“Reconozco que algunos de mis trabajos científicos son ilegibles: verdaderos tostones. Están escritos para mis colegas. Aparte de eso, yo los divulgo porque quiero que la gente sepa lo que he descubierto. No se trata de hacerlos vulgares, no hay que bajar el listón sino tirar de la gente para arriba”. Eduardo Martínez de Pisón
Las palabras del geógrafo, montañista y explorador español Eduardo Martínez de Pisón (1937) contextualizan en cierta forma la intención de proceder en un comportamiento dentro del campo del montañismo cada vez más amplio y, asimismo, específico. El conocimiento científico y la divulgación son producto de la búsqueda de nuevas categorías –o clarificación de nociones ya encontradas- para permitirnos comprender más nuestra realidad. Y en cierta forma, cuando hablamos de “filosofía”, estamos incursionando sobre un ambiente con sus propias leyes y tecnicismo. Sin embargo, eso no nos obstaculiza el adentramiento en él. Por el contrario, nos habilita a conocer las herramientas disponibles y tener la opción de utilizarlas para volcarlas a nuestro lenguaje y a nuestra práctica montañista.
Desde la reconocida “metafísica de la altitud”, a la cual Georges Sonnier hacía referencia en su obra La montaña y el hombre (obra pilar de la literatura sobre montaña, publicada en 1970) ya tenemos indicios claros de la referencia a la filosofía desde el plano montañista. Esta “metafísica de la altitud”, según Sonnier, estaría expresando alguna consideración de lo sagrado, lo vertical y la significación simbólica de la montaña, junto a lo poético y lo religioso. Este sintagma permite dar cuenta del asunto en cuestión que trataremos en esta nota. Por otro lado, esta expresión introducida por Sonnier también alcanza a la simbología de la ascensión física y la ascensión moral (inoculando valor ético a la ascensión física), como así también la mirada hacia la montaña como espacio para poder desarrollar lo espiritual (vidas monásticas), o como espacio donde se permite la libertad de conciencia y libertad política (cantones suizos: democracia directa); en fin, una multiplicidad de abordajes de la montaña en donde lo filosófico opera intentando descifrar una realidad mutante y dinámica para el humano en esa área distanciada de su cotidianeidad civil.
Asimismo, encontramos diferentes sentencias a lo largo de la historia del montañismo, en sus diferentes fases históricas, y desde distintas personalidades, que nos podrían dar a entender que existiría –o se podría hablar- de cierta filosofía de montaña. Desde alguna ‘ética del escalador’ hasta de considerar al montañista incluso como un ‘esteta’. También, junto a ello, se vinculan algunos aspectos propios de la psicología – y por qué no hablar de cierta Psicología de Montaña- a partir del autoanálisis que los espacios de montaña generan, entre otros aspectos. Las referencias a la importancia de la ética en la práctica del montañismo, como así también la construcción de cierta filosofía de vida que el asistir regularmente a la montaña genera, también permiten pensar sobre esta cuestión.
El compromiso y cierta ética para con el internarse en la montaña, los solicitados ‘códigos’ de tránsito en zonas agrestes, los conceptos de ‘Bergvagabunden’ (vagabundo de montaña) y el de ‘nomadismo’, como así también el de ‘Alpinistorro Animal’ –que implican no sólo una expresión ética sino estética- no sólo habilitan la idea de pensar en alguna filosofía de montaña sino también en cierta especificidad de la misma (ética, y estética, de la montaña).
Filosofía, valores y montaña; virtudes y menciones a diferentes filósofos para clarificar ideas y sentimientos de montaña (desde cartesianos neurocientíficos a fenomenólogos, desde la filosofía germánica en general hasta Nietzsche en particular, incluso hasta la mención de consideraciones místicas y teológicas), o la montaña como forma –o filosofía- de vida (entre otras, y cambiando de valores y ética constantemente), sin dejar de mencionar la referencia a la belleza, la poesía y la meditación (incluso el estilo de una ascensión). Hasta se llegó a hablar de que el montañismo generaba un tipo de filosofía constructiva por su alegría y felicidad. Todo ello, y mucho más también, podría ser lo que hace a una filosofía de montaña.
Por otro lado, la acción riesgosa misma que implica la práctica montañista invita a pensarla como condicionante, por sus efectos, del acto filosófico. En términos generales, se ha considerado a partir de la historia de la Filosofía, que uno de los orígenes del acto filosófico es el de las situaciones límites: situaciones que el ser humano no puede modificar aun cuando quiera intervenir en ellas. Estas situaciones, emparentadas con eventos en donde se exponga la finitud del ser humano (enfermedades graves, muerte, etc.), provocarían en el individuo ciertas reflexiones -filosóficas- sobre su existencia. Situaciones extremas –diríamos- en donde se evidencia la fragilidad del ser humano, como pueden ser aquellas que se experimentarían en el ambiente de montaña, evidentemente invitan a quien las transita a desenvolver cierto carácter filosófico –no sólo sobre el sujeto mismo sino sobre el terreno en el cual se expone a aquello. En fin, desde esta perspectiva también podemos dar cuenta de la conexión existente -y cuasi inescindible- entre filosofía y montañismo.
Ahora bien, ¿por qué nos tomamos la labor de hacer referencia a ello y pensar y escribir al respecto? Recientemente en una nota publicada en Noticias de Montaña, Nº 138, sobre Berta Vidal de Battini, se hacía mención a que la escritura sobre montaña (y en el acto mismo de escribir sobre ella, de transmitir lo que allí ocurre) es parte de la creación misma de la ética y estética de una comunidad. Posiblemente, al escribir sobre cuestiones referidas a la filosofía –en general- y a la ética y estética –en particular- estemos, mínimamente, contribuyendo a la alimentación de cierta filosofía –o ética y estética- de la comunidad montañista.
En agosto del año 2020, el CEMAC (Club de Exploraciones de México Asociación Civil), a través del guía y montañista Juan Tavera, realizó una charla/conferencia titulada “Reflexiones sobre Seguridad y Ética en la montaña”. Fundamentalmente, en la primera parte de esta exposición se trataron algunos puntos relevantes de la Declaración de la Ética en la Montaña realizada por la UIAA en el año 2009. Evidentemente, las cuestiones sobre filosofía de montaña (o sobre ética y estética en la montaña) tienen una razón de ser.
Si bien la intención de esta nota no es concluir con una respuesta absoluta y completa sino, por el contrario, traer a colación estas nociones y proponerlas para el pensamiento y desarrollo dentro de nuestras actividades montañistas, sí intentaremos exponer algunas nociones filosóficas más precisas. De esta manera, haremos referencia a las nociones, fundamentalmente, de ética y estética, y su aplicación al montañismo y a la montaña.
En términos generales, podemos decir que la Ética es una disciplina referida a cuestiones prácticas; precisamente a conductas y acciones humanas, cuestionamientos morales, etc. El término ‘ética’ proviene del griego ‘ethos’, que significa ‘costumbre’, ‘conducta’. Ya Aristóteles (384 a.C.-322 a.C.) había dividido las ciencias en:
-Teóricas: aquellas que buscan el saber por el saber mismo, como la Metafísica, Matemática y Física.
-Prácticas: aquellas que buscan el saber para lograr por su intermedio la perfección moral, como la Ética y Política.
-Creadoras o Productivas: aquellas que buscan el saber con vistas a producir objetos, como las distintas Técnicas y Artes en distintas actividades constructivas.
De esta manera, para Aristóteles, las ciencias prácticas hacen referencia a la conducta de los humanos y al fin que se proponen alcanzar (sea como individuos o como miembros de una sociedad política). El estudio de la conducta o finalidad del humano como individuo es el de la Ética; y el estudio de la finalidad del humano como parte de una sociedad es el de la Política.
Ahora bien, otra noción vinculada a los conceptos de ‘ética’ y ‘política’, es la de ‘estética’: vocablo que proviene del término griego ‘aísthesis’, y significa ‘sensación’, ‘sensibilidad’. En Filosofía, la Estética se constituye como una rama o disciplina de la misma, que tiene como objeto de estudio, principalmente, la esencia y la percepción de la belleza.
Por otro lado, las nociones de ‘ética’ y ‘estética’ tienen un vínculo con lo que se denomina “Filosofía Ambiental”. Esta rama de la filosofía tiene el interés de estudiar el espacio natural y la relación existente entre el ser humano y el medio ambiente. Dentro de esta área de estudio de la filosofía, podemos encontrar categorías como las de: ‘ecosofía’, ‘ética ambiental’ y ‘estética ambiental’. El término de ‘ecosofía’, por ejemplo, fue acuñado por el filósofo y montañista noruego, Arne Naess (1912-2009), en su abordaje sobre la relación entre el humano y el medio ambiente por fuera de todo centrismo (ecocentrismo y antropocentrismo). Asimismo, la Ética Ambiental refiere al estudio sobre la aplicación de la ética a relaciones entre seres humanos y su entorno natural o medioambiente; mientras que la Estética Ambiental sería una disciplina que estudia la apreciación de entornos naturales y humanos, como así también la influencia de ambos entre sí.
Es a partir de estas nociones de ‘ética ambiental’ y de ‘estética ambiental’ que podríamos acercarnos a categorías referidas a cuestiones éticas y estéticas en el ambiente de montaña. Y cuando al indicar cierta ‘ética, y estética, en/de la montaña’, consideramos simultáneamente el uso de la preposiciones “en” (espacial) y “de” (posesivo). De esta manera, no sólo ponemos atención a la relación entre los individuos en/con la montaña, sino también hacemos mención a cierto vínculo más trascendente entre el individuo y la montaña.
Es verdad que muchas veces nos encontramos con estos sintagmas en forma indiferenciada, intentando referenciar mismas cuestiones. Sin embargo, en esta ocasión, hagamos cierto ejercicio analítico del lenguaje que podría habilitarnos alguna alternativa más precisa de la realidad desde la distinción de cada una de estas nociones. Una ‘ética en la montaña’ pareciera que remite a ciertas normas sobre cómo los individuos, que se vinculan con ese espacio, deben tratarse entre sí –por ejemplo, cierto código de convivencia a determinada área de montaña.
Mientras que una ‘ética de la montaña’ tiene una intención más personalizada de búsqueda de valores y acciones que parecieran emanar de la experimentación y de la figura misma de la montaña, sea de cierto trato para con ella (cuestiones que pueden ser abordadas también en alguna ‘ética en la montaña’) como de cierta aprehensión de valores éticos que la misma experimentación de la montaña transmite –por ejemplo, de ciertos valores o comportamientos que la práctica del montañismo –o que la experimentación de la montaña en sí misma- pareciera inspirar. Asimismo, la ‘estética en la montaña’ permite referirse más a estilos o modos de transitar el -o de acceder al- espacio montañista –por ejemplo, diferentes maneras de efectuar ascensos o vías de escalada. Por otro lado, una ‘estética de la montaña’ permite hacer alusión a criterios y parámetros de la belleza, del goce, del placer, dentro del trato sensitivo para con un ambiente de montaña, pudiendo estos ser actos meramente contemplativos o no –es decir, hacer referencia a cualquier tipo de idea, sentimiento y/o emoción que la montaña misma nos produce.
Para clarificar mejor estas nociones, veamos algunas expresiones de distintos montañistas reconocidos. Sobre lo referido a cuestiones de estética, Ramón Portilla (1958), en Historia de bellas montañas, se señala:
Me gustan las montañas. Me gustan por su belleza estética, en especial aquellas que dibujaría un niño: elegantes, esbeltas, de afiladas aristas que cortan las nubes. Me atraen por su dificultad, por el desafío que supone intentar llegar a su cumbre. El camino que hay que recorrer para llegar a sus pies. Conocer su historia, quién, cuándo y por qué las ha escalado antes y también la vida y la cultura de quienes viven a su sombra.
Por otro lado, en relación a cuestiones sobre motivación y estilo, con el cual se aborda un obstáculo en la montaña, Lionel Terray (1921-1965), en Los conquistadores de lo inútil, comentaba:
Los progresos de la técnica, el perfeccionamiento del material y la mejora de los métodos de entrenamiento habían hecho demasiado eficaz al escalador; comprendí claramente que también en este campo la técnica estaba a punto de matar la aventura. Me pareció que para quienes buscan un modo de realizarse en el combate entre el hombre y la montaña ya no quedaría otra solución que tomar el camino desesperado de la escalada solitaria y la ascensión invernal.
Asimismo, una ‘ética en la montaña’ puede consistir en la reflexión sobre valores o costumbres referidos a la práctica humana en las distintas actividades de montaña. En Argentinos al Himalaya, Alfredo Magnani (1929-2011) sometía a crítica la cuestión ética sobre el dinamitar la montaña:
Los estrictos éticos del montañismo podrán criticar, esgrimiendo argumentos al parecer irrefutables, el empleo de este tipo de elementos (dinamita) para vencer una montaña. El lema de los clásicos es que el hombre debe utilizar sus propios medios y no recurrir a clavos, cables fijos, telesféricos… y menos todavía explosivos.
De la misma manera, la ética en la montaña se vincula con patrones como los referidos en el conocido “No dejar huella”...
-Limitar tamaños de los grupos
-Viajar y acampar en terrenos resistentes y permitidos
-Utilizar hornillos y no hacer fogatas
-Eliminar los desechos correctamente
-Efectuar una adecuada limpieza de basura y desperdicios
-No efectuar molestias tanto a la vida salvaje como a otros montañistas
En este sentido, también se puede vincular la ética en la montaña con ciertos aspectos propios de la ética comercial y profesional del guía de montaña/alta montaña: sea en relación a los deberes a los que está sujeto como tal por su práctica profesional (deber de garante, por ejemplo), como en referencia a ciertos valores sobre su conducta comercial.
Por otro lado, la ética en la montaña (o una ética de la montaña, para este caso, en donde se hace mención a ciertos comportamientos humanos que la misma montaña exige en cierto tránsito de sí misma) debería incluir los análisis de detractores de valores y deberes reconocidos por instituciones referidas al espacio de la montaña. John Krakauer (1954) llegó a sostener, post- Everest de 1996, que: “allá arriba, en la ‘zona de la muerte’, no hay ética”.
Dentro de este espectro, Reinhold Messner (1944) ponía en cuestión normas y valores propugnados por las propias instituciones montañistas de su época. En su Vida de un superviviente, comenta:
No hay nada que hacer contra quienes exhiben así la moral. Los moralistas tienen muchos aliados, mientras somos pocos los individualistas que no nos dejamos someter por el código moral de la masa. Así vencen los moralistas a los individualistas. Y defenderse de ellos empeora aún más las cosas. Porque los moralistas, junto a otros moralistas, disfrutan de la idea de sentirse del lado correcto. Es como si dieran vueltas sobre sí mismos y sobre su irrefutable “moral”. El aventurero, como individuo seguro de sí mismo, libre de toda moralidad, asume de manera instintiva toda la responsabilidad de sus acciones. No es responsable de ninguna autoridad, solo de su consciencia. (...) Libre de cualquier ley impuesta desde fuera, se deja guiar por su dinamismo, sus instintos sus visiones. (...) Hoy sé que ese alpinismo clásico, dueño de sí mismo, no puede ser aceptado por quienes argumentan sobre derechos y moral. No considero que quienes carecen de la capacidad de comportarse según sus propias ideas sean como yo (...). La intolerancia de rebaño frente al individuo también está en la base de los intentos de la dirección del Club Alpino Alemán, de marginar mi alpinismo individual. Todas las actividades que he hecho al límite han sido exclusivamente responsabilidad mía. En este contexto no hay reglas impersonales ni impuestas desde instancias “superiores”. Yo tampoco pregunté nunca sobre si algo estaba prohibido o permitido. Para mí, se trataba de si algo era posible o imposible. Yo era el único que daba sentido a lo que yo mismo hacía.
Ahora bien, si pudiéramos hacer un breve repaso por algunos documentos internacionales en donde se hace referencia a diversos aspectos vinculados a cuestiones éticas y estéticas en la montaña, podríamos establecer, a grandes rasgos, la siguiente cronología:
1964. Código del Montañés
1982. Declaración de Katmandú
1987. Código ético para expediciones
1998. Estatuto para el siglo XXI en defensa de las montañas
2001. Código de Montaña
2002. Declaración de Tirol
2009. Declaración de Ética en la montaña
2015. Manifiesto para Escaladores y Montañistas
Podríamos sostener que existe, sin embargo, una relación importante entre distintos documentos. Por ejemplo, la Declaración de Katmandú (1982) constituye una fuerte base de los principios en los cuales se construye el Código Ético para Expediciones (1987). De la misma manera, el Código de Montaña (2001) junto a la Declaración de Tirol (2002), fomentan la estructura principal de lo que luego se promulgó en la Declaración de Ética en la Montaña (2009).
Análisis de los documentos
Por otro lado, si nos disponemos a desglosar estos documentos, podemos precisar algunas cuestiones.
El Código del montañés (1964) fue declarado como tal en la Asamblea General de la Unión Internacional de Asociaciones de Alpinismo (UIAA), celebrada en Münich, Alemania, entre el 18 y el 22 de junio de 1964. Se recomendó la divulgación de la ponencia presentada por el Club Alpino Alemán, consistente en una serie de consejos prácticos y éticos destinados a los deportistas de montaña. El texto se basa en diez premisas:
De la misma manera, la Declaración de Katmandú (1982) fue adoptada por la UIAA el 15 de octubre de 1982. En ella se expresan algunos de los siguientes principios:
-Necesidad urgente de protección del ambiente y de la montaña: de su flora, fauna y recursos naturales.
-Deben alentarse acciones para reducir el impacto negativo de las actividades humanas en la montaña.
-No se debe violar la herencia cultural y dignidad de las poblaciones locales.
-Alentar actividades de restauración y rehabilitación del mundo de la montaña
-Incrementar el espíritu de hermandad, respeto mutuo y paz a partir del contacto entre montañistas de diferentes regiones y países.
-Amplitud social en la disponibilidad de información y educación para el mejoramiento de relaciones entre el hombre y el medio ambiente.
- Uso apropiado de tecnología para necesidades energéticas y correcta eliminación de desechos en áreas montañosas.
-Necesidad de más apoyo internacional (gubernamental y no gubernamental) a los países montañosos en desarrollo.
-Necesidad de ampliar el acceso a áreas montañosas para su estudio y apreciación sin impedimento por consideraciones políticas.
Por otra parte, la Declaración Ética para Expediciones (1987) fue promulgada el 9 de octubre de 1987 por la UIAA, basándose en principios de la Declaración de Katmandú. De esta manera, la UIAA formula un conjunto de normas en la Declaración Ética para Expediciones en el Himalaya. La misma también podría ser considerada para otras regiones del planeta con condiciones semejantes en algunos aspectos (léase ‘Andes’). Algunas de estas normas son:
-Respetar regulaciones del país hospedador.
-Respetar la Declaración de Katmandú.
-Mantener y desarrollar la naturaleza deportiva de las expediciones en el puro espíritu del alpinismo: adopción de logística y tácticas en línea con la evolución moderna del montañismo himalayista; negarse a usar medios artificiales o drogas para incluso alcanzar el éxito; evitar uso de medios materiales o financieros que no guarden proporción con el objetivo.
-Cualquiera sea la táctica y estrategia adoptada, preservar la seguridad de todos: miembros de la expedición, porteadores, etc…
-Asegurarse que los miembros de la expedición del país anfitrión participen tanto como sea posible en actividades técnicas de la misma con el fin de iniciar, o ampliar, su entrenamiento en alpinismo.
-Brindar información veraz, objetiva y precisa (post-expedición) sobre el progreso de la expedición: problemas, resultados, documentos, etc…
-Evitar exageración o alteración de hechos, especialmente con fines publicitarios, en cualquier artículo sobre la expedición, así como en medios de comunicación.
-Dar evidencia de solidaridad y ayuda mutua, no sólo dentro de la expedición, sino también con gente local y otras expediciones que podrían presentar problemas.
-Respeta el equipo de otras expediciones y abstenerse de usarlos sin su aprobación.
-Al final de la estadía, junto al espíritu de la Declaración de Katmandú, dejar la montaña lo más limpia posible; especialmente en lo que respecta a eliminación de cuerdas fijas, campamentos de altura, etc.
En el año 1998, en Autrans (Francia), durante la celebración de los “Días Europeos de la montaña”, se llegó al acuerdo de realizar un estatuto que reflejara las normas éticas y el comportamiento que los montañistas debían estar obligados a cumplir. De esta manera, se promulgó el llamado Estatuto para el siglo XXI en Defensa de las Montañas. Estas son algunas normas fijadas por este documento:
Artículo 1: Referido a la libertad de acceso.
Artículo 2: Sobre carreteras y pistas, y la explotación de las mismas. Artículo 3: Sobre los vehículos de motor en las montañas.
Artículo 4: No apoyar ningún proyecto de creación de nuevos refugios o vivacs. Artículo 5: Se recomienda un bajo nivel de balizamiento en los caminos.
Artículo 6: Respeto por rutas históricas; no debe ser añadido nuevo equipamiento en ellas.
Por otro lado, el Código de Montaña (2001) fue resuelto por la Asamblea General de la UIAA, reunida en St. Johann im Pongau (Austria), el 13 de octubre del 2001. Éste consta de seis partes:
- Prefacio
- Funciones del Código
- Valores
- El pluralismo de los “juegos” de escalada
- Máximas y normas éticas
- Adopción e implementación
En su Prefacio, se expresan cuestiones como las siguientes:
- El desarrollo de valores y el conocimiento general en la sociedad moderna ha dejado sus marcas en los deportes de montaña. Por ejemplo: conciencia ecológica y derechos de acceso; estilo de la escalada (legitimidad –o no- de ayudas artificiales como bolts, cuerdas fijas y oxígeno), relación de expediciones con patrocinadores comerciales. Asimismo, la creciente insensibilidad en la sociedad también abre brechas en el montañismo.
- Este Código de Ética se formula en respuesta a un deseo amplio de formular explícitamente las hasta ahora no escritas reglas de conducta y de adaptarlas a las necesidades de los tiempos.
- El Código se dirige a toda gente interesada en deportes de montaña: sea que guste de caminar o de escalar o de practicar montañismo de gran altitud.
- Las guías de referencia se muestran como un propósito y fueron formuladas para fomentar una discusión internacional con el propósito de hacer un consenso sobre las reglas de conducta en todas las áreas relevantes de los deportes de montaña.
En relación a las Funciones del Código se considera que:
- Comprende un sistema de valores, máximas y reglas para ofrecer una base estructurada para una conducta deseable.
- Formula un juego de valores para ayudar a la toma de decisiones en situaciones concretas, pero no contiene instrucciones detalladas
- Define valores fundamentales actuales en el montañismo y en la escalada en roca.
- Contiene principios y reglas de conducta para todos los aspectos importantes de la escalada.
- Formula criterios de evaluación ética relevantes para conflictos de decisión y otras situaciones inciertas.
- Presenta principios éticos por los cuales el público puede juzgar los eventos en montañismo y escalada en roca.
- Introduce a los escaladores principiantes en juego de valores y principios morales relevantes a su deporte.
-Propone un estándar por el cual los otros escaladores pueden juzgar y, si es necesario, condenar las actividades de otros escaladores.
- Dignidad humana: Acuerda con el artículo 1 de la Declaración de D.D.H.H. Premisa de que los humanos son libres e iguales en dignidad y derechos.
- Vida, libertad y felicidad: Acuerda con los D.D.H.H. establecidos por T. Jefferson. Responsabilidad hacia poblaciones indígenas en las áreas montañosas.
- Preservación de la naturaleza: Desarrollo de la conciencia por la belleza de un medio saludable y la necesidad de preservar su flora y fauna. Acorde a los principios de “No dejar huella” como clave fundamental en nuestra filosofía ambiental.
- Solidaridad: El montañismo genera una situación de dependencia de los demás en rutas difíciles: se disminuye las diferencias de clase, edad, raza, religión y nacionalidad.
- Verdad: Como las actividades funcionan sin testigos y frecuentemente no puede ser indisputablemente documentado, los expertos y el público dependen de la veracidad de los montañistas que reportan sus eventos. La arbitrariedad no debe reemplazar a la verdad.
- Superación personal: Superarse personalmente luego de haber alcanzado las exigencias físicas inmediatas y las necesidades de seguridad, amor y reconocimiento.
- Excelencia: Esfuerzo por la elegancia como por la realización controlada de la meta. Perfeccionar habilidades.
- Aventura: Experimentar nuestro funcionamiento en forma más intensa interactuando en lo posible, según nuestros límites, con los obstáculos naturales con mínima interferencia tecnológica.
- La calidad de los valores: Valores individualistas por debajo de principios humanos e ideales orientados al ambientalismo. La superación personal, la realización y la aventura se colocan por debajo de los derechos a la vida del hombre y su medio natural (valores humanísticos del montañismo)
En relación al pluralismo de los “juegos” de escalada y la Categorización de diversidad de deportes de montaña, sostiene la siguiente clasificación:
- Caminata y trekking
- Escalada de vías ferratas
- Montañismo clásico
- Ski de montaña
- Juegos de escalada: boulder, escalada en muros artificiales, escalada en pared.
-Estilo de escalada: escalada de aventura y escalada deportiva.
- Escalada continua
- Escalada de gran pared/escalada artificial
- Escalada alpina
- Escalada superalpina
- Escalada de expedición
El Código sostiene una posición en relación a la “filosofía” de la seguridad, oponiéndose a la tendencia que elimina completamente el peligro de la escalada y sigue la filosofía del “placer” lo cual reduce al deporte a su mero aspecto de movimiento. Sin peligro e incertidumbre, la escalada pierde su elemento de aventura. Escalar una ruta con equipo mínimo será siempre más apreciado que el ascenso de una ruta con una perfecta infraestructura.
Por su parte, la Declaración de Tirol (2002) fue adoptada por la Conferencia sobre el Futuro de los Deportes de Montaña, en Innsbruck (Austria), el 06 de septiembre de 2002. Esta declaración es similar al Código de Montaña en cuanto a sus funciones, objetivos y máximas.
La Declaración de Tirol se propone hacer una llamado a:
*Aceptar riesgos y asumir responsabilidades en la montaña.
*Balancear las metas con las habilidades y el equipo disponible.
*Realizar prácticas con medios justos e informar honestamente.
*Bregar por la mejor práctica y nunca dejar de aprender.
*Ser tolerante, considerado y ayudarse mutuamente.
*Proteger la vida silvestre y el carácter natural de las montañas y paredes.
*Apoyar a las comunidades locales y su desarrollo sustentable.
En relación al Código de Montaña, en la Declaración de Tirol se presentan diez máximas: uniéndose los puntos 6 y 7, como así también 11 y 12, formulados en el Código.
Por otro lado, el documento sobre la Declaración de la Ética en la Montaña (2009) fue presentando públicamente el 11 de diciembre de 2009. La declaración fue votada por unanimidad en la Asamblea General de la UIAA en Oporto, Portugal, en octubre del 2009. El presidente de la UIAA del momento, Mike Mortimer, sostuvo que es “una Declaración que resistirá la prueba del tiempo”, y que para ello “es intención de la UIAA revisar la Declaración sobre una base periódica y, como tal, será un documento vivo”.
Asimismo, el Climbers Manifiesto (2015) es un documento que la UIAA publicó en 2015, intentado mostrar un concepto regido por diez compromisos para escaladores y montañeros. El proyecto cubre varias facetas diversas de la ética de la montaña desde: no dejar residuos, respetar y transmitir habilidades y conocimientos. A lo largo del 2016, la UIAA se comprometía a explorar cada una de las diez promesas trabajando con escaladores, montañistas y sus Comisiones de Expertos para proporcionar un contexto más detallado y anecdótico para estas guías.
Los Principios de este Manifiesto son:
Escalar con consideración hacia otros escaladores.
Como hemos evidenciado en los documentos analizados anteriormente, notamos que la consideración de cuestiones éticas y estéticas se encuentran a la orden del día dentro del espacio de la práctica montañista: sea por medio de instituciones o sea por los individuos que esos escenarios transitan. La amplitud sobre el campo de abordaje de asuntos éticos y estéticos en la montaña es vasto. Sabemos que existen estas publicaciones y que, promulgación tras promulgación, esos mismos documentos se fueron soportando unos a los otros, con sus diferencias y similitudes.
Está claro que la concurrencia al espacio montañés nos irá generando mayor inquietud y una afectividad múltiple orientada a considerar distintos planteos éticos y estéticos en relación a la montaña; sea, como dijimos, en relación a nuestro comportamiento con el resto de los montañistas como así también con referencia a nuestra experimentación afectiva y responsable para con la montaña misma -dos instancias que parecieran ser indiscernibles pero que pueden considerarse de manera alternativa.
Una cuestión es el ‘estilo’ y otra es la apreciación de la experiencia de belleza que la montaña produce. Un asunto es cierta conducta aconsejable para cumplir en relación a quienes practican una actividad en el espacio de montaña, mientras que otro asunto es el valor ético que la misma relación con la montaña inspira y evoca. Permitir pensarnos como montañistas dentro de estas categorías podría facilitarnos un tránsito mucho más extenso y profundo dentro de -y para con- este espacio natural.
Finalmente, en nuestra lucha por la ‘aseidad’ (del ‘a se’: ‘por sí mismo’), la filosofía y el montañismo pueden unirse en la physis (en lo principal y fundamental de lo real) y en la cosmología que se presentan en la mirada del montañista desde cualquier estribación o cumbre y en el mero acto de la contemplación desde la altura. De esta manera, en la construcción del diálogo entre el humano y la montaña que ya había propuesto Georges Sonnier, encontremos más preguntas y respuestas sobre estas cuestiones. Posiblemente no alcancemos respuestas inmediatas ni finales a nuestras interpelaciones sobre aspectos referidos a la filosofía de montaña, como así tampoco a sus cuestiones éticas ni estéticas. No obstante, lo importante es intentar demorarse en estas nociones y dar cuenta de su existencia y de su completitud para con nuestra relación montañista.
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