El autor nació en Rosario, provincia de Santa Fe y pasó su niñez en las Sierras Chicas de Córdoba. Es abogado y guía de montaña, autor de centenares de trabajos y publicaciones sobre montañismo entre ellos el libro ”Los Hielos Olvidados” utilizado en varias escuelas de guías de Argentina.
Participó en aspectos formativos, institucionales y legales de la actividad con la visión de que el ambiente natural resulta un medio para formar mejores personas.
Los enormes espacios andinos le recompensaron su preferencia por zonas poco recorridas pudiendo así subir cantidad de montañas que permanecían sin ascensos o labrar nuevas vías para escalarlas.
LIBRO: ANDINISTAS En los Ojos del Salado
AUTOR: Glauco Muratti
EDITORIAL: Autoedición
IMPRESIÓN: Fervil impresos
AÑO: 2024
FORMATO: 15 cm x 21 cm
PAGINAS: 384
IMÁGENES: 176 fotografías y 11 mapas
IDIOMA: Castellano
El libro ANDINISTAS En los Ojos del salado, es fruto de treinta años recorriendo la alta montaña de Catamarca.
“…En la frontera de dos tiempos: aunque la masificación había comenzado, seguíamos disfrutando de un ignorado paraíso de soledad, se nos reservaba un paisaje virgen donde solo encontrábamos huellas de antiguas caravanas, culturas previas o cazadores de la edad de piedra…”
En esta obra se encuentra el relato del ascenso de montañas y vías que todavía no se han repetido o resultan apenas frecuentadas. La humanidad de los andinistas, sus temores y dudas, cálculos y errores, certezas y accidentes en la eterna pregunta sobre el derecho a exponer la salud en una actividad riesgosa. La relación con los compañeros, la eterna falta de espacio, la frontera entre lo incómodo y lo peligroso, el minimalismo y la necesidad de ahorrar peso y su precio. La escasa posibilidad de solucionar problemas en terreno agreste, la resignación, el aburrimiento y también el miedo.
Si el lector desea indagar, en otro plano se expone abundante información con la que el autor contó para redactar el libro del modo en que lo hizo : tratados de límites, antiguos mapas, cuentos, libros y canciones sumergidos en el árido paisaje de la alta montaña.
Las cuestiones geográficas, geológicas y arqueológicas, el valor de alturas, abras y vegas, la comprensión del modo en que los volcanes han trabajado el paisaje.
Los problemas actuales: quienes pretendieron dar nombre a montañas que apenas habían visto, quienes reivindican simples repeticiones como ”primeros ascensos”; la disputa sobre el concepto de ”montaña” y los infructuosos esfuerzos para imponer puntos de vista; el riesgoso error de confundir el concepto de dificultad con dificultad técnica, las limitaciones de las escalas de dificultad de la UIAA a la hora de describir los problemas de este tipo de montañas, los abusos en el concepto de ”montaña segura”.
Se menciona a los personajes o instituciones que han nutrido e inspirado el texto: Walther Penck, Griselda Moreno, Witold Paryski, Christian Vitry, Amé Gorret, Peter Boardman, Damián Santos, Claudio Fernando Bravo, Paty Altamirano, Sevi Bohorquez, Hector Cuiñas, Everhard Jurgalsky, Camilo Rada, Vicente Cichitti, Cirilo Urriche, Kurt Diemberger, Alberto Angeleri, Justin Wojsznis, Jean Szcepanski, Jack London, Atahualpa Yupanqui, Jürgen Luders, el Club Alpino Varsovia, la Asociación Tucumana de Andinismo y el Instituto Geográfico Militar, Evelio Echevarría, Hector Vieytes, Arkaitz Ibarra, Sebastián Urquía, J.E. Flecker, Lucio V. Mansilla, Jorge Gonzalez, Orlando Bravo, Herbert Barmasse, Gastón Rebuffat, José San Román, Lars Sundt, entre otros.
Inspirados en lo que Flecker escribió en su poesía ”...Somos peregrinos, maestro, siempre iremos aún más lejos, acaso hasta la última montaña azul coronada de nieve…”
Cerro Tres Cruces- El último valle.
“...Jamás he visto algo tan imponente en el mundo…” -(Walther Penck)
La mayor parte de las montañas altas de América, son volcanes. Elevándose aislados en la frontera argentino-chilena forman parte de uno de los límites fundamentales del planeta, el Cinturón de Fuego del Pacífico, cuarenta mil exuberantes kilómetros de terremotos y erupciones.
Aunque el círculo-generado por el encuentro de placas teutónicas-se extiende por todo el Oeste de América y el Este de Asia, en ninguna parte los volcanes alcanzan la altitud de Los Andes. Eventos geológicos extraordinarios los han concentrado en una zona compartida entre las regiones de Catamarca, La Rioja y Atacama.
Terminado el siglo XX, este sector seguía ignorado por la mayoría de los andinistas argentinos, quienes, tal vez prisioneros de la visión alpina, habían prestado poca atención al agreste paraíso de altitud que tenían al alcance de la mano.
El alpinismo europeo evolucionó en montañas que se levantan en valles poblados desde hace siglos. Frecuentemente, los alpinistas del siglo XIX- en esos años adinerados aristócratas que contrataban baqueanos locales-empezaban a caminar desde pintorescos pueblos al pie de los cerros : todavía en la localidad suiza de Zermatt funciona el hotel Monte Rosa. Desde allí, el 12 de julio de 1865 partió Edward Whymper para subir por primera vez el legendario Monte Matterhorn-Cervino, a horas del hospedaje.
En Los Alpes, las carpas son raramente empleadas, a veces, el escalador ni siquiera acarrea una bolsa de dormir porque en los refugios se le provee abrigo. Los ascensos pueden quedar reducidos a una contienda con terrenos empinados. lo patentizan escalas de dificultad que ponen acento en el grado técnico.
Por el contrario, los andinistas disfrutamos resolviendo una situación diferente. No es bien comprendido pero la distancia es una forma de dificultad. En Los Andes, uno de los mayores desafíos es acercarse a los cerros, la escala cambia y la caminata no se mide en horas, como en Europa, sino en días.
Los espacios no sólo demandan esfuerzos, obligan a ahorrar peso restringiendo comodidades y seguridades, en una emergencia complican la retirada.
Ya no opera aquello de, lo que abunda no daña. Muchas veces la solución no pasa por tener, sino por carecer : la ética la impone la montaña y la excursión toma su propia estética minimalista.
Nuestro turno llegó antes de nacer, entre olvidos pasados y cambios por venir. Sin saberlo transitábamos la orilla de los tiempos, la exploración estaba dando lugar a la masificación.
En 1951, el legendario explorador tucumano, el topógrafo Enrique Würschmidt, hizo una foto donde aparecía imponente la faz Sur del Cerro Tres Cruces.
Tres décadas después, El Club Andino Tucumán la publicó en uno de sus Boletines y la imagen -vieja y desteñida- llegó a nuestras manos. Más que la montaña o su cara Sur, empezó a atraparnos la idea de llegar al sitio de la foto y si era posible, subir la maravilla que se veía detrás…”
A comienzos del siglo XX, el gobierno argentino contrató a Walther Penck, para relevamientos topográficos, geográficos y geológicos. Se requería un sabio que pudiera interpretar el paisaje, un amante de las montañas que no desmayara ante la adversidad y la energía de la juventud para recorrer esa inmensidad. Como relata Griselda Moreno en su nota “ El kaiser de Los Andes, Penck reunía todas las condiciones…”
En la campaña 1912/ 1913, Penck traspasó la Cordillera hacia Chile por el ancestral portezuelo de Los Patos. En su diario habla de la hermosa montaña situada al Norte de Tres Quebradas “...jamás he visto algo tan imponente en el mundo…” dice pasmado el sabio.
“...En 1951, se produjo un hecho curioso que ilustra las condiciones en que se realizaban las expediciones en aquel entonces, el episodio de “ la montaña equivocada”. Desde Jujuy, Guillermo Poma y Francisco Solana Quintana subieron por el Río del Cazadero, traspasaron El Portillo y remontaron el Río Salado en busca del Cerro Ojos del Salado.
No tenían dudas.¡Tenía que ser ese imponente nevado que cerraba el valle!. De noche, consideraron llegar a la cima y regresaron triunfantes, el diario La Gaceta de Tucumán tituló sin dudarlo: Hazaña. Pero de inmediato, Orlando Bravo observó el error : la montaña de las fotos era el Cerro Tres Cruces.
El tiempo pasó y el Tres Cruces siguió casi ignorado. Los pocos ascensos partieron siempre del collado entre las cumbres Central y Sur.
La bella cara argentina, aquella de la foto de Würschmidt, siguió sin ser recorrida…”
“...En un largo retorno. A duras penas podemos ascender la quebrada, 7 de enero, nos perdemos otra vez en el Campo Negro.
Me llevo para mí una última vista del Cerro Tres Quebradas.
Se multiplican los problemas mecánicos, hay que desviarse y detenerse una decena de veces recolectando los depósitos que habíamos dejado a la ida. Más adelante volvemos a quedar atascados en la arena…"
"… Dos días más tarde estamos en Fiambalá.
Todo parece terminado.
Pero es al revés, la nostalgia por aquellas noches espectrales entre tormentas, soledad, arenales y la búsqueda del paso, nos harían retornar.
No nos dábamos cuenta pero habíamos abierto un camino de muchos años…"
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