Eran las 02:00 de la mañana del 23 de enero de 2022 cuando siento que en las penumbras se mueve una sombra, era Pablo mi hijo y mi cordada, que se preparaba para salir con sus compañeros de expedición para ir por el muy muy lejos, Marmolejo y su cumbre nevada a los 6.108 m.s.n.m. Yo, sin embargo, con cierta tristeza en el fondo de mi corazón solo pensé “ojala les vaya bien, para mi será para la próxima”.
La historia de esta expedición comienza varios meses antes cuando en la sede del DAV (Club Alemán Andino de Santiago) se convocó a los socios que se interesaren a participar en el proyecto de altas cumbres denominado “Proyecto 6.000’s”. En dicha reunión se motivó a un reducido número de socios para la participación en un proyecto que buscaba recuperar el interés por los cerros de altura, y que debido a ya dos años de pandemia yacía olvidado junto al equipo de montaña en algún placard o, al fondo de la despensa familiar. Me latió fuerte el corazón, pues era la oportunidad que estaba esperando hace ya más de una década.
En enero de 2011 junto a un grupo de montañistas del DAV y algunos amigos convocados entre ello yo, fuimos al Marmolejo con la esperanza de poder subirlo por la ruta normal, sabiendo que su glaciar homónimo ya se encontraba en regulares condiciones, disminuido y agrietado por el permanente influjo del cambio climático que ya asomaba sus dientes filosos, y que todo hielo que encontraba era tragado inexorablemente a una velocidad pasmosa.
En aquella oportunidad salimos de madrugada desde el último campamento en zona seca y logramos adentrarnos en el glaciar durante medio día hasta un punto donde ya asomaban algunas rocas entre el hielo, y la temperatura bajaba de los -12°C, por nuestras rodillas corría un viento blanquecino que barría el Glaciar haciendo que la sensación térmica fuera mucho más baja todavía. Vemos enfrente de nosotros a Fernando, el guía que nos acompañaba sondeando el terreno delante nuestro, y cuando regresa, nos anuncia con cara de pocos amigos “Hay que volver, el glaciar está muy malo”. Grande fue nuestra decepción, pero no discutimos esta advertencia, nadie quería terminar en el fondo de alguna grieta. Cargamos nuestra frustración y volvimos al campamento para rumiar nuestra mala fortuna.
Años más tarde, volvimos algunos del grupo anterior a intentar nuevamente de alcanzar al muy, muy lejos, dentro de una expedición más ambiciosa, subir el Volcán San José en primera instancia, y a continuación continuar por el Marmolejo vía el portezuelo.
Corría el 2013 y habiendo logrado la cumbre del San José, nos enteramos por comunicación satelital del avance de un frente de mal tiempo que se abalanzaría sobre nosotros en los próximos días, lo que no dejaba oportunidad de ir por la esquiva cumbre y salir de la montaña antes que se desatara la tormenta. ¡¡¡Para otra vez será!!!
Nos dan las 07:00 de la mañana del miércoles 19 de Enero, y ya dispuestos a partir desde la sede del DAV en Santiago, descubro con horror que deje en casa los documentos preparados para mostrar en el último puesto de Carabineros de Chile, en el retén de San Gabriel. Un amigo me llevo raudo a casa y regresamos a los pocos minutos ya listos para salir.
Luego de unas dos horas y media de viaje visualizábamos a nuestro primer gigante, desde el sector de Lo Valdés El volcán San José, por donde iniciaríamos nuestra travesía se mostraba amenazador, cubriéndose de a poco con las nubes que corrían velozmente por su lejana cumbre. Llegamos al sector denominado El Cabrerío por los crianceros, que en época de veranada habitan el sector junto a sus caprinos. Ahí nos esperaba Fernando, el arriero que nos iba a llevar nuestras pesadas mochilas durante la primera jornada.
Dando la vuelta al primer Peñón del camino nos detenemos a observar al primer gigante que nos esperaba con los brazos abiertos, y a su izquierda, a lo lejos el muy, muy lejos Marmolejo. Nuestra ruta nos llevaría a ascender prácticamente la totalidad del Volcán San José, y parar a sus 5500 m.s.n.m. cruzando por el portezuelo en dirección al oriente y acampar del otro lado en algún punto del valle trasero.
El 2013 nace ya la obsesión con el Marmolejo. Mi red interna domiciliaria se llama Marmolejo, un emprendimiento personal tiene por nombre Marmolejo y tengo desde aquel entonces apartadas las direcciones web con el mismo nombre, ¡¡¡vaya obsesión con este bendito cerro!!!. Y ahora, en el 2022 se abre esta oportunidad de volver a intentarlo. Ni corto ni perezoso, exclame en aquella reunión, propongo el cerro Marmolejo, yo lo organizaré.
Luego de un emocionante primer día de hollar los pies del San José, acampamos en el sector de Las Lajas, donde nuestro arriero llevó nuestros más pesados equipos y algunas provisiones, sabíamos de antemano que no tendríamos agua durante los dos primeros días al menos, por la época del año escogida para nuestra expedición. Una briza fría nos acogió en el lugar anticipando lo que sería una fría recepción de nuestros gigantes.
A la mañana siguiente nuestros despertadores sonaron temprano, desayunamos y partimos cerca de las 9 de la mañana, esta vez las mulas éramos nosotros. Con mi hijo fuimos los últimos en partir y cuando vimos por donde se encaramaban nuestros amigos, y evaluar rutas alternativas, decidí tomar una menos expuesta esquivando las sueltas piedras lajas del torreón, si bien caminamos un poco más, no me arrepentí de esa decisión. Durante esa mañana se notó el diverso rendimiento de las tres cordadas que conformaban el grupo expedicionario; Diego, Daniel y Simón tomaron la punta desde el comienzo, su juventud y condiciones naturales los hacían mas fuertes en el andar, por lo que la segunda cordada integrada por Cecilia y Juan Pablo, y la nuestra, con mi hijo Pablo y Yo, le seguimos siempre a la zaga.
La jornada transcurrió entre rocas de gran tamaño, y asomos del antiguo glaciar que oculto asomaba aún algunas garras bajo la tierra pedregosa que lo cubría. Yo que había pasado por este sector varias veces años atrás, no reconocía el camino por el cual estaba transitando, todo estaba cambiado. Por radio nos avisan los que llevaban la delantera, que habían encontrado una fuente de agua líquida y nos esperaban a los 4400 m.s.n.m.
Pudimos abastecernos de agua líquida en la caída del sol antes que se congelara del todo nuestra fuente, y mientras cenábamos tuvimos un maravilloso espectáculo natural, nuestro segundo atardecer en la montaña.
El tercer día comienza con recuerdos físicos de la dura jornada del día anterior, cerca de las 7 a.m. y ya para las 9:30 iniciábamos la jornada más ambiciosa, llegar a acampar a los pies del Marmolejo. Dura jornada de comienzo a fin, caminamos prácticamente todo el día dentro de una fría nube con fuertes vientos arrachados y con el termómetro marcando una temperatura máxima de -4°C. Con mi hijo tuvimos que desandar un buen trecho de una lengua glaciar pues no podíamos ver claramente por donde pasaron nuestros compañeros y finalmente llegamos tarde al otro lado del portezuelo, nuestros compañeros ya habían pasado y no pudimos comunicarnos con ellos por la radio en aquel momento, tuvimos que evaluar si nos arriesgamos a entrar en un glaciar desconocido con menos de una hora de luz por delante, o buscábamos refugio detrás de una rocas que habíamos visto más atrás en el portezuelo. No dudamos mucho y con mucho frio buscamos donde protegernos del viento gélido que nos enfriaba hasta los pensamientos esa tarde. Con bastante dificultad armamos campamento, y pasamos una fría noche a 5500 m.s.n.m.
Día 3, un día en la nube
Temprano por la mañana pudimos conversar por radio con nuestros compañeros que si habían pasado al otro lado la tarde anterior. Nos recomendaron esquivar y rodear el Glaciar oriental del San José por estar bastante agrietado, tarea que nos llevo mas de 5 horas de difícil caminata por el borde sur del glaciar y los acarreos sueldos que lo rodeaban, las caídas por ahí fueron varias, aunque sin mayores consecuencias afortunadamente. Y al final divisamos las carpas de nuestros amigos, era la tarde del cuarto día y ya teníamos al gigante egoísta al frente de nosotros.
Descansamos esa tarde, y mientras mis amigos se preparaban para el día de cumbre, yo ya tenía tomada mi decisión; mi garganta apretada por el frío de la jornada anterior y mis cansados huesos me obligaban una vez más posponer mi intento de visitar al viejo y escurridizo amigo.
El día de cumbre salen Diego, Daniel, Simón, Cecilia, Juan Pablo, y Pablo Andrés en pos de la cumbre. A las pocas horas Juan Pablo en quien deposité la responsabilidad del grupo aquel día, toma la decisión de no avanzar más por los fuertes vientos y el frio extremo de aquella mañana. Diego y Simón quieren averiguar si pueden avanzar un poco más y continúan, lo que a la postre los llevó a coronar la tan anhelada. Cumbre.
En relato de Daniel, “Una vez nos separamos del grupo, el fuerte viento proveniente desde el norte empezó a helarnos gradualmente. Tuvimos que hacer varias paradas para refugiarnos detrás de pequeñas rocas que se asoman ocasionalmente. En cierto momento, cuando el alba empezaba a asomar sentí mucho frío, un frío que desequilibró mi determinación. Menos mal iba acompañado, pues Simón levantó mi ánimo y juntos esperamos a que los rayos de sol nos dieran de lleno para poder continuar la marcha. A medida que subíamos, el viento amainó inesperadamente, como si alguien estuviera cubriendo el viento para darnos fuerzas. Luego de 7 horas de subida y de varias cumbres falsas, y muchos más ¿ya llegamos? Pude ver reflejado en la cara del “alemán” que nos encontrábamos en la cima. Nos dimos un gran abrazo de cumbre y miramos perplejos aquella vista donde nunca había estado, una vista de la cual me gustaría contemplar más seguido y con una mirada hambrienta hacia el Aconcagua que se erguía impetuosamente. Solamente me di cuenta de lo que habíamos logrado cuando nos encontramos nuevamente con nuestros compañeros en el campamento. Cuando nos separamos de ellos nunca pensé que podríamos lograrlo, sin embargo, siempre tuve en consideración que debía intentarlo y que si no se podía era porque yo mismo me había rendido, no quería quedarme con las ganas de haberme preguntado si hubiese sido capaz. ”
Ya de vuelta en el campamento todos los expedicionarios nos reunimos en un fraternal abrazo con la sensación de haber cumplido con la misión, dos integrantes de nuestro equipo lograron la ansiada cumbre con el apoyo de todos.
Luego del merecido descanso, preparamos nuestras cosas para emprender el regreso. Nadie quería irse de aquel valle de ensueño, pero había que volver. El glaciar que esquivamos en la venida tuvo que recibirnos al regreso. Esquivando las grietas que asomaban por doquier, nos demoramos algo más de tres horas en cruzar hasta el portezuelo. Salimos avante gracias a Cecilia y su experiencia en glaciares, quien nos guió a salvo hasta alcanzar el portezuelo.
Durante el regreso, mientras la mayoría tomaba un descanso en el portezuelo, Daniel que quedó con ganas de cumbre el día anterior, se decidió por subir a la cumbre del San José mostrando una energía increíble, logró su cumbre. Subió 400 mt. le dio la vuelta al cráter y bajó corriendo, todo en 90 minutos, un crack!!
Bajamos ese día al campamento N°2 a los 4.400 mt. donde recuperamos energías y descansamos para volver a casa al día siguiente.
Claramente, la escena que nos recibió este último día dista mucho de la belleza del entorno glaciar del Marmolejo y el San José, sin embargo, también era grato pensar que en pocas horas más estaríamos ya en casa, contentos de lo logrado, soñando con volver algún día por estos lados y disfrutar nuevamente de estas aventuras en el corazón de Los Andes.
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