Guillermo Vieiro nació el 21 de enero de 1941,en Buenos Aires, Argentina. Su padre fue Carlos Vieiro, su madre Raquel Maceira de Vieiro y sus hermanos Carlos y Julio. Se casó con María Magaz con quien tuvo a sus dos hijos: Guadalupe y Rodrigo.
En el año 1961, con solo 20 años comenzó a escalar en las vías del cerro López y las agujas del Catedral, en Bariloche, iniciando así una vida dedicada al montañismo.
En el año 1968, realizó con Ulises Sila Vitale, la primera ascensión integral de las cinco cumbres del cerro Illimani, en la Cordillera Real, en Bolivia.
Al año siguiente, junto con Edgard Kopke, y Naccachian, lograron alcanzar el couloir Bianchi/Frasson, en el Fitz Roy a través del Valle del Cerro Torre.
En el año 1971, formó parte del equipo de la Tercera Expedición Argentina al Himalaya a cargo de Héctor Cativa Tolosa, intentando alcanzar la cumbre del Monte Everest. Junto con Vitale y Peterek, llegaron a los 8.000 metros, en proximidades del collado Sur, teniendo que desistir por las malas condiciones climáticas.
En el año 1973, conformando la cordada en compañía de Fermín Olaechea, Pipo Frasson, Héctor Cuiñas, Eliseo Bustos y Jorge Vitón, ascendieron y descendieron por la pared Sur del Aconcagua, la Ruta de los Franceses, considerada por muchos de extrema dificultad, siendo el primer descenso realizado por esa vía en la Historia del Aconcagua.
El 10 de febrero de 1974, junto a Héctor Cuiñas y Fermín Olaechea, lograron por primera vez la primera ascensión de la aguja Mermoz. Esta ruta es de moderada dificultad, sin embargo, recibe pocos ascensos debido a que la aproximación hasta su base en la cara Oeste es larga y a veces complicada técnicamente debido a la nieve que se junta en las placas de la base. La vía recorre 250 metros, por la cara Noroeste y 600 metros por la Arista Norte.
En el año 1976, alcanzó junto con Héctor Cuiñas y Jorge Jasón, el primer hombro por la pared Nordeste de el Cerro San Lorenzo, de 3.706 metros, en la cordillera de los Andes Patagónicos, en la región austral, y prosiguieron un poco a lo largo de la cresta, hasta una altura de unos 3.100 metros. El mal tiempo los obligó a abandonar, pero se consolaron con la primera ascensión a la cima central del Cerro Hermoso.
En el mismo año, venció acompañado por Jorge Skvarca y Héctor Cuiñas, la cumbre del Cerro Moyano, de 2.800 metros, después de haber subido por una difícil canaleta de roca y hielo, en la pared Norte, uno de los últimos bastiones vírgenes de la Patagonia. Desde entonces, terminado el largo desafío que significaba la primera ascensión, el Cerro Moyano, retornó a la austera soledad de todas las cimas patagónicas que no se hicieron famosas y de las que no se tuvo noticias de posteriores escaladas.
En el año 1978, conformando la cordada con Ulises Vitale, rescataron a un andinista español, de una altura aproximada de 5.750 metros, en el Coloso de América.
Esta misma temporada, y junto a E. Porcellana y J. Jasson, lograron en estilo alpino la primera ascensión del Aconcagua, por la vertiente Este. La vía conocida hasta entonces como Glaciar de los ingleses, pasó a llamarse ruta argentina. Con este ascenso, Guillermo Vieiro, se convirtió en el primero que logró la cumbre del Aconcagua, por cuatro vías diferentes: la normal, el glaciar de los polacos, la pared Sur y la ruta Este.
En el año 1979, como parte del entrenamiento para la Cuarta Expedición Argentina al Himalaya, permaneció junto con su amigo y compañero de cordada, Ulises Vitale, en la cumbre del Aconcagua durante tres días, realizando la prueba de los equipos que llevarían al Himalaya.
En el año 1979, como jefe de la Cuarta Expedición Argentina al Himalaya, con el objetivo de alcanzar la cumbre del Manaslú, por una nueva ruta en la arista Este, condujo la misma, en condiciones climáticas muy adversas y con peligros de avalanchas lo cual, lo llevo a desistir, luego que su amigo y compañero Edgardo Porcellana, muriera el 8 de octubre, como consecuencia de la rotura de una placa de hielo, entre el Campamento I y el II, llevándolo en la misma por el abismo. El intento argentino fue el número 21 y a esa fecha el Manaslu registraba solamente siete ascensos exitosos.
El 28 de enero de 1985, junto a su compañero Leonardo Rabal, murió después de lograr la primera ascensión del volcán Tupungato, por la pared Este. Fue recuperado por su amigo y compañero de varias cordadas, Ulises Sila Vitale, quien lo encontró y lo bajo del cerro.
Nos relataba Ulises Sila Vitale: “Con respecto a Guillermo, te puedo decir que era un tipo físicamente muy fuerte y más fuerte aún era su voluntad, era un tipo excepcional, era un faquir, dormía en cualquier lugar, comía lo que viniera y nunca se quejaba de nada. Con él nos conocimos, cuando nos presentó Gerardo Watzl y fuimos al Aconcagua, repitiendo la ruta directa del Glaciar de los Polacos, que habían realizado una cordada de norteños de nuestro país, en el Aconcagua, por lo tanto, la nuestra fue la segunda ascensión por esa ruta. Al año siguiente, nos fuimos a Bolivia y junto a Coco Sanchez, del Club Andino Boliviano y compañeros con quienes realizamos la travesía de las cinco cumbres del Illimani; trabajo que hasta hace muy poco tiempo, nunca ha sido repetido.
También integraban esa expedición, el Negro Juárez y Panchito Perri, que ya fallecieron hace algunos años como así también, Coco Sánchez, que perdió la vida en el Illimani junto a unos escaladores franceses. Con Guillermo, fuimos compañeros de cordada en la Expedición Argentina al Manaslu, en el año 1979, donde tuvimos la desgracia de perder a nuestro compañero Jorge Porcellana, por una rotura de placa que lo llevó a él junto a Héctor Cuiñas. Lamentablemente, Jorge quedó sepultado por la nieve y el hielo, y felizmente Héctor, pudo salvarse, quedando arriba de la avalancha.
Antes de esta experiencia del Manaslú, fuimos a probar nuestras carpas a un lugar que tenía las condiciones similares a lo que soportaríamos luego, ya que las que usamos en el Everest, dejaron mucho que desear. Elegimos entonces la cumbre del Aconcagua, fue en el mes de enero de 1979, cuando llegamos a la cumbre con Guillermo y Jorge Jasón, y permanecimos allí arriba 3 días durante los cuales las carpas soportaron muy bien los embates del viento y del frío.
Antes de iniciar nuestra ascensión, estando en Plaza de Mulas, se nos acerca un español y nos pide si podríamos ir a buscar a un compatriota oriundo Navarro, que estaba a las últimas en el Campamento de Berlín, que pensaba que no pasaba ese día, se orinaba y defecaba dentro de la bolsa de dormir y no tomaba ni comía nada. Entonces con Guillermo nos fuimos prácticamente corriendo, sin parar, el único descanso que hicimos fue un par de minutos antes de llegar a Nido de Cóndores. Llevábamos de tiro a una mula para poder bajarlo y bien, cuando llegamos al lugar, el panorama era tal cual como nos lo había contado su compañero de cordada. Así que, lo sacamos del refugio, lo subimos a la mulita y lo atamos de los pies y de la cintura y quedó tan sujeto a la mula, que si la mula se caía lo hacía con él. Pero felizmente, lo bajamos prácticamente corriendo y se lo entregamos en Plaza de Mulas a un grupo de médicos norteamericanos que se encontraban allí, quienes le hicieron los primeros auxilios y al rato vino un helicóptero que lo llevó a Mendoza. El tipo se salvó y yo creo que nunca tuvo ni idea de lo que le pasó ni quienes lo bajaron.
Luego de esta expedición al Manaslu, nunca más integré grupos junto a Guillermo, eso sí, el destino me marcó para que fuera yo, junto al entonces Sargento Ayudante baqueano Lucero,del Regimiento de Infantería de Montaña 11, de Tupungato, más conocido por el Caballo, por su gran fortaleza física, a quienes nos tocó, nos tocó la triste experiencia de encontrar su cuerpo junto al de Raval, en el glacial Sur del Tupungato, desde donde los arrastramos por el hielo hasta el portezuelo Tupungato -Tupungatito y desde allí con un helicóptero Lama trasladaron sus cuerpos a Mendoza.
En el año 2001 por iniciativa de la Comisión Directiva y un grupo de socios profesores de Educación Física, se creó la Escuela Infantil de Montaña Guillermo Vieiro, en su honor,con un enfoque actualizado de aquella escuela de montaña que en los años ochenta había creado y guiado Guillermo Vieiro.
María Azul Vieiro Magaz, dedicó a su padre esta poesía que logra describir amorosamente la gran pasión de Guillermo Vieiro por las montañas:
Demasiado apasionado para esta vida
mirabas todo el tiempo para arriba
nos dejaste tu cuerpo para soñarte
y llevaste tu alma a donde pertenece.
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