"Juntar en esta publicación del Club Andino Bariloche de 1966 la presencia de Vojslav Arko y Federico Reichert es un lujo que se puede saborear en esta muy bien escrita nota por uno de las personas que más sabia sobre el montañismo argentino. Además quiero agradecer al Club Andino Bariloche por donarnos material bibliográfico de su institución para el archivo de nuestra Biblioteca, hemos también añadido la biografía de Reichert escrita por el ingeniero Rodolfo Frank."
Una noche de invierno tardío del 1952, vi por primera y última vez al doctor Reichert en una conferencia del Club Andino Bariloche. La palabra valiente del viejo luchador, dibujaba plásticamente la brumosa región del Cerro San Valentín, a la cual pensaba dirigirse una comitiva de andinistas barilochenses.
"Les voy a hablar de una región donde llueve, llueve y llueve; y cuando no llueve se prepara para llover"
La fatídica frase no se refería tan solo al San Valentín, era fruto dé más de veinte años de lucha con el implacable tiempo patagónico, expresión de ocho tentativas que no dieron el éxito anhelado.
Los barilochenses salieron, tuvieron suerte con el tiempo y subieron la montaña más alta de los hielos patagónicos (18-12-1952). La vida del ''padre del andinismo" alcanzó un punto terminal lógico y congruente. Felicitó profusamente a los vencedores y pocos meses después murió en 1953 en Santiago de Chile.
Casi cuarenta años antes, en 1904, un joven doctor alemán, graduado en química y contratado por el ministro Escalante, pisó la tierra argentina. Consigo trajo no solo una excelente preparación científica, sino también un amor especial hacia la naturaleza montañesa.
Entrenado en los Alpes, en una época en que el deporte de la escalada ya se desarrollaba en forma considerable, Reichert fue uno de los primeros que calzaron esquíes en sus andanzas por la alta montaña. También tomó parte de una expedición al Caucaso. Allá, junto con cuatro compañeros, escaló por primera vez el Uschba, el Mafterhorn de la cordillera caucásica, y ascendió varios otros cerros vírgenes.
Pocas semanas después de desembarcar a las orillas del Río de la Plata, Reichert se encaminó hacia los Andes. Se le confirió una tarea que lo llevó a la casi desconocida región de la puna norteña. Investigando el yacimiento de los boratos, el joven "gringo" viajó desde junio a septiembre a lomo de mula por el desierto de Atacama. De paso, trató de ascender los picos de la comarca. No pudo llegar a la cumbre del Nevado del Cachi, pero ascendió el Volcán Antofalla y el Nevado de Chañi. En esta última cima encontró una tarjeta con las firmas ele los suecos Nordenskjold y Conde de Rosen. No teniendo a nadie que lo acompañara, tuvo que efectuar todas las ascensiones en andanzas solitarias; de vuelta del viajé se relacionó con un industrial alemán interesado en la explotación de las minas de la Puna y consiguió que este contratara al ingeniero suizo Roberto Hebling, un alpinista que escalara junto con Reichert en los Alpes y en el Cáucaso.
Las primeras vacaciones permitieron al químico alpinista una escapada a los Andes mendocinos. En ese tiempo la ascensión del Aconcagua por la expedición de Fitz Gerald, estaba aun bien viva en los círculos de montaña y Reichert deseaba repetir la famosa excursión. El primer año se conformó con una somera exploración de la zona y volvió a Buenos Aires, donde mientras tanto lo emplearon en la Dirección de Minas, Geología e Hidrología. De nuevo salió en exploración científica al desierto norteño, recorriendo con Helbling, llagado de Europa, los. Salares y páramos desérticos.
Los dos amigos eligieron como meta el Llullaillaco, pero calcularon mal las distancias y el tiempo disponible. A' Helbling se le terminaron las vacaciones y Reichert subió solo el volcán Socompa (6000 mis.) en la frontera argentino-chilena.
La licencia veraniega del 1906 juntó a Reichert y Helbling en Puente del Inca. En menos de tres días después de haber abandonado el ferrocarril Helbling realizó la tercera ascensión del Aconcagua el 31-1-1906.
A Reichert la suerte le fue adversa, pues ese mismo día se enfermó de puna y tuvo que volver desde la cota 6.500 metros. También la segunda tentativa (3-2-1906) no lo condujo a la cima.
Como Martin Conway ocho años antes, alcanzó tan solo la cresta final entre las dos cumbres, unos 100 metros bajo la punta más alta. El frío, el viento y el agotamiento vencieron al solitario ascensionista.
El resultado más inmediato de la excursión al Aconcagua, fue una firme resolución de explorar toda la región entre el Aconcagua y el Tupungato o sea una región prácticamente desconocida en esos tiempos. Favoreció la decisión el nombramiento de Reichert como profesor de la Escuela Superior de Agronomía y Veterinaria (más tarde la Facultad de Agronomía y Veterinaria), puesto que le facilitó largas vacaciones veraniegas aprovechadas a fondo para las expediciones andinas.
Cinco años se invirtieron en la investigación de la Alta Cordillera de Mendoza. Su principal significado geográfico significa el descubrimiento de una zona fuertemente englaciada con largos y amplios heleros bajo los Nevados Juncal y Plomo. Se efectuó un relevantamiento minucioso de la zona y los excelentes mapas de Helbling cuentan aun hoy entre los mejores que existen en las regiones andinas.
Como puntos salientes de la actividad andinística podemos anotar las siguientes ascensiones:
1907: Tolosa 5.370 mts. (Reichert solo), Catedral, 5.310 mts.: (Reichert y Bade); Gemelos, 5.170 mts. (Reichert y Bade).
1908: Pico Río Blanco, 5280 mts. (Reichert solo); Polleras 5.947 mts. (Reichert solo).
1909: Travesía longitudinal del ventisquero Río Plomo (Helbling solo).
1910: Nevado Plomo, 6.050 mts. (Helbling, Reichert, Bade).
1911: Nevado Juncal, 6.110 mts. (Helbling y Reichert).
1912: Tupungato, 6.650 mts. (Helbling y Reichert).
Las ascensiones de los Nevados Plomo y Juncal requirieron un empeñoso trabajo técnico en hielo, y las rutas de los primeros ascensionistas casi no fueron repetidas. Las subidas posteriores, todas efectuadas en época reciente, se llevaron a cabo por el lado chileno, donde la glaciación es mucho menos desarrollada.
Basta agregar, que el Nevado Juncal fue subido por la segunda vez en 1934, el Cerro Polleras en 1946 y el Nevado Plomo en 1950 para que se aprecie debidamente el trabajo andinístico de la pareja Reichert-Helbling.
En 1910 Reichert hizo un viaje oficial a Comodoro Rivadavia ÍChubut) relacionado con el descubrimiento de los yacimientos petrolíferos. Lo asistía el geólogo Walter Schiller, su viejo compañero de los Alpes, a quien la suerte deparó más tarde un fin montañés en el Aconcagua (1944). Durante el viaje en el barco, los dos amigos conversaron de la misteriosa cordillera patagónica, escondida en los temporales sureños y designada en los mapas con la atrayente palabra: "inexplorado".
Terminada la minuciosa investigación de los altos picachos mendocinos el interés de Reichert se volcó hacia el sur del continente.
Ya en 1910 compró un lote de selva en las orillas del Lago Todos los Santos, en Chile meridional y durante sus estadías veraniegas en ese rincón apartado dedicó su preferente atención a las montañas cercanas o sea, los volcanes que adornan el paisaje de la Suiza patagónica.
De 1910 data su primera salida al Tronador (en compañía de Helbing y Bade) la que se ahogó en las famosas lluvias sureñas.
Era como un presagio: pese a tenaces esfuerzos y numerosos regresos, nunca le será dado pisar la cumbre más alta de la región barilochense, y las tormentas y aguaceros, serán la música que acompañará sus empresas patagónicas durante el resto de su vida.
El plano original de la exploración "integral" de los Andes sureños data de 1913. Fue concebido en la biblioteca del "Instituto Darwinion", cuyo dueño el doctor Cristóbal Hicken, un botánico de mucho mérito, se asoció a las empresas de Reichert. El plano dividió la cordillera sureña en cinco distintos sectores y preveía un trabajo orgánico de varios años.
Con perseverancia que merece toda la admiración, el doctor Reichert logró realizar en un lapso de 27 años ocho expediciones conforme al plan original. Alcanzó muchos objetivos que se habían propuesto, en primer lugar objetivos científicos y exploratorios. Le quedaron negados casi todos los éxitos deportivos y sobre el horizonte del "hielo continental patagónico" una denominación forjada por él, para designar las vastas regiones heladas envueltas en eternas tormentas, brilla su silueta como la de un precursor que abrió los primeros pasos y enseñó el camino a los sucesores.
Haciendo el resumen de las ocho expediciones daremos una breve reseña de los datos históricos.
1914: Reichert, Hicken, el botánico Lucien Hauman y el pintor Juan Jorgensen, ascienden el glaciar Moreno desde el Canal de los Témpanos (brazo Sur del Lago Argentino) y el 27 de febrero Reichert y Hauman en compañía del peón chileno Rojas alcanzan el divorcio interoceánico en una depresión llamada ahora Paso Reichert (1350 mts.) a 50º30'S. El regreso feliz al último campamento de la expedición, después de haber soportado una terrible tempestad de viento blanco, nos muestra las grandes dotes que poseía el jefe de la cordada en la orientación sin visibilidad alguna, confiando tan solo al compás y al instinto natural.
1916: Reichert no tomó parte en la expedición pero la organizó. El jefe del grupo era el Dr. Lutz Witte, geólogo. Lo acompañaron: Alfredo Kolliker, químico y andinista que ya visitaba el Aconcagua, Franz Kuhn, geógrafo, y el pintor Jorgensen. Además fueron contratados cinco ayudantes. La expedición entró al hielo continental por el Valle del Túnel (al sur del Fitz Roy) y habiendo establecido siete campamentos y resistido al continuo mal tiempo, Witte y Kolliker alcanzaron el divorcio interoceánico en la cadena interior llamada Mariano Moreno (49º15'S). En este viaje se usaron los esquíes y un trineo tirado por los miembros de la expedición.
1921: Reichert, Hicken, el etnólogo Martin Gusinde, el geólogo Dr. Fritsche, el pintor Alfred Bachmann, el dibujante Martin Konopacki y cuatro peones chilenos se embarcaron en Puerto Montt y después de un largo viaje marino establecieron el campamento base en las orillas de la Laguna San Rafael (46º40'S). De ahí se progresó desde el borde del glaciar San Rafael, por su margen norteña, en el interior. Se armaron cuatro campamentos sucesivos y pese al continuo mal tiempo, Reichert (acompañado por el peón chilóte (Llan-Llan) alcanzó una elevación rocosa prominente llamada posteriormente por todas las otras expediciones "nunatak"), distante unos 28 km. del mar. De este islote pudo el 11 de febrero - el único día bueno de todo el viaje - abarcar con sus ojos la desconocida zona del hielo patagónico norteño y trazar en grandes rasgos sus características., El día después, la cordada avanzó unos kilómetros más, pero de nuevo la tormenta cubrió las heladas regiones, la visibilidad bajó a cero y los dos hombres tuvieron que volver. Las siguientes tres semanas de mal tiempo, demostraron cuan acertada fue esa resolución.
1932: En compañía del Dr. Juan J. Neumeyer e Ilse Von Renlzell, penetra Reichert hasta el fondo del valle Río Turbio (42º30'S). Este sector no pertenece al hielo patagónico, sin embargo ostenta una fuerte glaciación. La nota predominante del viaje fue la lucha con la selva patagónica.
1933: Los mismos compañeros de la excursión anterior y el botánico Dr. Arturo Donat tomaron parte de la quinta expedición patagónica de Reichert. Por el glaciar O'Higgins, al Oeste del Lago San Martín (49º), el cuarteto y el peón Manuel Alvarez se adelantaron sobre las sábanas blancas, descubriendo una cadena de montañas desconocidas que bautizaron GAEA; soportaron las acostumbradas embestidas del mal tiempo y alcanzaron el divorcio interoceánico. La falta de los esquíes imposibilitó una penetración más profunda que podría llevarlos hasta las alturas que surgen del fjord Eyre. La expedición además localizó el volcán, que más tarde fue nombrado Lautaro.
1937: Reichert, acompañado únicamente por dos peones, intentó la ascensión del Cerro Maca, una montaña prominente que se alza en la desembocadura del fjordo Aisén (45º6'S). Saliendo del sur, trató de llegar al macizo utilizando el lecho de un río y peleando con el bosque y el mal tiempo, logró alcanzar las lenguas de los glaciares.
1939: Es el de la exploración de los accesos orientales del Cerro San Valentín por Reichert, Humberto Barrera, Ilse Von Rentzell y un grupo de militares y estudiantes chilenos. Entrando por el Lago Buenos Aires y el Río León, la comitiva descubrió tres desconocidos largos glaciares y exploró las cadenas de montañas al este del hielo continental.
1940: Otra tentativa al cerro San Valentín del lado oeste. Miembros de la expedición: Reichert, Pablo y Walter Ihl, Erns Hoffmann y August Grosse. Con mucho trajín se estableció el campamento IV en el "nunatak" y de esta base se efectuaron varias penetraciones al interior del altiplano. El 14/3 Hoffmann y Walter Ihl cruzaron la planicie helada y llegaron hasta la depresión en las montañas orientales (la cadena principal del Valentín), de donde cae una cascada de hielo al Lago Fiero.
En esta última expedición Reichert tenía cumplidos sesenta y dos años. Sus grandes empresas tenían, por lo tanto, forzosamente que terminar. En cerros y montañas cercanas a su finca de Cayote (Lago Todos los Santos) o al alcance de Santiago, aún continuaba sus ascensiones, esquiaba y caminaba. Su pasión andariega no terminó sino con su muerte (1953).
Al historiador ahora le corresponde juzgar el conjunto de actuaciones de esta singular personalidad.
No fueron tan solo las ascensiones - ya de por si memorables y fundamentales - que proporcionaron al doctor Federico Reichert el apodo meritísimo de "padre del andinismo" Helbling probablemente era un alpinista técnicamente más capaz y además toda la cartografía de la región mendocina es un mérito casi exclusivo del suizo. En el Sur, muchas escaladas tentadas por Reichert fueron llevadas a feliz término por una nueva generación andinística. (Así Neumeyer en compañía de otros andinistas subió el Maca y el San Valentín, Hess el Puntiagudo y Claussen el Tronador). No obstante, la figura de Reichert queda única en el firmamento andino. Una vida íntegra fue dedicada a la cordillera, un espíritu fuerte, tenaz y emprendedor, acompañado por un sano criterio, actuó en forma orgánizada, acumulando una suma de trabajo que no tiene paralelo en todo el continente.
Reichert, reunió felizmente en su persona, ciertas condiciones que le hicieron posible su larga exploración andinística. Como profesor universitario mantenía una posición social que lo relacionó con el mundo intelectual de Argentina y Chile, lo que supo aprovechar para tomar contacto con los importantes factores sociales de esos dos países. Un don organizatorio indudable, lo favoreció en la preparación de largas y costosas empresas, las que le hubiera sido imposible realizar con sus propios medios. No lo asustaron dificultades y no lo desalentaron los fracasos. Se rodeó de nuevos compañeros cuando no pudo ir adelante con sus viejos amigos y se asoció con nuevas organizaciones cuando los favorecedores anteriores no tenían más interés en apoyar sus planes. El mismo, quedó siempre fiel a sus objetivos y a sus fines.
Las ascensiones que hizo Reichert, se encuadraron casi siempre en un plan explorativo y pocas veces obedecieron a una pura necesidad de placer individual. Terminada una empresa se proporcionaron resultados y datos, al público interesado en estos problemas. Numerosas conferencias, artículos en revistas científicas o alpinísticas crearon el ambiente y despertaron el interés en las cuestiones andinísticas. Excelentes publicaciones monográficas dejaron a la posteridad un legado que los andinistas de los dos lados de la cordillera saben apreciar. Puedo mencionar la obra minuciosa y detallada: "La exploración de la Alta Cordillera de Mendoza" (1929) y sus memorias escritas en alemán con su magnífico y brillante estilo: "En la cima de la montaña y de la vida" (Auf Berges und Lebenhohe). Los dos últimos volúmenes, aun esperan su edición castellana que los haga accesible a todos los montañeses de los países que fueron para Reichert su segunda patria y a los cuales dedicó con gran fervor y entusiasmo toda su vida.
Dr. Federico Reichert (1878 - 1953)
- Por Ing. Agr. Rodolfo G. Frank, Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria -
Reichert tuvo dos pasiones en su vida: una, el andinismo y la investigación y enseñanza de la química analítica, especialmente en su parte agrícola, aunque con amplia capacidad para todas sus ramas; tan es así que los primeros estudios que lo hicieron conocer, versaron sobre los boratos de la puna de Atacama, que estudió sobre el lugar, y petróleos de Comodoro Rivadavia; la otra pasión fue nuestra cordillera de los Andes, que recorrió desde el norte, en el límite nuestro con Bolivia y Chile, hasta los confines patagónicos" nos dice el Dr. Daniel Inchausti.
Federico Reichert nació en Schwäbisch Hall, Alemania, el 3 de noviembre de 1878, siendo su padre Julius Reichert, comerciante, y su madre Sofie Mergenthaler, hija de un maestro peletero. Perdió a sus padres a edad relativamente temprana: primero falleció su padre y cuando tenía 17 años perdió a su madre. Hizo estudios en un instituto técnico en Chemnitz y en 1898 ingresó en la universidad de Estrasburgo (Alsacia era, en aquel entonces, parte de Alemania) donde se doctoró en química en 1902. A fines de ese año pasó por Estrasburgo el Dr. Rodolfo Hauthal, geólogo alemán residente en Argentina, comisionado por el gobierno argentino para contratar un químico con conocimiento de minas y geología. Esta posibilidad despertó gran interés en Reichert.
"Yo me aferré a las faldas de la levita de aquel `viejo’ y le supliqué en todos los tonos que intercediera a mi favor" escribe Reichert. Hauthal recomendó su contratación, propuesta que fue aceptada. Antes de embarcarse para nuestro país, Reichert se casó con su prometida Anna Bade y juntos viajaron a Buenos Aires donde arribaron en mayo de 1904.
En sus primeros días en la Argentina se entrevistó con Francisco Moreno (el Perito Moreno), con el Dr. Santiago Roth, suegro de Hauthal y conocido estudioso de la geología que lo presentó al subsecretario del ministro Wenceslao Escalante, el Dr. Carlos Ibarguren, quién a su vez lo presentó al Ministro Escalante, al Dr. Pedro N. Arata y al banquero Ernesto Tornquist, para quien tenía una carta de presentación de su sobrino Alexander Tornquist, su ex profesor de geología en Estrasburgo.
Poco tiempo después se le encomendó a Reichert la exploración de las borateras en la Puna de Atacama, misión que lo entusiasmó, no sólo desde el punto de vista profesional sino también como ferviente andinista, deporte que había practicado con dedicación en Europa.
Después de algún tiempo en que tuvo tareas de rutina en el laboratorio de química del Ministerio de Agricultura, fue citado en 1906 por el subsecretario Ibarguren quién le ofreció el cargo de profesor de química agrícola y analítica en el recientemente fundado Instituto Superior de Agronomía y Veterinaria.
Después de algunas dudas (Reichert aun no dominaba suficientemente el castellano como para dictar clases y por otra parte tenía un contrato con el gobierno que no contemplaba tareas de enseñanza) y de entrevistarse con Arata, aceptó el ofrecimiento.
Su primer contacto con lo que posteriormente fuera la Facultad de Agronomía y Veterinaria, después de tomar el tren en Chacarita y descender en la "Parada Agronomía", lo describe así: Un pequeño apeadero cubierto por techo de chapas de cinc onduladas, señalaba la periferia de aquel punto donde se impartían enseñanzas sobre temas de agricultura y ganadería. Para llegar a destino había que atravesar un buen trecho lleno de barro, que no desaparecía sino cuando uno llegaba a la puerta de un edificio de un piso que contaba con dos alas, una de ellas para sede de las autoridades y despacho del Rector. Yo no podría negar que al dar mis primeros pasos por aquel lugar con apariencia de claustro sentí un tanto apagado mi entusiasmo. Bastaba con la primer mirada para darse cuenta de que allí reinaban todavía condiciones caóticas. En el despacho había media docena o más de profesores, todos los cuales gesticulaban y discutían con el Rector, mientras jóvenes estudiantes iban y venían como hormigas desorientadas. Como por entonces no se contaba con otras instalaciones, las actividades principales se desarrollaban en aquel esbozo de pabellón. Había allí una biblioteca, un cuarto para el Rector y su secretario y también una sala de espera para el cuerpo docente, un aula para las clases, un cuarto de aparatos y un local destinado para el laboratorio. Eso era todo.
Comenzó así el Dr. Reichert sus actividades como profesor, que no dejaría hasta su jubilación en 1936. Entre sus investigaciones se destacan el estudio de la radioactividad de las aguas subterráneas de la provincia de Buenos Aires, la actividad de las hojas de Digitalis purpurea (colaborando con el Dr. Bernardo Houssay, por entonces profesor de la Facultad), el análisis de aguas de la región de Bell Ville para determinar su contenido de arsénico y el método para eliminarlo, procedimiento adoptado luego por Obras Sanitarias de la Nación, el estudio -sugerido por el decano Cárcano de las plantas forrajeras del país, en colaboración con los profesores Hauman, Parodi y Martinoli, donde Reichert investigó su composición química. Poco sabido es que en su laboratorio de la Facultad se analizó por primera vez en 1910, a pedido del Ministerio de Agricultura, de quien dependía la Dirección Gral. de Minas, Geología e Hidrología, el gas natural que emanaba de los yacimientos petrolíferos de Comodoro Rivadavia, lugar al cual se trasladó Reichert acompañado por el geólogo Walter Schiller para tomar las muestras. Muchos años después, transportado por gasoductos, este gas era utilizado en buena parte de la Argentina.
Mientras durante el año académico Reichert desarrollaba sus tareas en la Facultad, durante las vacaciones se dedicaba a su actividad favorita, el alpinismo. Para él no fue solamente un deporte, sino una seria y científica exploración geográfica de lugares aun desconocidos en su época.
Fue socio fundador de la Sociedad Argentina de Estudios Geográficos GAEA. Especial dedicación le deparó a los Andes patagónicos: a su iniciativa y entusiasta participación se debe la exploración de los hielos continentales patagónicos. Los resultados de sus reiteradas expediciones patagónicas lo llevaron a publicar, en colaboración, el libro "Patagonia". Por otra parte, adquirió una propiedad en Cayutué, situada a orillas del brazo meridional del Lago de Todos los Santos, en Chile, no muy lejos, en línea recta, del lago Nahuel Huapí. El Cerro Reichert, sobre el límite argentino-chileno, junto al Paso de las Pircas, recuerda su nombre.
El Dr. Dankert, que fue su colaborador en la cátedra, dice de Reichert "hicimos siempre muy buenas migas”, por cuanto me agradó su modo de ser franco y campechano, su sencillez y afabilidad y su franqueza para decir las cosas. Y agrega que "la vida del Dr. Reichert no mostraba el menor carácter de sedentaria. Era infaltable en sus tareas diarias y nunca recuerdo, en los años que trabajé directamente junto a él (desde 1913 hasta 1918) o después, cuando nos encontrábamos casi diariamente en la Facultad, haberlo visto enfermo. En esas, sus horas de actividad oficial, era raro que se detuviera a conversar o a charlar, como tanto nos gusta a nosotros; o estaba dictando sus clases o estaba en el laboratorio haciendo sus investigaciones. (...) la cordialidad y la jovialidad de Reichert eran inolvidables. Jamás mostró el menor empaque ni la intención de marcar una diferencia entre él y sus discípulos, como tampoco lo hacía con sus subordinados, por exigente que fuera para esperar que cada cual cumpliera con su tarea".
Federico Reichert fue honrado por la Universidad en 1928 con el título de Doctor honoris causa. La Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria lo designó miembro de número en 1933. Sus últimos años los pasó en su finca "Eden Hall" (nombre que recuerda su ciudad natal) en Cayueté, donde falleció el 2 de junio de 1953. Años después, la Academia publicó la traducción de su libro "En la cima de las montañas y de la vida", editado originariamente en alemán.
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