En un descubrimiento notablemente poético, un equipo de exploradores del Antarctic Heritage Trust, hallaron una caja con 22 negativos fotográficos, en una cabaña abandonada en el Cabo Evans durante aproximadamente un siglo. El documento visual data de una época que se caracterizó por épicas exploraciones al “continente perdido”, y contiene retratos de aquellos temerarios personajes que se aventuraban en estas blancas tierras.
Nota de fecha 02/01/2014
La foto-reliquia fue descubierta en uno de los puntos de abastecimiento que estableció el explorador Robert Falcon Scott durante su Expedición Terra Nova al Polo Sur, que comenzó en 1910 y terminó en 1913 con la muerte de todos los aventureros, quienes, después de haber alcanzado su objetivo, perecieron cuando se disponían a regresar. Posteriormente, entre 1914 y 1917, una segunda expedición, la Trans-Antártica Imperial, recorrió una ruta similar; presumiblemente, los negativos habrían pertenecido a este destacamento.
Más allá de su relevancia histórica, la cual seguramente es amplia, las imágenes se distinguen por una notable hermosura, evidentemente fantasmagórica, que a la vez transmite un cierto dejo de heroicidad.
Fuente: www.pijamasurf.com
- Por Victor Riverola y Jekaterina Nikitina -
En una cabaña abandonada en el Cabo Evans, en la Antártida se encontraron varios negativos fotográficos, algunos en buen estado de conservación. Estaban congeladas y pegadas entre sí. Son fotos tomadas hace 100 años, durante la Expedición Imperial Transatlántica (1914-1917) que dirigió el explorador Ernest Shackleton.
En una cabaña abandonada del captitán Scott, Cabo Evans, en la Antártida y por caprichos del destino, se encontraron varios negativos fotográficos, algunos en buen estado de conservación. Todas las placas de nitrato de celulosa encontradas en la cabaña, se encontraban congeladas y pegadas entre sí, no obstante, la fundación neozelandesa Antartic Heritage Trust (Fundación del Patrimonio de la Antártida) ha podido trabajar durante casi un año con todo el material hallado, restaurando y revelando 22 fotografías en blanco y negro tomadas en la Antártida hace 100 años, durante la Expedición Imperial Transatlántica (1914-1917) que dirigió el explorador Ernest Shackleton. Los negativos de nitrato de celulosa, considerados como una pieza única a nivel histórico, estaban congelados dentro de una caja en la pequeña habitación que Herbert Ponting, fotógrafo de la expedición de Scott de 1910 a 1913, utilizaba como cuarto oscuro. Dicha expedición ocupó la cabaña durante un tiempo indeterminado, siendo para ellos un enclave estratégico bastante familiar pues, según parece, el propio Scott ya había utilizado dicha cabaña como campamento en varias expediciones anteriores. El explorador inglés se convirtió en toda una celebridad al perder la carrera por ser el primero en llegar al Polo Sur por 33 días frente al noruego Roald Amundsen. Aunque de momento se ignora el nombre del autor de las fotografías, se está trabajando con la hipótesis de que sean obra del sacerdote y fotógrafo licenciado en Cambridge, Arnold Patrick Spencer-Smith, miembro del conocido Ross Sea Party, que formó parte de la Expedición Imperial Trans-Antártica de Sir Ernest Schackleton entre 1914 y 1917. La Ross Sea Party ocupó la cabaña de Scott entre los años 1915 y 1917.
La Fundación se encarga en estos momentos de acabar de inventariar y restaurar las imágenes recuperadas, algunas bastante deterioradas y otras en mejor estado. Los miembros de la fundación han identificado varias zonas de la Antártida con bastante exactitud, como pueden ser el estrecho McMurdo o la isla de Ross, donde el grupo menos numeroso quedó atrapado. Como detalle significativo, junto a los paisajes identificados, en alguna de las imágenes se puede ver con claridad al jefe científico de la expedición, Alexander Stevens, en el Aurora.
El descubrimiento de las imágenes fue una casualidad incluso para los máximos responsables de la Fundación neozelandesa. “No pensamos que la pequeña caja que encontramos tuviera nada de relevancia”, comentó el director ejecutivo de la fundación, Nigel Watson. -“Este ha sido un hallazgo realmente emocionante, de gran valor histórico. Es algo único y estamos encantados de poder ver expuestas fotografías míticas 100 años después. Es un testimonio y un homenaje de nuestros esfuerzos para conservar el legado que nos dejó Scott durante el tiempo que pasó en la cabaña del Cabo Evans”, añadió Watson.
Mark Strange, responsable de todo el proceso de restauración, ha comentado que los negativos han necesitado un tratamiento especial que se inició hace casi un año, comenzando por la ardua tarea de separar y limpiar (incluyendo la manipulación de los moldes y la eliminación de marcas y arañazos) las placas que se encontraban en mejor estado, trabajando para consolidar todas las capas de imagen de nitrato de celulosa. Las primeras 22 placas separadas se revelaron y se enviaron a la New Zealand Micrographic Services para ser escaneadas con un escáner de alta resolución profesional. Las imágenes escaneadas digitalmente se convirtieron en positivos digitales de alta calidad, que fueron entregadas a la Antartic Heritage Trust para su conservación y almacenamiento en las mejores condiciones posibles.
Este no es el primer descubrimiento llamativo de esta fundación austral, que durante otra expedición científica en la Antártida, en 2010 había encontrado tres barriles de whisky y dos de brandy pertenecientes a otra expedición de Shackleton, en este caso la que dirigió en 1908.
Durante la segunda aventura de Scott en la Antártida, el explorador inglés encabezó un grupo de cinco hombres que alcanzó el Polo Sur el 17 de enero de 1912, aunque sólo para descubrir que la expedición noruega capitaneada por Roald Amudsen se les había adelantado. En su viaje de vuelta, Scott y sus cuatro camaradas perecieron por una combinación de agotamiento, hambre y frío extremo. Antes de su nombramiento para dirigir la Expedición Discovery, Scott había seguido una carrera convencional en tiempo de paz como oficial de la armada inglesa, donde las oportunidades de promoción profesional estaban limitadas y, por tanto, muy solicitadas por los oficiales ambiciosos. Fue la oportunidad para obtener distinción personal lo que llevó a Scott a liderar la Discovery, más que ninguna otra predilección por la exploración polar. Sin embargo, tras dar este paso su nombre quedó inseparablemente vinculado a la Antártida, el campo de trabajo al que dedicó los últimos doce años de su vida.
Tras conocerse la noticia de su muerte, Scott se convirtió en un icónico héroe británico, un estatus que mantuvo durante más de medio siglo y que quedó reflejado en los numerosos memoriales levantados por todo su país. En las últimas décadas del siglo XX su leyenda fue evaluada de nuevo y la atención se centró en las causas del desastre que terminó con su vida y con la de sus camaradas, así como el grado de culpabilidad del propio Scott. Así, el explorador pasó de leyenda a figura controvertida, cuestionada en su competencia y carácter. En el siglo XXI su figura ha sido considerada más positivamente, y se enfatiza su valentía personal y estoicismo al mismo tiempo que se reconocen sus errores y el fracaso de su expedición se achaca principalmente a la mala fortuna.
Aquella expedición, tras la pérdida por los aventureros ingleses del honor de ser los primeros que llegaban al extremo más austral del globo, quería batir otro récord: ser la primera que cruzaba el continente helado. Pero tampoco pudo ser. Para empezar, uno de los barcos de la partida, el Endurance, quedó atrapado por los hielos que lo comprimieron hasta romperlo. Ello supuso una importante pérdida de material. Sin embargo, Shackleton, que ya había viajado con anterioridad a la Antártida, consiguió mantener el grupo de 27 personas sin bajas hasta que fueron rescatados dos años más tarde, en lo que se consideró un prodigio de supervivencia. La otra parte de la expedición, encargada de aportar suministros al final de la expedición, tuvo peor suerte: también perdió el barco, el Aurora, y se vio bloqueada, y de los 10 hombres que la componían solo regresaron con vida siete.
Fuente: www.desnivel.com
- Por Mónica Careaga -
Se conoce como la edad heroica de la exploración de la Antártida al periodo comprendido entre finales del siglo XIX y principios de la década de 1920. Durante un cuarto de siglo la Antártida se estableció como un objetivo geográfico de exploración científica; los ojos del mundo se pusieron sobre este territorio y se llevaron a cabo 16 expediciones importantes comandadas por ocho naciones distintas.
El adjetivo heroico se le daría por las adversidades que los expedicionistas tuvieron que sortear antes de que los avances en la tecnología y los transportes modernizaran los trabajos de exploración. Cada viaje significaba una lucha por la supervivencia frente a la escasez de recursos físicos y humanos, y una prueba de resistencia sobre los límites físicos y mentales de los exploradores.
Una de estas expediciones fue la Imperial Transantártica o Expedición Endurance, considerada el último viaje importante de este periodo (1914-1917). Al mando de sir Ernest Shackleton, tenía como objetivo convertirse en la hazaña para atravesar por tierra el Antártico. Con dos mil 900 kilómetros por delante, Shackleton llegó a decir que era este el único gran objetivo de las expediciones al lugar.
Con la experiencia de haber participado en la expedición Discovery entre 1901 y 1904, y la expedición Nimrod entre 1907 y 1909, Shackleton sentía la confianza de tripular este recorrido, por lo que dividió la expedición en dos grupos. La tripulación principal navegaría por el mar de Weddell hasta desembarcar cerca de Vahsel con dirección al mar de Ross; el equipo del mar de Ross, por su parte, navegaría en dirección contraria para establecer un campamento en el estrecho de McMurdo, donde prepararían una serie de depósitos de suministro a lo largo de la barrera de hielo de Ross que servirían como provisiones para el resto de la tripulación.
La expedición disponía de dos barcos: El Endurance, que llevaría el equipo de Shackleton por el mar de Weddell, y el Aurora, que llevaría el equipo del mar de Ross hasta el estrecho McMurdo. Con ambas embarcaciones la expedición enfrentó serias dificultades. El Endurance se atascó en el hielo del mar de Weddell, lo que lo llevó a hundirse al ser aplastado por un bloque de hielo dejando a la deriva a la tripulación. El grupo pasó meses en campamentos improvisados hasta que fueron rescatados; el equipo del mar de Ross sufrió la pérdida del Aurora durante un fuerte viento, a pesar de esto lograron su misión a costa de la vida de algunos de sus miembros.
Aunque la Expedición Imperial Transantártica no se logró con éxito, y tras verse ensombrecida la labor del equipo del mar de Ross frente al fracaso de la tripulación principal, es considerada una historia de supervivencia frente a las vicisitudes climatológicas y de la geografía. Los embates del clima extremo, las enfermedades suscitadas que desembocaron en el penoso estado físico de los tripulantes y las consecuentes muertes hacen de esta misión un ejemplo de la fortaleza humana y del trabajo en equipo.
A casi 100 años después de este suceso, los conservadores de la New Zealand Antarctic Heritage Trust encontraron una caja con 22 negativos que, se cree, pertenecen a la Expedición Imperial Transantártica. Los negativos de nitrato de celulosa se preservaron a lo largo de los años al interior de un bloque de hielo en la Antártida. El hallazgo se hizo cuando el equipo de conservadores trabajaba en un proyecto para la restauración de sitios históricos de la expedición realizada hace 99 años, en específico, en el lugar donde los miembros del equipo del mar de Ross se refugiaron.
Las imágenes se consideran un tesoro histórico, pues dan cuenta de los aventureros que se embarcaron en tan épico viaje. Un tesoro fotográfico que hace frente a la escasez de imágenes de aquella expedición.
Fuente: www.culturacolectiva.com
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