Nació en la ciudad de Quilmes, provincia de Buenos Aires, República Argentina, el 24 de septiembre de 1930. Conocida por sus familiares y amigos más allegados con el seudónimo de Oma.
Sus padres, Julio Noller y Emma Luithardt, ambos de origen alemán, de la región de Baviera, nacieron en aquel lejano país; por ese motivo, ellos quisieron que aprendiera algunas costumbres y conocimientos de sus raíces. Por ello, la mandaron a concurrir en sus primeros años escolares a la escuela alemana Deutsche Schule de Villa Ballester. Esta institución había sido fundada en el año 1922, para asistir a la colonia de alemanes que vivían en la zona porteña y que todavía funciona en el municipio bonaerense de General San Martín.
A poco de llegar a nuestro país, Julio Noller se trasladó a Comodoro Rivadavia, lugar a donde se había iniciado pocos años antes la explotación petrolera del país, incorporándose a una de las empresas que obtenía este combustible.
De regreso a la localidad de villa Ballester, lugar donde habitaban varios colonos alemanes, sus padres se pusieron de novios y poco tiempo después se casaron. Solía recordar Nelly que allí también residían algunos parientes alemanes, por parte de su madre, que habían llegado antes que sus progenitores.
El matrimonio Noller, además de Nelly, tuvo otro hijo al que bautizaron con el nombre de Julio Edmundo, quien con el tiempo recibió el seudónimo de Buby.
La familia se mudó a la localidad de Tigre cuando al jefe de familia, Julio, le dieron la concesión del Club Náutico Gaviota. Vivieron en el Delta, sobre el río Luján, cerca del lugar en donde se encontraba el club, el cual sigue existiendo en la primera sección del delta tigrense. Allí aprendió a remar dado que cuando se trasladaba a la Capital Federal para estudiar y trabajar, previo a tomar algún medio de transporte, debía cruzar el río.
Allí aprendió a hacer canotaje, actividad que les gustaba mucho y que después, cuando arribó a Mendoza, pudo continuar en el Club Mendoza de Regatas.
Cuando Nelly, tenía 18 años, en el año 1948, su padre recibió una oferta algo más lejana, esta vez para encargarse de la concesión del restaurante del Club Mendoza de Regatas, en la provincia cuyana de Mendoza; entonces, decidieron trasladarse para probar suerte en este otro lugar; mientras que Nelly, soñaba con conocer este otro ambiente donde sobresalían en el escenario las majestuosas montañas, las cuales nunca en su vida había conocido y menos acariciado, salvo en fotos.
Al comienzo, vivieron en el Club Mendoza de Regatas, donde su padre se hizo cargo de la concesión del restaurante y fue allí, donde Nelly comenzó a practicar y competir en remo. Luego, comenzó a realizar excursiones y pequeñas ascensiones organizadas por el Club Sportivo Boulogne Sur Mer. Los fundadores de este Club fueron los hermanos Mikkan y uno de ellos, Rolando, participaba como instructor del Club Mendoza de Regatas, tanto en andinismo como en esquí.
Este club había sido fundado por los hermanos Rolando y Rodolfo Mikkan. Rolando, con el tiempo, se convirtió en compañero inseparable de aventuras de Nelly y, algunos años más tarde, en su novio y esposo.
Rolando estudio en la Universidad de Buenos Aires, recibiéndose como mecánico dental, profesión que ejerció durante un largo tiempo.
En esta provincia, Nelly pronto tuvo amigos que la llevarían a las montañas y la hicieron enamorarse de ellas, con esa inclinación tan fuerte como el amor que suele a veces despertar en las personas en forma imprevista.
Fue así que se sumó al grupo de montañistas que empezaba a explorar los cerros de la precordillera.
Nos relataba Nelly: Era un grupo muy entusiasta, la mayoría varones. Había mucha camaradería y una clara voluntad por ir superando metas. Al principio escalábamos cerros bajos, de 2000 o 3000 metros, en la precordillera. Hicimos así, muchas prácticas durante un año y cada vez íbamos a cerros más altos. Los primeros fueron en la precordillera y después la cordillera alta, siendo estos cerros de 5000 metros y mayores aún.
Tuvo desde muy joven una personalidad independiente, fuerte, perseverante y vibrante, además, fue una excelente estudiante y gran atleta.
Del grupo de compañeros y amigos que la indujeron a esta actividad fueron Hugo Eduardo Santi y Rolando Mikkan, este último de sobrenombre Paco, ambos, compañeros de cordada durante los años de su juventud, siendo este último, el ladero e impulsor de la actividad montañera.
Como desafío previo para encarar con el tiempo, el ascenso al Aconcagua, el grupo del que formaba parte Nelly, realizó el ascenso al cerro el Plata, una montaña de casi seis mil metros de altura, la que suele ser utilizada por los montañistas para hacer experiencia y adaptarse a la altura antes de intentar el coloso de América.
Y fue así que después de esta gran prueba, Nelly expresaba:
Estábamos bien, no teníamos problemas de altura ni nada, era hora de intentar el Aconcagua.
Y Nelly Noller, en una entrevista que le realicé, recordaba emocionada:
"… mis primeras salidas importantes, fueron a la zona de Vallecitos y al Cordón del Plata, hicimos el San Bernardo, y otros cerros, lo que me sirvió de experiencia o, mejor dicho, nos sirvió como antecedentes.
Allí “Paco”, vio mis condiciones para la montaña y se propuso llevarme al Aconcagua, pese a las opiniones negativas de muchos allegados, en especial de mi madre. Pero mi decisión ya estaba tomada: ¡lo intentaría!. .."
"Comenzamos fabricando los equipos. Mitones hechos con medias viejas recortadas y amoldadas, los cubremitones de tela de nylon, guantes de lana, todo era rudimentario. Los sacos de pluma eran prestados, al igual que unos pantalones de tela tipo carpa y los borceguíes, para mí, dos o tres números más grandes porque no había números para mujeres, los cuales, por lo general son más chicos. Los disponibles eran para hombres y habían sido prestados por los militares. Mis pies, claro, eran más chicos, pero me los acomodé bien, con tres o cuatros pares de medias.
Recuerdo que estos elementos fueron cedidos por la Compañía de Esquiadores de Puente del Inca, gracias a la buena predisposición de amigos que teníamos en las mismas unidades militares de Puente del Inca y Uspallata.
También le solicitamos algunas mulas, para realizar nuestra aproximación a Plaza de Mulas, pero estas no pudieron ser facilitadas por cuanto, ya habían sido solicitadas con anterioridad por otra expedición que conducía el teniente Paco Ibáñez, eso trajo aparejado que nos moviéramos con todos nuestros equipos, alimentos y materiales para toda la subida".
Respecto al equipo, también nos relataba el otro compañero de cordada, Hugo Santi quien nos decía:
“En el año 1950, y ya con un poco más de experiencia en la alta montaña, proyectamos realizar un intento al Coloso de América, el Aconcagua. Para esta actividad, tuvimos que empezar a buscar el equipo necesario y suficiente para esta gran empresa; entre ellos, calentador a kerosene, 2 mantas, sin carpas, dado que confiamos tener libre el Refugio Plantamura, pulloveres, camperas abrigadas, los guantes los fabricamos nosotros, unos zapatos bastantes mediocres para la actividad, ¡prestados por el Ejército! pero en esa época debíamos conformarnos con poco o si no, no podíamos efectuar la actividad”.
Cuando llegaron a Plaza de Mulas, la altitud allí ya era considerable, debieron observar y experimentar lo que era la adaptación a la altura y como respondía el cuerpo ante la falta de oxígeno.
Ante la buena respuesta del organismo, decía Nelly:
Como nos sentíamos bien, dijimos “Bueno, vamos para arriba”. Y eso fue lo que hicimos.
Desde Plaza de Mulas tardaron tres días en llegar a la cima y continúa narrando Nelly:
"… Entonces ellos, Rolando y Hugo, iban detrás de mí al ritmo mío, me iban siguiendo. Cuando me cansaba, parábamos. Especialmente en el último tramo donde se sentía aún más el cansancio y la altura.
Cuando estás a mucha altura, caminás dos o tres pasos, y parás. Tenés que descansar y tomar aire a cada rato. Lo más complicado fue la trepada a través de la Canaleta, el tramo final antes de llegar a la cumbre, que te obligaba por el desgaste de la altura y la senda cubierta de rocas medianas y sueltas, a tener un caminar lento, seguido con altos de marcha para recuperar la respiración y el aliento."
En esa primera cumbre, Nelly, iba acompañada por Rolando Mikkan y Hugo Santi, éste último, nos decía:
“En el año 1952, integramos un grupo para ir al Aconcagua, formado por Nelly Noller, Rolando Mikkan y yo. Comenzamos el entrenamiento y en enero de 1952, llegamos a Plaza de Mulas a pie para seguir al refugio Plantamura y desde allí, fuimos a la cumbre, a la que arribamos el 16 de enero de 1952, convirtiéndose Nelly, en la primera mujer “argentina” en llegar a la cumbre del Aconcagua. Fue una anécdota pensar que Nelly era la más lenta en la marcha, por ese motivo la dispusimos con Rolando, a la cabeza de la columna, para que ella llevara el ritmo, y cuando empezó a caminar, parecía una máquina, seguro que era por su sangre alemana, su fuerza era notable, nos sorprendió a ambos”.
A las cinco de la mañana del séptimo día de aventura la valiente Nelly, Hugo y Paco, iniciaron el ascenso final hasta la cumbre, arribando a la misma a las 14:00 horas.
Nelly, seguía con su relato:
“Cuando llegué a la cima, recuerdo, estaba bastante cansada y tan emocionada, que a lo único que atiné fue a llorar, abrazarme con mi guía, compañero y después prometido.
Estuvimos un largo rato en la cumbre, no recuerdo cuanto tiempo, pero lo suficiente como para mirar desde lo más alto de la montaña, hacia todos lados, trataba de llenar mis ojos con todo ese panorama inmenso y hasta parecía infinito, toda esa naturaleza que nos ponía Dios a nuestros pies.
De regreso y en el camino, nos fuimos alimentando con nueces, chocolates, café y coñac, y fueron nuestros alimentos hasta que llegamos al refugio”.
Fue un 16 de enero de 1952, con una temperatura de 22° bajo cero y con un viento fuerte, que solo en las alturas de las cimas suele desplegarse. Nelly tenía veintiún años de edad. Los tres integrantes de la cordada, con una corta experiencia, pero con obstinación y perseverancia pudieron llegar a lo más alto.
Nelly Noller, se había convertido en la primera mujer argentina que pisaba el Techo de América y la cuarta andinista femenina en realizarlo, luego de la francesa Adriana Bance. La primera fue la catalana María Canals Frau “Mausy”, la segunda, la suiza Dorly Marmillod.
Cansados pero satisfechos llegaron tarde al refugio presidente Perón, actualmente, llamado refugio Independencia, donde pernoctaron, se alimentaron y pasaron la noche, para recuperar las energías del titánico esfuerzo de la marcha hacia la cima.
Respecto a esto recordaba Nelly:
“Gracias a Dios no tuvimos ningún problema, ninguno de los tres sufrió problemas de salud.
Cambiamos los banderines del cofre que estaban en la cima, nos sacamos fotos y después emprendimos la vuelta.
La bajada fue más rápida, pero no menos peligrosa. La hicimos en dos etapas: en el primer tramo llegamos hasta el Refugio presidente Perón, a unos 6.250 metros de altura, en donde pasamos la noche. A la mañana siguiente retomaron la ruta hasta Plaza de Mulas."
Cuando llegamos a Plaza de Mulas, donde estaba nuestro Campamento Base, justo acababa de llegar la expedición del teniente Francisco Gerónimo Ibáñez, en la que participaba la periodista Ana Rovner de Severino, quien también estaba intentando probar suerte en el Coloso. Ella no solo fue a felicitar a Nelly sino que habló con ella, le sacó una foto y ambos recuerdos quedaron plasmados en su libro, Aconcagua, editado en el año 1953, donde hacía referencia a ella:
“Nelly Noller, es modesta y sonriente, la vi descender una tarde a Plaza de Mulas, ostentando el galardón de ser la primera mujer argentina que había hollado la cumbre del Aconcagua. Jovencita, de apenas veintiún años, había cumplido una disciplinada campaña andinista, que dio por resultado ese triunfo, en que la acompañaron Rolando Mikkan, como jefe de expedición, y Hugo Eduardo Santi. Después de un día de descanso en el campamento base de Plaza de Mulas, la vimos en el momento de emprender el regreso a Puente del Inca, fue el momento para felicitarla nuevamente y hacer una foto, arriba de una mula del ejército, que la llevaba a su regreso a Puente del Inca”.
También, le hizo ver que se había convertido en la primera mujer argentina en coronar el coloso de América, y si bien Nelly, no ocultó su alegría ante los saludos de Ana, esto no cambió para ella nada, solo el haber concluido la actividad sin novedad.
Decía Nelly:
“En ese momento no pensábamos en nada de eso, ¡yo no, al menos! Mi ex marido, sí. Él repetía que no había habido ninguna argentina antes que yo subiera”.
Sin lugar a dudas fue la coronación de un gran lauro al sacrificio, al esfuerzo y la constancia de tres jóvenes ilusionados y con sueños compartidos.
El 1 de marzo de 1948, se creaban las empresas estatales ferroviarias y culminaba la compra de los trenes ingleses y franceses por parte del gobierno. Aunque se hizo en condiciones altamente beneficiosas para el imperialismo inglés fue una medida muy importante a favor del país.
Mientras que los inmuebles de los ferrocarriles pasaron también a formar parte del estado, el mantenimiento de los mismos en la localidad de Las Cuevas, no se había realizado muy bien y se notaba un abandono en los mismos, lo cual, daba un muy mal aspecto al ingresar al país desde el país trasandino, por la falta de mantenimiento y deterioro especialmente de la parte edilicia.
Cuando el presidente Perón pasó por este lugar, con destino a Chile junto a su esposa Eva Perón, con quien paró en la Compañía de Esquiadores de Montaña 8, lugar donde había pasado varios momentos como director de los cursos de esquí del Destacamento de Montaña Cuyo, entonces, dio la orden de refaccionar todas las instalaciones de la localidad de Las Cuevas.
En su regreso a Buenos Aires, por intermedio de la Fundación Eva Perón, dispuso la construcción de un poblado para mejorar la imagen del país, en la entrada a la provincia de Mendoza desde el lado chileno. Fue así que, se realizaron un conjunto de casas de estilo suizo con sus dependencias gubernamentales, lo cual dio origen a la localidad de Las Cuevas.
En ese entonces, década de los cincuenta del siglo XX, la Villa Las Cuevas se emplazaba donde aún hoy permanece, en la Cordillera de los Andes, departamento de Las Heras, provincia de Mendoza. Se encuentra a 3 kilómetros del límite con la república de Chile, además, a 210 kilómetros de la capital provincial y 88 kilómetros de Uspallata; el centro de servicios más cercano.
Es la población más alta de la provincia y fue construida como una villa modelo. Esta localidad tiene una carga histórica importante, construida a pedido de Eva Duarte de Perón, fue inaugurada el 1 de marzo de 1953. Para este evento, el presidente de la Nación viajó a Mendoza para inaugurar la Villa que fue diseñada y planificada por el reconocido arquitecto Alejandro Bustillo; en la misma se destacan las construcciones de estilo nórdico y escandinavo, hechas con maderas y piedras. En esa oportunidad, además de la famosa inauguración, tuvieron oportunidad la pareja de novios Nelly y Rolando de saludar al presidente de la Nación, ocasión en la cual, les invitó a viajar a Buenos Aires.
Nelly, en su primer encuentro junto a su novio, con el entonces presidente y también montañés, general Juan Domingo Perón. Pudo platicar e intercambiar datos de su primer ascenso al Aconcagua, de cuyo encuentro existen algunas fotos junto a su prometido, Rolando “Paco” Mikkan.
También, la Villa de Las Cuevas es la última parada en el circuito provincial de alta montaña con destino al Cristo Redentor, y constituye una zona en la que muchos andinistas realizan su adaptación a la altura o mal llamada aclimatación, especialmente al cerro Santa Elena, antes de emprender el ascenso del cerro Aconcagua.
Después del año 1955, las construcciones de la villa sufrieron un constante desmantelamiento y vandalismo, a partir del proceso de desperonización que inició el nuevo gobierno.
Con el propósito de borrar todo vestigio del gobierno anterior, un antiguo trabajador del hotel contó que el interventor nombrado por el nuevo gobierno, se trasladó a Las Cuevas, localidad que hacía poco tiempo había sido inaugurada, e hizo sacar de la hostería toda la vajilla, la hizo amontonar en la pequeña plaza y él personalmente, con un martillo rompió uno a uno cada elemento de la vajilla, dado que la misma llevaba impreso el retrato de María Eva Duarte. Esta actitud mezquina, ha sido propia de los distintos gobiernos que ha tenido el país y de los distintos colores políticos que ven en lo que hace el anterior un motivo para erradicar lo que se deja; también, no es menos dañino, que muchas veces con la idea de idealizar un personaje se monta una idolatría hacia alguien, con el propósito de que perdure en el tiempo y sea propaganda para el partido.
Siguiendo con las actividades de Nelly, y ya con la experiencia de su primera cumbre, el segundo intento fue más cuidado, y en esta oportunidad, la cordada solo estuvo integrada por la pareja de Nelly y Rolando.
Arribaron a Puente del Inca donde tuvieron nuevamente un tiempo de adaptación a la altura para luego emprender la caminata de aproximación hasta Confluencia y, finalmente, acampar en Plaza de Mulas, donde estuvieron seis días antes de emprender el tan difícil como anhelado viaje hacia la cumbre.
El tiempo no fue bueno, el permanente temporal que se producía en el cerro los llevó a que, por razones de tiempo, de trabajo y otros compromisos regresaran a Mendoza con la idea de volver nuevamente.
Pocos días después, se trasladaron nuevamente a Puente del Inca y con todos sus equipos, ingresan a los dominios del Coloso de América. Después de dos días, llegaron a Plaza de Mulas, el tiempo esta vez le fue más benévolo, y partieron para su tercer intento de cumbre.
Como la vez anterior, en la subida, el ritmo de marcha era llevado por Nelly.
Desde Plaza de Mulas, fueron hasta el refugio Plantamura y posteriormente, hicieron su arribo a la cumbre.
Esta segunda vez, alcanzaron la cima un poco tarde y no pudieron disfrutar de las vistas como en la primera oportunidad, especialmente, aquella que tanto los había impactado, esa vista casi infinita hacia el Océano Pacífico, un panorama casi infinito. La imagen que atesoraba en su memoria, era la de un cielo azul, límpido sobre miles de picos nevados, y el Océano Pacífico de fondo hacia el Oeste.
El regreso lo hicieron luego de bajar lentamente por la Canaleta, y por el Gran Acarreo. Decía Nelly:
“Caminamos toda la noche porque teníamos luna llena, y seguimos hasta llegar a Plaza de Mulas“.
Fue la última vez que estuvo en el Aconcagua, pero fue tan trascendente a nivel nacional este ascenso que fueron entrevistados por varios medios y llegó a los oídos de las autoridades nacionales.
Nos decía, Nelly:
"A nuestro regreso a Mendoza me llamaron para invitarnos a Buenos Aires. La invitación venía nada menos que del presidente de la Nación: Juan Domingo Perón. Eran tiempos en el que el montañismo no contaba con equipos sofisticados, ropa diseñada para moverse en las alturas, bolsas de dormir térmicas y no se usaban tubos de oxígeno como sustento como se realiza por ejemplo en el Himalaya. Ahora tienen de todo, es un paseo ir al Aconcagua, los pronósticos, los equipos y materiales, las comodidades que hasta que le lleven o le porteen la mochila, la carpa, etc., si vamos a decir así, es mucho más fácil el ascenso, comparándolo con nuestra época en que todo era mucho más rudimentario”.
(La cima del Aconcagua se ubica a 6962 metros de altura y Nelly Noller la alcanzó en dos ocasiones, en 1952 y en 1955).
En un artículo del diario Infobae cuyo título es "La mujer que fabricó su propia ropa para escalar montañas y fue la primera argentina en hacer cumbre en el Aconcagua”, se relata:
En el mes de agosto de 1955, la pareja de Nelly y Rolando, fueron invitados por el presidente de la Nación, a la ciudad de Buenos Aires.
En este segundo encuentro de la pareja con Perón, este les ofreció ser su padrino de bodas, lo cual aceptaron. Lo concretaron en la ciudad de Buenos Aires el 18 de agosto de 1955.
En esta oportunidad, Nelly nos mostró la invitación de casamiento que todavía conservaba y decía, en letra cursiva:
“Serán padrinos de los contrayentes el Excelentísimo Señor presidente de la Nación General Juan Perón y la señora Ida Móndola de Filippini”.
De este evento existen algunas fotos guardadas por la familia, en blanco y negro, en la que a ella se la ve de pie con un traje claro de saco y pollera larga, el pelo negro y ondulado, con la alegría propia de aquel inolvidable hecho, en medio de su esposo, alto, de bigotes finos y pelo corto, y del otro lado, el general Juan Perón, con su fácil e inconfundible sonrisa.
Nelly contaba:
“Ellos nos hicieron la fiesta del casamiento y nos mandaron de vacaciones a Mar del Plata. Después, desgraciadamente, justo vino la Revolución Libertadora, al otro mes, y nos quedamos sin padrino y sin la casa que nos había prometido”
Y refiriéndose a Perón, decía:
“Era un tipo macanudo, muy sencillo, te trataba como un amigo cualquiera, no como un presidente. Nos hizo sentir muy bien”.
Nelly siguió escalando, recorriendo montañas hasta el año 1957, año en que nació su primer hijo, Jorge (quien mucho tiempo después también hizo cumbre en el Aconcagua, el 13 de diciembre de 1983) y la relación de Nelly con las montañas pasó de la aventura a los paseos familiares: íbamos de picnic, hacíamos campamentos y caminatas con los nenes (después de Jorge, llegaron Pablo y Mónica).
Quien introdujo en las actividades de montaña a Jorge fue su propio padre, aunque ambos padres, eran entusiastas deportista. Muestra de ello Jorge relataba:
“Cuando cumplí mis siete años, como regalo de cumpleaños, me llevaron a hacer el cerro Arco. Luego, a partir de los 12 años, comencé a conocer la precordillera, para con los años seguir visitando las altas cumbres, hasta que el 13 de diciembre de 1983, hice cumbre en el Techo de América, convirtiéndonos en una familia donde padre, madre e hijo hemos coronado la máxima altura del Continente Americano”.
Nelly trabajaba en el Poder Judicial en Mendoza hasta que, en el año 1978, se separó de su marido (quien murió en el año 2003) y se fue a vivir a Buenos Aires, al barrio de Belgrano, con su hija Mónica. Ya establecida allí, empezó a trabajar en un banco de servicios financieros en la calle Florida.
A fines de 1987, con la crisis económica, y con algunas noticias de amigos radicados en Canadá, decidió dejar el país.
Decía Nelly:
Cuando empezaron a cerrar varios bancos, como en el que trabajaba, la situación se puso difícil, porque ya tenía más de 50 años y a esa edad, era difícil insertarse nuevamente o conseguir trabajo en Buenos Aires.
El 15 de enero de 1988, tentada por los comentarios de algunos amigos y conocidos de ella, tomó un vuelo hacia Toronto, Canadá con su hija Mónica con quien, deseando probar un mejor futuro y una mejor vida, decidieron desafiar todo en pos de sus objetivos.
Arribó a Canadá en pleno invierno y el aire fresco que calaba hasta los huesos le recordó las montañas que tanto amaba.
Sus primeros tiempos de trabajo no dejaron de ser duros. Parte de su familia, sus otros dos hijos, permanecían en Argentina, pero su sangre, su perseverancia y fortaleza teutónica, le permitió seguir adelante.
Su primer trabajo lo realizó en una empresa alemana de comestibles radicada en Canadá, empezando como empleada y continuó poco tiempo después, como supervisora hasta sus últimos días en que se jubiló.
Tiempo después, entusiasmó a su otro hijo Pablo, quien también viajó y se integró a ella y su hermana.
En uno de los tantos encuentros cuando regresaba de tanto en tanto a nuestra provincia, donde siempre charlábamos de sus ascensos y de sus comienzos en su vida deportiva de montaña, le pregunté ¿Cómo definirías a este deporte, es decir, el montañismo? Nelly, decía:
”Definir lo que es el montañismo, es difícil. Creo que hay que experimentarlo para darse cuenta. Lo que sí puedo decir que cuando uno está en la cumbre de un cerro, es como si uno se liberara. Salvo el viento no se escucha otro ruido... Ante esa inmensidad, es como si uno estuviera sólo en el mundo. ¡Es algo grandioso!
Solo tuve el deseo de practicar este deporte, y esto me llevó a buscar el cerro más alto que teníamos en la zona, por suerte era el mayor de Argentina y de América; en cuanto a ser la primera mujer argentina en realizar esta cumbre, soy un poco reacia a esas cosas de sentirme estrella.
Creo que uno vale más por lo que es y no por lo que las circunstancias y la suerte le deparan. Sí puedo decir que empezaron las entrevistas y las fotos por todos lados, no bien bajamos de la cima del cerro. Sólo en ese momento, me di cuenta realmente de la magnitud de lo que habíamos realizado, pues había marcado el camino para las futuras andinistas y me sentí orgullosa.
De todas maneras, todo ocurrió tan rápido y normal, que no recuerdo ninguna anécdota importante. No ocurrió así en la segunda oportunidad ya que tuvimos que volvernos a Mendoza, dado que nos sorprendió un temporal, cuando estábamos intentando el segundo ascenso, y, además, como trabajaba, debí postergar la ascensión para más adelante; a los diez días volvimos y con el tiempo mejor, logramos nuestra segunda ascensión, mi segunda cumbre en el Coloso de América, en febrero de 1955”.
Los años fueron pasando, después de construir una nueva vida, se jubiló en el año 1997, y dedicó los años que le quedaban a su familia, disfrutando con sus tres hijos, dos en Canadá y el otro en Argentina, todos ellos le dieron varios nietos.
Recordaba Nelly, en uno de sus viajes al país que
“... si bien residía en Canadá, siempre se publicaba allá algún artículo sobre las montañas argentinas, en especial sobre el Aconcagua, lo que me hacía revivir el pasado y me traía la nostalgia propia de aquel que ha tenido que emigrar.
Volviendo al tema de la montaña, con orgullo tengo la suerte y la satisfacción de que, además del galardón de ser la primera argentina en llegar a la cumbre del Aconcagua, también, ha sido mi familia, la primera en haber coronado la cumbre, aunque, en distintas fechas: lo hicimos, mi ex marido, mi hijo Jorge y yo...”
El 8 diciembre de 2022, Nelly Noller nos dejó para escalar las montañas etéreas, rodeada de sus afectos en aquel lejano país que adoptó como su segunda patria, Canadá. Sus restos fueron incinerados y sus cenizas traídas desde Canadá serán sepultadas en el Cementerio de los Andinistas, en Puente del Inca, y quedará como centinela de ese bastión cordillerano. Finalmente, en unas de las oportunidades en que la entrevisté, dejó un mensaje para nuevas generaciones. Nos decía:
“Para los jóvenes de este bendito país, Argentina, les digo, que en este deporte, lo primero es la prudencia. Muchas veces hay gente que viene desde muy lejos y con poco tiempo, y se arriesga más de la cuenta. Como decía “Paco”: si no se puede, ¡abajo!, si se forma temporal, ¡abajo!, el cerro está allí, si no se puede, se debe intentar en otra oportunidad”.
Varias temporadas estivales cuando viajaba a ver, acariciar y entregar sus afectos a parte de la familia que tenía en Mendoza, tuve la oportunidad de visitarla, charlar con ella y disfrutar de sus recuerdos y presencia, ¡Dios te tenga en su santa gloria, querida amiga!
Fue una verdadera matriarca y le sobreviven sus hijos Jorge, Pablo y Mónica, así como sus nietos Cristian, Paola, Maxi, Roxanne, Alex y Erika y sus bisnietos David, Abbey, Vicky, Juan Pablo, Bautista, Mateo e Isabela, quienes significaron para ella, más de lo que las palabras pueden describir.
Ella aún sigue siendo una figura importante en Argentina, en la historia del andinismo por sus logros y por ser la primera mujer argentina, que coronó el Coloso de América, por todo eso merece el título y el ser llamada: La Dama del Aconcagua.
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