Por Jorge González de su libro “Ecos de la Montaña”
Cesarino Fava (1921/2008)
Hace 30 años, iba en un Citroen rumbo a Marcos Paz. Iba a la casa de Cesarino Fava, donde tenía su pequeña finca y su criadero de pollos. Era un día de sol de febrero. Creo acordarme que yo estaba libre y feliz, que me parece que son la misma cosa. Iba al encuentro de quien había regresado hacía pocos días de la Patagonia y con Bruno de Dona había logrado el Fitz Roy por la vía Californiana con 58 años...
Una bolsa de duvet y un saco improvisan dos mullidos asientos para Pablo (Cavagnero) y para mí. Cristina (Le Mehaute) y Edgardo (Porcellana) van adelante. Abrimos el techo del Citroen y con todo el calor de febrero encima de nosotros, partimos cerca del mediodía del domingo para Marcos Paz. Llevamos una cámara que cargamos con blanco y negro y un grabador. Leo en voz alta las indicaciones que me dio Cesarino para llegar hasta su casa y se nos dibuja una sonrisa ancha por la ocurrencia de imaginamos en un equipo móvi1 en misión periodística. Nos lleva la intención de encontramos con el hombre. En su lugar, en su vida de todos los días. Cesarino Fava logró esta temporada la ascensión al Fitz Roy por la vía Califoniana.
Significa muchas cosas haberlo logrado. Para nosotros es un gran mérito personal y por sobre todas las cosas, un ejemplo, una ratificación de lo que puede un espíritu por encima de sus cronológicos 58 años. El último tramo por una callecita de tierra y los criaderos que quedan a nuestra izquierda nos aseguran que hemos llegado. Hay espacio, hay verde, hay flores en los canteros que bordean la casa, un quincho, una pileta; al fondo y Cesarino en todo eso con su primera expresión “Má... pensé que se habían perdido”.
Almorzamos y nos ocupamos del vino inmediatamente. No hubo tiempo para el grabador y Pablo apenas hizo algunos primeros planos en forma rápida para no perder detalle de la charla. Fueron muchas horas de hablar de montaña y a cada momento Cesarino Fava agrega sus particulares giros idiomáticos por demás expresivos y repite “Soy contento de que hayan venido”. Nos cuenta que hace 26 años que llegó a la Argentina. Su finca de Marcos Paz es muy apacible y afable y la habita hace ya doce años. Allí encuentra el habitat apropiado para el silencio y momentos de tranquilidad. Nos dice que hablar de cómo se encontró dedicado a la crianza de pollos es una historia muy larga. Son animales que en poco tiempo se desarrollan extraordinariamente y no están preparados para tantas pestes que los atacan, por lo demás, él evita en lo posible tener que ser el encargado de matarlos para la parrilla.
Lo acompañan sus dos hijos menores que hablan italiano con una dulzura, que nos hacen mirarnos y sonreír. Lucas y Andrea. Piensa que es importante que puedan tener acceso a otras cosas pero con gusto nos dice que aquí tienen lugar para correr a los cuatro vientos. Charlamos de ecología, del problema del descontrol en el uso de la tecnología, de la falta de conciencia de quienes alteran los paisajes naturales, de la ciudad, de la montaña. Cesarino acepta el progreso, pero critica la contaminación de los lagos, el establecimiento de enormes industrias que modifican la belleza de los lugares vírgenes, la tala indiscriminada de los árboles milenarios del Sur. Y sobre todo, lo altera bastante el pensar que “es producto de fabulosos intereses económicos y se puede luchar para detenerlo”. Ha hecho más de cuarenta ascensiones en los Alpes.
Le hablamos de la mentalidad actual de C.A.B.A. y nos dice que le alegra pensar que se intenta rescatar al hombre antes que al alpinista, y que se declare abierto. “Realmente me gustaría ver ese cambio y pienso que un modo concreto de llevarlo a cabo es que en la próxima expedición al Nepal se lleve a dos muchachos bien elegidos por sus condiciones humanas aunque no tengan extraordinarios antecedentes técnicos, aunque sea sólo a dos, pero sería fundamental”.
Le digo que suponemos que al haber logrado el Fitz Roy en una buena técnica alpina, se debe sentir reconfortado entre otras cosas, porque reivindica los valores que se dejaban atrás en lo que él llamó «la involución del alpinismo». Nos dice que sí, que realmente “el alpinismo hace dos o tres años estaba en una involución, hicieron rutas en los Alpes con aparejos instalados para subir material, no hay lucha, eso no es ir a escalar”.
Cierra la boca y con los labios tirados para atrás, mueve la cabeza al mismo tiempo que las manos, buscando una palabra justa que describa la preocupación que le traen estos temas. “La seguridad es muy importante y Uds. en los cursos tienen que insistir con eso, sobre todo en el hielo. En los cursos es importante que enseñen a no caerse”.
Seguimos hablando de Montaña y de sus principales cultores, los hombres, los ideales, la técnica. “En el Fitz Roy vi que estos italianos son buenos escaladores. Bruno de Donna es el mejor de las Dolomitas aunque su nombre no sea famoso. Subimos todos a la cumbre. Yo iba de segundo con Bruno de Donna para compensar las cordadas, sin ningún virtuosismo porque vivo 11 meses sin hacer nada y en el Fitz Roy un quinto grado es un quinto grado. La vía californiana es más alpinismo que la vía de Ferrari que es todo artificial. Bruno está para hacer el “pilastro”, otras cosas no lo permitieron. Por supuesto que estoy contento de haber hecho el Fitz Roy, porque es una montaña que no se hace todos los días. Además yo estuve muchas veces en montaña y no siempre llegué a la cumbre. Algunos me consideraban el fracasado o el eterno segundo, por eso si la mentalidad del Club es la que Uds. dicen, entonces tienen que dedicarle más de una página a una expedición que no llega a la cumbre y no llamar fracaso a un intento. Son muchos los motivos por los que a veces no se llega a la cumbre”.
Escuchamos con atención toda la experiencia que Cesarino vuelca en sus palabras. Contando que trabajan con soga doble y una tercera para subir con jumar y ganar tiempo, diciendo que ponían todos los clavos posibles para seguridad, de que no usaban muchas nueces, en fin, detalles de interés intercalados con su permanente inquietud de detenerse en el ser humano, en la convivencia que permite la montaña, en el hombre, en la actitud de sacrificio que a veces es necesaria aunque cueste la cumbre.
Ciao Cesarino!!
Ese Cesarino Fava integrante de la polémica expedición de Cesare Maestri y Tony Egger al Cerro Torre en 1959, el que me había inspirado con su directa a la pared Norte del Chañi a viajar al altiplano para intentar repetir esa vía y terminar viviendo un experiencia y conociendo una región que tanto significarían en mi visión de la montaña. A la distancia, sin conocerlo, sentía admiración y puntos en común con Cesarino Fava. Y el encuentro y la relación que nació entonces, no hizo más que confirmarlo. En su lugar, donde vivía desde 1966, había verde, aire puro, flores en los canteros, dos gurrumines correteando; vino y sonrisas. Todo lo demás fue charlar muchas horas de montaña. En aquel tiempo de mis comienzos, todo era descubrir: transitaba un estado de exaltación general por los relatos sobre regiones y montañas indómitas, nos invadía el sentimiento de románticas aventuras...
Y Cesarino Fava, dejaba correr los recuerdos, nos mostraba su pasión y su ética, nos contagiaba su fuerza, nos hacía pensar que teníamos por delante mucho tiempo. Había hecho más de cuarenta ascensiones en los Alpes y declaraba su admiración a hombres como Shipton preparando sus expediciones al Himalaya con tan pocas cosas:
"Un poco de harina, un poco de té y allí existía la lucha" enfatizando que "...para llegar al objetivo, es necesaria esa lucha; algo que le dé sentido".
Criticaba a la gente "acondicionada", a los profesionales de la montaña, a los que no tienen motivaciones humanas para llegar a ella.
"La gente acondicionada puede en todo caso, valer solo porque técnicamente son buenos. No deberían existir acondicionamientos; la montaña es ante todo, una búsqueda de libertad".
Había nacido en 1921 y crecido en la región italiana de Trentino. Era el segundo de diez hermanos y como consecuencia del servicio que prestó durante cinco años en un carguero que cruzaba el océano hasta Buenos Aires, llegó a nuestro país a comienzos del '50. Alrededor de 1966 se afinca en este sitio pacífico y afable en Marcos Paz. Estos son sus recuerdos:
"En 1952 fui por primera vez al Aconcagua, por la Ruta Norte, éramos cuatro, todos italianos. Yo tuve que bajar a un oficial argentino de apellido Martínez y no hicimos la cumbre. En los Alpes nunca había visto cosas así, la mente la tenía lúcida, pero las piernas no me sostenían. Un compañero mío deliraba bastante por la altura y cuando se recuperó, no se acordaba de nada. Yo hasta entonces no creía que estas cosas pasaban.
En 1953 vuelvo al Aconcagua y de la cumbre tengo que bajar a un norteamericano. Esta es una historia muy larga que me costó los dedos de los pies por un congelamiento. En 1954 hago en solitaria la primera ascensión de la pared Oeste del Cuerno (5500 m) después que me amputaron los pies. Me pasó de todo. Al bajar me equivoqué y me di cuenta que estaba en el medio de un serac. Puse un clavo para bajar por el labio de una grieta, cruzarla y subir por el otro lado. Se me cayó la soga y no sabía si tirarme o no porque tenía miedo de que el puente no me aguantara. Volví a subir y decidí que había hecho bastante por ese día. Dormí allí a la intemperie y al día siguiente improvisé una soga con la bolsa de vivac que corté en tiras y la enganché al clavo con las correas de los grampones que reemplacé con una venda. Finalmente llegué caminando a Puente del Inca porque el Jeep que me apuré para alcanzar era manejado por un tipo que cuando me vio se fue bastante asustado. Al bajar, le dije al Tte. Butti que había llegado a la cumbre y noté que su trato era frio. Después le regalé un banderín de los chilenos que había sacado de la cumbre y entonces me pidió disculpas porque no me había creído y me abrazó muy emocionado. Me despidieron con un piquete de honor ese día".
"En la temporada 1957/58 vamos por primer a vez al Torre. Fue una expedición trentina que organicé estando en Italia el año anterior. Hicimos el Grande, EI Hombre Sentado y el Doblado. Todas primeras ascensiones. Al año siguiente volví con Maestri, Egger, Spikerman, los hermanos Dalbagni y Angelo Vincittorio al Torre. En 1960 vuelvo al Torre para ver si encontraba el cuerpo de Tony Egger. Me acompañaron Spikerman, Vincittorio, Mordini y Bozzini, estos dos del Club Andino Tucumán. Repetimos el Solo, el Techado Negro y el Mojón Rojo y pusimos una placa al pie del Torre en recuerdo de Tony. Con Menguelle y “Pipo” Frassón vamos en el '61 al Nevado del Chañi y hacemos la primera ascensión de la cumbre Norte. Disfruté mucho. Roca buena, segundo, tercer grado, pasos de cuarto, muy aérea y la gente del Norte es extraordinariamente buena. Me gustaría volver allá.
En el '65 voy al Moyano por primera vez y no hacemos cumbre. Barozzi, Guillermo Spuey y yo. Hacemos el Cerro Perro Negro. En el '65 vamos Fausto Barozzi, A. Menguele y A. Aristarain al Pier Giorgio. Tenemos que bajar en medio de una tormenta fuerte, de las buenas y nos quedaban 60 m de extraplomo para la cumbre. Fue dramático. Se vino la tormenta y ahí perdimos el Pier Giorgio. Al otro año voy a la pared sur del Mercedario, hicimos una ruta directa y no llegamos a la cumbre. Después los japoneses sortearon el aglomerado vertical e hicieron la primera ascensión. Con Beorchia, Fausto Barozzi y De la Vega fui al Cerro Tambillo en San Juan en 1969. Tiene 6000 m y creíamos que era la primera ascensión, cuando llegamos arriba encontramos una pirca y un poncho incaico. También había un mortero y otras cosas que dejamos en el museo de la provincia".
La historia de Cesarino Fava con el Cerro Torre no se acaba en1959. Once años más tarde volvió a acompañar a Maestri al pie de la montaña. Fue cuando en diciembre de 1970, Maestri logra completar su segunda vía al Torre, por la cara Sureste. Una ascensión que también sería discutida ya que los pitones de expansión utilizados por el italiano concluyen a escasos metros de donde abandona el compresor que ha empleado para burilar el granito a poca distancia del hielo del hongo somital. Según su versión, llega a la cumbre y rompe al rapelear los últimos anclajes. Desde entonces, esta "Vía del Compresor", también tendría sus detractores. Años más tarde, en la sede de la Administración de Parques Nacionales, Cesarino disertó al respecto con un título muy sugestivo "La involución del alpinismo". Asistí a escucharla:
"Cuando digo que no me gusta el motocompresor lo digo porque eso es involución. No lo hago con el argumento de una retórica inglesa de Dickinson de que se está vejando la pared sino porque no tiene sentido llevar monóxido de carbono al Torre. EI motocompresor no sirve porque nos ata al medio en el que vivimos la mayor parte del año, a la mezcla, las bujías, la máquina. Cuando se lo subió 800 m de pared y se 1o probó para ponerlo en marcha, yo me iba a tirar en rappel por una soga doble para bajar al otro campamento. Puse un prusik a la soga y sentí que la cuerda me tiró un poco, el prusik quedó más abajo y agaché el cuerpo tirando el brazo para levantarlo. Ahí vi que tenía las dos colas de la soga en la mano. No me maté porque no era mi hora. La soga pasaba por debajo del motocompresor y el caño de escape la recalentó y la cortó. ¿Cómo querés que hable del motocompresor? Con Cesare nos queríamos como hermanos, después el escribió algunas cosas que ofendieron al círculo Trentino y quizá entienda porque, quien influyó, pero me distancie totalmente..."
Muchos años después, hubo un comentado reencuentro de Maestri y Fava en un refugio de las Dolomitas que, con un abrazo, dejo rencores atrás.
De manera irregular nos encontrábamos a charlar. La salamandra prendida, una canasta de nueces en la mesa, licor, invierno. Hablar de aquella región de belleza salvaje, la Patagonia, de la libertad de aquellos confines, de su dureza. Me gustaba oírlo, ver como cerraba la boca y con los labios tirados para atrás, movía la cabeza al mismo tiempo que las manos buscando la palabra justa y ese agregado "Ma...ai capito?". Tengo ante mis ojos, una de sus pocas cartas. Está fechada en Marcos Paz, el 15 de noviembre de 1989 y dice:
“Caro Giorgio, lamentablemente no tengo el don de la facilidad de expresión. Si por ejemplo escucho el Ave Maria de Schubert o Gounod, o una sinfonía de Beethoven o Bach me emociono hasta las lágrimas. Si me preguntás el por que, con toda sinceridad no sabría que contestarte... Tu carta me ha hecho sentir la misma emoción. Tal vez sea que este sensible recuerdo tuyo constituya, en cierto modo, tu consentimiento a mi manera de interpretar o practicar el alpinismo y esto es muy importante para mi, que en el irreversible proceso de la vida, me estoy ya acercando al clásico clavo donde se cuelgan los botines, piqueta, proyectos y sueños. O bien sea, más simplemente, el encuentro de dos espíritus que en un mundo que va en ruina, siguen creyendo en su ideal: la montaña...”
En 1999 apareció su libro "Patagonia, terra di sogni infrantti" que leí en Chaltén al año siguiente. Habían pasado los años... Aquella pequeñita de nombre Andrea que tiraba de sus pantalones y le decía "!Pa, pa, me da un po di soldi per comprare un po' di gelato!" ahora era toda una mujer esposa de Horacio Codo, detrás de la barra y dando despacho a una pizza. El otro piccolo bambino César, convertido en hombre y viviendo en Chaitén... La noticia me llegó hace pocos días:
"A finales de abril, exactamente el día 22, el alpinista italiano Cesarino Fava, falleció en la villa transalpina de Male, dejando tras de sí una huella imborrable en el alpinismo italiano y sudamericano. Siempre fue definido como encantador, vital y pasional por sus amigos y compañeros de cordada."
Adio, caro amici, ci vediamo!
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