamente superiores a su capacidad y que sólo el trabajo mancomunado puede mitigar las adversidades y los embates de un temporal. Ese trabajo en conjunto genera la sinergia necesaria para que una tripulación, basándose en el esfuerzo individual y coordinado por las decisiones del comandante, alcance el éxito en la misión.
Los hombres y mujeres dedicados a la actividad en el mar se apoyan y confían en el camarada que está a su lado. El error de uno implicará poner en riesgo a todo el resto a bordo del buque. Ese espíritu de camaradería no reemplaza el sentimiento de tristeza que viven los marinos ante la ausencia de familia, amigos, afectos, pero sí constituye un esencial punto de apoyo y el sostén necesario para sobrellevar largas ausencias. Cada navegación representa la imposibilidad de estar presente en eventos que marcan nuestra vida para siempre: nacimientos, cumpleaños, aniversarios y partidas de los seres que amamos.
Los marinos de guerra de la Armada Argentina se caracterizan por mantener inalterables las tradiciones y valores que los han guiado, desde el mismo nacimiento de nuestra Primera Escuadra al mando del Almirante Guillermo Brown.
Sólo hombres y mujeres con los valores y las cualidades esenciales de una persona de bien pueden estar a la altura de las exigencias del quehacer en el mar.
Esos valores, que guían como un faro a los marinos, pueden resumirse en subordinación, trato educado pero firme, lealtad tanto hacia el subordinado como hacia el superior, alto sentido del patriotismo y la valentía para enfrentar situaciones de alto riesgo.
El continente antártico en particular, con sus gélidas aguas, su cambiante y extrema meteorología, sumado a lo inhóspito de su lejanía, sin puntos de apoyo cercanos, exige de los marinos extremar sus artes y técnicas para poder enfrentar con desigualdad a esa naturaleza indómita y poderosa que lo interpela.
Fue en ese escenario geográfico, inasible al error o a la subestimación, que el General Pujato expresaba: “la Antártida no es trágica ni cómica, es seria”.
Navegar por las aguas congeladas de los confines del mundo es un hecho que no todos los marinos pueden atesorar en su bitácora de vida. El mar, en esas latitudes, se impone ante las naves y les exige como en ningún otro lugar sobre la tierra.
Coronel Orlando Rubén Interlandi
Debo aclarar que estoy muy lejos de pensar como un hombre de mar, por ello le solicité al señor contraalmirante Carlos María Allievi que les acercara ese sentimiento tan propio y especial que heredó de ese fantástico y ejemplar prócer que nos dio nuestra Patria: el Almirante Guillermo Brown. Por eso haré una breve síntesis de su vida.
Brown nació el 22 de junio de 1777, en el Condado de Mayo, Foxford (Irlanda) y falleció en Buenos Aires el 3 de marzo de 1857.
En 1780 su padre emigró con él a los Estados Unidos de América y se alojaron en la casa de un amigo que les había prometido trabajo y progreso. Posteriormente, viajó toda la familia. En esos tiempos, los católicos, religión que profesaban, eran mortalmente perseguidos por los protestantes, por lo que no dudo en darle lo mejor a su hijo, en primer lugar, y más tarde a su familia.
Ya en esas lejanas y nuevas tierras, con expectativas y proyectos, se desató la epidemia de fiebre amarilla que provoca primero la muerte del amigo de su padre y, poco después, la de su progenitor.
Guillermo quedó huérfano a los 10 años. A esa edad comenzó a vagar por el puerto de la zona hasta que lo incorporaron como grumete (aprendiz de marino) a un barco comercial de origen francés. Estuvo, aproximadamente, unos nueve años con este navío. Más tarde fue capturado por un barco inglés y trabajó a sus órdenes por dos años más. Cuando la nave cayó presa de un corsario francés años más tarde, Brown se escapó y regresó a Inglaterra.
Para ese entonces, ya con experiencia, ascendió a capitán de barco mercante.
En 1796, a los 21 años, Brown decidió continuar con la carrera de marino. También conoció a su gran amor Elisabeth, con quien se casó en 1809. A fines de aquel año, decidió trasladarse al Río de la Plata con fines comerciales. Llegó a Montevideo en un barco llamado “Belmond” y allí trabajó activamente en la navegación del estuario rioplatense.
Se hizo conocido no sólo por su experiencia, en este río (ya que, si no se era un avezado navegante, las embarcaciones encallaban con facilidad en la arena), sino también por trasladar mercadería de Montevideo a Buenos Aires, donde conoció a Hipólito Vieytes.
Brown fue testigo de la Revolución de Mayo y conoció a todos los personajes de la época: Belgrano, Saavedra, entre otros. Allí también entabló amistad con el ingeniero Pío White quien, siendo masón e informante de los ingleses para que éstos llevaran a cabo una futura invasión, dio un giro de 180º y se puso a disposición de los movimientos revolucionarios patrióticos de la época. Una muestra de ello fue que aportó todo el dinero para que se construyera la segunda escuadra naval que fue comandada por el Almirante Brown.
En 1812, Brown logró obtener la ciudadanía de Buenos Aires y se unió a la pelea contra los realistas que se encontraban en el Uruguay. Para eso empleó, luego de mejorarla, su fragata personal: la “Jane”, y otras más.
Era tan apasionado, corajudo y decidido en sus acciones, que intentó tomar por asalto un bergantín con un pequeño bote y un grupo de hombres, pero no alcanzó su objetivo.
¡Qué gran ejemplo de sacrificio, superación personal y profesionalismo que nos dejó Brown!.
Hasta acá, presenté un breve fragmento de la historia de este gran héroe de la Independencia, sólo con la idea de generar en el lector la necesidad de continuar conociendo a otro de los próceres que nos dieron nuestra libertad.
Con este mensaje pretendo incorporar, humildemente, algún concepto para que se conozca cuáles son las raíces de los marinos argentinos y, en este caso, de los marinos antárticos, que son personas, como tantas, animadas por una pasión que ya traen en su ser y que las impulsa a trasladarse desde las distintas provincias de nuestro extenso y querido país hasta las prestigiosas escuelas de esa respetada Fuerza Armada de la Nación.
Nuestros hombres y mujeres de mar cuentan con una excelente capacitación profesional antes de adentrarse en las aguas antárticas.
El actual capitán del rompehielos Almirante Irizar (RHAI), el señor capitán de navío Claudio Musso Soler, nos cuenta que para ser comandante de un buque se debe recorrer un largo camino, que inicia cuando uno egresa de la Escuela de Oficiales de la Armada y comienza a tallar su futuro, donde unos eligen ser submarinistas, otros Infantes de Marina y, en el caso de este capitán, ser a futuro parte integrante de la flota de mar.
Siendo teniente de corbeta, inició sus primeros pasos antárticos cuando fue destinado al buque RHAI, donde se desempeñó como jefe de Navegación y Material Naval; luego como teniente de navío fue designado jefe de Departamento Cubierta por dos años más en dicha embarcación.
Durante quince años integró varias campañas antárticas, en una de estas participó con el buque Vanguardia, de la Armada Uruguaya, y en otra, con el aviso Gurruchaga, de la Armada Argentina.
En el 2007, cuando el rompehielos Irizar sufrió un grave incendio, el capitán Musso Soler, imposibilitado de continuar incrementando sus conocimientos en los mares antárticos con este buque, prosiguió su experiencia en la Antártida, pero como jefe de Estado Mayor Naval Antártico en los buques Canal Beagle (Armada Argentina), Vasiliy Golovnin (buque contratado a Rusia) y San Blas, entre otros buques más.
Asimismo, ocupó varios cargos en distintos puestos de la Armada Argentina hasta que, por sus logros, fue nombrado en diciembre del 2019 comandante del RHAI. Me comentó el señor capitán que no le fue nada fácil, debió correr mucha agua por debajo de bajel; la experiencia, la dedicación, las buenas acciones, su entereza y su capacidad, demostrada a lo largo de su carrera, lo premiaron con este puesto: ser el capitán del rompehielos Almirante Irizar.
Los requisitos mencionados se adquieren durante varios años de navegación en los mares antárticos, donde a los inconvenientes normales que se presentan en las navegaciones en aguas abiertas (los más tradicionales son: tormentas con olas de más de ocho metros, vientos muy fuertes, neblinas, inconvenientes en el buque) se les debe añadir un obstáculo muy importante y determinante durante las horas de largas navegaciones entre los hielos: los témpanos que tienen grandes dimensiones, que a lo lejos parecen ciudades, hasta los cristalinos bloques resistentes y difíciles de apreciar a simple vista y que solemos llamar, “hielos gruñones”, que asechan a las embarcaciones silenciosamente.
A estos monumentos naturales tallados por la mano de Dios, hay que evitarlos constantemente, porque si golpean a un buque le podrían ocasionar serios daños. Por ello, cada marino que se encuentra cubriendo la guardia de observación de hielos es apoyado por los efectivos de radares, quienes dan muestra de su tamaño, facilitan su detección y posibilitan así poder rodearlos o esquivarlos; situaciones que se repiten mientras se surcan los mares cargados de obstáculos consolidados en los hielos de la Antártida.
Una vez adentrado en aguas congeladas, la tensión en los roles de combate hace que se activen todos los sensores necesarios (humanos y electrónicos) para llevar a cabo el cumplimiento de la misión, para la cual se prepararon y capacitaron durante años. Se hace presente la neblina, el reflejo del sol, los vientos que levantan la nieve reciente y si bien, el radar es muy importante, en él se puede apreciar en muchas ocasiones una sola mancha, la visión electrónica sólo es efectiva cuando un marino (el observador) se encuentra atento y vigilante.
El avance se hace muy lento, el silencio en el puesto de comando es total, sólo se escuchan las voces de su comandante que son repetidas por el timonel (persona que maneja el timón de una embarcación).
Es un trabajo totalmente profesional, ya que los observadores cubren una guardia cada cuatro horas, en pareja, uno por banda de estribor (derecha de una embarcación) y otro por banda de babor (izquierda de una embarcación); al igual que el del timonel. Su capitán, el comandante, nunca es reemplazado y siempre está en el puesto, come y dormita en su butaca, imparte órdenes constantemente a toda la embarcación, se asesora con los glaciólogos y meteorólogos, corrige rumbos, educa e instruye a cada uno de los que en el puesto de comando cubre un rol.
Pasan los hombres y mujeres, observadores, timoneles, oficiales de guardia, pero su capitán siempre se encuentra en su puesto, sin muestras de cansancio, sólo con la responsabilidad de comandar su buque hacia el destino final con total, éxito y sin fallas. En las aguas antárticas no se puede dar un paso en falso y su capitán se encarga personalmente que así sea, sus hombres lo necesitan y ahí está como tantos, cumpliendo de la mejor forma con su rol de combate, para el cual la superioridad le confió uno de los buques más importantes de la Armada Argentina.
Estas son las vivencias que pretendo transmitirles, la magnanimidad de los hombres y mujeres de las Fuerzas Armadas y, en este caso, de la Armada Argentina, en donde uno puede decir; “Si el almirante Brown los viera, seguro, estaría orgulloso de su gente”.
El marino idóneo, al formar parte de una tripulación como la del rompehielos u otras, lleva consigo el serio compromiso de proteger tanto a los embarcados como a la embarcación.
A lo largo de la historia, como pueden apreciar en la “línea de tiempo” que se encuentra en este libro, se han empleado más de treinta embarcaciones, pero en este caso describiremos las bondades del buque rompehielos Almirante Irizar, ya que los otros, como el aviso islas Malvinas, Bahía Agradable y el Puerto Argentino cumplen al día de hoy tareas de apoyo a la maniobra principal del rompehielos, y si bien son importantes para el desarrollo de la campaña antártica, el buque insignia es el RHAI y mi intención es que lo conozcan y lo aprendan a querer, como lo hacemos los antárticos.
El rompehielos ARA Almirante Irizar
Coronel Orlando Rubén Interlandi
Esta es una breve descripción del rompehielos para que puedan tener una mejor idea de su misión, capacidades y características.
Reabastecer logísticamente a las bases permanentes y transitorias, apoyar el desarrollo de los programas de investigación científico-técnico en el sector antártico argentino, a fin de contribuir al cumplimiento de los objetivos políticos, científicos y de apoyo a la actividad antártica contenidos en las instrucciones emanadas del Poder ejecutivo Nacional.
Capacidades75:
Desplazamiento a plena carga: 14.899 t
Eslora: 119,3 m
Manga: 25 m
75 Rompehielos ARA Almirante Irizar “Especificaciones Técnicas”, [s. f.], [en línea].
Dirección URL: http://www.irizar.org/dimensiones.html.
Calado: 9,5 m
Altura sobre la línea de flotación: 42,2 m
Cubiertas: 12
Casco: Chapa de acero especial de diferentes espesores:
Cinturón de hielo: 47 mm (espesor de sacrificio por desgaste 7 mm)
Sobre el cinturón de hielo: 37 mm (espesor de sacrificio por desgaste 7 mm)
Roda: Viga triangular de acero fundido de 45 cm de lado
Codaste: Viga rectangular de acero fundido de 50 cm de lado
Cuadernas: Vigas doble T de 30 mm de espesor, separadas 80 cm
Propulsión: Diésel-eléctrica
4 motores diésel principales MAN
3 alternadores diésel auxiliares MAN
2 motores eléctricos de propulsión ABB
Velocidad: Máxima 17,2 nudos, económica 14 nudos
Tripulación: 120 hombres, 50 pasajeros y 55 de dotación aérea embarcada
Autonomía: 60 días.
Combustible: Gas oíl naval 4.400 m3
Capacidad de transporte: Bodegas 1800 m³
Navegación: 3 radares Sperry Marine, 1 radar de alerta temprana Plessey.
Helicópteros: Cubierta de vuelo y hangar para dos helicópteros Sea King
SH-3D o similares
Otros medios de transporte: 2 EDPV, 4 balsas salvavidas, 4 lanchas de abandono (2 de 80 pasajeros y 2 de 25 pasajeros), 2 motos para agua de 600 cc.
Navegación en campos de hielo en forma continua: Espesor de hielo hasta 1 m
Ruptura de packs por embestida: Espesor de hielo hasta 6 m
Constructores: Wärtsilä Helsinki -Finlandia
Astilleros: Wärtsilä
Entrega: 15 de diciembre de 1978
Pruebas de Recepción: Invierno de 1979, Mar de Weddell, Antártida
Primera campaña al Continente Antártico: verano de 1979-1980
Fue el primer rompehielos con máquinas principales ubicadas según la modalidad “one deck up” para mejorar las características del buque en aguas abiertas.
En 1982 actúo como buque transporte de tropas en la Operación Rosario, durante la recuperación de las islas Malvinas, luego se desempeñó en calidad de buque logístico formando parte de la FT-76 y, finalmente, a partir del 3 de junio, lo transformaron en buque hospital durante el conflicto, con 160 camas, sala de terapia intensiva, quirófanos y otros medios sanitarios.
Su bandera de guerra fue condecorada en dos oportunidades. La primera, por su destacada labor durante el conflicto de Malvinas, recibió la medalla por “Operaciones de Combate” y la segunda, en virtud de su exitosa asistencia y rescate del buque de bandera alemana Magdalena Oldendorff, durante la Operación Cruz del Sur, por la que ostenta la condecoración “Operaciones Internacionales”76.
Este último hecho ocurrió durante el invierno de junio de 2002, cuando el Oldendorff quedó atrapado en los hielos antárticos luego de abastecer a la base rusa Novalazarevskaya, ubicada a 70° 50’ 46” S y 11°50’50” E.
Los barcos que operan en la Antártida normalmente lo hacen durante el verano, y abandonan sus aguas antes de que estas comiencen a congelarse, a más tardar en abril. Sin embargo el Magdalena había permanecido hasta más tarde en la temporada, justamente para permitir que el hielo se endureciera lo suficiente para descargar maquinaria pesada en las distintas bases que debía reabastecer.
Al finalizar la tarea, y a unos 5000 kilómetros del puerto de Buenos Aires, los hielos silenciosos y arteros comenzaron a inmovilizarlo hasta tal punto que sus máquinasse detuvieron ante la imposibilidad de continuar la lucha contra el duro hielo del Weddell, ya que con la temperatura en -50° se quedó, como otros tantos, sin potencia y aferrado en su intento de escape.
En consecuencia, se requirió la prestigiosa presencia del RHAI y de su personal idóneo para surcar y rescatar al buque aprisionado, así que partió en su búsqueda y rescate.
El Irizar debió romper 300 kilómetros de hielo para poder acercarse, peligrosamente, al buque inmovilizado por la crudeza de la Antártida. La tripulación, deseosa del rescate, consentía la maniobra con afable entusiasmo.
Luego de realizar exigentes y complicadas maniobras, el rompehielos logró abrir "la puerta de encarcelamiento" entre los hielos del Mar de Weddell y el Magdalena Oldendorff, pudo retomar su ruta. Una vez en sitio seguro, el Irizar completo su misión dejándole el combustible y viveres necesarios – y hasta un médico- para los meses por venir, hasta tanto le fuera posible valerse por sí mismo en aguas ya sin hielo, y salir por sus propios medios, en diciembre de ese año.
Otro hecho similar ocurrió a fines de febrero de 2000, mientras el rompehielos regresaba a Ushuaia y se encontraba a mitad de camino del Pasaje de Drake, con lo que significa navegar por esas agitadas aguas. En esa ocasión, el RHAI recibió una señal de auxilio que implicaba a un buque en emergencia que se encontraba nada menos que en la Antártida, más precisamente en el Estrecho de Mata, al sur de la Base Brown. El comandante de entonces era el capitán Facchin y su segundo comandante el capitán De la Rodolfa. Inmediatamente Facchin ordenó poner proa en esa dirección.
En esos lugares cuenta la prontitud del auxilio y el no perder tiempo, más aún cuando el clima lo permite, porque de no tomar esa posta muchas personas pueden estar en peligro. El comandante con su tripulación, como no podía ser de otra forma, en doce horas pasaron el Mar de La Flota y el Estrecho Gerlache, y se encontraron próximos al buque turístico Clipper Adventurer, con casi 200 personas entre tripulación y pasajeros.
La operación comenzó, inicialmente, con el despliegue de sus helicópteros Sea King para analizar la situación y reunir información que permita luego ejecutar un rápido y certero planeamiento de rescate.
76 Rompehielos ARA Almirante Irizar “Especificaciones Técnicas”, [s. f.], [en línea].
Dirección URL: http://www.irizar.org/dimensiones.html.
Al no ser una embarcación polar y mucho menos rompehielos, el buque se encontraba atrapado e inmovilizado por los hielos que no le permitieron maniobrar, lo que impidió poner en funcionamiento sus motores entre los pesados hielos, ya que si lo hubieran intentado podrían romper las hélices y quedar sin propulsión.
Luego de planeadas las maniobras, éstas fueron llevadas a cabo. Así, abrieron camino por proa y luego por popa y, después de 36 horas de arduo trabajo, el Clipper Adventurer se liberó de su trágico y seguro destino final.
Su capitán, la tripulación y los turistas quedaron asombrados por la profesionalidad de nuestros marinos, quienes, una vez más, dieron muestras claras de ser dignos herederos de Brown y de nuestra querida Patria.
El rompehielos Almirante Irizar cuenta dentro de su organización con oficiales y suboficiales especialistas en motores, generadores, navegación de grandes y pequeñas embarcaciones, meteorología, logística, cargas, un cura, pilotos de helicópteros con sus especialistas particulares, bomberos, médicos, enfermeros, odontólogos, periodista de la armada, cocineros, peluqueros, camareros,
buzos tácticos, especialistas en soldaduras submarinas y otros más.
Además, dentro de su personal idóneo para navegar en hielo, lleva un equipo de glaciólogos que, día a día, analizan la situación y el estado de los hielos con imágenes satelitales que se actualizan periódicamente y asesoran al comandante en su navegación.
El RHAI es un buque difícil de imaginar si no se lo conoce, cuenta con varias cámaras para alojar a todo su personal, una capilla, gimnasio, sauna, cubierta de vuelo, cuatro grúas, ascensor, sala de internación y de cirugía, enfermería, odontología, talleres de diversas características, cocinas en cada cubierta, sistemas modernos contra incendio; en fin, es un buque rompehielos apto para invernar por un año en la Antártica si la situación así se plantea.
Este es el Rompehielos (Almirante Irizar), buque insignia de nuestra querida y gloriosa Armada Argentina.
Espero que con este simple relato haya cumplido con las expectativas que me propuse, y que a partir de este momento sientan al rompehielos Almirante Irizar,buque insignia de nuestra querida y gloriosa Armada, como algo más, una pertenencia afectiva de los argentinos y no sólo como una embarcación que cumple misiones antárticas, de rescate o cuando el clarín de la Patria lo requiere.
"Mientras haya un mar congelado, un argentino a quien buscar, una base que abastecer en la Antártida,un rescate que asistir, ahí estará atenta nuestra Armada Argentina, para el fiel cumplimiento de la misión y el rompehielos Almirante Irizar en apresto para soltar amarras".CR Orlando Rubén Interlandi.
Cnl Orlando Ruben INTERLANDI
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