Esta es la expedición donde en 1995 dos cronistas del programa Al filo de lo imposible de la TVE y cuatro miembros de la Escuela Militar de Montaña de Jaca, lograron llegar al Polo Sur.
Integrantes: (militares) Francisco Soria, Benito Molina, Pedro Expósito y Francisco Gan, (civiles) José Carlos Tamayo y Sebastián de la Cruz.
Luego de haber coronado con éxito la cumbre del Monte Everest en el año 1992, la expedición de la Escuela Militar de Montaña y Operaciones Especiales (EMMOE) de Jaca (España), en conjunto con el grupo del programa de TVE "Al Filo de lo Imposible", obtuvo una medalla honorífica de manos de "Su Majestad" el Rey de España, Don Juan Carlos, con el compromiso verbal de apoyar su próximo proyecto: la travesía a pie hasta al Polo Sur.
Mientras esto ocurría, en el año 1993, en el círculo de colaboradores habituales de la serie "Al Filo de lo Imposible", se gestó y concretó el proyecto de la primera travesía Norte-Sur de los Hielos Continentales Patagónicos, de unos 450 kilómetros de recorrido, en casi dos meses de travesía. Dicha experiencia, efectuada a través de la peor climatología existente en el planeta, por zonas totalmente inexploradas, algunas sin siquiera estar cartografiadas, sirvió como fortalecimiento en los métodos y técnicas de desplazamiento y navegación adaptadas a regiones con estas características.
El proyecto de travesía en la Antártida, consecuencia directa y progresiva de la experiencia en el Hielo Continental, se respaldó principalmente en las conclusiones logradas durante la travesía patagónica, adaptando los materiales y la vestimenta de montaña a las bajísimas temperaturas reinantes. La travesía proyectada al Polo Sur se efectuó desde la bahía Hércules - al sur del mar de Weddell, en la "raíz" de la península Antártica, a unos 79° de latitud sur - hasta el Polo Sur, situado sobre los 90°. La ruta trazada tendría 1.150 kilómetros de longitud, y hacía escala de aprovisionamiento en las montañas Thiel, en la mitad del trayecto.
Para realizar esta actividad se seleccionó un perfil humano-deportivo basado en los siguientes criterios:
1 - Experiencia en actividades que impliquen dificultades extremas y duración prolongada.
2 - Capacidad para integrarse en un grupo reducido, asumiendo misiones de alta responsabilidad, individualmente
y dentro de dicho grupo.
3 - Poseer una contrastada capacidad de sufrimiento durante largos períodos de tiempo.
4 - Poseer una elevada resistencia a la fatiga física y psíquica.
Desde Punta Arenas, punto más austral del continente americano, mediante la contratación de los servicios de Adventure Network International, los expedicionarios volaron en un avión Hércules hasta la base de Patriot Hills, a 79° Sur y 88° Oeste, en el continente Antártico. Una vez allí el grupo fue trasladado con una avioneta Twin Otter hasta la bahía Hércules, desde donde se inició la marcha. El avituallamiento aéreo de las montañas Thiel, distantes 500 kilómetros de la bahía Hércules, fue realizado mediante el uso de una avioneta Cessna con capacidad para 300 kg. de carga. El regreso desde el Polo Sur se efectuó en avioneta Twin Otter.
Las raciones de comida fueron preparadas especialmente y al detalle, a igual que el cálculo del combustible a transportar en los trineos. También se extremaron los cuidados para la elección de los equipos de comunicaciones la vestimenta, los trineos y esquíes, los equipos de orientación y la navegación satelital. Nada quedó librado al azar, se incorporaron experiencias anteriores y se contó con modernas novedades tecnológicas y materiales de última generación.
Quién hubiese pensado, verse algún día caminando por la Antártida. En lo particular, debo reconocer que nunca se ha había ocurrido ser parte de una aventura de este tipo. ¡Caminar durante 60 días por los desiertos de nieve y hielo de la Antártida, hasta el mismísimo Polo Sur! Es increíble la cantidad de cosas que es capaz de realizar una persona en este mundo moderno.
Al regreso de la expedición al monte K2 (8.611 m.), en septiembre de 1994, había hecho planes para quedarme tranquilo durante una temporada y pasarla bien en algún soleado valle de la cordillera barilochense. Repentinamente, tras algunos llamados telefónicos y decisiones a las apuas, me vradi embarcado en otra aventura extrema, esta vez hacia el fin del mundo, en dirección al "rodamiento del planeta". La vida complicada y frenética de los tiempos que corren en cualquier ciudad "civilizada" sería reemplazada por la monotonía sistemática de caminar unos sesenta días, a 25 grados bajo cero, unos 1 200 kilómetros hasta el Polo Sur.
Al tomar la decisión analicé minuciosamente lo que me esperaba. En los últimos días de la travesía por el Hielo Continental Patagónico, llevada a cabo en 1993, vislumbré claramente lo que significaría emprender una travesía similar por el continente antártico, en las mismas circunstancias deportivas, pero con 30 grados menos de temperatura. Me convencí de que sería perfectamente factible, sin descontar las consecuentes penurias ocasionadas por las bajas temperaturas. Luego de consumir un exquisito asado en lo de mis amigos barilochenses Angeles y Hugo Verrertbrugghen, salí a las 8 de la mañana del 26 de noviembre de 1994, en un placentero viaje en bus, por el paso Puyehue hacia Puerto Montt, Chile, viaje en el cual me la pase durmiendo. No obstante hubo tiempo para pensar respecto de los cielos en la vida. Me prometí, en el futuro, dirigir el cometa de mi paso por la existencia hacia orbitas más cálidas y sociales que andar visitando la Antártida. No es que no emprenda este proyecto de corazón, al contrario; lo que pasa es que al mismo tiempo que estoy embarcado en esta aventura dejo rodar la imaginación hacia otras posibilidades y conjeturas de vida, con perspectivas algo más agradables que caminar sesenta días con 30 grados bajo cero. Casi sin darme cuenta, dejándome llevar en la realización de mis proyectos locos, me he convertido en un especialista en el terreno de montaña. Mi andar tranquilo, prudente y cada día más maduro se ha establecido en el lugar de los años locos de mi exuberante juventud.
En la estación de buses de Puerto Montt, guardo en el depósito de equipajes mi único bagaje: un gran barril plástico. Allí me encuentro con el amigo español Alfredo Tamayo. Vaya coincidencia. Hace tres semanas que él está viajando por el sur de Argentina y Chile y ahora va a pasar unos días en Bariloche. Mientras almorzamos en un restaurante cercano al puerto exquisitos productos marítimos, me narra sus aventuras por la Patagonia. Por mi parte le recomiendo algunos paseos por las inmediaciones del Nahuel Huapi y la ciudad de Bariloche.
A las 17 hs. nos despedimos, cada cual por su camino. Parto hacia el aeropuerto de Puerto Montt a tomar mi avión que a las 19,30 emprende el vuelo hacia Punta Arenas.
Ni bien me subo al aeroplano soy recibido por un coro de gritos y risas. Inesperadamente soy saludado por mis amigos y compañeros de "Al Filo de lo Imposible": Toñin Perezgrueso, Pedro Fernández y José Carlos Tamayo. Junto a ellos viajan cinco militares del EMMOE, cuatro de los cuales participarán de la travesía que con José Carlos emprenderemos hacia el Sur. Pocas horas más tarde aterrizamos en el aeropuerto de Punta Arenas, donde contratamos tres taxis para ir a la ciudad con nuestros 24 bolsos y maletas. Tres personas van en bus. Nos instalamos en el Apart-Hotel Colonizadores donde alquilamos tres departamentos para pasar en ellos esta semana de preparativos. En muy poco tiempo me ubico en el manejo económico que reinará en esta expedición. En el aeropuerto, mientras yo me esmeraba para comprimir los bultos en tres taxis, con el objeto de ahorrarme el cuarto, me puse a discutir con los militares españoles, quienes no entendían mi actitud. Aclarado el tema esbozaron una sonrisa complaciente, explicando que no reparara en gastos de este tipo. La expedición fue financiada en un 90 por ciento por el Ministerio de Defensa de España y contó con el respaldo de su majestad el rey Juan Carlos. Los problemas de plata no existirían.
Una pantagruélica cena, regada como corresponde, nos dispone del humor necesario para emprender cualquier travesía hacia el fin del mundo. A los postres me siento plenamente identificado como uno de los artífices directos de esas expediciones conquistadoras que hace quinientos años visitaron Sudamérica en busca de territorios y riquezas materiales y que sirvieron como válvula de escape a mucha gente de una sociedad medieval enviciada y con estratos sociales claramente diferenciados. La presente aventura sería una regresión moderna a esa época española, o si se prefiere, una reencarnación del espíritu de la conquista, cual astro que incendia las almas y encandila las mentes, arrastrando a los cuerpos inocentes en la persecución de sus ideales hasta lanzarlos hipnóticamente nuevamente a la desenfrenada aventura.
Al día siguiente, luego de desayunar coordinamos las actividades a desarrollar durante la semana. Charlando con César Alfano, militar y médico de la expedición, me entero de que él trabaja como odontólogo en la Escuela Militar de Montaña de Jaca, en un proyecto de salud para las milicias, llevado adelante por el difunto coronel Santiago Arribas. El proyecto que originó esta expedición fue gestionado oportunamente por Arribas y tras su fallecimiento, ocurrido en Los Alpes durante el año 1993, le tocó al comandante Francisco Soria, llevar adelante la presente empresa. Poco a poco, a medida que transcurren los acontecimientos, me voy enterando de los pequeños detalles de la expedición, así como de las fuertes personalidades con las cuales trabajaremos codo a codo en ella.
El 3 de diciembre de 1994, hacia la una de la madrugada me dan vueltas algunos pensamientos: voy intuyendo subconscientemente las razones por las que la idea de emprender una travesía por la Antártida tanto le agradó al coronel Arribas. En primer lugar montar una expedición de este calibre requiere de un coordinado trabajo de equipo, meses de preparación y una fría organización con especialistas de amplia experiencia. Todo un desafío, un típico emprendimiento con logística militar. Asimismo esta experiencia concreta un hito para la historia de España en el continente blanco.
El rodaje de un documental por parte del programa televisivo "Al Filo de lo Imposible" servirá para enjuagar e impulsar la imagen de las Fuerzas Armadas ante la sociedad española, ya que hoy en día el movimiento de "formadores de conciencia" arrasa con una gran parte de los conscriptos, materia prima de las milicias. Una expedición de estas características, debidamente filmada, en el marco del viejo slogan "enrólate y verás el mundo", transmitida en las horas pico de la programación por la televisión estatal española, es una de las mejores publicidades con difusión masiva. Es una muy buena idea, que según algunos comentarios "ve tú a saber si no le gustó también a su majestad el Rey". Es, en resumen, un plan para que las Fuerzas Armadas no pierdan su histórica fuerza. ¡España, capital del imperio! Por su parte los viáticos a cobrar son jugosos, un buen extra al salario de los oficiales del Ejército. Los costos de traslado de materiales, pasajes, movilidad en el continente blanco, comidas, compra de equipos, salarios, etc, fueron incluidos en el presupuesto presentado ante el Ministerio de Defensa Español.
Finalmente, la TVE obtiene, a cambio de nuestro conocimiento adquirido en la travesía del Hielo Continental Patagónico (llevada a cabo durante el verano de 1993, ver Anuario CAB' 94) la oportunidad de obtener un documental único en el mundo, a costos insignificantes, como son los pasajes hasta Punta Arenas y los salarios de sus especialistas. El mayor costo son los desplazamientos aéreos hasta y dentro del continente antártico, los cuales son pagados por el gobierno español. Todo cierra.
Los preparativos continúan. En el puerto franco de Punta Arenas me compro una video cámara "Handicam Hi8", media docena de baterías y seis cassetes. Por su parte en un negocio de herramientas y ramos generales llamado "Stipe", donde también reparan aparatos electrodomésticos usados, negocio y transo una batería de moto, con la cual fabrico un sistema de conexiones para adaptarla al uso de la video cámara. Con esto me filmaré mi propio material, que confío me servirá como recuerdo documental de la travesía. A los días llegan desde Santiago de Chile, Sebastián Alvaro, el director del programa "Al Filo..."; el comandante Francisco Soria, jefe de la expedición y el comandante Francisco Gan. Estuvieron en aquella capital dedicándose a los contactos diplomáticos. Sus sarcásticos humores espolean el empuje del trabajo colectivo.
Esa misma noche el bus nos pasa a buscar por el hotel. Son las tres de la mañana. Concretamos los trámites de migración, con "salida hacia ningún país" y nos instalamos a bordo del avión Hércules. A las 6.40 despegamos. A la hora amanece. En el transcurso del viaje nos anuncian que acabamos de sobrevolar el Círculo Polar Antártico, lo cual significa ni más ni menos, que dada la época del año, no tendremos más oscuridad en todo el tiempo que pensamos permanecer en el continente: dos meses. El viaje es muy agradable y rápido. Llegamos a Patriot Hills (base turística y militar en la Antártida) cerca de las 10.30. Mientras se descarga el avión, un par de motos de nieve ski-doo se dedican a transportar en varias docenas de viajes, toda la carga hasta la base, distante un kilómetro y medio de la pista helada y limpia que sirve para aterrizar. Un vistazo por los alrededores y el viento glaciar me confirman de que sin duda nos encontramos en la Antártida. Estamos frente a una situación nueva a la que tendremos que adaptarnos obligadamente, intentando pasarla lo mejor posible. En fin, el hombre, animal de costumbres, se termina adaptando. Hacia el norte, del otro lado de la pista azul de hielo pelado, se alzan las estribaciones septentrionales de la cordillera de Ellworth, montañas de formas irregulares, entre las cuales sobresale una esbelta pirámide de granito, que aparenta tener una considerable altura. No me extrañaría que sea una montaña jamás hollada por el hombre. El costo que insume venir hasta aquí, las dificultades propias de la montaña y el terrible frío hacen que sea tremendamente duro intentar cualquier ascensión a semejante objetivo. El resto del horizonte se pierde en una línea horizontal, que divide el cielo y el hielo.
A medio día almorzamos en la tienda comedor y por la tarde nos muestran y explican la distribución de la base y sus alrededores, terreno en el cual montamos nuestras carpas y emplazamos el primer campamento. La tienda que sirve de cocina-comedor es el centro de las reuniones sociales. Presenta un ancho de cuatro metros y un largo de quince. La cocina se ubica en el fondo; cuenta con un par de mesas largas y dos estufitas tipo salamandras a gas-oil, en las cuales con un sistema de serpentinas, permanentemente se está derritiendo nieve.
Una tienda roja y cuadrada es la central de comunicaciones. Allí están centralizadas las llamadas por bandas de 80, 40, 20 y 10 metros; microondas para transmisiones satelitales y los contactos con los pilotos que operan en los alrededores las avionetas Twin Otter o Cessna. También se realizan contactos con otras bases científicas en territorio antártico. Es de destacar que es esta la única base de actividad comercial en el continente, la cual además se autofinancia, sin depender del apoyo económico de país alguno. Otra tienda, más alejada, se emplaza cerca de las avionetas Twin Otter y hace las veces de taller. Cerca de la tienda comedor y por detrás del baño igloo hay una tienda circular roja, la cual pertenece al jefe del campamento, Geoff Sommer, el cual nos la presta para emplazar la base de la expedición y el depósito para el material de cámaras y comunicaciones. Diseminadas por los alrededores un sinnúmero de tiendas componen los habitáculos de los pobladores de Patriot Hills, una quincena de personas que pasa todo el verano trabajando en el mantenimiento de esta simpática aldea multicolor.
Preparamos nuestros trineos y esquíes para iniciar al día siguiente la marcha. Sólo resta desmontar nuestras tiendas y empacar las bolsas de dormir y las colchonetas. Por la tarde damos una mano en almacenar en una bodega-galería subterránea, cavada en la nieve, un montón de latas de un galón de combustible. Asimismo hay un garaje subterráneo, donde guardan la avioneta Cessna durante el invierno.
Hacia el atardecer horario (ya que el sol brilla a pleno) nos reunimos con Geoff Sommer. Geoff fue miembro de la expedición transantártica que en 1990 cruzó el continente blanco de un lado al otro, con trineos y perros: 6.000 kilómetros en seis meses. Durante la reunión me percato de varias cosas que nos transmite el maestro Sommer. Una persona a la que hay que mirar a las profundidades siderales de sus ojos azules, descubriendo allí la mentalidad del hombre antártico. Las dimensiones del territorio y su comprensión han forjado su espíritu, haciendo que esta persona tenga una calidez y sabiduría extraordinarias. Entre los temas analizados en profundidad se destacó la orientación, que realizaremos con ayuda del modernos GPS Ensign Scout, verdaderas joyas de la tecnología. Hablamos de los relieves que se nos presentarán por el camino, de los cinco noruegos, de los tres noruegos y de la noruega en solitario, todos grupos que ya habían empezado la travesía hace cincuenta, cuarenta y treinta días respectivamente. Salimos de allí como a las dos de la mañana. (Vale reiterar que en este período en la Antártida hay luz durante todo el día, por lo cual el reloj es la única forma de regular las comidas, los descansos y el horario para dormir).
El día 4 de diciembre de 1994, luego de desmontar las tiendas y desayunar, cargamos los trineos y equipos sobre la avioneta Twin Otter. El plan es ir hasta Bahía Hércules, en el Mar de Weddell, 48 kilómetros al norte de la base y volver hasta esta caminando durante tres días, con los trineos livianos. Nos acompañan Sebastián Alvaro y Toñín, con la intención de filmar durante este primer tramo de la travesía gran cantidad de planos con la cámara grande de 16 milímetros y su correspondiente trípode. Con ello nos aseguraremos una buena calidad de imágenes y se aliviará en alguna forma el trabajo de filmación durante la travesía. Al término de un corto vuelo estamos aterrizando en Hércules Inlet, a 79° de Latitud Sur. Mientras nos preparamos apresuradamente, un ventoso recibimiento nos deja duros de frío. Las ráfagas heladas imprimen una sensación térmica de unos 30 grados bajo cero. Al mediodía iniciamos la caminata bajo las indicaciones de Pedro Fernández, quien vino hasta aquí con el propósito de filmarnos en el inicio de la travesía y desde la avioneta nos pega un par de pasadas rasantes por encima de la cabeza. Comenzamos la marcha con un frontal viento helado, de considerable intensidad. Detrás nuestro viajan los trineos individuales, debidamente enganchados en los costados del arnés.
Rápidamente entramos en calor y siguiendo las indicaciones de Toñín, aprovechamos la marcha para ir filmando diferentes imágenes de la travesía, tanto individuales como grupales. Recorremos 11 kilómetros con rumbo sur, logrando superar los 300 metros de desnivel que separan el mar helado de la bahía Hércules Inlet y las primeras estribaciones costeras. Pasadas las 17 hs. y considerando cumplido el día, montamos campamento bajo las condiciones de viento más fuertes que encontraremos en toda la travesía. Estas condiciones climáticas tan adversas provocan sentir un sentimiento de intimidación para algunos y de ubicación o bien de reencuentro con la naturaleza viva para otros. Con José Carlos les explicamos a nuestros compañeros los trucos requeridos para montar las tiendas en condiciones ventosas. Para ello, en primer término, si las condiciones de la nieve lo permiten, se construye con las palas un muro de nieve con forma de herradura. En segundo lugar hay que clavar en el suelo un par de estacas para nieve, a las que se engancharán los ojales traseros de las tiendas con un par de mosquetones. Luego, con precaución, se arman las carpas. Hacemos una recorrida por el campamento dando pequeños consejos por aquí y allá. La moral está altísima, hoy pudimos filmar bastante.
Al día siguiente ya entramos en el ritmo que será habitual durante la travesía: despertarse cerca de las siete, vestirse y desayunar, salir de las tiendas, plegar a carpa, guardar todas las cosas en el trineo y empezar a caminar. Este día rodamos varios planos hasta las 11, momento en que damos por concluido el tema de la filmación. Caminamos hasta las 17.30 hs, recorriendo unos 17 kilómetros. A Toñín le duele una pierna ya que se está rehabilitando de una quebradura de tibia sufrida hace seis meses. Para solucionar de algún modo el problema tiramos de un trineo doble turnándonos entre varios. Hay muy buena onda con Curro Gan y Pedro Espósito. Son muy agradables y parecen de todo menos los militares convencionales que conocemos de toda la vida. La relación tiene buena perspectiva.
En estos primeros días de marcha tenemos la oportunidad de analizar algunos aspectos de la travesía. Entre ellos comprobamos que las raciones de comida que nos tocaron en suerte resultan demasiado grasosas. En su momento, con José Carlos les habíamos entregado nuestras sugerencias acerca del tipo de raciones que debían preparar, pero por lo visto no nos dieron mayor bolilla y agregaron cosas grasosas como ser "pemican" (mezcla de diferentes tipos de carnes y grasa, bien condimentados), seguramente influenciados por los relatos de Reinhold Messner, quien en su libro lo aconseja. A ello le agregaron abundante tocino, jamón serrano, manteca, chocolate, etc. Por otro lado eliminaron en gran medida los hidratos de carbono, pastas y cereales, dejando una irrisoria cantidad que con el correr de los días nos haría sentir cansados.
Al día siguiente volvemos a comenzar a caminar a partir de las 10 hs. A las 11 nos detenemos durante una hora, para filmar y lograr varios planos de lo que sería nuestra travesía. Tras ello continuamos caminando en fila india hacia las montañas de Patriot Hills que ya están a la vista en la lejanía del horizonte, facilitando así la navegación y evitando que el primero de la fila deba mantener la vista clavada en la brújula esférica. La filmadora SR 16 mm. se congela internamente y no hay forma de calentarla, por lo que damos por concluido el rodaje durante ese día. Se decide utilizar la próximo jornada para filmar con Pedro Fernández por los alrededores del campamento de Patriot Hills. Con José Carlos ponemos ritmo de caminata turbo y llegamos a Patriot Hills a las 15.30. Nos tomamos unas bebidas calientes y charlamos con la gente de la base hasta que llega el resto del grupo. A esta altura ya me siento un nómada del hielo, perfectamente compenetrado con el medio. Después de haber andado unos días por "desiertos blancos" recalo gustoso en este oasis de vida y comodidades. Ni hablar de las exquisiteces que preparan Tania y Nina, las encantadoras cocineras. Tania es canadiense y Nina noruega. Con la primera hablo en inglés y con la segunda en francés, resultando todo muy divertido. Les hago un trueque de dos de los diez litros de aceite de oliva que traje desde Bariloche por seis kilos de avena.
Cuando llega el resto del grupo almorzamos y rodamos planos de caminata y armado de campamento. Cenamos y luego nos reunimos con Ceoff que nos presta la radio de banda de 10 metros y 10 watts de potencia. Con ella confiamos que se solucionarán los problemas en las comunicaciones, ya que la radio que trajimos no funcionó debido al intenso frío. Ceoff no obstante no se muestra demasiado optimista, ya que parece ser que Messner la llevó y no le sirvió de mucho una vez que se alejó de la base un par de cientos de kilómetros. Planeamos el reavituallamiento aéreo en las montañas Thiel. Las posibles variables se conjeturizan y se buscan soluciones hipotéticas. Cada detalle debe quedar claro para poder saber que tipo de decisión tomar en el momento requerido. En el caso de que se interrumpa la comunicación radial, gracias a la radiobaliza Argos se sabe en Toulouse (Francia) nuestra posición por medio de satélites. Dicha información es transmitida a la base de A.N.I en Punta Arenas, la cual la retrasmite al campamento de Patriot Hills. Otro canal a utilizar es el de la Escuela Militar de Montaña de Jaca, que gracias al teléfono satelital que trajimos, del tamaño de una maleta y 6,5 kg. de peso, permitiría que nuestros compañeros en Patriot Hills sepan nuestra posición. La radiobaliza se prenderá únicamente durante 3 horas a la noche y por su intermedio, la información recibida, procesada y retransmitida, llega a Patriot Hills unas 8 horas más tarde.
Al día siguiente desarmamos la carpa y desayunamos a las ocho. Mientras los demás desarman sus tiendas me pongo a charlar con las re simpáticas cocineras quienes con todo el cariño antártico me dan una bolsa de bizcochos dulces y un par de tortas preparados especialmente para nosotros. Mientras "Cupido" anda revoloteando por los alrededores, voy hasta la tienda-depósito a buscar el material de cámaras, películas 16 mm., baterías y el panel solar que llevaremos de paseo al Polo. Salimos cerca de las 10 hs, tras abrazos, despedidas y guiñadas de ojos cómplices. Caminamos sin parar hasta las 14.30 hs. En dicho lapso recorremos zonas de hielo pelado, y sorteamos las montañas Patriot Hills por el este, siempre en dirección al sur. Remontamos la suave lengua glaciar que desciende al este de las lomas de Patriot Hills, hasta montarnos a un altiplano. Paramos a las 17.30 hs, habiendo recorrido según el G.P.S 18,5 kilómetros.
Cocino algo mientras José Carlos realiza una inspección a la tropa militar de montaña. Benito Molina y Pedro Espósito en una tienda; Curro Soria y Curro Gan en otra. Mientras comemos una exquisita polenta con queso le explico a mi amigo mi punto de vista filosófico respecto de la ley de la relatividad aplicada al desarrollo de nuestra travesía.
El día 9 de diciembre arrancamos recién a las diez horas, debiendo esperar y ayudar a los Curro a desarmar su campamento. Filmamos bastante durante la marcha hasta que se empieza a trabar la fumadora Bouliau a batería. Seguimos con la Bouliau a cuerda. Caminamos unos 23 km. parando a las 17.45 hs. Para la cena hay polenta condimentada con pemican.
Al otro día salimos hacia las 9.30 hs. y caminamos tranquilamente hasta las 17.45 hs. Resultado: 24,2 km. recorridos. Los militares adquirieron la posición de retaguardia del grupo. Esperamos que no se acostumbren. Al momento de cocinar, entablamos con José Carlos una discusión barométrica. El sostiene que dentro de nuestra tienda, con el calor humano y el de los calentadores, hay una presión atmosférica levemente distinta y mayor que afuera de ella, posición yo no comparto. Discutimos largo rato esgrimiendo cada uno sus argumentos hasta que logra convencerme o me dejo convencer para no pelearnos, ya en los primeros días de la travesía.
Nuevamente nos despertamos a las 7.30 hs, preparamos todo e iniciamos la marcha dos horas más tarde. Paramos a las 18.00 hs. habiendo recorrido 25 kilómetros y medio. A las 20 ya comimos y secamos todas nuestras cosas. A 21.00 hs. establecemos comunicación radial. Durante la marcha hay mucho tiempo para pensar y filosofar sobre diferentes aspectos de la vida. Durante la presente jornada estuve pensando acerca del matrimonio, llegando a la inclusión de que en una pareja el hombre debe adquirir el papel de mano derecha y la mujer de mente izquierda. Es una teoría nomás. Por la radio mando a pedir la tangente de 3 dividido 1200 para saber la pendiente promedio que encontraremos en el terreno hasta el Polo Sur. (Tg de la altura del polo 'idido la distancia del cateto mayor).
En los próximos doce días recorreremos alrededor de 316 kilómetros, superando ligeramente los 25 kilómetros diarios de promedio. El grupo adquiere un buen ritmo gracias al empujón inicial logrado durante los primeros días. Hasta el más débil y estropeado marcha hoy a ritmo constante. Gracias a esto todos participan del liderazgo y la navegación. En los primeros días la declinación magnética con la que nos manejamos era de 46° y el rumbo hacia donde vamos, las montañas Thiel de 142° magnéticos, lo que equivale a 188° geográficos. Estamos avanzando 8° hacia el oeste, con respecto al Polo Sur. Por las noches establecemos enlace radial con Patriot Hills. En dichas comunicaciones nos enteramos de que nuestra película, filmada en oportunidad recorrer el Hielo Continental Patagónico, ganó un primer premio en el festival de cine de Banff, en Canadá.
El tiempo se mantuvo en general bastante bueno pero frío. Avanzamos bien aunque algunos días la tropa estuvo cansada. Todos presentaron ampollas incluso José Carlos tuvo un dedo infectado, pero bajo control. Por suerte en esta primera etapa no sufrí ningún problema ni estuve demasiado cansado. Un día por la mañana me tomé las pulsaciones, teniendo 40 puls/min. Por la tarde repetí la operación llegando a las 53 puls/min. Mientras camino miro el plano hacia todos lados, infinito a la vista. Las zonas del cielo, en cambio, son distintas entre sí por las nubes, las diferentes luces y los variados matices. Caminando hace frío, por lo cual manos y cara se ven castigados. Estando en movimiento la temperatura se estabiliza y se mantiene al límite del punto de sudor, ideal para no deshidratarse ni mojarse la ropa interior. Las paradas para descansar, realizadas a intervalos regulares, nunca sobrepasan los 10 ó 15 minutos ya que un intenso frío nos ataca al irse enfriando el cuerpo. Carámbanos y estalactitas recubren las zonas de la chaqueta cercanas a la nariz. Asimismo, una costra de hielo de la cual chorrean estalactitas, se forma en el interior de la máscara, pegándose a la cara y a la barba si uno se descuida y no mantiene un chorro de aire caliente dirigido hacia esa zona. Un día Curro Soria implemento el uso de las mascarillas de neoprene que nosotros veníamos usando constantemente. En la primer hora y media de caminata se le pegó la parte inferior de la barba a la estalactita de hielo, imposibilitándole sacársela, por lo que no pudo beber ni comer en todo el día. Las risas de sus compañeros fueron la respuesta a su negativa de cortarse los pelos que habían quedado pegados.
Rápidamente instituimos el ritmo diario de marcha. Comenzamos a caminar entre las 9.18 y las 9.30. Inicialmente realizamos dos etapas de 1 hora y media con un intervalo de 10 minutos para el descanso, parando para merendar hacia las 12.30 -12.45. A partir de allí continuamos con dos series de una 1 hora y cuarto hasta las 15.30 hs. Luego se pasa a 2 series de 1 hora cada una hasta las 18.00 hs. Las tiendas, con todo el equipo en su interior, deben estar perfectamente montadas a más tardar a las 18.20. A la par que se cocina en uno de los calentadores en el restante se va derritiendo nieve para obtener agua, la cual se va acumulando en los cuatro termos. También solemos preparar mate cocido para beberlo mientras se prepara la comida. Para comer demoramos unos 20 minutos, tras lo cual pasamos a secar las botitas interiores, plantillas, guantes, máscara, medias, gorro y eventualmente algún otro equipo. Al mismo tiempo se vuelve a preparar mate cocido. Con el calentador MSR "Whisper Ligth" se secan las prendas, mientras que para cocinar y usamos el MSR "Multifuel CXL", más ruidoso.
Las tareas finalizan cerca de las 21.00 hs, momento en el cual nos mudamos a la tienda de Benito y Pedro para el enlace radial y para hacer vida social. Es el único momento del día en que se descubren las caras y se puede hablar de algo. En su defecto, es posible permanecer en la bolsa de dormir leyendo algún libro, escuchando el walkman o bien cosiendo arreglos en alguna prenda. A las 22.00 hs se "prepara la cama" y se duerme hasta las 7.30 del día siguiente. A las 8.00 ya estamos vestidos y con las botas plásticas puestas, con la bolsa de dormir y las colchonetas (una de neoprene y otra inflable) convenientemente guardadas. Desayunamos tranquilamente durante unos 30 minutos. Por las mañanas no hace falta manipular el calentador y los trastos de cocina, ya que cada noche se preparan cuatro termos con agua caliente. Dos son para el desayuno y los otros para consumir durante la marcha.
Hacia las 8.30 hs. llega el ceremonioso e impostergable momento de aliviar la tripa gorda. Es cómico, todos los días a esta precisa hora surge la imperiosa necesidad fisiológica, como si estuviese programada mediante un reloj exacto. El hombre es un animal de costumbres y esta costumbre nos permite transitar cómodamente a lo largo del día. A las 9.00 hs. salimos de la carpa, guardamos el equipo sobre los trineos, desmontamos las tiendas y en menos de 20 minutos comenzamos a caminar. Así transcurre cada día, un calco perfecto del anterior.
En la comunicación nocturna del 20 de diciembre nos enteramos de que nuestra radio baliza Argos ha dejado de emitir su señal, informándosenos que no llega nada a Toulouse vía satélite. Le hacemos una "autopsia" electrónica y la conclusión es que se quedó sin batería. Nos comunicamos con Patriot Hills a las 21.00 hs. y dejamos grabado un mensaje para nuestras respectivas familias, aunque el 24 de diciembre hacia las 17, en vísperas de Nochebuena, intentaremos hacer un enlace en directo hasta nuestras casas, con el teléfono satelital.
El día 24 navegué tres horas por la mañana y luego lo hizo el resto del día Curro Gan. Todavía parece estar aprendiendo así que le dijimos que si cumplía las diez horas de navegación lo condecorábamos con el título de "Navegator". Por el momento nos vamos turnando en la navegación con José Carlos y Curro, bueno que empiecen a hacerlo los demás, como terapia para mantener ocupada la mente. Durante la marcha pasamos el nunatak Pagano y las "Hart Hills" y apuntamos nuestro rumbo hacia los 138° magnéticos, a la izquierda deI nunatak Stewart. Ponemos rumbo al Stewart Hill, que mañana sobrepasaremos por el Este. A las 17 nos comunicamos con Patriot Hills. Desde base llaman por el teléfono satelital a las familias de cada uno de nosotros y hablamos en directo cada cual con los suyos. En España ya habían cenado, eran las 22hs, en cambio en Bariloche recién volvían de hacer las compras para cena de Nochebuena.
25 de diciembre. Salimos a las 9.30 hs. y marchamos durante 8 horas. Al mediodía sobrepasamos el nunatak Stewart. Según la carta nos quedan 102 kilómetros hasta las montañas Thiel.
26 de diciembre: Partimos nuevamente a las 9.30 hs. y volvemos a detenernos las 18, habiendo recorrido 25.100 metros. Me siento un poco cansado, tal vez el trineo desliza menos sobre esta nieve. De todos modos agradezco la hora en que nos detenemos a montar el campamento, lo cual filmó.
Día 27: Durante la noche se levanto un fuerte viento. Decidimos quedarnos “bloqueados" por el mal tiempo y aprovechamos para descansar. Nos levantamos pasado el mediodía y preparamos un arroz. Luego vamos a la tienda de Pedro y Benito a una reunión con los Curros. Analizamos qué hacer con el equipo Argos. Se nos informó que la empresa licenciataria nos mandó equipo nuevo desde Toulouse a Punta Arenas y desde allí, en el próximo vuelo de A.N.I. será enviado a Patriot Hills. Luego seguimos descansando y durmiendo. Escuchamos las noticias internacionales en la mini radio SW que tenemos. Esto hasta la hora de la comunicación. Se habla por la radio con Sebastían Alvaro que dice que el Hércules está esperando las condiciones meteorológicas propicias para volar hacia el continente blanco. Sería posible que nos lleven el Argos nuevo hasta el avituallamiento emplazado en las montañas Thiel. Nos informan que mañana a la mañana saldrá hacia el monte Thiel la avioneta Twin Otter para llevar gasolina y que nos sobrevolará cerca las diez y media. En la sección de chistes (cada día nos relatan uno) nos cuentan el de las tres mujeres y la banana, muy bueno pero poco apto para la publicación de montaña.
El día de los inocentes transcurre nuevamente con mucho viento. Nos quuedamos durmiendo hasta las 13 hs. Es ésta una técnica muy apropiada para descansar y acortar el día de espera.
El 29 el tiempo vuelve a presentarse bueno. En casi ocho horas recorremos otros 28,3 kilómetros. Por la noche, al regresar del enlace radial, José Carlos me comenta que aparecieron algunos roces con nuestros compañeros y los de A.N.I., empresa que quiere cobrarles 200 dólares diarios como derecho de acampe a cada uno. Esto no estaba previsto en el contrato, ya que en principio nos acompañarían durante los primeros 500 kilómetros de marcha, medida de la cual afortunadamente desistieron. Finalmente los españoles llegan a un arreglo con el piloto del avión Twin Otter, mediante el cual este cargará "de contrabando" unas bolsas de raciones hasta Thiel, solucionando de esta forma el exceso de equipaje. La condición es que cuando lleguemos a Thiel debemos esconder las bolsas para que no las vea el piloto de la avioneta Cessna. ¡Jua, Jua¡¡ Los pilotos de las avionetas Twin Otter están aliados contra la patronal de A.N.I. y el piloto de la avioneta Cessna, quien hace las veces de empleado "chupa medias".
Al día siguiente recorremos otros 28 kilómetros. El tiempo sigue bueno pero una brisa muy fría sopla durante toda la jornada. Por la mañana filmamos con la cámara de 16 milímetros y también en video, hasta terminar los carretes de celuloide, los cuales despacharemos desde Patriot Hills, campamento del cual recibiremos película virgen y baterías para la filmadora. El paisaje es bonito, se comenzaron a ver unas estribaciones rocosas al sudoeste denotadas en el mapa como Hamilton Hills. Rocas negras cubiertas en algunas partes por hielo, deben tener 600 o 700 metros de desnivel. Desde una meseta superior, escondida detrás de los picos rocosos, desciende por ambos lados la planicie helada. Por allí deberemos pasar para lograr montarnos sobre la meseta antártica, que con un diámetro de 1.000 kilómetros cubre en promedio de 2.800 metros de altitud sobre el centro del continente. Me da la sensación de que la Antártida es una montaña cónica ultrachata, a la cual estamos ascendiendo desde el nivel del mar hasta el Polo Sur situado a 3.000 metros de altitud.
Ultimo día del año 1994. Recorremos unos 20 kilómetros arribando al depósito. Los pilotos de los Twin Otters nos indicaron que paleemos unos sastruguis que tapan unas bolsas negras llenas de nieve que, alineadas, delimitan la pista de aterrizaje de unos doscientos metros, lo cual hacemos. En el depósito encontramos las bolsas que trajeron de contrabando los pilotos del Twin Otter y los ayudantes chilenos. Armamos nuestro campamento. Cocinamos una "pasta schuta" y seleccionamos las cosas que seguirán viaje con nosotros y las que regresarán con la avioneta Cessna. Nos comunicamos por radio con Patriot Hills, avisándoles a los compañeros sobre nuestra llegada el punto de cita. A las 18.30 hs. desde la avioneta Cessna nos llama Pedro Fernández, quien manifiesta estar alucinando con el paisaje Antártico. Opina que somos unos burros y que lo que estamos haciendo es una salvaje animalada. Finalmente aterriza junto a nosotros. Pedro filma con la cámara SR de 16 milímetros todo lo que vamos haciendo. Desarmamos las bolsas con las cargas del avituallamiento, montamos los trineos, desmontamos una tienda y reemplazamos el interior por otra nueva. Asimismo, a toda velocidad y en el interior de una tienda, nos cambiamos nuestra ropa interior de polipropileno.
Luego nos dedicamos a filmar panorámicas mientras paseamos con los trineos por aquí y por allá. Finalmente brindamos con una botella de champagne por el año nuevo y nuestros visitantes se despiden ya que no quieren llegar tarde a la fiesta que se organizó en Patriot Hills. Por nuestra parte festejamos en la carpa de Pedro y Benito, donde nos bajamos un cartón tetra-brik de vino tinto y otro blanco, comemos dos tortas y unas garrapiñadas y brindamos por el año que pasó y el que viene. Luego, muy borrachos (todos habíamos perdido la cultura alcohólica) nos vamos a dormir, aunque antes debemos ordenar el caos de cosas nuevas que tenemos y que deberemos organizar sobre los trineos. No terminamos acostando, entre gritos, alaridos y carcajadas pasadas las dos de la
mañana.
Año nuevo. Retomamos la marcha hacia las 10 hs. y paramos a las 18. Hoy ha sido duro. Hemos remontado la cuesta a la derecha del King Peak de las montañas Thiel, una pendiente de hielo pelado y nieve en la parte superior, de treinta grados de inclinación y doscientos metros de desnivel, afortunadamente lo hicimos rápido y lo duro fue breve. Los trineos pesaban más de ochenta kilos, luego de habernos reaprovisionado. La primera mitad e la cuesta fue muy buena ya que había hielo poroso (nieve durísima) lo cual permitía ir muy rápido, inclusive en subida. La segunda mitad, mucho más empinada y llena de sastruguis de nieve, que dificultaban la marcha, la hicimos de un solo tirón para ahorrarnos la desesperación producida por el extremo agotamiento. Buen sistema para terminar rápidamente el caso. Desde arriba la vista fue espléndida. Mirando hacia el norte, con la pared oeste del King Peak a nuestra derecha (este) un helado océano se pierde en el vasto horizonte reflejando los rayos del sol. Hacia la izquierda, una gran barrera de seracs, de nos veinte kilómetros de ancho, desciende en un amplio anfiteatro desde un altiplano superior hasta fundirse con la superficie del océano helado. En la ultima hora de marcha voy escuchando música con un cassete de Sabina "Esta boca es mía", totalmente abstraído de la realidad.
Montamos el campamento, cocinamos y cosemos tendederos para colgar cosas dentro de la carpa. En la comunicación diaria nos enteramos de cómo les fue en la fiesta de año nuevo a nuestros amigos: terminaron todos borrachos. Nos contaron historias muy cómicas sobre el jolgorio. La calidad de la transmisión, a casi 600 kilómetros de Patriot Hills, es perfecta. Una alegría elástica y bailarina me acompañó en este día: habíamos superado la mitad del recorrido proyectado en nuestro camino rumbo al Polo Sur.
Día 2 de enero de 1995. Salimos a las 9.20 hs. y paramos a las 17 habiendo recorrido 22.5 kilómetros. Por la mañana niebla. Navego la primera hora y media hasta vislumbrar el nunatak Lewis. El resto del día me quedo rezagado en la retaguardia, meditando unas teorías esotéricas y abstractas. Hay luz plana por lo cual el cielo y la tierra son una sola cosa, ni siquiera divisamos el relieve del suelo. La mente permanece colgada en un universo sin dimensiones ni distancias, ni siquiera las físicas, que nos mantiene unidos al suelo por la fuerza de la gravedad, ya que hace semanas que me olvidé de que tengo cuerpo. La mente sigue en equilibrio a pesar de que toda referencia ha sido eliminada de la realidad. Simplemente la mente no se olvida de que hay una "entidad”, una personalidad escondida en algún sitio, un recuerdo de un individuo que existió en la memoria propia de esta mente. Haciendo mentalmente cuentas matemáticas calculo por ejemplo que el promedio de velocidad de avance en terreno bueno es de 0,925 metros por segundo y en terreno de sastruguis la velocidad es de 0,858 mts/seg.
3 de enero. Recorremos otros 1 9 kilómetros. Tiempo nublado-neblinoso. Todo el día cruzando sastruguis, esas formaciones de nieve volada durísima que forman olas gigantescas de un metro y a veces de más altura. Nos toca remontar tres feroces cuestas que parecen haber sido labradas por una gigantesca gubia que acanáleto el relieve. Luz plana todo el tiempo. Rumbo magnético 120°. Yo me divertí bastante desarrollando una técnica anti-atascos que consiste en no dejar que el trineo se detenga y cuando tiene un obstáculo adelante se debe acelerar para que con la fuerza inercial pase sin problemas. La piel de foca de uno de mis esquíes se suelta en la parte trasera por lo que en la anteúltima parada, mientras mastico unos turroncitos, hago una perforación en la cola del esquí con una mecha de metal de tres milímetros de diámetro usando la pinza que siempre llevo en el bolsillo. En la última parada termino el segundo agujero y hago una costura en dobles de la punta de la piel, por el cual paso un alambre y coso literalmente la piel al esquí. Montamos las tiendas entre los sastruguis. La temperatura es de -13 °C en el exterior y de -2 °C dentro de la tienda cuando apagamos todo y nos metemos en los sacos.
José Carlos se va a la carpa de la comunicación a tomar un trago de té y a conversar con los otros mientras yo me quedo haciendo mate cocido. Charlando de todo un poco Curro Gan comenta sobre las películas de cine de montaña: "Cliff Hanger" y "Grito de Piedra". José Carlos le pregunta a Curro si no me vio a mí en el cine cuando pasaron esta última. La instantánea reacción de estos cuatro militares fue cómica, quedándose callados con la boca semiabierta y la mirada perdida e interrogante mientras José Carlos les cuenta algunos detalles de aquella historia.
El 4 de enero sopla viento del norte. Hay niebla y comienza a neviscar. Decidimos quedarnos en las carpas. Aprovechamos para reparar algunas costuras en el equipo y la vestimenta. En mi caso realizo dos nuevas perforaciones en mi otro esquí, atando la piel al mismo con alambre. Parece algo indestructible. Afuera hacen 27 grados bajo cero.
Festejamos el día de los Reyes Magos con un pastel de arroz al chocolate que preparó Pedro. Mientras tanto, en el período que media entre las 18 hs. y las 21, grabo sonido de algunas conversaciones y la comunicación con Patriot Hills.
Al día siguiente, muy temprano, enviamos un parte meteorológico hacia Patriot Hills. Sucede que una de las avionetas Twin Otter debe ir hasta al Polo Sur a buscar la expedicionaria noruega quien arribó hasta alli en forma solitaria, recorriendo una ruta similar a la que estamos transitando nosotros. Esto nos motiva a continuar la marcha. A pesar de la espesa niebla que nos acompaña durante toda la jornada avanzamos otros 24 kilómetros. Transitamos por un terreno suave, con algunos sastruguis, recubierto por un palmo de nieve fresca la cual frena un poco los trineos. En la primera parada se le rompe el cierre relámpago al enterito de goretex de Curro Soria. Ahí nomás me acerco aguja e hilo en mano y me pongo a arreglárselo, cosiéndoselo por la zona de la bragueta. Con esta zafa de un enfriamiento seguro. Por la tarde, en una de las últimas paradas, coso algunos agujeros en los guantes de lana y en el talón de una media de lana que llevaba a mano.
Al día siguiente recorremos otros 23 kilómetros. A eso de las 13.30 hs. aterriza junto a nosotros la Twin Otter que va al Polo sur a buscar a la noruega Liv Arnesen. En la avioneta viaja, además del piloto, copiloto y azafata, su compañero y dos periodistas noruegos. Por la tarde, al despegar la avioneta, me siento terriblemente cansado y aburrido. Faltan aún veinte días de andar para terminar con esta ridícula aventura. Paciencia y tesón. Hoy la temperatura descendió hasta los 20 grados bajo cero. Quizás el frío haya sido la causa de mi cansancio y mi bajón. Mañana me pondré el mono de pile junto al resto de ropa que llevo puesta. El problema es que al ir demasiado abrigado, automáticamente la transpiración se convierte en condensación, la cual se congela en costras de hielo y nieve entre las mismas prendas de ropa, terminando toda completamente mojada y dura.
La siguiente jornada es un calco del día anterior. Superamos los 24 kilómetros y recibimos una paliza idéntica al día de ayer debido al frío que "chupa" nuestras calorías. Por la mañana navego durante unas 3 horas. Por la tarde me mantengo en la vanguardia todo el día, de buen humor. Caminé con el mono de fibra y sudé bastante, llenándome de nieve el interior de la campera.
Mañana probaré con un poco menos de ropa para sudar menos. La comunicación es perfecta. La Noruega ya está en Patriot Hills. Dicen que en el Polo Sur hacía -35°C. (BRRR!) Hoy, aquí, hizo -20°C.
El día 8 de enero el tiempo vuelve a presentarse espléndido. No obstante el despertar se manifiesta ruidoso. Repentinamente sentimos una explosión en la carpa contigua. Sucedió que a Benito y Pedro les ha explotado un calentador. El percance se originó en una pérdida de combustible, al apretar demasiado la bomba-válvula se deformó la junta tórica de la botella, lo cual originó una bruta llamarada explosiva. Estaban cocinando dentro de la tienda así que se pegaron un buen susto. Benito alcanzó a cerrar el paso del combustible y salió por la puerta trasera con las piernas prendidas fuego. Superado el caos se inventariaron los daños, que felizmente no fueron importantes. La carpa presentaba dos agujeros: uno sobre el lateral, de 40 centímetros de diámetro otro sobre el techo, arriba de la entrada, de 15 x 70. También hay algunos agujeros más chicos, en el upside. Felizmente el incidente no fue grave. Si consideramos que nos encontramos en medio de la Antártida, es fácil deducir que un incendio mayor podría llegar a demorar nuestra travesía. Si bien las modernas avionetas pueden solucionar más de un imprevisto, ellas solo pueden operar con buen tiempo. No es este un lugar para andar con problemas. El día rindió bien. Navegué las primeras tres horas a buen ritmo y luego me quedé en la retaguardia por el resto de la tarde. Hubo un poco de viento con el cual la temperatura descendió hasta los agradables -10°C. Montamos campamento e instalamos la radio en la tienda de los Curros. Los de Patriot Hills nos pidieron otra comunicación mañana a las 8.15 hs, a los efectos de que les enviemos un parte meteorológico, ya que deben volar al Polo Sur.
Al día siguiente el clima continúa bueno. Avanzamos otros 27 kilómetros. filmo en 16 mm. y en video en un día muy relajado. En el grupo abundan las bromas y risas. Cambio cassette de Hi 8 y 16 mm. El mayor problema que se tiene con los aparatos como ser filmadoras, cámaras de fotos y grabadores es la condensación. Al introducirlas dentro de la tienda para cambiarles la película o la batería, con -20°C, automáticamente se cubren de una gruesa capa de condensación, ya que la humedad acude a estos elementos fríos como si fuesen polos de atracción magnéticos. Continúa el buen tiempo y recorremos otros 28 kilómetros. Durante la travesía se producen algunas pequeñas rencillas, de tono amistoso, como para no perder las costumbres propias de la vida civilizada. En el transcurso de la marcha superamos dos hondonadas, verdaderos valles transversales, cuyas cuestas sureñas remontamos. Asimismo, vamos ganando lentamente altura, ubicándonos cerca de los 2.500 metros sobre el nivel del mar. A José Carlos se le hizo una bruta ampolla en la planta del pié izquierdo y tiene la carne viva al aire. Por suerte mi piel aguanta bien. Los pies continúan sanos.
Durante los próximos cuatro días recorremos 100 kilómetros. La primera jornada se caracterizó por ser muy fría. Fue un día muy duro, en el cual remontamos una cuesta muy pronunciada en la segunda etapa de una hora y cuarto. A causa del frío he tenido por primera vez problemas en los pies y manos. El campamento quedó emplazado a los 2600 metros.
Durante la siguiente jornada navegué la primera hora y media. En la parada intenté filmar con la cámara de 16 milímetros pero se encontraba atascada por el frío. Filmo en video la pasada por una zona de sastruguis. Durante la marcha filmo planos del "recurso caminata" desde la visión subjetiva del caminante.
En el tercer día la temperatura llega hasta los -24°C. Navegué la primera serie de hora y media. Luego me la pasé filmando planos cortos en 16 milímetros de trineos pasando sastruguis. En un momento me quedé parado cinco minutos, cambiando una lata de película en la filmadora, lapso en el cual el grupo se alejó en el horizonte hasta convertirse en un punto minúsculo. Vasta soledad en este océano de hielo. Es extraño, no es una soledad arrebatadora ya que me encuentro muy a gusto en ella. Cuando finalmente alcanzo nuevamente al grupo, tres horas más tarde, camino en vanguardia las últimas dos horas en compañía de Curro Gan, quien navegó este trecho. En la comunicación radial nos informan que mañana pasarán las dos avionetas Twin Otter hacia el Polo Sur, llevando al máximo mandatario de las fuerzas armadas chilenas, en reconocimiento de una expedición militar que está programada para el verano que viene. También nos comunican que Pedro Fernández ha sido padre de una niña nacida en España.
La cuarta jornada también fue dura. Mucho frío y fuerte viento de frente. Tenemos que apretar los dientes para cumplir correctamente con todas las etapas de marcha. La temperatura bajó hasta los -32°C y la sensación térmica, por los fuertes vientos de hasta sesenta nudos de velocidad, debió llegar a los -50°. A 20 minutos de terminar la segunda etapa de una hora y media (estaba navegando las dos primeras etapas), se me rompe una piel de foca. Rengueo 25 minutos hasta la parada, donde Curro Gan me presta una piel de repuesto. Por la noche, luego de la polenta de costumbre, cocinamos una olla llena de arroz con leche y chocolate para llevar al enlace radial y festejar gastronómicamente que pasamos los 88° de latitud sur. Me desplazo antes la hora prevista para la comunicación, a la tienda de Pedro y Benito con el propósito de grabar el sonido de las conversaciones. Cuando encendemos la radio, un momento antes de la hora convenida, nos ponemos en contacto con Patriot Hills, con la femenina y sensual voz de Tania, la chica cocinera. Ya que mis compañeros no hablan inglés, soy el único afortunado en poder dialogar con ella. Le cuento que la cosa estaba dura pero que se bancaba, que todo el grupo la amaba y algunas cosas más que la hicieron reír bastante.
El 15 de enero amanece muy ventoso. Este hecho fue la excusa perfecta para decidir por unanimidad permanecer "bloqueados" y disfrutar de un merecido día de descanso. Hace varias jornadas que veníamos caminando a promedio superior de 25 kilómetros diarios, por lo cual se imponía un alto, vimos la temperatura exterior y constatamos que orilla los 30 grados bajo cero. Debido al fuerte viento la sensación térmica debe ser aun menor, desayunamos cerca de las 11.30 hs. Al rato aparece por la carpa Curro Gan quien viene a devolver un libro y un par de cassettes de música. Tras ello parte con José Carlos a visitar las otras dos tiendas. José Carlos saca de su trineo una ración de desayuno. Durante la apertura de la carpa aprovecho para constatar que mis bastones están a la vista, entre los sastruguis de nieve fresca y volada que se acumularon alrededor del campamento. Aprovecho una leve disminución deI viento para ir al baño. Al rato vuelve José Carlos con la cola entre las patas por el intenso frío. Durante todo el día tomamos té y también mate. Por la tarde se acerca Pedro Espósito para traerme un libro de cuentos de Asimov. En la travesía cada uno lleva al menos dos libros y la literatura se intercambia permanentemente.
Al día siguiente reanudamos la marcha, recorriendo otros 26 kilómetros, temperatura promedio orilla los -24°C. Inicialmente me tocó navegar a mí, pero al rato soy reemplazado por Gan y Pedro. Se me sale una piel de foca. La remiendo con una goma elástica que tenía en el bolsillo y sigo caminando un par de horas más en las cuales se me sale la piel tres veces. Hace mucho frío. Durante una parada coloco una piel nueva ya que esta me está haciendo perder terreno y quedar rezagado. A la última parada llego hecho bolsa debido al tenso frío y Pedro me cambia mis guantes por unos secos, con lo cual zafo hasta el final del día. Tengo serios problemas de vasoconstricción periférica debido a que he pasado mucho frío a lo largo de mí vida, potenciado por un congelamiento en las manos hace nueve años. Esto hace que tenga espantosos momentos de frío en los pies y las manos a pesar de tener el cuerpo caliente, espero aguantar hasta el final sin que algo se me congele. Restan alrededor 195 kilómetros hasta el Polo Sur; unos ocho días de marcha. Por la noche, el enlace radial, pasamos un buen momento de camaradería. Esta gente es muy "maja" y cada vez me siento más a gusto entre estos militares.
Durante los siguientes tres días recorremos cerca de 80 kilómetros y superamos los 3.000 metros de altitud. Las marchas se tornan monótonas. Lo único que nos mantiene activos es el intenso frío, el cual nos obliga a extremar los cuidados ya que permanentemente la transpiración se va escarchando entre nuestras ropas. Personalmente tuve unos cuantos problemas con el sudor, generalmente por la mañana, momento en el cual me tocaba navegar. Probé caminar con un chaquetón de quallofill que me presta Curro Soria. Sudé mucho en la primera etapa y éste se congeló en el interior de la chaqueta, por lo cual debí utilizar este método para fundir la nieve formada en el interior de mi ropa y facilitar su evacuación - en forma de vapor - hacia las capas exteriores. Luego le pedí prestado el chaleco de fibra sintética a Benito, quien no lo usaba. Con esto la cosa anduvo mejor, pude mantener el punto cero de temperatura por fuera de mi anorak de goretex, lo cual permitió la evacuación de la humedad hacia el exterior, manteniendo el cuerpo sin nieve. No obstante se formaron cantidades descomunales de nieve entre el anorak y el chaleco, por lo cual terminé la jornada completamente mojado y con la campera llena de nieve y escarcha por dentro. En los codos se formaron literalmente bolas de nieve.
Durante las noches la comunicación es excelente. Patriot Hills se entiende mejor con nosotros que con los grupos que tiene en la zona del Monte Vinson, distante solamente 200 kilómetros del aeródromo. Nuestras carpas están a casi 1.000 kilómetros de distancia. En el Vinson (5.140 metros, máxima cumbre de la Antártida) los amigos españoles, con Ramón Portilla a la cabeza, ascendieron este y otros cerros. Nos alegramos por ello. Una parte de la empresa ya cumplió con su objetivo. Ahora falta que nosotros arribemos al bendito Polo Sur.
20 de enero. Con la puntualidad acostumbrada iniciamos la marcha hacia las 9.30. El tiempo se presenta excelente: sol radiante y no mucho frío. Debe ser por el agujero en la capa de ozono que el hombre formó en la atmósfera. Navegué las tres primeras horas, filmé en video Hi 8 en la primer y segunda parada. En las dos etapas del medio, de dos horas y media, navega Pedro, quedándome a propósito con Curro Gan en la retaguardia. Intento disfrutar de la soledad e inmensidad de este lugar. Más adelante piso el acelerador y me acerco hasta Curro Gan quien hizo a toda velocidad las últimas etapas de una hora. Estamos en medio de un plano infinito, blanco inmaculado abajo y azul profundo arriba, en los 360° a la redonda. La sensación de pureza e inmensidad es absoluta. Tanta pureza que la situación nos dice a gritos de que estamos de más en este lugar. Curro Gan se detiene a sacar fotos y fumarse un cigarrillo. Cuando lo alcanzo me comenta que iba segundo detrás de Pedro, el cual navegada a toda velocidad y que en un momento una idea le asaltó la mente: ¿Que estoy haciendo aquí?. Ya que el día estaba tan estupendo se detuvo a disfrutar de la vista y a ver sí de ese modo se alegraba y le encontraba sentido al hallarse en este sitio. Al darme cuenta de su dilema psicológico le dije que ya que estaba en ese estado de captación del goce por estar aquí, mejor lo dejaba en completa soledad para que pueda así disfrutar más intensamente y con toda la soledad para el solo. Seguí caminando sin detenerme pero mirando hacia atrás a ver que hacía. A ser ya un punto diminuto en el horizonte se puso en movimiento sobre la huella trazada por nosotros y, dado el ritmo de marcha que traía, su propósito era alcanzarnos. A las tres de la tarde me detuve a sacar fotos hacia atrás, ya que a esa hora el sol está precisamente en el cenit, justo encima de la línea de la huella que se pierde en eI horizonte. Seguí caminando lánguidamente hasta que llegué a donde se había detenido el grupo puntero hacía diez minutos. Sin siquiera detenerse pasa Curro Gan a toda velocidad y me pego a sus talones. Por la noche, en la comunicación, acordamos con Pedro Fernández que llegaremos al Polo Sur el día 24 de enero por la tarde, cerca de las 16 hs. Nos restan sólo 92 kilómetros.
Al día siguiente recorremos otros 27 kilómetros. El día se presentó nublado y frío, con -25°. Curro Gan navegó las primeras tres horas y recorrió 11 kilómetros. Un muy buen promedio, considerando que una excelente velocidad es de 4 kilómetros por hora. Pedro Espósito navega las dos horas y media siguientes y Curro Gan vuelve al primer lugar durante las dos últimas. Luz plana, no se ven los relieves del suelo y apenas asoma la huella trazada por los primeros. El día pasa rápidamente ya que al no verse el sol en absoluto se pierden las referencias temporales. La mente ha extraviado su respaldo espacio-temporal y debe acudir al tiempo de reloj para saber qué hacer.
En estos últimos días debemos ir corrigiendo la deriva involuntaria de pocos grados, que se produce al navegar, para dirigirnos exactamente hacia el Polo. Cada dos etapas caminadas consultamos el GPS y efectuamos las correcciones en nuestro rumbo. Aquí es muy fácil derivar una gran cantidad de grados de longitud. Cada minuto de longitud está separado por treinta metros ya que los meridianos del planeta se unen en el Polo. Me prometo a mí mismo y se lo comento a los demás que cuando llegue al Polo daré una vuelta al mundo en tres pasos. Asimismo lubricaré la varilla marcadora del Polo con el aceite de una lata de sardinas que separé de las raciones, para agilizar el rodamiento sobre el cual gira el eje del planeta. A partir de ese entonces el día pasará a tener 23 horas en vez de 24. José Carlos hace días que viene tranquilamente siguiéndonos en la retaguardia. Se puso una chaqueta de pile por debajo del arnés ya que viene tan flaco que el arnés le hace daño. Ayer se levantó la camiseta dentro de nuestra tienda y se le veían todas las venas de la barriga marcadas. Envidia daba yo mostrando el idéntico rollo de tejido adiposo en la panza que cuando empezamos esta aventura. ¡Vaya capital!
Las últimas jornadas laborales se inician con la cronología acostumbrada, las 7.10 hs. suena el despertador. Cinco minutos más tarde prendemos el calentador MSR "Whisper Light" dentro de la tienda, para templar la temperatura de -20°C a algo más agradable, unos 5 grados sobre cero. Mientras tanto nos ponemos las medias y comenzamos a vestirnos. En mi caso caliento las botas interiores y sus respectivas plantillas, calzándolas a cambio de los patucos de duvet. Guardo el saco de dormir en su bolsa y la uso de confortable asiento, enrollando a continuación la colchoneta inflable y la de neoprene. Me pongo las carcazas plásticas de las botas rígidas dobles. A las 8.15 empiezo a desayunar con el agua caliente de dos de los cuatro termos, almacenada la noche anterior. A las 8.30 hs. voy al baño. Para esto, la noche anterior, se deja preparado un agujero en la nieve, debajo del upside de la carpa, el cual es tapado con nieve tras las dos visitas consecutivas. Terminamos de vestirnos para salir fuera de la tienda a las 9.00 hs. En una circunvalación perimetral saco todas las ataduras que mantienen tensa la carpa, dejando únicamente las dos estacas principales. Acomodo los trineos a cada lado de la entrada y acomodo en ellos los bultos que José Carlos tira fuera de la tienda a la par que pliega la gran colchoneta fina, de cuatro metros cuadrados, que hace de alfombra interior. A más tardar a las 9.30 empezamos a caminar tirando de nuestros trineos, cumpliendo rigurosamente las seis etapas diarias, con intervalos de 10 -15 minutos para descansar. Por día nos hemos impuesto caminar siete horas y media netas, para asegurarnos un promedio de 25 kilómetros. Según el ritmo de avance esta distancia cambia. Asimismo, según el tiempo perdido en cada parada, nos detenemos entre las seis o seis y media de la tarde.
Elegido el sitio de acampe, la primer tarea es clavar dos estacas, separadas entre sí por un metro veinte y engancharles los dos mosquetones del fondo de la tienda que va del lado de barlovento (sur). (Si hay mucho viento, construimos un cerco de contención, con bloques de nieve.) La otra persona se dedica a armar los parantes de aluminio plegables que se pasan, a continuación, por las vainas del interior de la tienda. Las carpas se montan rápidamente y los trineos son literalmente saqueados a toda velocidad y su contenido arrojado en un calculado orden y secuencia, ya sea al interior de la carpa (si hay viento) o en las proximidades de la entrada. La primera persona que se introduce acomoda la alfombra de colchonetas y prende inmediatamente ambos calentadores MSR para ir haciendo agua. El otro termina de cerrar ambos trineos y los acomoda a barlovento de la tienda, tensando ésta con los correspondientes vientos. Seguidamente, prepara una buena cantidad de bloques de nieve y los coloca debajo del upside de la entrada. A su término ingresa a la carpa. A partir del instante en que decidimos detenernos hasta el momento en que ambos estamos en el interior de la carpa no transcurren más de 20 minutos.
En la carpa, mientras ambos calentadores derriten nieve y preparan agua, nos sacamos las polainas y las botas plásticas, reemplazando las medias húmedas por otras secas y por los interiores por los patucos de duvet. Se cuelga toda la ropa mojada de los tendederos de piolines cosidos sobre el techo de esta "cueva" artificial. Por mi caso particular, antes de empezar siquiera a clavar las estacas y montar la tienda, me saco la chaqueta de goretex, la doy vuelta y sacudo las costras de hielo formadas en su interior. Asimismo sacudo la nieve pegada a la chaqueta de pile o las prendas de polipropileno, para inmediatamente ponérmela de vuelta, con la chaqueta de duvet por encima, manteniendo con ello el poco calor que me queda de la marcha. Derretida la nieve, el calentador "Whisper" continúa su trabajo para llenar los cuatro termos con agua caliente mientras que el "CXL" se utiliza para hervir el agua y preparar la comida. Para la cena se vuelca a la olla algunas sopas en polvo, caldillos, sal y seguidamente la polenta en polvo, las pastas o el arroz, según el menú elegido. Antes de ingerir los alimentos bebemos mate cocido y comemos algunas galletas con jamón serrano y/o queso manchego. Una vez cenados y con los trastos lavados nos dedicamos a secar, en el "Whisper", las botas interiores y las plantillas así como los guantes, máscara, medias, etc. Con el "CXL" calentamos el agua de los termos transformándola en mate cocido y llenándolos nuevamente. La hora de la comunicación es buen pretexto para distraer las ideas e irse a divertir con los amigotes de la otra carpa, escuchar los chistes del día por la radio y conversar sobre cualquier cosa.
Restan dos días para arribar al Polo. Hoy recorrimos 25.5 kilómetros, con una temperatura promedio de 30 grados bajo cero. Durante las primeras tres horas tengo a cargo la navegación, con rumbo 182°. La temperatura orilla los -27° por la mañana y -31°C por la tarde. Hace tanto frío que hay que detenerse lo mínimo indispensable. Sabemos que mañana a las diez de la mañana saldrán de Patriot Hills en la Twin Otter piloteada por Toby y su copiloto, Geoff Sommer y Pedro Fernández. Quieren llegar al Polo Sur un día antes que nosotros, para filmar la llegada. Recorremos planos infinitos de inmaculada blancura por debajo de la límpida y cristalina atmósfera. Al sol mejor ni mirarlo, tal es la fuerza que tiene.
Observando el trazado de la huella, mi mente regresa hacia unos recuerdos de hace ocho años, en las cristalinas aguas del lago Nahuel Huapi. Allí, en la fría bahía Campanario, practiqué remo por algún tiempo en el Club de Regatas Bariloche. En la inmensidad antártica vino a mi memoria la imagen del single de Panchito Pfaab surcando las quietas aguas de la bahía, como una flecha, dejando una fina línea en la superficie, con las regulares marcas de las remadas a sus costados. La delgada cicatriz une imaginariamente ambas superficies; ese aceite cristalino y oscuro con la presente huella blanca, una fina traza de costura con las marcas regulares de los bastones a ambos lados. Paciencia, dejar simplemente que el tiempo transcurra. Caminar como situación más confortable, simplemente por disponer energía calórica. La respiración agitada, mantenida a un rítmico y mecánico compás, regula la velocidad motor de las piernas. Según los ánimos del momento y las energías se va más rápido o más despacio. En las primeras horas de caminata hacia el sur la sombra proyectada por nuestro cuerpo está situada en el extremo derecho de nuestro campo visual. Allí se mantiene imperturbable a simple vista. A medida que el tiempo pasa el ángulo formado por la dirección hacia donde vamos y la sombra que proyectamos, va decreciendo a razón de 15° por hora. A las 15 hs. estamos pisando la sombra. Por la tarde la sombra está en el extremo izquierdo de nuestro campo de visión, lo cual le indica a nuestra mente que se aproxima el momento de detener esta máquina biológica que es nuestro cuerpo por unas doce horas, a fin de darle alimento y descanso.
Al día siguiente podremos seguir nuestra loca caminata de 1.200 kilómetros. De nada sirve arrepentirse ahora de esto, faltando solamente 52 kilómetros para concluir. Seguramente no repetiré una experiencia de este estilo en el futuro, a pesar de que me gustó haber vivido este mal momento durante los dos meses. He aprendido muchísimo sobre mí mismo, aspectos profundos de mi persona que me permitieron enderezar el espíritu y fortalecer el equilibrio sentimental. Una rica experiencia personal que felizmente he superado. Me supe adaptar a este brutal estilo de supervivencia. Una parte de mula, una parte de corazón, una parte de inteligencia y una parte de moral. Con esto cubrí cuatro aspectos de mí mismo: lo físico, sentimental, mental y espiritual. Cuatro fuentes de energía increíbles que canalizadas a través de la modestia, paciencia, honestidad, prudencia, raciocinio y acción, sin dudas sirven de motor a la voluntad de seguir adelante. El hombre como especie es, sin dudas, la máquina más impresionante que se haya inventado. Cada vez me siento más pleno y energizado por esa conciencia de existir siendo humano. Ser, simplemente existir, no se puede pedir más. Hilvano estas ideas a poco menos de 40 kilómetros del Polo, luego de haber caminado durante 50 días. José Carlos está bastante bajoneado por las duras condiciones de frío que estamos sufriendo. Tiene dolor en un dedo gordo de la mano y varios dedos sin sensibilidad. Por la noche duerme muy mal, acosado por fuertes dolores y gritos entre el sueño.
El 23 de enero recorremos otros 26 kilómetros. Navego las primeras tres horas. Luego pasa Pedro Esposito a la cabeza. Mientras lo sigo de cerca el grupo continúa caminando y el rumbo nos lleva hacia un sastrugui extraño y oscuro en la lejanía. Nos damos cuenta de que se trata de la base Admunsen-Scott de USA. ¡Vaya alegría! Incluso en un momento vemos aterrizar un avión. Cuando hacemos el alto y nos alcanza el resto del grupo, le damos la buena nueva. Guardamos la brújula en el trineo y la huella trazada en adelante es una recta perfecta hacia el sur. Cerca de las 15.30 hs. nos sobrevuela la avioneta Twin Otter de A.N.I. que nos viene a buscar al Polo un día antes. Nos dá tres vueltas alrededor, para filmarnos seguramente, y sigue su vuelo hasta la base. A la hora de la cena nos reunimos en la tienda de Pedro y Benito, llevando nosotros una olla llena de arroz y un par de termos con mate cocido. Se hace la comunicación, todo O.K., hasta mañana. Luego de una agradable reunión, festejamos el último momento de intimidad entre nosotros seis, antes de llegar a la "civilización". Luego lo nuestro ya no podrá ser como ahora. Ya nada será como lo que hemos vivido dentro nuestro y entre nosotros en estos casi dos meses de travesía.
24 de enero de 1995. Tal lo acostumbrado, comenzamos a caminar a las 9.30 hs. Paramos a las 15.00 en el hito que simboliza el Polo Sur. Nos reciben Pedro Fernández filmándonos, mientras nos abrazan los pilotos Toby y Tony, Geoff Sommer y el jefe de la base americana Rolf Sinclair. En el Polo Sur realizamos las fotos y tomas fílmicas que de costumbre se hacen cuando se llega a la cumbre de una montaña: abrazos y alegría. Pero la sensación no es la misma. La alegría se debe al haber terminado de una vez con el martirio de tener que seguir caminando. No es el mismo sentimiento de satisfacción que se encuentra en una cumbre cualquiera. Es una cumbre vacía, seguramente por haber vivido cantidad de veces con nuestra imaginación el hecho físico de llegar a este lugar, que una vez aquí, ya no hay interés ni sorpresa. Es algo que ya hemos vivido y recreado con anticipación dado que el llegar siempre fue una cosa dada por hecha. De todos modos hay alegría por haber terminado esta aventura.
Montamos las tiendas en un baldío entre el campamento de verano de la base americana y la pista de aterrizaje. Nos metemos en ellas y Pedro nos filma mientras nos quitamos las capas de esparadrapos que protegen nuestros pies y secamos nuestras cosas. A las 17.30 hs. vamos a cenar a la base Admunsen-Scott. Quedamos impresionados por las instalaciones. Un domo geodésico de metal de cuarenta metros de altura interior hace de centro de dos alas laterales en forma de medio tubo, que nacen de un costado, cada uno con cien metros de largo y quince de alto. Dentro del domo yacen varias cajas grandes, apiladas una encima de la otra que hacen las veces de departamentos térmicos. Cuentan con una gruesa pared y puertas al estilo de los frigoríficos. No obstante nuestro mayor interés radica en conocer el salón comedor, al cual somos invitados por Rolf Sinclair. El interior del comedor es de un solo ambiente de 10 por 30 metros, con varias mesas y sillas. En un lado está la barra donde se encuentra la comida a disposición del consumidor. Detrás de la barra se encuentra la cocina con artefactos ultramodernos, en un recinto del mismo largo. Empezando de la punta derecha, donde se toman el plato y los cubiertos, uno se pasea por el mostrador hacia la izquierda, sirviéndose la comida a “piachere" y conveniencia. Hay de todo, una verdadera selección internacional de exquisiteces culinarias. Repetimos este itinerario en tres oportunidades, alguno incluso más veces. La primera impresión real de haber terminado la travesía fue estar sentado en una silla, con un plato de comida sobre la mesa. Nada tan real y agradable para sentirse devueltos al mundo civilizado.
Seguidamente Rolf Sinclair nos explica que la base es administrada por la National Science Foundation en Washington y que contaban con el apoyo logístico de la Armada de los Estados Unidos de América. Los programas de estudio son presentados a través de las Universidades de los Estados Unidos por los estudiantes o científicos interesados en llevarlos a cabo y son analizados por el ente que centraliza las universidades: el National Science Foundation. Cada proyecto seleccionado, a criterio de esta fundación, obtiene los fondos acordes para poder llevarse a cabo. Actualmente existen estudios de sismografía, estudios sobre la atmósfera, astronomía (telescopios), estudios el aire y un largo etcétera. Don Sinclair nos pasea por toda la extensión de la base, mostrándonos hasta el último rincón y explicando cada detalle. Vimos distintos departamentos de estudios, con especialistas inclinados en sus respectivos ordenadores y aparatos de distintos tipos con extrañas luces de colores. Cada recinto o caja térmica se halla aislado del resto y del frío exterior, estando debidamente calefaccionados. Vimos el hangar abovedado donde se almacenan el combustible para dos años de autonomía, en unos tanques de goma de 50.000 litros cada uno. La base cuenta con tres grandes generadores diesel de energía eléctrica. Vimos el hangar o taller mecánico donde se guardan varios Ratraks de nieve, tractores a oruga CAT, motos de nieve, motobombas de combustible, etc.
Charlo con una linda chica llamada Cindy, de Utah quien nos lleva junto con Geoff Sommer a la torre más alta de la base, en cuya cúspide hay una habitación con ventanales a los cuatro vientos. Sin preguntarlo ni que me lo digan, me doy cuenta de que la base está distribuida bajo conceptos netamente militares, pese a que hoy en día esta habitada mayoritariamente por científicos civiles. Cindy trabaja de lavaplatos en la cocina. Vino hace cuatro meses y se irá dentro de un par de semanas, cuando se cierre la temporada estival. En verano viven aquí 140 personas y en invierno quedan 28, mitad de cada sexo, todos los avituallamientos llegan desde Mac Murdoc, en el mar de Ross, vía aérea mediante aviones Hércules que vuelan prácticamente todos los días para aprovisionar la base con miras al invierno y llevarse basura y chatarra cumulada durante el tiempo en que esta era administrada por los militares norteamericanos. Una vez por año llega a Mac Murdoc un barco rompe hielos que aprovisiona con miles de toneladas de carga esta base que consta con un personal fijo de 1.000 personas.
El día se cubre de niebla por lo que esperamos para salir ya que en Patriot Hills las condiciones también están feas. Nos sacamos fotos en el Polo Sur y nos vamos a dormir. A las 3.30 hs. nos levantamos, ya que nos invitaron a dar una especie de conferencia, en el gimnasio, destinada a los habitantes de la base. Para ellos son las 19.30 hs. y acaban de terminar de trabajar. La charla es entretenida y hacen bastantes preguntas en inglés. Luego nos dirigimos, acompañados por los elementos más marchosos, a una de las barracas del campamento de verano que funciona como Pub. Me tomo una cerveza e inmediatamente me agarro una alegre borrachera. Me pongo a charlar con un señor mayor que bebe whisky que me cuenta que es el jefe del departamento de astronomía. También me explica las labores que están llevando a cabo. Son tareas de estudio muy interesantes en la continuación de un programa que prevee, para dentro de dos años, la construcción de un súper telescopio, muy potente, con el cual esperan ver el fin del universo. El científico observa mi aspecto, que debió ser un tanto lamentable, tras lo cual me pregunta si no tendría problemas en darme un baño, tras lo cual me muestra la sala de baños contigua a la barraca del Pub. Sin pensarlo dos veces me pego un baño de lujo con agua muy caliente en este espacio perfectamente calefaccionado. Desde el último habían pasado más de dos meses. Estando desnudo me noto un tanto flaco, tengo unos cinco kilogramos menos, pero que no cambia demasiado mi aspecto. Me encuentro bien y apenas me meto en el agua caliente, un agradable hormigueo en los pies y manos me revive estas extremidades que han sido severamente castigadas por el frío. Luego me voy a dormir a la tienda, totalmente relajado por el bañito. Me despierto a las 16.00 hs. y desayuno tranquilo. Viene Geoff anunciando la esperada partida hacia Patriot Hills. Desarmamos todo y metemos las cosas en un trineo y este dentro de otro. Viene Cindy a despedirse, trayendo de regalo una bolsa con fruta: naranjas, manzanas y ciruelas, pasteles y sándwiches, para el viaje. Realmente estas mujeres antárticas aparte de ser amorosas piensan en todos los detalles.
En la base hacen -36°C. Cargamos los trineos en la avioneta y nos apiñamos cada cual en su asiento. Siendo las 21.00 hs. despegamos y volamos sobre el meridiano 88° hacia el norte. El paisaje es inmenso, resultando realmente insignificante la dimensión humana. Viendo esta planicie infinita desde el aire, me parece aún más loca la idea de cruzar esta meseta caminando. Llegamos a Patriot Hills a las 2 de la mañana. Un banquete nos espera en la cocina-comedor. Ahora sí que me siento en casa. Nos acostamos como a las 7.00 hs AM. Pero no hay ningún problema, aquí es de día todo el día.
Diario "EL MUNDO" España
Jueves 26 de Enero de 1995
MADRID
Dos reporteros del programa Al filo de lo imposible de TVE y cuatro miembros de la Escuela Militar de Montaña de Jaca han conseguido un hito histórico: ser los primeros españoles que llegan andando hasta el centro del Polo Sur.
LA EXPEDICION “SANTIAGO ARRIBAS”
Alcanzaron su objetivo, pocos minutos antes de las ocho de la tarde del martes, hora peninsular española.
El grupo integrado por los militares Francisco Soria, Benito Molina, Pedro Expósito y Francisco Gan y los reporteros José Carlos Tamayo y Sebastián de la Cruz partió hace dos meses hacia la Antártida y ha visto cumplido su sueño: llegar a pie a la base científica estadounidense Scott-Amundsen, situada en el Polo Sur geográfico.
Según informó ayer Televisión Española, los seis miembros de la expedición «Santiago Arribas» cubrieron el trayecto desde la costa antártica hasta el Polo Sur durante 55 días y han realizado 1.400 kilómetros de dura travesía a pie, tirando de un trineo con 80 kilos de peso, soportando temperaturas por debajo de los 20 grados bajo cero y un viento por encima de los 100 kilómetros por hora.
Días antes, el 11 de enero, subieron a la cumbre del monte Vinson, de 5.410 metros de altura, el más alto del continente antártico. Tras el regreso al campo-base, un grupo ascendió a la cima de dos montañas de 4.000 metros de altitud, que nunca habían sido escaladas, y abrieron una «vía de dificultad» en el monte Shin.
SERIE Y ESPECIALES
Estos aventureros han recorrido diariamente una media de 25 a 30 kilómetros y han cumplido su plan, ya que su propósito era llegar al centro del Polo Sur a finales del mes de enero.
De este viaje se realizará una serie de cuatro episodios y un programa especial para Televisión Española, pero aún la dirección de la cadena pública no ha decidido la fecha exacta de emisión.
La expedición «Santiago Arribas» contó con un presupuesto de 60 millones de pesetas. Su gesta tendrá una utilidad científica: estudiar las alteraciones que sufre el ojo humano tras estar expuesto durante dos meses a los rayos solares.
La idea de realizar este viaje nació de la Escuela Militar de Montaña de Jaca (dependiente del Ministerio de Defensa), que este año celebra el 50 aniversario de su creación.
Los integrantes y responsables del espacio Al filo de lo imposible destacan por su espíritu aventurero, por desafiar a la Naturaleza y por su pasión por el riesgo. Así, el pasado verano organizaron una expedición al Himalaya, para ascender a K-2, la segunda cumbre más alta del mundo después del Everest, en esa ocasión no pudieron ver culminado su propósito. Además, todo terminó en tragedia, ya que murió el montañero Juan Ignacio «Atxo» Apellaniz y resultó herido Juan José Sansebastián.
PREMIOS INTERNACIONALES
Los reportajes del programa Al filo de lo imposible siempre han logrado concitar la curiosidad de los telespectadores. Su labor también ha sido reconocida en diferentes certámenes internacionales de televisión. Su último premio, una medalla de plata otorgada en el Festival de New York, sirvió para destacar su trabajo «Banana Mango Mix»
- Anuario del Club Andino Bariloche 1995 - 1998
- Libro: Del Fitz Roy al K2, de Sebastián de la Cruz, Edición 2018
- Revista del Ejercito Español, Febrero de 1995, Nro 660
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