Artículo publicado por la revista La Montagne, en octubre de 1954.
La temporada, este año en Chamonix, es muy lluviosa. Esta tarde, luego de la fondue, Denis y Lesueur se dirigen a escalar Le Praz. Uno detrás del otro, marchan con precauciones, no porque procuren respetar el silencio, sino porque sus pies, gravemente lastimados por congelaciones, dolían con sus pasos. Del Aconcagua, tras su victoria y la de sus compañeros, apenas hablan. Los comentarios de algunas experiencias vividas escapan de ellos al azar, tales vestigios parecen salir de un cuento olvidado y que habría que reinventar. Para ellos, esta gran historia y aventura no estará en la leyenda, está viva en su corazón porque lo sacrificaron todo. ¿Lo que eran? Dibujantes, mecanógrafos... Un día habían descubierto un horizonte: ellos en la montaña y se propusieron cumplirlo lo que los llevó a la cara Meridional del Aconcagua.
Es en Mendoza, el 19 de enero de 1954, en pleno verano para el hemisferio Meridional, comienza la expedición, son las 6 de la mañana y la gran caravana, cargada sobre camiones militares, deja el inmenso llano argentino para hundirse en la Cordillera. Después de cinco días pasados en Puente del Inca organizando las cargas, la expedición y todo el material, transportado sobre 57 mulas, remontan el valle salvaje y desolado. Por la tarde ya nos apoyamos en la inmensa pared: la cara Sur del Aconcagua, dura, maciza, sin elegancia, jamás la habían visto tan grande, es impresionante, por la tarde, comemos poco.
Bajo las tiendas instaladas rápidamente, el descanso es corto y nadie duerme, a fin de cuentas, avalanchas incesantes prueban a los más sólidos. Cada uno tiene en su corazón esta aprehensión y esta angustia que todo alpinista conoce bien en vísperas de la acción.
Cerca de un mes estaremos en este lugar, a 4.000 mts. de altura el cual será nuestro campo de base. Hay que instalar el campamento, reconocer los itinerarios posibles, enviar el material. El tiempo es a menudo malo. Con paciencia logramos resistir los asaltos más duros del viento, del frío y de la nieve. Todo está preparado hacia mediados de febrero. La cara se revela muy difícil desde el principio. Según la táctica himalayense clásica, los pasos más escabrosos son equipados, al que uno va y viene incesantemente, extenuado. Instalamos y aprovisionamos en abundancia dos campos: el campo I a 4.500 mts., al mismo pie de la pared, el campo II a 5.200 mts., por encima de un paso muy peligroso de torres verticales en un peñasco de roca podrida.
Pero pronto encontramos la Vanidad de esta táctica pues la pared es demasiado rígida y larga con una dificultad sostenida, los emplazamientos de los campamentos como habíamos planificado, no son factibles, su realización exigiría semanas. Es por ello que, después de discutirlo, decidimos volver a la táctica alpina: cargar las mochilas con todo el material necesario y salir hacia arriba lo más de prisa posible.
La salida para el gran ataque se efectúa el 19 de febrero. Seremos seis: Bérardini, Ferlet, Denis, Lesueur, Paragot, Poulet y Dagory. Una primera cordada, la de Bérardini y Denis, probara el itinerario de la espuela central por encima del campo II. Los otros cuatro escaladores, pesadamente cargados suben hasta este campamento y vuelven al base.
Su emplazamiento permite la instalación sólo de una tienda, donde tres, podrán dormir. " Muy incomodos ", declara Denis que vuelve a bajar con Bérardini. " Un gran acantilado rocoso en el arco de círculo bloquea el paso ", encordado a su compañero. " Y encima hay otro acantilado glaciar " que sobrepuja el primero. Los espíritus están preocupados, la noche está llena de dudas. El glaciar mediano es abordado al día siguiente por Bérardini y Paragot, la nieve profunda dificulta el penoso avanzar. A las 13 horas, los seis abordan por fin los peñascos del acantilado. De lejos, parecen vistosos y simpáticos como lo son a menudo los peñascos cuando se escala en hielo. " Todo es escarchado " comprueba Bérardini que con Paragot, comienza a equipar la pared y prosigue renegando, después de algunas pruebas infructuosas: " las armellas son inutilizables en este peñasco" con las dificultades más grandes suben los primeros pasos que se revelan.
El día cae, rápidamente, y se hunden en sus bolsas de plumas, mientras que el agua se calienta para la sopa, cantamos alegremente, hace frío. Al amanecer, los zapatos están helados. Hay que esperar al sol, más abajo, vemos la tienda del campo II. Desde el principio, una escalada poco atrayente nos espera.
Después de haber alcanzado el punto extremo de la torre, Paragot se pone a la cabeza, pronto, se encuentra con un desplome enorme y una cortada de tres chimeneas de hielo vivo, no muy alegre, para Paragot, luego los otros llegan, Lesueur prueba primerear y Denis lo sigue, de hecho, toda la parte escarchada de roca es subida por ellos usando los crampones. Pone un anclaje y vuelve a bajar. Lesueur, durante las maniobras, continúa sobre dos largos de cuerda y equipa hasta el peñasco.
A las 10, en plena noche, en el frío que ya pellizca, la pequeña tropa se para, cada uno se instala como puede sobre una plataforma cortada en el hielo por Bérardini y Lesueur, en el campamento base. Ferlet ve en la cara gigantesca a oscuras un fuego minúsculo de Bengala roja, que significa que el ataque continúa, comprueba, y añade: "mañana saldrán." Pero mañana es otro día. Lo que Ferlet adivina esta noche, es la sed cruel que sufren sus compañeros en el campo 4, a 6.000 mts., instalado sobre el glaciar superior. El hielo cruje cada noche.
Con el alba, las malas nubes aparecen, la caravana se divide en tres cordadas de dos, sin ruido, cada uno perdido en sus pensamientos cramponea los seracs de hielo, doscientos metros en desnivel son ganados. Una pared de hielo de una decena de metros, la altura domina. Examen breve.
- imposible regresar, desespera Poulet. Es un "hueso duro".
- voy para allá, grita Bérardini resuelto, " lo superaremos.
Pone su mochila sobre la roca y saca los clavos, desequilibrado, queriendo cortar y golpear con su piolet, realiza esfuerzos agotadores a 6.000 mts., Paragot lo releva y la muralla es superada.
Por turnos, escalan, al alcance de la mano, parece que se perfila la pared terminal. Son las doce; el tiempo se restableció, un tipo de euforia los coge.
- hay que terminar hoy con este glaciar, decide Poulet,
- la nieve es profunda, nos hundimos hasta la cintura, responde Bérardini
-Me duelen los pies, se queja Denis.
La difícil caminata sigue en la pendiente de nieve de una verticalidad impresionante, mucho más tarde, a la noche, la caravana logra llegar al punto de encuentro entre el hielo del glaciar superior y la roca (rimaya), momento siempre delicado.
Arriba de sus cabezas se ve una pendiente brusca. Su verticalidad les asombra, a la izquierda, la pared encima, habrá que pasar por la derecha, después de cinco días de calvario, el vivac está preparado entre la roca y el hielo. El frió es impresionante, van girando entre todos, las cuatro bolsas de plumas y las dos bolsas de pluma cortas (patas de elefante) también la carpa disponible para enrollarse durante la noche.
-Imposible “hacer” agua, dice Dagory, esforzándose para que ande el hornillo.
-Nos morimos de sed, suspira uno.
-Mis pies, están fríos, agrega otro.
La noche pasó sin que fuera posible tomar o comer algo, cada uno matando el tiempo con método propio: unos soñando con playas donde el sol quema, otros maldiciendo, mandando todo al diablo, unos poniéndose sumamente nerviosos, tensando músculos o tal vez haciéndose insensibles en los confines de la no existencia.
Sin embargo, nada impide al polvo de nieve, levantado por el violento viento, meterse en todos los intersticios posibles y derretirse sobre el cuerpo. El campamento abajo es invisible, arriba, quedan 600 metros de pared. Después será…la cumbre, por ahora aun están en el campamento vivac 5. a unos 6400 mts.
Cuando surge el día, cada uno se asombra descubriendo a su vecino bajo un caparazón de nieve, el sol llega tarde, se dan cuenta que bajo las bolsas de plumas mojadas, se helaron los zapatos, una hora para ablandarlos.
Bérardini logra escalar el labio superior de la rimaya, los demás siguen, están congelados.
Una pendiente de nieve sirve de conexión hacia la roca y permite ganar 50 metros, pero es una pendiente de 60°. Salvo Paragot, todos se quejan de sus pies.
Paragot vomita bilis. Se agota y se preocupa convencido que es por la altura. La cadencia es de 10 metros cada 5 minutos, la progresión es terriblemente lenta. El día pasa, sin comer ni tomar nada, la primera cordada llega al espolón rocoso.
-No hay nada, gritan Bérardini y Poulet.
Ningún campamento posible, quédense donde están.
Instalan dos sogas fijas alcanzando de esta manera los otros cuatro compañeros la nieve.
- Vamos a buscar entre las rocas, dicen Dagory y Lesueur. Pero se vuelven más tarde, con las manos vacías.
El sexto campamento, se presenta mal, hace un frió horroroso, cuatro de ellos se enrollan en la única carpa que tienen, dos mas se meten dentro de sus pasamontañas. Paragot sigue vomitando y temblando, los pies se congelan, chupan unas ciruelas y unos caramelos de menta. Las piernas quedan balanceando arriba del vacío. Cada uno se cuida de no deslizarse hacia el abismo. Es una noche de terror, apenas vuelve el día, Poulet despierta a Paragot, el cual sigue vomitando.
Las cordadas vuelven a arrancar, abandonando la última carpa en la nieve. El espolón se escala con dificultad, la cumbre se acerca sin que nadie le preste atención, ¡tan grande es el cansancio! Alcanzan el espolón. Poulet se atreve a subir una pendiente de nieve muy empinada terminando sobre la cresta final, dos protuberancias nevadas exigen algunas precauciones, cada cual sintiendo la llegada del final, juntos van hacia la cumbre, los pies están insensibles.
Cada 20 metros vuelven a respirar, arrodillándose en la nieve. Por fin, están en la cumbre, la victoria, llego el final, no pueden pensar en otra cosa.
¿Qué sienten ellos? Las imágenes y los recuerdos están fuera de foco, luego analizarán, luego sabrán...
En el libro de cumbre, Paragot escribe del logro de la expedición y sus integrantes. Los demás ya están bajando, a unos 6.500 mts., se encuentra el refugio Presidente Peron (independencia). Salvo Dagory y Lesueur, que agarraron otro camino, todos se encuentran ahí. Capas de hielo sobre las paredes del refugio, a pesar del frío. Se instalan en los plumones tomando unas gotas de liquido. Están preocupados por Dagory y Lesueur que no volvieron aún. Paragot le pide a Denis que le saque los zapatos, horrorizado de descubrir los pies de su compañero, helados y duros como tablas de madera, el día después estarán azules, le duelen, durante dos horas, con la ayuda de Poulet, masajearán con guantes de lana y golpes de soga. Agotados, no lograrán dormir a causa de la sed. Cuando aparece el sol, la mañana después, el 26 de febrero, el estado de cada uno, salvo el de Paragot, no es preocupante, sino terrible.
Además de Denis que tiene manos y pies congelados y que gime de dolor, Bérardini está también muy lastimado, Poulet tiene los pies menos dañados.
Están sin noticias de Dagory y Lesueur, a pesar de los gritos de Paragot. No pueden parar en este refugio y a partir de las ocho, los cuatro compañeros vuelven a bajar con mucha dificultad, debido al estado de los pies. A pesar del viento y de las dudas sobre el camino a tomar, ven, hacia lo lejos, una línea azul: el Pacifico.
Dentro de poco tiempo estarán cerca del refugio inferior: el refugio Eva Perón, hay hombres en el refugio. Vienen corriendo hacia ellos a socorrerlos (ver biografía de Cesar Darvich).
Los argentinos y los chilenos los reciben con muchísimo calor, se enteran que Dagory y Lesueur bajaron anoche y fueron sumamente bien cuidados por ellos. Ahora sí que está terminada esta expedición, este asalto tan temido, esta pared Sur invulnerable e inhumana. El corazón está alegre cuando el cuerpo lo logra. Estos amigos están de vuelta juntos, y pueden ver con los ojos llenos de lagrimas que vienen para recibirlos, la escena significa el fin de su aventura.
El 7 de enero llegaron a Buenos Aires, siete conocidos escaladores franceses: Rene Ferlet, jefe del grupo, Lucien Bérardini, Adrien Dagory, Edmond Denis, Pierre Lesueur, Robert Paragot y Guy Poulet. Permanecieron una semana en Buenos Aires, trasladándose luego a Mendoza, donde efectuaron un reconocimiento aéreo de la Pared Sud del Aconcagua. El 24 de enero llegaron con 8 mulas cargueras al pie de la pared (Horcones Inferior), donde establecieron su campo base a 4000 mts. de altura.
Luego de equipar el primer tercio de la pared (1000 mts. aproximadamente) con 500 mts. de sogas fijas, se realizó el ataque el día 17 de febrero. Después de 8 días los seis escaladores (Rene Ferlet se vio obligado a permanecer en el campo base, debido a un ataque de ciática) llegaron finalmente a la cima el día 25 de febrero a las 19,20 horas. Mientras Bérardini, Denis, Paragot y Poulet pasaron la noche en el refugio Presidente Perón a 6.700 mts. Dagory y Lesueur siguieron la misma noche hasta Plaza de Mulas.
Con esto quedó finalizada la ascensión de lo que creemos es la pared mas difícil que se haya ascendido hasta ahora en el mundo. Bastará, para dar una idea de la envergadura de esta empresa, hacer notar que la Pared Sur presenta como ruta posible, a causa de las continuas avalanchas, únicamente el espolón central. Este es una pared de 3000 mts. que culmina a los 7000 mts., y cuyas más serias dificultades (escalada artificial en roca y hielo, pasajes en sobrependiente, escalada continuada de 5 superior en roca podrida, etc.), aparecen recién entre los 5500 y 7000 metros. Además, de las seis noches pasadas en la pared solo había suficiente lugar para montar las dos carpas en el primer campamento: en el 2 solo se pudo montar una, y las 4 noches siguientes fueron pasadas en vivacs sobre hielo, encordados, el ultimo a 6.700 mts. de altura.
El balance personal de la ascensión, ha sido caro: de los seis que han subido, todos, salvo Robert Paragot, han perdido por congelamiento por lo menos algunas falanges de los dedos de los pies, y Bérardini, además, tres falanges de la mano izquierda. El precio es muy alto, pero la hazaña es muy grande...
Ya constituye casi una tradición que siempre que nos visiten alpinistas franceses de renombre, expongan al público argentino, en el cine Biarritz, el relato de sus expediciones. Estas conferencias han constituido siempre una simiente fecunda, un aguijón para nuestros andinistas y para el público en general. Representaron una valiosa contribución para la comprensión de esa cosa tan desconocida y muchas veces desfigurada, el andinismo, ese deporte sin competencia, en aras del cual se afrontan tantos sacrificios, trabajos y peligros. La sencillez y elevado don de comunicación de estos hombres, sus relevantes cualidades humanas, han, influido grandemente sobre el ánimo de nuestro público, habitualmente condenado a digerir, en lo concerniente al andinismo, toda una serie de desconciertos y falsedades. Por todo ello los andinistas argentinos les debemos nuestro reconocimiento.
Comenzó la serie con Maurice Herzog, cuya imborrable exposición sobre la ascensión al Annapurna todos recordamos. Le siguió la expedición al Fitz-Roy, que por primera vez llamó en forma eficiente la atención del público sobre la extraordinaria belleza de nuestros Andes Australes. Y llegamos así, por último, a la reunión del 16 de Junio en que tocó el turno a la expedición a la Pared Sur del Aconcagua. Ante una sala colmada, donde en muchas caras se veía asomar la impaciente expectativa, tomaron asiento en el escenario los integrantes de la expedición.
Denis, quien por el estado de sus pies aun se hallaba imposibilitado de caminar. Hizo la introducción, el Ing. Teodoro Hauthal, presidente de la F.A.S.A., con sencillas y elocuentes palabras presentó a los escaladores, destacando la trascendencia de la acción llevada a cabo por ellos. Seguidamente hablaron sobre la expedición los señores René Ferlet y Guy Poulet, relatando el primero las ideas e iniciativas que hicieron posible la realización de la empresa, los preparativos, y las tres primeras semanas de trabajos, en que se dejaron "equipados" los primeros cientos de metros de la pared. Mientras, el Sr. Guy Poulet relató la ascensión misma, que los llevó a la cima.
Queremos destacar solamente que lo que muchos ya nos imaginábamos y se vio plenamente confirmado: la ascensión de la Pared Sur del Aconcagua constituye posiblemente el escalamiento mas difícil llevado a cabo, hasta hoy, en la historia del alpinismo.
La excelente exposición llevada a cabo en estilo sencillo, impresionando simplemente por la relación escueta, pero penetrante, de los hechos, fue impecablemente traducida "in situ" por el Sr. J. F. Fino, y mantuvo tensos y emocionados hasta último momento a los espectadores.
Las excelentes fotografías que acompañaron la exposición eran casi todas ellas obras de Juan Gutmann, (el material fotográfico de la expedición no había sido todavía revelado) y motivaron el aplauso del auditorio.
La reunión fue completada con la exhibición de la película "Haute Montagne", filmada bajo la dirección del Sr. Guy Poulet, miembro de la expedición al Aconcagua y presente en la sala. La película es el mejor film de montaña que recuerdo haber visto. Sus cualidades técnicas y fotográficas, inmejorables. El tecnicolor, excelente. Y en cuanto a la acción y el argumento, no son otra cosa que la escalada, el alpinismo mismo, el placer y el goce que se experimentan en esa actividad.
La acción nos lleva de Fontainbleau, el jardín de escalada parisién, a los acantilados calcáreos de la costa azul del mediterráneo, donde en inigualable contraste se enfrentan el azul profundo del mar con el blanco marmóreo de las rocas. Pasa luego en la extensa segunda parte a describir la ascensión de la Aiguille du Roc, en el macizo del Crepon, vecino a Chamonix. La difícil ascensión ha sido filmada en todos sus detalles, dando la visión natural del curso de la escalada, sin interrumpirlo con repetidos cambios de toma. Las gigantescas paredes graníticas, la escalada, los glaciares, el fondo de cumbres nevadas, se hallaban filmados con un realismo majestuoso.
Todo lo ofrecido en la reunión fue de primera calidad. Nos fuimos a casa con el ánimo emocionado y con ansias de hacer montaña.
Nos vimos imposibilitados, a causa del mal tiempo, de realizar el asado en el muro de Escobar, como habíamos previsto, agasajar a los camaradas franceses en nuestra "brique", como llaman ellos a la fábrica (nosotros somos los "briquiers"). El asado tuvo lugar en la quinta de nuestro vicepresidente Heini Wolf.
Sin embargo, algunos "briquiers" provistos de coche llevaron a los "Bleausards" (Fontainbleau es el jardin de escalada de ellos, cerca de Paris) a dar una vuelta por la fábrica. Desgraciadamente, solo pudieron echar un vistazo de lejos a nuestro "andinodromo", porque el estado del terreno, muy mojado, les impedía transitar por el estado en que casi todos ellos tenían sus pies.
El asado, magistralmente preparado por el cocinero oficial del centro, contó con aceptación unánime de invitados, asociados y perros, solo que estos últimos se quejaron algo por lo poco que se les había dejado.
Durante la tertulia, nuestro presidente, Dr. Geza Miller, luego de un discurso muy bueno que duró apenas medio minuto y en el cual se dedicó casi exclusivamente a ensalzar las cualidades de los discursos cortos, hizo entrega a los miembros de la expedición francesa de distintivos de nuestro Centro. Luego de comer, se desarrolló una cordial y amigable sobremesa, con animadas charlas, en las que muchas veces se veían brillar los ojos de nuestros jóvenes andinistas por el entusiasmo con que seguían los relatos de los expedicionarios.
Cantos montañeses, música de acordeón, gratas melodías familiares amenizaron la tertulia, que finalizó recién bien entrada la tarde.
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