Nació en el año 1957, en Valencia, municipio y una ciudad del Reino de España, capital de la provincia homónima y de la Comunidad Valenciana.
En la querida Sierra Calderona realizó su primera incursión en la montaña, a los 9 años, en una cima de poco más de 400 metros, fue el inicio de una vida dedicada a la montaña.
Contrajo matrimonio con Aurora Espacio Casanovas, de cuyo matrimonio nacieron una hija y un hijo.
Javier participó en la primera y exitosa expedición valenciana al Everest en el año 1991, aunque no estuvo en el equipo de cumbre.
También intentó varias veces el Cho Oyu, cuyos 8.201 metros, ¡por fin pisó en el año 1995!
Entre muchas otras montañas, ha escalado en Alaska, el McKinley, visitó, también, los Andes, Groenlandia y Canadá, siempre fiel a su visión romántica y clásica de la montaña.
Al mismo tiempo, su amor por la montaña y su pasión por el alpinismo lo llevó a escalar multitud de las cumbres más difíciles del mundo, consolidándose como uno de los alpinistas mejor valorados y más importantes de la Comunidad Valenciana.
El Monte Khan Tengri, lugar donde se produjo su fallecimiento, es una de las montañas más majestuosas y desafiantes de la cordillera de Tian Shan, situada en la frontera entre Kazajistán, Kirguistán y China. Con una altitud de 7.010 metros, es el segundo pico más alto de esta cordillera, después del Jengish Chokusu.
Su nombre, que significa en lengua nativa, en turco, Señor de los Espíritus, refleja la reverencia y el misterio que lo rodea y lo hace ser tan intrigante para los aficionados a este deporte.
Existen varias rutas para ascender al Khan Tengri, cada una con su propio nivel de dificultad. La ruta más popular comienza en el Campo Base Sur, en Inylchek, en Kirguistán.
Desde allí, los alpinistas deben atravesar el glaciar Inylchek y superar secciones técnicas que requieren experiencia en escalada en hielo y roca.
Otras rutas, aunque menos frecuentadas, presentan desafíos aún mayores y son consideradas extremadamente peligrosas.
Jordi Tió, en el Periódico, de Barcelona, nos hacía una descripción detallada y excelente de Javier y de sus actividades, nos decía:
"Bajo esa apariencia de explorador británico de la era victoriana emerge la figura de un montañero clásico, fiel a los principios del alpinismo más esencial.
“Una manera de entender y de vivir la montaña que seguía llevando a la práctica, a sus 67 años, incluso por encima de la evolución y masificación que ha experimentado esta disciplina en los últimos decenios, para desconsuelo de muchos. Es la manera que tuvo Javier Botella de Maglia de plasmar su particular relación con las grandes cumbres, aquellas que descubrió a los 11 años, gracias a la lectura.”
Lo decía el propio Javier:
“Los libros despertaron en mí el deseo de ser alpinista”, un sueño que quedó forjado a hierro tras leer Annapurna, primer ochomil, de Maurice Herzog y que ha podido materializar a lo largo de su larga trayectoria alpinística, plasmada ahora en su libro “Montañas que nos hicieron soñar”, de la Editorial Desnivel.
“Montañas que nos hicieron soñar es “una minuciosa descripción de las cordilleras de la Tierra desde un punto de vista vivencial”, explica este montañero valenciano y, también médico intensivista, especializado en medicina de montaña, disciplina sobre la que ha escrito varios libros junto a su mujer, Aurora Espacio, médica y montañera como él.”
Admirador de Tom George Longstaff, aventurero y médico británico (1857-1964), quien se convirtió en el primer hombre en alcanzar una cumbre de 7.000 metros, en el año 1907, en el Himalaya, Botella recordaba su primera incursión en la montaña cuando tenía 9 años, era una cima de poco más de 400 metros, en la valenciana sierra Calderona. “Fue una ascensión que afronté con el mismo espíritu que luego me llevó al Himalaya.
Una experiencia que años más tarde pudo experimentar en toda su dimensión, especialmente formando parte de la primera y exitosa expedición valenciana al Everest (1991).
Con anterioridad, en 1984, ya probó fortuna en el Gasherbrum II de 8.035 metros de altura, cumbre entre Pakistán y China y que se le resistió dos veces.
Por fin, en el año 1995, pudo saborear la sensación de pisar la cima de uno de los 14 ochomiles, situado entre Nepal y china, el Cho Oyu, de 8.201 metros de altura.
Su condición de médico le llevó a afirmar que afrontar una cima de esta altura “no es nada saludable, pero la ilusión es tan grande que hace sobreponerse al peligro, pero no obviarlo, porque lo más importante para cualquier montañero no es alcanzar la cumbre, sino regresar para contarlo si se ha logrado el objetivo o para volver a subir, si la montaña no se ha dejado".
Esa era la máxima que seguía a rajatabla Botella, que vivió esta disciplina de una forma muy peculiar:
“Puedo afirmar sin ruborizarme que en pleno siglo XXI, sigo afrontando el montañismo desde un enfoque totalmente romántico, como podía tener un alpinista del siglo XIX”.
Por eso siguió llevando con orgullo la mochila, conservada de forma impecable, que le regalaron sus padres cuando era un niño y subiendo montes con las legendarias botas Galibier de cuero que le habían llevado por todo el planeta, desde el Himalaya a los Andes, pasando por Alaska, donde alcanzó la cumbre del McKinley, por Groenlandia y también, por Canadá. Hacia donde volara para tratar de subir al Monte Logan, de 5.959 metros.
Su manera de entender el montañismo le mantuvo fiel a una tradición inherente a esta propia disciplina. “Siempre subo las montañas andando desde el último pueblo más cercano. Es algo muy personal, como también lo es hacer prevalecer la seguridad por encima de cualquier otra cosa. Mi visión de la montaña se acerca más al deseo de extasiarme ante la belleza de la naturaleza que ante la proeza deportiva, sin desmerecer para nada lo segundo”, aseguraba, convencido también de que a las cumbres “se sube más con la cabeza que gracias al físico”.
Javier, no solo fue un médico y alpinista excepcional, también colaboró incansablemente con la Federación de Deportes de Montaña y Escalada de la Comunidad Valenciana y fue miembro activo de la Sociedad Excursionista de Valencia.
Su currículum es un reflejo de su compromiso y amor por la montaña, habiendo participado en numerosas expediciones y actividades de alto nivel. Su entusiasmo y profesionalismo siempre fueron una fuente de inspiración para todos nosotros.
Como colaborador activo de la Federación, Javier desempeñó un papel crucial en el desarrollo y promoción de los deportes de montaña en nuestra región. Su dedicación y esfuerzo incansable ayudaron a fomentar una cultura de respeto y amor por la naturaleza entre los jóvenes montañeros. Su legado perdurará en cada cumbre alcanzada y en cada sendero recorrido por aquellos que tuvieron la suerte de conocerlo y aprender de él.
Jorge Juste, asesor médico de la FEMECV y miembro del Comité de Seguridad, Salud y Formación, nos relataba: “Javier, quiero recalcar, fue un referente para los profesionales de la medicina de montaña española y sobre todo valenciana. Siempre dispuesto a colaborar y fuente de sabios consejos.”
Desde joven mostró un amor profundo por la naturaleza y las alturas. Su espíritu aventurero lo llevó a explorar algunas de las cumbres más desafiantes del mundo.
Entre sus expediciones más destacadas se encuentran:
Además de sus logros en la montaña, Javier fue autor del libro “Montañas que nos hicieron soñar”, donde compartió sus experiencias y vivencias en más de 700 montañas alrededor del mundo. Este libro es un testimonio valioso de su amor por la montaña y su deseo de inspirar a otros a seguir sus pasos.
Buen conocedor de su rendimiento y profundo experto en la fisiología de montaña, empezó a no encontrarse bien en su descenso desde el Campamento 2, con dificultad respiratoria, hasta desplomarse a 150 metros del Campamento Base y no responder a las maniobras de soporte vital.
Murió la tarde del 3 de agosto de este año 2024, mientras regresaba de la ascensión al monte Khan Tengri, ubicado en la cordillera de Tian Shan en Kazajistán, según ha informado la Societat Excursionista de València.
La noticia se hizo pública a través de un mensaje que la entidad publicó en sus redes sociales:
“Javier era uno de los mejores de la historia del alpinismo valenciano, por lo que nuestra tristeza es inmensa. Desde la Societat Excursionista de València enviamos nuestro más sentido pésame y apoyo a la familia y amigos. Que descanse en paz”.
En estos momentos de reflexión, extendemos nuestras más sinceras condolencias a su familia y amigos.
La comunidad montañera pierde a un gran hombre, pero su memoria y legado vivirán en nuestros corazones y en cada aventura que emprendamos. ¡Descansa en paz, Javier!
Fue muy querido tanto dentro del hospital como en lo más alto de las montañas, Javier era un miembro activo de la comunidad, participando en múltiples conferencias y seminarios sobre medicina de emergencia y cuidados intensivos.
Era médico intensivista en el Hospital La Fe, ha conmocionado a amigos y familiares. Desde la Societat Excursionista, han querido dar las condolencias, también se ha sumado Carlos Mazón, el presidente de la Generalitat, quien en su cuenta de la red social X ha expresado:
“Javier Botella nos ha dejado mientras perseguía una nueva cima. Médico valenciano en Servicio Medicina Intensiva de La Fe y orgulloso miembro de la Societat Excursionista de Valéncia. Un fuerte abrazo a sus amigos y familiares expresando su dolor por la pérdida”.
Los primeros en expresar su dolor por la muerte del valenciano han sido sus compañeros de la UCI de la Fe, que a través de un mensaje en su perfil de la red X han querido despedirse de su compañero:
“Despedimos con gran tristeza a nuestro amigo y excepcional colega, médico intensivista excepcional y amante de las montañas... ¡Te extrañaremos profundamente!”
David Lorao, periodista y escritor, nos decía: “La comunidad alpinista y médica de Valencia se encuentra de luto por la trágica pérdida de Javier Botella de Maglia, un destacado médico intensivista y experimentado montañero.”
Javier Botella, de 67 años, era una figura respetada tanto en el ámbito de la medicina como en el alpinismo. Trabajaba como médico intensivista en el Hospital La Fe de Valencia y al mismo tiempo, su amor por la montaña lo llevó a escalar algunas de las cumbres más desafiantes del mundo, consolidándose como uno de los alpinistas más importantes de la Comunidad Valenciana. Su compromiso con el alpinismo lo llevó a involucrarse en iniciativas para promover la seguridad en la montaña.
Era miembro del Grupo de Trabajo de Emergencias en Montaña y Medio Natural de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (SEMES), donde trabajó incansablemente para mejorar las condiciones de rescate y atención médica en áreas montañosas. De hecho, la SEMES ha notificado el fallecimiento de Javier Botella a través de un comunicado oficial.
“El Grupo de Trabajo de SEMES de Emergencias en montaña y medio natural, quiere expresar sus condolencias por la pérdida del doctor Javier Botella de Maglia. Ayer, día 3 de agosto de 2024, conocíamos esta triste noticia. Javier, miembro honorífico de este grupo de trabajo desde su fundación, ha sido un gran apoyo estos años y un espejo en el que mirarnos. Los profesionales de la medicina de montaña española y sobre todo valenciana, debemos estar eternamente agradecidos por sus aportaciones y por abrirnos tantos caminos. Desde el Grupo de Trabajo de SEMES Montaña, enviamos nuestro apoyo a familia, amigos, compañeros y allegados. Descansa en paz y que la tierra te sea leve”.
Mientras que desde la República Argentina, el doctor Carlos Pesce, ex presidente de la Sociedad Argentina de Medicina de Montaña, expresaba: "Hoy debo compartirles una dura noticia. A los 67 años, nos dejó una gran persona, un excelente médico y docente, un gran escritor, montañista de raza; mientras intentaba escalar el monte Khan Tengri, de 7.010 metros, en la cordillera Tian Shan de Kazajistán, falleció Javier Botella de Maglia.
Tuve oportunidad de compartir con Javier varios espacios de capacitación en medicina de montaña, fue un orador de lujo, en el Segundo Congreso de la Sociedad Argentina de Medicina de Montaña, realizado en San Martín de los Andes, en el año 2004.
Escritor prolífico, nos deja varios libros sobre medicina de montaña y sobre montañismo, entre ellos destaco Mal de altura, prevención y tratamiento (Ed. Desnivel), que tuve oportunidad de comentar en el primer ejemplar de la revista española Cuerda Fija, donde compartimos con Javier, el consejo editorial.
Otro libro maravilloso sobre montañismo de Botella, es Gasherbrum II: Expedición “Cinc Segles” de la Universitat de València, que escaló formando parte de una expedición que celebraba los 500 años de la Universidad de Valencia. Fue sin duda el escritor más prolífico en lengua castellana sobre medicina de montaña.
Vamos a extrañar su cordialidad, sus formas, su excelente humor y su culto a nuestra lengua, que conocía como nadie y la utilizaba de forma magistral.
Querido Javier, no te hizo falta escribir un cuento escogiendo tu final, como lo hiciera Borges en el Sur, simplemente te fuiste en el sitio y el momento donde escogiste estar.
¡Adiós amigo!
La doctora María Constanza Ceruti, antropóloga y arqueóloga, ante esta sorpresiva noticia, nos decía: Conocí a Javier Botella en un congreso de medicina de montaña en San Martín de los Andes hace alrededor de veinte años. Aún recuerdo que el tema de aquella conferencia suya eran los primeros auxilios ante fulguraciones por rayos. Las exposiciones del doctor Botella eran magistrales, porque además de su perfecto manejo del idioma español y sus amplísimos conocimientos médicos, hacía un uso “quirúrgico” del humor, que facilitaba fijar los conocimientos entre quienes lo escuchábamos.
Para el caso de los fulgurados, no dudaba en recordar a los montañistas la necesidad de intervenir inmediatamente; ya que las víctimas podían haber resultado electrocutadas; pero no por ello estaban en contacto con ningún cable…
En los casos de hipotermia, que “nadie debía ser declarado muerto”, hasta que hubiese sido debidamente “recalentado” (e ilustraba, con ejemplos de personas sin hogar, halladas casi sin signos vitales por haber dormido a la intemperie en invierno, que lograban ser revividas al recuperar su temperatura basal). Pero sin lugar a dudas, las más eficaces claves llegaban de la mano de imágenes de edemas periféricos o extremidades empalidecidas por el frío, que arrancaban sonrisas en el auditorio, cuando se advertía que el “pobre paciente” al que el médico venía diagnosticando, era en realidad el mismísimo disertante, fotografiado en alguna reciente aventura de escalada.
Tengo una impagable deuda de gratitud con los vastos conocimientos del gran médico que era Javier, a quien le debo algunos consejos muy atinados, que literalmente permitieron salvar la vida de mi anciano padre ante un cuadro agudo de hiponatremia (e inclusive anticipar un cáncer que aún no le había sido diagnosticado). El doctor Botella me ayudó, además, a dar con un excelente traumatólogo quien, en medio de los angustiantes encierros del año 2020, me orientó para superar una crónica y limitante dolencia en un hombro.
De la proverbial generosidad de la familia Botella tuve inmediata prueba pocos días después de aquel congreso patagónico de medicina de altura, cuando él y su esposa, Aurora, me invitaron a acompañarlos a escalar el Villarrica, una gozosa ascensión a uno de los cráteres volcánicos activos más espectaculares de Sudamérica.
Viaje enriquecido con imborrables experiencias culturales en comunidades mapuches de la Araucanía y hasta un providencial acampe nocturno en las termas geométricas al pie del volcán. Años después, Javier y Aurora me recibieron en su preciosa casa en Valencia, camino a unas clases en la Universidad de Barcelona. Recuerdo que además sacrificaron un fin de semana manejando cientos de kilómetros hasta Francia, para que yo pudiese subir el Pico Canigó, mi primer ascenso en los Pirineos; experiencia que me motivó a continuar explorando antropológicamente aquella hermosa cadena orográfica en años subsiguientes.
Al espíritu inquieto de Javier le apasionaban los amplios horizontes, tanto en las humanidades, de las que era ávido lector, como en el plano de las exploraciones de alta montaña. Era un excelente “jefe de expedición”, atento siempre a los detalles importantes; pero a quien no distraían las vanas superficialidades. No podían importarle menos las “marcas de moda” en el equipamiento; u otras cuestiones que deforman al montañismo como una práctica insanamente costosa o competitiva. La frugalidad en su vestimenta y equipo eran un manifiesto homenaje a la austeridad de los predecesores y pioneros de este deporte, que se arreglaban como podían para alcanzar las cimas anheladas. Empleaba piolets y crampones históricos en sus escaladas y prefería la indumentaria más tradicional, que le daba un sello de escalador del siglo XX, con el que se distinguía inmediatamente de los cultores de un esteticismo elitista, que rebaja al montañismo como mera justificación de nuevas formas de consumismo o exhibicionismo.
Se definía a sí mismo como “montañero” antes que “montañista”, aunque de sus logros le merecieran enorme respeto y afecto por parte de escaladores locales, andinistas, alpinistas e himalayistas de los más avezados. Profesaba sus valores a rajatabla y solamente consideraba válidas las propias ascensiones completadas íntegramente a pie; prefiriendo, de ser posible, iniciarlas desde parajes habitados cercanos al monte de destino.
Escaló grandes montañas en todos los continentes, con enorme esfuerzo personal; prácticamente sin “sponsors” y sin descuidar sus obligaciones como médico y padre de familia. En algunas escaladas por encima de 7.000 metros, fue acompañado por su hijo. Aurora supo ser su inseparable compañera en tantas y diversas aventuras. Era motivo de profunda admiración cada vez que conversábamos por teléfono y me enteraba, por ejemplo, que acababan de regresar de una navegación en kayak por los fiordos escandinavos. Con Aurora habían remado más de doscientos kilómetros por aguas gélidas, acampando cada noche en alguna playa remota junto al mar; pero Javier, lo contaba con la naturalidad de quien regresaba de un picnic dominguero.
De los valores que Javier transmitió como padre de familia habla también su hija Ana, hoy madre de hermosos niños, quien vino a visitarme a Salta, durante un periplo que la trajo a Sudamérica al terminar sus estudios. Ciudadana del mundo, vivió en Medio Oriente y en Suiza, ya desde muy joven, estuvo seriamente comprometida con causas nobles que mejoran la calidad de vida de las personas y ayudan a preservar las bellezas de nuestro planeta.
Javier, escribió un magnífico libro en el que reunió sus memorias e impresiones de tantas ascensiones realizadas por las montañas del mundo. Me sorprendió un poco el título vanguardista elegido para tamaña obra, el cual me fue revelado por el propio autor en un email que leí algo apresuradamente. “Las montañas que me hicieron sonar”, decía. “Por un momento recordé un discurso que el gran Reinhold Messner dio alguna vez, acerca de todas aquellas montañas que no había logrado escalar por motivos diversos. Conociendo el humor del que Javier era capaz en sus conferencias, lo consideré una opción arriesgada pero válida. Poco después releí el email con más detenimiento y caí en la cuenta de mi error. “Las montañas que me hicieron SOÑAR” era el verdadero título del libro.
No es fácil encontrar palabras que reconforten a quienes han perdido inesperadamente un ser querido. Viene a mi mente la idea que cuando Dios llama a un montañista a su presencia, es como pasar de un cielo a otro sin escalas. Así elijo imaginar y recordar al querido Javier, en su último viaje a Kazajistán.
Las jóvenes generaciones de alpinistas y médicos tendrán en el legado del gran doctor Botella de Maglia, una excelente brújula para orientar sus pasos, combinando el amor por la naturaleza y el respeto que debemos a nuestros semejantes. La familia de Javier, sus colegas, sus compañeros de montaña y sus escritos dan testimonio de una vida plena de inquietudes intelectuales, realización profesional, amor por la humanidad, respeto a la montaña, compasión, dignidad, caridad, generosidad, integridad y honestidad.
Queda con nosotros el cálido recuerdo de una trayectoria de vida absolutamente ejemplar; admirable en todo sentido, y por la que estaremos y estamos, sabiamente inspirados y eternamente agradecidos.
De hecho, nos aportó y escribió sus testimonios en varios libros para divulgar la prevención de riesgos. Algunos de ellos: Mal de Altura, Prevención y Tratamiento, el año 2002, Medicina para montañeros, en el año 2008, Montañas que nos hicieron soñar. Notas de viaje por las cordilleras de la Tierra, en el año 2017, títulos publicados por la editorial especializada Desnivel.
Familia y amigos. Que descanse en paz.
También presentó, Progresos en medicina de montaña, publicación en las XVI Jornadas de Medicina y Socorro en Montaña, junto con su esposa Aurora Espacio Casanovas, en el año 2004 y Nuevos progresos en medicina de montaña, presentado en las XVII Jornadas de Medicina y Socorro en Montaña junto con su esposa Aurora Espacio Casanovas, Vicente Ferrer López, en el año 2006, entre otros más. También, escribió "Gasherbrum II, expedició - Cinc segles de la Universitat de València”, en el año 2001.
Respecto a “Montañas que nos hicieron soñar”, notas de viaje por las cordilleras de la Tierra, quien presentó este libro, nos decía sobre el mismo y su autor: “Todo aquello que no se escribe existe solo en la memoria de los que lo vivieron y muere con ellos. Esta evidencia, aunque no solo ella, fue lo que movió a Javier Botella a contar con detalle, con pasión, con fidelidad, también con humildad, su paso por las montañas del mundo.”
Por eso, este libro tiene una doble y apasionante lectura. Por un lado, el nexo geográfico de las montañas que animó al autor a ordenarlas atendiendo a su situación. Más de 700 montañas son descritas con todo lujo de detalles, continente por continente. Por otro, imposible sustraerse a la vivencia personal, a ese montañismo normal que a veces nos permite llegar, con miedo, con errores, con fracasos, y otras veces nos deja a medio camino. Por eso de esas 700 montañas, 269, desde el Aconcagua hasta la Zugspitze, desde el Everest hasta el Agri Bavnehoj, pasando por las altas rutas de los Pirineos, por Córcega y Groenlandia... están acompañadas por las vivencias compartidas del autor.
Dice Javier Botella que es éste un libro lleno de fracasos y quizás sea eso lo que más nos anime a recorrer las montañas del mundo con su mirada. Poco a poco, eligiendo cada capítulo como si eligiéramos una ruta, conscientes de que tenemos ante nosotros un testimonio valiosísimo de 50 años de montañismo, que ya, seguro, quedarán para siempre.
Hace algunos años y al poco tiempo que saliera a la luz su libro Mal de altura, prevención y tratamiento, leyendo como noticia su aparición, quise conseguirlo, claro acá, del otro lado del charco, todo lo que viene del extranjero, tiene además sus cobros de impuestos, a eso hay que agregarle la escasez de bibliografía que llega, y lo caro que se convierte y lo dificultoso y poco accesible para traerlo desde un país que falta de conexión con el mundo, me llevó a pedirle a un entrañable amigo, instalado desde hace mucho tiempo en Barcelona, la adquisición del mencionado libro, esto me permitió tomar contacto una vez recibido, con el arduo y completo trabajo, que Javier había realizado.
Al tiempo, por los comentarios de lo que se hablaba de él, por su profesión como médico, montañés y escritor, pude conocerlo y valorarlo como persona, por su corazón desinteresado hacia sus semejantes.
Cuando me enteré de su fallecimiento, sentí una profunda pena, al tiempo que mi amiga y compañera de cordada, la doctora María Constanza Ceruti, me animó a realizar estas pocas palabras para rendirle un humilde homenaje, a esta gran persona.
Lamento mucho el fallecimiento de Javier Botella de Maglia. Sé que su ausencia es irreparable para sus amigos y familia, pero creo que hizo lo que a él le gustaba y fue fiel hasta su último adiós.
También sé que, todo lo que realizó y dejó plasmado en sus escritos, le permitió contar con detalles, con pasión, fidelidad y humildad, su trabajo profesional y su amor por ese escenario tan particular que son las montañas.
Por eso mismo, él no muere, seguirá su presencia en lo que nos dejó, que fueron sus enseñanzas y experiencias, que al ser publicadas estarán siempre presentes para todas las generaciones venideras, por tal motivo vivirá para siempre.
¡Vaya para su esposa, Aurora y sus hijos, este consuelo, al tiempo, mi afectuoso saludo!
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