Biografía de Humberto Santiago Vasalla
Por José Herminio Hernández. Montañista, Coronel (RE)
Restauración Fotográfica: Centro Cultural Argentino de Montaña, Natalia Fernández Juárez
Nació en la Sección Oeste de la provincia de Mendoza, a las veinte horas, del primero de septiembre de 1924, en el domicilio particular de sus padres; su madre se llamaba Estefanía Galante, argentina, y su padre Andrés Vasalla, de origen italiano, naturalizado argentino.Fueron sus abuelos, por su padre, don Félix Vasalla y doña Juana Gievino, ambos de origen italianos, por su madre, don Santiago Galante, también de origen italiano y doña, Carmen Castro, argentina.
Hizo sus estudios primarios en la ciudad de Mendoza, incorporándose a la Escuela de Tropas de Montaña, como aspirante a Suboficial del Segundo Curso, el 1 de enero de 1946, firmando un contrato de servicio como aspirante a Suboficial Combatiente de Montaña, por el termino de 4 años; ascendiendo al grado de Cabo y destinado a la Compañía de Zapadores de Montaña, en Uspallata, Mendoza, el 31 de diciembre de 1946, cuyo orden de mérito, fue 77 entre 80.
En el periodo invernal de 1947, realizó su primer curso de esquí, logrando la Tercera categoría de esquiador, realizando varias marchas en esquí y demostrando su gran capacidad y resistencias para las marchas con este medio de desplazamiento en terreno nevado.
El 31 de diciembre de 1947, ascendió al grado de Cabo Primero, según Boletín Publico de Ejercito Nro 2618. Además, se lo calificó con excelente notas, destacándose sus condiciones para ser un eximio esquiador, aptitudes estas que lo harán en el futuro un sobresaliente montañés.
Quien lo califica en sus actividades fue el entonces Teniente Primero, Emiliano Huerta, jefe de Compañía de Zapadores de la Escuela de Tropas de Montaña, que expresaba: Serio, retraído, correcto, subordinado, evidencia deseos de satisfacer. Es muy trabajador y perseverante en el esfuerzo. Leal y muy buen camarada. Debe ser más enérgico.
Años más tarde, contrajo matrimonio con la señorita Hilda Muschella, el 9 de octubre de 1948, en el registro civil de la ciudad de Mendoza y la ceremonia religiosa se llevó a cabo en la iglesia de Godoy Cruz.
El 31 de diciembre de 1948, ascendió al grado de sargento, de acuerdo a lo publicado en Boletín Publico Militar Nro 1796.
El 21 de febrero de 1952, realizó el curso de Exploradores Baqueanos, en el destacamento de Montaña 4, alcanzando la aptitud de Suboficial Baqueano Instructor, curso desarrollado en la Laguna del Diamante, ascendiendo dentro de las exigencias del curso, los cerros Laguna y Maipo.
El 10 de enero de 1953, salió en comisión a los Hielos Continentales Patagónicos, integrando el grupo apoyo, de la expedición científica-deportiva, conducida por el Mayor Emiliano Huerta, hasta el 21 de abril del mismo año, siendo calificado por el propio Huerta, literalmente, de la siguiente manera: Suboficial de relevantes condiciones morales. Su extraordinario espíritu de abnegación y trabajo, unido a su lealtad y sentido de amistad, lo han hecho un hombre indispensable y de plena confianza, que le han permitido cumplir misiones difíciles. Ha sido un puntal en el buen éxito de la expedición científica al Hielo Continental Patagónico. Sin lugar a dudas que este evento, donde Vasalla, tuvo una actividad poco notoria, en el sentido de que estuvo de apoyo en una singular actividad de trascendencia internacional, el cruce del Hielo Continental Patagónico, fue el preludio, de futuras actividades muy importantes en su carrera como montañista, dado que le abrió las puertas para que el propio Huerta, lo seleccionara para dos eventos internacionales, el primer ascenso invernal al Aconcagua, en el año 1953 y la Segunda Expedición Argentina el Himalayas, en los años 1955 y 1956.
En el crudo invierno de 1953, conformó el grupo que lo acompañó para el intento de coronar la cima del Coloso de América, sus integrantes fueron: como jefe de expedición el entonces Mayor de arma de ingeniero Emiliano Huerta, los secundaban en la cordada el Sargento Ayudante Baqueano Nicolás Belindo Ávila, el Sargento Ayudante Felipe Alejandro Godoy, el Sargento Ayudante Jorge Aníbal Martínez, el Suboficial Mayor de Gendarmería Nacional Oscar Maure, el Sargento Humberto Santiago Vasalla, los Sargentos Fernando Her y Rodolfo Ramos, que atendieron las comunicaciones, el señor Mario Bertone y el Sargento Ayudante Víctor Soler, encargado de las comunicaciones entre Mendoza, Puente del Inca y Plaza de Mulas. La expedición llevó el nombre de Expedición Invernal al Cerro Aconcagua General Don José de San Martín, año 1953.
El 10 de julio, se reunieron en Mendoza los integrantes de la expedición y el 16 de julio, salieron los primeros, es decir, el escalón adelantado hacia Puente del Inca. El 18 de julio, todos se encontraron en la Compañía de Esquiadores; en esta unidad se encontraba el entonces Teniente Coronel Eduardo Mauricio Aguirre, a cargo de un curso de esquí, quien se puso a disposición de estos camaradas que intentarían darle una gloria al andinismo nacional. Al día siguiente, el día 19 de julio, treinta esquiadores del curso, llevaron las cargas hasta Confluencia, campamento que obró como depósito de víveres.
La columna de la expedición se desplazó hacia el lugar acordado y en la quebrada del Durazno, se encontraron con otra expedición, eran los italianos que estaban intentando la misma aventura; con ellos, se encontraron en la inmediaciones del punto final del día, Confluencia.
La expedición de los italianos guiados Benvenutti, se alejaron para iniciar su intento al Coloso; los nuestros, una vez que depositaron las cargas regresaron a Puente del Inca.
El día 20 de julio, llegó un tren con los últimos integrantes, que ya reunidos todos, esperaron unos días en Puente del Inca, para iniciar la adaptación necesaria a la altura e iniciar sus desplazamientos y además, esperando que el tiempo mejorara.
El 28 de julio al mediodía, el cielo se despejó parcialmente y salió el sol. El Mayor Huerta, ordenó la salida a Confluencia, con cargas de víveres y material de comunicaciones para ir comprobando las capacidades de los integrantes, y cuando se estaban encolumnando para el regreso, distinguieron a lo lejos un grupo conformado por tres integrantes del grupo Benvenutti, los mismos se desplazaban en esquí hacia donde se encontraban los reunidos, ellos lo esperaron para saber que había sido de su suerte, esperanzados que no hayan logrado su objetivo.
Y fue así que, se les que cumplió su deseo, el grupo había alcanzado luego de diez días de temporal y mal tiempo, los 6.200 metros de altitud; las inclemencias del clima y del tiempo tan inestable, hicieron que desistieran en forma definitiva su intento y su amargo repliegue, les permitió al grupo de Huerta, tener la esperanza de un futuro logro.
El primer gran paso estaba dado, los víveres habían sido llevados y solo quedaba, comenzar el desplazamiento hasta la base y luego, instalar los campamentos de altura; próximo a la salida, todos juntos se desplazaron hacia el Campo Santo, el Cementerio de los Andinistas en donde descansan casi todos los que han dejado sus vidas por amor a la montaña y por su desafío al Coloso; allí, rindieron un sentido homenaje y pidieron que sean ellos sus almas custodios, de lo que a partir del día siguiente realizarían el intento de este nuevo desafío.
El primero de agosto de 1953, salió la expedición y fueron despedidos con gran algarabía y deseos de triunfo en la empresa. A la cabeza marchaba Huerta, lo seguían Ávila, Godoy, Vasalla, Ramos, Maure y Martínez, todos encorvados por las cargas de sus pesadas mochilas, al alcanzar las proximidades de la Laguna de Horcones, había una gran sorpresa y alegría, al mando del General Pujato, y formados con vista a la derecha, están todos los integrantes del curso Preantártico, que se encontraban realizando un período de entrenamiento y rindiendo honores a los hombres que marchaban los pies del coloso, con el eco de la voz del General que con vitorees por ellos, exclamando: Por los que van a vencer al Aconcagua, y al unísono todos contestaron Viva, viva, viva… la emoción invadió a los andinistas y replicó el Mayor Huerta: Por los que vencerán en la Antártida… y los integrantes de la expedición que desplazaban hacia el Aconcagua, contestaron también los vitorees.
Entre los días 2 al 4 de agosto, se encargaron de realizar los desplazamiento hasta Piedra Grande, acondicionando el lugar, instalando una carpa y depósitos de víveres; luego, por dos días consecutivos un temporal los inmovilizó, partiendo parte del grupo hacia Puente del Inca en busca de más material, especialmente víveres, necesarios para el largo tramo hasta la tan ansiada cumbre.
El 8 de agosto, regresaron, el Viejo Ávila, como le llamaba con cariño, Huerta, cargado y acompañado por un grupo de cursantes, y también, Mario Bertone, que se había quedado para escalonar los envíos; explicaba Emiliano Huerta: Nos produjo un entusiasmo y alegría al verlos tan cargados y destilando energía y esperanzas, especialmente eso contagio a todo el grupo, que tras varios días de mal tiempo, nos inyectaban las fuerzas necesarias para seguir adelante con el proyecto; esa noche se quedaron pues siguió el temporal, al otro día, visitantes y caseros emprendimos juntos el traslado hasta Piedra Grande con toda una gran cantidad de pertrechos que nos iban hacer falta para el asalto final y los campamentos intermedios; fue una gran ayuda pues si lo hubiésemos tenido que realizar nosotros solos, nos hubiera llevados varios días, con el consecuente desgaste, lo que en una de esas, podría haber puesto en peligro el posterior triunfo. Ávila, marchó con una mochila enorme, fue una nota alegre, además de la carga que soportaban sus piernas de acero, colgaban de la mochila una multitud de cosas, parecía un arbolito de Navidad, pero su instinto de baqueano y de hombre de los cerros, le decía que debía ser precavido; llevaba todo lo que podía necesitar, y más, su pucho apagado en la comisura de sus labios, a este superdotado, trabajador incansable, silencioso y abnegado, se le debió gran parte de la empresa.
Para llevar las cargas a Plaza de Mulas, quedaron instalados en el campamento número 2, Martínez, Godoy, Ramos y yo, el resto con los voluntarios regresaron a Confluencia.
Entre los días 11 al 14 de agosto, se aprovisionaron los campamentos y nos reunimos en Plaza de Mulas, Campamento Base de Operaciones.
El día 15 de agosto, el tiempo mejoró y junto a Vasalla y Martínez, salimos hacia Nido de Cóndores con la intención de instalar el campamento de altura, armamos dos carpas, hicimos de comer y nos metimos en las mismas, el tiempo mostró sus garras y comenzó a escarchillar densamente. A las 20 horas, el termómetro bajó los 29 grados bajo cero y el viento blanco aullaba furiosamente, pero nuestras carpas soportaron bastante bien los embates del viento. Ya dentro de nuestra carpa, Martínez, angustiado nos trasmitió la triste noticia de que no tiene sensibilidad en sus pies, que no respondía ni a los pellizcos, ni al tacto, que se da. Les practicamos enérgicos y continuos masajes, turnándonos, y le dimos unos comprimidos anticongelantes, que en realidad son vaso dilatadores, la noche se prolongó, se hizo interminable, nosotros en vigilia permanente; comenzó un estado febril en Martínez y al día siguiente, bajamos a Plaza de Mulas, el objetivo lo habíamos cumplido, llevar las cargas con combustible y víveres.
El 18 de agosto, inició el día con temporal, después nos enteramos que se produjo en toda la cordillera mendocina; fueron los temporales más intensos y terribles que yo había tenido noticia y que no se conocían desde hacía más de cincuenta años, produciéndose tragedias a lo largo de toda la cordillera; recién el día 23 de agosto, nos podemos comunicar con Soler, que se mantuvo atento en Mendoza con nuestros movimientos y llevó tranquilidad a nuestras familias y camaradas. Por nuestra parte, nos enteramos de las tragedias de Las Leñas y las Cuevas.
El 24 de agosto, al mediodía el temporal se calmó y salieron un grupo hacia Puente de Inca acompañando al Sargento Ayudante Jorge Aníbal Martínez, que iba rumiando su mala suerte, los congelamientos de sus miembros inferiores, han sellado su destino, nunca más podrá intentar e incursionar por esas alturas a las que tanto amó y dedicó su tiempo y sabía además, que ha pagado muy caro el cariño por ellas.
Sí querido Martínez, muy caro pagaste tu amor a las montañas, pero tu nombre sobrevivirá al paso de los siglos, pues el Peñón que lleva tu nombre permanecerá mientras el Señor de las Alturas, mantenga en pie estas montañas.
El día 28 de agosto, se realizó un intento a la cima, pero el cerro arrojó todas sus armas contra los intrusos desvalidos, que volvieron acongojados a refugiarse en Plazas de Mulas, a la dulce espera.
La gran preocupación que se venía vislumbrado desde hace días hacía crisis en el momento más necesario e inoportuno, faltaba combustible, solo quedaban 2 litros de alcohol. Entonces decidió Huerta que debía solo quedar Vasalla, Godoy y él, el resto bajar hasta Puente del Inca, con el propósito de volver con el preciado líquido.
El 8 de septiembre, el Servicio Meteorológico Nacional, les trajo nuevas esperanzas, el tiempo iba ir mejorando en forma paulatina, noticia que los reconfortó, pero mientras tanto afuera rugía el temporal.
Huerta, salió del refugio, se alejó hasta el extremo del cable que sostenía la antena y en un momento de suprema inspiración espiritual levantó los brazos hacia el cielo y con voz entrecortada pero con fe en sus creencias místicas, le grita al gran cerro: Dios Nuestro Señor y Gran Aconcagua, diez días llevamos en tu seno, te hemos demostrado mucho cariño, ten compasión de nosotros, danos aunque sean dos días de paz para acariciar tu cumbre.
Y comentaba tiempo después: Parecería que Dios y el gigante me hubieran escuchado, en pleno huracán, hay una larga pausa de misterioso silencio; si esa era su repuesta…, e ingrese nuevamente al refugio, con una esperanza en mi corazón.
El 9 de septiembre, dentro del refugio militar Primera Sección Exploradores Baqueanos, tomábamos unos mates cuando de pronto se levantó Vasalla, ante un ruido de un avión, con tan mala suerte que al ser tan bajo los travesaños del techo casi los levantó del cabezazo que se dio en él, medio aturdido salió del refugio y describió que el avión era de pasajero que pasó por encima de la cima del Coloso, esto nos dio la certeza más que nunca que el tiempo mejoraría por al menos unos días; por tal motivo, esa noche ordené preparar las mochilas, para la salida al otro día.
Esa noche cenamos abundantemente, le agregamos unas pastillas anticongelantes y vitaminas para afrontar lo que vendría.
Amaneció el 10 de septiembre, con poco viento, la temperatura era de 15 grados bajo cero, una temperatura para nosotros normal, ya no nos hacía mella, en nuestro cuero ya acostumbrado, si bien el cielo estaba cubierto las nubes estaban muy altas, lo que nos dio otro indicio que podríamos salir; nos abrigamos concienzudamente, repasamos el equipo y nos deseamos suerte; cerramos el refugio y salimos hacia los campamentos de altura; la intención era llegar hasta Nido de Cóndores y si estábamos bien, seguir hasta el refugio Plantamura; pensamos que la tercera tentativa era la vencida; avanzamos ensimismados en nuestros pensamientos, sigilosos como queriendo sorprender al Centinela de Piedra, los pasos eran firme y parecían que los dos meses que llevábamos no nos hubiera afectado.
A las 16 horas, llegamos a Nido de Cóndores, desenterramos las carpas para sacar lo que nos hacía falta y proseguimos la ascensión, acompañados de un cielo nítidamente azul y el sol radiante, que nos infundió nuevos ánimos, que nos dieron ganas de gritar pero sería un derroche de energía; a las 20 horas, estuvimos contemplando desde el último descanso y próximo al refugio, todo el panorama hacia abajo, pero que gran sorpresa no deparó al llegar al Plantamura y al Eva Perón, el primero, había quedado abierto la ventanilla y se había inundado de nieve, la cual, estaba muy dura y había quedado bloqueado la puerta, la había soldado; hicimos esfuerzos sobrehumanos para desbloquearla pero fue inútil…, fuimos al otro, y también se ha producido el mismo problema. Pese a la altura, nuestra desesperación ante esta adversidad se nos ocurrió que sacando la puerta, destornillando las tuercas podíamos lograr sacar la misma y así luego poder limpiarlo; así fue que, sacamos los ocho tornillos, y luego de una hora más dejamos en condiciones el refugio, para poder hacer uso del mismo.
A las 23 horas y luego de ingerir una buena cantidad de líquidos y alimentos, nos entregamos al sueño; inquietos y con sobresaltos, deseosos que al día siguiente estuviera estrellado como esa noche.
Muy de madrugada me asomé a la puerta y vi con silenciosa emoción que el cielo permanecía estrellado y al fijarme en el termómetro que se encontraba afuera, la temperatura llegaba a los 55 grados bajo cero.
Empezamos a acomodar nuestras cosas e hicimos el desayuno, el cual fue abundante y ante la posibilidad que no pudiéramos ingerir nada hasta el regreso; colocamos en nuestras mochilas los termos con agua y los testimonios para dejar en la cumbre.
Eran las 04,30 horas, cuando salimos del refugio para buscar la tan ansiada cumbre, las linternas nos iluminaron nuestros primeros pasos y al poco andar, se perdió su carga y dejaron de funcionar; pero las estrellas que resplandecían en lo blanco de la nieve nos permitieron seguir acompañados por la euforia de pensar en la victoria. Al llegar al Portezuelo del Viento, las ráfagas llegaron aproximadamente a más de cien kilómetros por hora, esto nos hizo detener y tuvimos que tirarnos por un momento cuerpo tierra y estudiar desde allí la senda a seguir.
Entre los paredones de la cumbre y nuestro portezuelo, el terreno se presentaba limpio de nieve, mientras que la cumbre está totalmente envuelta en una gruesa capa de hielo blanco lechoso, al que el viento había impreso formas especiales parecidas a ramas, hojas y plumas enormes. De los paredones del Norte colgaban colosales carámbanos a semejanza de una inmensa catarata congelada.
Avanzaron los duros andinistas; el viento los hizo tambalear con sus violentas ráfagas, el polvo de nieve los asfixiaba, ya que lo recibían de frente; avanzaban jadeantes con la cabeza gacha, las espaldas encorvadas y la cara lívida por el frío, cualquier excusa era buena para tomarse un respiro. Al llegar al Peñón Martínez se enfrentaron a dos huellas que salen hacia la Canaleta, una más marcada y más arriba que la otra, la otra más abajo, tomaron la primera, con tan mala suerte que luego de hacer unos cuantos pasos se dieron cuenta que el terreno era muy flojo y ya no pudieron volver por cuanto perderían no solo tiempo, sino el poco trayecto que habían realizado, pero había sido un derroche de energía; a las 16,00 horas, entraron en la Canaleta, escapaban del viento pero los esperaba la nieve fresca que los hizo enterrar sus miembros inferiores hasta la rodilla; los cuerpos no daban más, la respiración se hacía jadeante, el corazón golpea el pecho, cada paso era un martirio, los movimientos cada vez más lentos, pero la voluntad los hizo seguir, no cedieron porque en lo recóndito del cerebro había una fuente de energía ancestral que trasmitía rítmicamente sus impulsos a esos músculos agotados y que no debían cesar en su función.
Vasalla, había llegado al filo, ya estaba próximo a la cima, pero esperó a sus dos compañeros, Huerta y Godoy; cuando estos llegaron, éste les comunicó que estaba ciego, no podía ver, Huerta, quedó paralizado por la tremenda noticia, miró los ojos de Vasalla y con alivio se dio cuenta que solo era una acumulación de nieve y hielo que se le había formado en las pestañas y luego de sacarle los cristales de hielo, Vasalla, gritó con alivio un rugido de alegría. Siguieron tambaleantes hacia el tramo final, de repente no hay más que subir y frente a ellos estaba la cruz, símbolo de los creyentes y señal de que habían llegado a la tan ansiada cumbre, a concluir su tan ansiado objetivo.
Temblaban de emoción y se confundieron en apretones de manos y abrazos, solo Dios y ellos sabían cuánto les había costado todo y cuánto habían sufrido, son las 18,00 horas, del día 11 de septiembre de 1953, por primera vez se había realizado la invernal en el Coloso, y la primera ascensión invernal a un cerro mayor de seis mil metros en invierno.
Todos los sufrimientos físicos y espirituales pasados, se habían esfumados ante la inmensa alegría y emoción de lo que estaban viviendo y que mejor fue dar un agradecimiento a Dios por todo ello. Huerta, se arrodilló y lo siguieron los otros dos compañeros, que al unísono pronuncian alabanza a Dios, rezando un Padre Nuestro, una Avemaría y un Gloria por lo recibido, esto que solo era permitido a los triunfadores. Fue un regalo que les hizo el gigante a sus amigos, fue un cuadro encantado. El sol que se bañaba en las aguas del Pacífico, llevaba sus últimos rayos de su luz invernal a la cúspide del macizo andino, que iba proyectando las sombras para ocultarse hasta un nuevo día.
La embriaguez hizo emborrachar por instantes a los intrépidos que olvidaron la realidad, ante el esquivo sol que va esfumando las silueta y dejando paso a la oscuridad; al volver a la realidad, buscaron el libro de cumbre, pero la nieve traicionera había sepultado bajo su manto los vestigios, ponerse a buscarlo iba ser una ardua tarea, que demandaría mucho tiempo, entonces decidieron dejar los testimonios, envueltos en una bandera de guerra, los que fueron asegurados en los tensores que aseguraba la cruz de la cima; dichos testimonios fueron bajados por el Sargento Ayudante Julio Carranza, el cual, en el mes de diciembre del mismo año, conquistó la cumbre del Coloso.
Huerta, describió los pasos que siguieron: Emprendemos el descenso, la luna apareció y luego, se escondió entre las nubes y la oscuridad se hizo casi total. La Canaleta cubierta de nieve parecía un tobogán, por ella bajamos y nos deslizamos hasta el pie de la misma, casi sin esfuerzo. Nos paramos para orientarnos y el cansancio y la sed comenzó a producir los primeros efectos, Vasalla, apoyó sus labios en la piqueta, los cuales, quedaron pegados, su reacción fue inmediata tira de ella y sus pellejos quedaron adheridos, sus maldiciones al viento reconfortaron al menos su interior, ubicamos el Peñón Martínez, el viento nos tomó de costados, por momentos sentía la impresión que todos aquellos inmolados en el cerro nos estaban acompañando; alcanzamos el Filo del Portezuelo del Viento, y cuando bajamos hacia el otro lado, nos protegimos del helado viento, momento oportuno éste para tomarnos un descanso, luego, seguimos más por intuición que por orientación, sacamos las linternas que nos alumbraron por momentos, cuando volvían a tomar frío se volvían a congelar y nuevamente, nos quedamos sin luz y con el temor de pasarnos de largo; entonces, decidimos buscar un lugar con reparo para pasar la noche, la consigna fue no dejarnos dormir, esa lucha nos tuvo atentos a todos, pues eran tres noches que habíamos pasado unas pocas horas el primer día y los otros dos, en vela, especialmente ahora que, con los 50 grados bajo cero, nos podríamos pasar al otro mundo sin sentirlo. Así que, contábamos cuentos, recuerdos, anécdotas, fueron los que nos llevó a llenar el tiempo lento, que pareciera no pasar. Pero hacia el Este, apareció el despertar, coloreando el paisaje con sus tonos suaves y rosados, luego naranja, para darle paso al sol, que iluminó y despidió a la mezquina oscuridad que nos había tenido atrapado en un lugar.
Cerca de las 10,00 horas, llegamos al refugio, alcanzamos a estirar las bolsas de dormir cuando ya estamos durmiendo, quizás soñando con lo que habíamos vivido; nos despertamos casi al medio día, hicimos agua, desayunamos, acomodamos nuestra cosas, seleccionamos aquellas que dejaríamos en el refugio, raciones, combustible y medicamentos, el resto lo ubicamos en nuestras mochilas y a las 15,00 horas, cerramos el refugio e iniciamos el repliegue.
En Cambio de Pendiente nos agarró un viento helado de frente, pero seguimos saboreando nuestro triunfo a pesar de los 20 grados bajo cero, que acariciaba nuestros debilitados cuerpos; en uno de esos altos breves que hacemos, Godoy, revolviendo su mochila encontró una naranja y como buen compañero, equitativamente la dividió, la consumimos y no tardó mucho tiempo en hacer efecto, vómitos y deshidratación, fue el resultado de esa famosa naranja. A partir de ese momento quedó para el recuerdo la famosa “naranja de Godoy”. De noche y acompañados del temporal, llegamos al refugio, encendimos la radio y la música nos imprimió energías y nos hizo olvidar las últimas penurias pasadas. Había quedado atrás la puna, el frío, las tormentas, los dolores físicos y el prolongado encierro sin nuestras familias.
La cocina a alcohol comenzó a funcionar y a calentar un poco el helado ambiente del refugio de Plaza de Mulas, nuevamente, nos alimentamos y pasamos al descanso acompañados por nuestros recuerdos y proyectos silenciosos hasta el otro día, que seguro alguno sería convertido en realidad de los sueños de la noche. El día 13 de agosto, amaneció con temporal que se extendió en toda la cordillera, el radiotransmisor no funcionaba y nos comenzó a desesperar el tener que estar mucho tiempo parados sin poder avisar de nuestra tarea concluida con éxito, antes del 21 de septiembre, dado que finalizaba el invierno y si llegamos después, podían dudar de nuestro triunfo, así que dispusimos que al otro día sea como fuere, nos replegaríamos hacia Puente del Inca. El día 14 de septiembre, dejamos el refugio, nos acariciaban los copos de nieve, de la tormenta que como despedida nos brindó el gigante, la temperatura bajó los 25 grados bajo cero, las mochilas estaban pesadas pero cuesta abajo no las sentíamos; bajamos por el mismo cauce del río Horcones, pues está cubierto de nieve y congelado su preciado líquido.
En el campamento de Piedra Grande, vimos movimiento de un grupo de gente, no podían ser otros que los nuestros que habían bajado en busca de más provisiones; nuestro encuentro fue emocionante, abrazos, lágrimas y gritos de alegría fueron nuestra comunicación, que lo dijo todo, hemos cumplido con nuestro objetivo, al tendernos los brazos silenciosamente, soy presa de una angustiosa emoción, desde el fondo de mi ser subió un sollozo indescriptible y me abrace con Mario Bertone, llorando, lo hago también con Ávila y con los demás, Ramos, Maure, Her; era casi el mediodía y el “Viejo” Ávila, se puso a cocinar unos bifes a la criolla, luego de casi 40 días sin probar este manjar, y por supuesto, acompañados con un vino patero, ¡que banquete! Hasta nos sorprendieron con un brindis final luego del almuerzo, con coñac, ¿qué habríamos hecho los unos sin los otros?
En el campamento había fuego, calor y cientos de preguntas que se entrecruzaban, para revivir lo pasado. Luego de todo esto, dispongo que los que venían marchando de Inca debían bajar los pertrechos dejados en Plaza de Mulas y de los campamentos de altura, mientras nosotros, emprendimos el regreso con esquís; la marcha se nos facilitó mucho, pues el viento nos fue empujando con fuerza desde atrás, cuando alcanzamos Confluencia a las 17,00 horas, el temporal se lanzó con todo, lo que produjo que nuestra visibilidad fuera casi nula, la noche nos sorprendió casi al llegar a la Laguna de Horcones, a partir de allí la zona se volvió muy peligrosa por los aludes que habían caído o estaban por caer; pero comenzamos a ver la luces de Puente del Inca; a las 21,00 horas arribamos a la Compañía, la nieve nos había transformado en espectrales imágenes, tambaleantes ingresamos al casino de oficiales en donde tres comensales se sorprendieron al vernos hasta que se dieron cuenta que eran nosotros y se abalanzaron hacia nosotros con gritos de entusiasmo y alegría, con vos entrecortada los entero de nuestras tareas.
Nuestra ascensión que logramos coronar denominada: General don José de San Martín, había finalizado con gloria para ejemplo de las generaciones venideras de montañeses.
Por esta hazaña, histórica para nuestro país y el Ejército argentino, se le otorgó la Medalla de Oro recordatoria de la empresa realizada y otorgándosele por mérito extraordinario el distintivo de la especialidad andina, Honoris Causa de Oro, a los Sargento Ayudante Felipe Godoy y Sargento Humberto Santiago Vasalla, no acordándose esta distinción al Mayor Emiliano Huerta, por poseerla ya con anterioridad, siendo esta resolución firmada por el Ministro de Guerra, General Franklin Lucero, siendo su entrega en formación especial del Ejército Argentino. Además, se les otorgó a los integrantes de la mencionada expedición, pasajes sin cargos, incluso para su esposa e hijos a cualquier punto de la República, los que serían utilizados en oportunidad de su próxima licencia anual, fue una forma de premiar a sus integrantes y motivar a otros integrantes de la institución, en el futuro.
Y Huerta, lo calificó en el informe anual, literalmente a Vasalla, con las siguientes frases: Suboficial de extraordinaria capacidad de trabajo. Educado, serio y disciplinado, goza de aprecio y estima de sus camaradas. Su lealtad, espíritu de sacrificio y abnegación, no tienen límites, siendo un hombre de plena confianza y eficaz colaborador. Sus aptitudes de montañés, le permitieron ascender el Aconcagua, en invierno, permitiendo un galardón mundial para nuestro país y el Ejército.
El 31 de diciembre de 1953, fue ascendido al grado de Sargento Primero, continuando sus servicios en Campos de los Andes, en la Agrupación de Ingenieros de Montaña.
El 3 de enero de 1955, se trasladó en comisión a la Sección Antártida Argentina, en Buenos Aires y de allí a los Hielos Continentales Patagónicos, bajo el mando del entonces Mayor Emiliano Huerta, quienes con otro grupo mayor de integrantes del Ejército Argentino operaron en aquella zona del territorio, regresando al término de la misma, el 23 de mayo de 1955, a Campo de los Andes, su antigua unidad.
El 1 de junio de 1955, partió a Buenos Aires, para integrar la Segunda Expedición Argentina al Himalaya, en homenaje al Teniente Primero Gerónimo Francisco Ibáñez, siendo su jefe de expedición el entonces Teniente Coronal Emiliano Huerta. El 18 de agosto de 1955, el grupo adelantado de la expedición volaba rumbo a Nepal, para un nuevo intento argentino al Dhaulagiri. Durante varios meses en la Segunda Expedición Godoy, fue junto al Sargento Primero Humberto S. Vasalla, responsables de armar y custodiar las cargas de la expedición; las 10 toneladas de víveres y equipos que inicialmente estuvieron en un refugio en Pokhara, y luego, de acuerdo al plan fueron desplazados hacia los demás campamentos de altura. Haciendo suya la experiencia de los japoneses en el Manaslú, el plan trazado por el jefe de la expedición, Teniente Coronel Emiliano Huerta, proyectaba atacar al Dhaulagiri en dos etapas. La primera, durante el pre-monzón, época esta donde los vientos cálidos y húmedos envuelven de lluvias y nevadas las cimas asiáticas, en los meses de octubre a diciembre de 1955, durante los cuales, se trasladaron los equipos y elementos hasta la base del cerro y en la segunda etapa, pos-monzónica, entre los meses de mayo a junio de 1956, se intentaría alcanzar la cima aún invicta. Razones ajenas a la expedición impidieron dar cumplimiento de la primera etapa, quedando así paralizada en Pokhara hasta abril de 1956, esto provocó un retraso muy grande, que trajo aparejado llegar tarde en la segunda etapa. Integraban la misma, además de los mencionados, Vasalla, Godoy y Huerta, los andinistas: Vicente Cicchitti, Orlando Bravo, Jaime Femenía y Mario Bertone. Tanto la ruta de aproximación hasta el campamento base, como la de ascensión al cerro, siguió el mismo itinerario salvo ligeras variantes, del marcado por la primera expedición.
Un relato de aquella expedición nos realizaba el entonces Sargento Ayudante Felipe Godoy, nos decía:
El programa de la Segunda Expedición Argentina al Himalaya estuvo planificado para realizarse en dos partes.
La primera parte comprendía desde la planificación hasta la instalación del Campamento Base a 4.500 metros y el Campamento intermedio a los 5.200 metros, durante el mes de octubre de 1955.
La segunda parte, la instalación de los cinco campamentos y el ataque previsto a la cima del Monte Dhaulagiri, entre los meses de abril y mayo de 1956, previo a la llegada de los monzones.
Participaron de la misma, también, el doctor hindú, Piri A. Gupta, el oficial de enlace del gobierno de Nepal, Siromani Bhakta Singh, 20 sherpas cuyo líder era el sherpa Ajeeba.
El 21 de abril de 1956, instalados en el Campamento Nro 1, Vasalla y yo, por la diaria transmisión radial, del mediodía con el Campamento Base, nos informaron que ya había llegado Femenía, lo que nos alegró mucho, ya que su arribo, significaba la segura llegada de la segunda tanda de los integrantes de la expedición y las probables correspondencias de nuestras familias.
El 22 de abril, junto con Vasalla y dos sherpas, nos instalamos en el campo intermedio para desde allí buscar un paso que nos llevara al Campamento 2 (4to de la primera expedición), ya que la ruta conocida había sido destruida por los desprendimientos de los seracs.
El día 23 de abril, con Vasalla y el sherpa Karma, buscamos el pasaje hasta el campamento 2, se tornaba muy pesado por la cantidad de nieve blanda. Sin haberlo hallado regresamos al campamento intermedio, donde se encontraba el jefe de la expedición, que ese mismo día había subido desde el campamento Base, con la idea de al día siguiente salir para instalar el Campamento 2.
El día 24 de abril, yo regresé al Campamento Base, mientras que el jefe de expedición, Vasalla y el sherpa Karma, se encargaron de hallar el paso, que no hallamos nosotros el día anterior.
El día 25 de abril, Femenía y Ajeeba, subieron a la ladera del Dhaulagiri Himal, para desde allí observar con anteojos, el lugar de trabajo de Huerta, Vasalla, ya que estos habían comunicado por radio, el día anterior, no haber hallado el paso buscado.
Día 26 de abril, Ajeeba, subió al Campamento intermedio para colaborar en la instalación del campamento 2, dado que el día anterior habían logrado localizar un lugar aparentemente adecuado para hacerlo, y el posible pasaje para llegar a él.
Día 27 de abril, se instala el Campamento 2.
Día 28 de abril, llegaron al Campamento Base, Cicchitti, Bravo y Soria y regresa del Campamento 2, Ajeeba.
El día 29 de abril, Femenías y yo, nos instalamos en el Campamento intermedio y desde allí con seis sherpas, empezamos abastecer el Campamento 2, con las cargas que previamente habíamos traído del Campamento Intermedio.
El día 30 de abril, debido al calor la nieve estaba blanda e hizo muy pesada la marcha de los porteadores. Siendo aproximadamente las 16,00 horas, llegaron al Campamento Intermedio, desde el Campamento 1, cuatro porteadores coolies y faltaba que llegaran otros tres más, a los que veíamos, que faltando 50 metros para arribar y depositan sus cargas sobre la nieve y emprendieron el regreso. Por intermedio del sherpa Sampu, que les gritaba llamándolos y comunicándoles que vinieran a comer, aunque no desplazaran las cargas, pero ellos a los gritos también contestaron que estaban muy cansados y no haciendo caso a nuestro llamado continuaron el descenso. Quedamos observándolos mientras bajaban por el filo de la cresta que llevaba al Campamento 1, cuando observamos que el que iba en la punta de la columna de marcha, se resbaló y desapareció de nuestra vista, mientras que sus dos compañeros que comenzaron a gritar y con ademanes desesperados nos comenzaron a llamar. Inmediatamente, con Femenías y los cuatro coolies, nos colocamos los grampones, tomamos cuerdas y un aparato de radio y nos dirigimos al lugar del suceso. Allí nos enteramos que Dal Badur, era el desaparecido. Un deslizamiento de nieve lo arrastró hasta hacerlo desaparecer en una grieta muy profunda.
Mientras Femenías, llamó por radio para comunicarse con el jefe de la expedición, que se hallaba en el Campamento 2 y al Sirdar, que se encontraba en el Campamento Base, yo trato de bajar a la grieta en la cual decían los demás coolies que vieron caer a Dal Badur. Los coolies se oponían de que yo bajara por cuanto lo consideraban sumamente peligroso, debido al estado de la nieve, nos obstante bajo hasta cierta profundidad, llamándolo a Dal Badur, sin tener repuesta mientras que la oscuridad en la grieta no permitía localizarlo y ver bien en su interior. La búsqueda se prolongó hasta la noche sin resultados; considerando que era conveniente pasar la noche en el Campamento Base, porque sería difícil regresar al Campamento Intermedio.
En el camino encontramos a Bravo, que con varios coolies se habían adelantado desde el Base con un reflector, para indicarnos el camino de regreso.
El 1 de mayo, de acuerdo a las órdenes dadas por radio por el jefe de expedición, subimos al lugar del accidente, Bravo, Femenías, Ajiwa y yo, para proseguir con la búsqueda de Dal Badur.
Ya en el lugar del accidente, nos encontramos con el jefe de la expedición que había descendido del Campamento 2.
Éste bajó a la grieta, mientras yo le daba seguridad con una cuerda; de toda esta labor solo se consigue encontrar un sobreguantes de Dal Badur. Dándose por finalizada ante la falta de resultados positivos y con una sencilla ceremonia religiosa, tras lo cual, el jefe, Femenías y yo regresamos al Campamento Intermedio y desde allí el jefe sigue su marcha hasta el Campamento 2, acompañado por un coolie.
Mientras tanto, Vasalla, con los sherpas que tenía en el Campamento 2, habían adelantado las cargas al lugar elegido para instalar el Campamento 3.
El día 2 de mayo, se trabajó instalando el Campamento 3.
El día 3 de mayo, el personal establecidos en los distintos campamentos, se trasladaron al inmediato superior, excepto el que está en el Base, que lo hizo directamente al Intermedio y en el Base quedaron definitivamente, Soria, el médico y el oficial de enlace y algunos coolies, que continuaron abasteciendo el Campamento 1 e Intermedio.
El día 4 de mayo, se utilizó para el transporte de cargas entre los campamentos.
El día 5 de mayo, el personal que estaba en el campamento Intermedio, se trasladó al Campamento 2, que se convirtió en el Campamento Base para trabajar hacia los otros de altura.
El día 6 de mayo, los sherpas que se hallaban en el Campamento 3, hicieron un viaje con cargas para abastecer el Campamento 4, en La Pera.
El día 7 de mayo, me traslado al Campamento 3.
El día 8 de mayo, Huerta, Vasalla, Karma, Pasang y yo y cuatro sherpas más, llegamos al Campamento 4, de donde regresaron los cuatro sherpas.
El día 9 de mayo, los que quedamos en el Campamento 4, salimos con la intención de instalar el Campamento 5; Huerta y Karma, consiguieron trepar hasta la cresta superior, donde colocaron una cuerda fija, que utilizamos los restantes para reunirnos con ellos. En este lugar, soplaba un fuerte viento y la tarde se va poniendo, lo que nos obligó a instalar dos carpas semienterradas en la nieve.
El día 10 de mayo, Huerta y Vasalla, hacen el reconocimiento y llegan al lugar donde encuentran los restos del campamento 7 de la expedición de Ibáñez. Desde allí estudiaron la ruta que se seguirá para intentar llegar al punto máximo alcanzado por primera expedición (Campamento 8), y regresaron al lugar en donde les aguardábamos.
Días del 11 al 15 de mayo, debido a las tormentas debimos permanecer inactivos dentro de las carpas.
Día 16 de mayo, con el sherpa Pasang, debí bajar hasta el Campamento 3, con la orden del jefe de expedición, de que el segundo grupo integrado por Bravo y Femenía, que conforme a directivas, debían estar en este campamento con los 5 sherpas que tenían con ellos, debían subir vivires y material de escalada y además, con la misión de intentar la cumbre.
Bravo, que nos había visto desde el campamento, subió con 4 sherpas para prestarnos ayuda transportando, café caliente en termos y linternas, dado que el temporal de los días anteriores había acumulado gran cantidad de nieve blanda que dificultaba la marcha y los desplazamientos, por tal motivo pudimos llegar al Campamento por la noche. Allí nos contó Bravo que Femenía había bajado el Campamento 2.
El día 17 de mayo, por la mañana, Bravo y yo, y 5 sherpas, salimos hacia el Campamento 4, llevando lo solicitado por el jefe de la expedición, pero por las condiciones de la montaña, muy cargada con nieve blanda, tuvimos que retornar, desde el lugar conocido con el nombre de Piedra Grande, dado que los sherpas se negaban a seguir, dejando en ese lugar las cargas. Antes de iniciar el regreso observamos que Huerta, Vasalla y Karma, también descendían.
Mientras tanto Cicchitti, que había subido desde el Campamento 2, con los porteadores nos esperaba en el Campamento 3, reuniéndose también dos horas más tarde el jefe y sus acompañantes. Esa misma tarde se continuó el descenso hasta el campamento 2, quedando en el Campamento 3, Bravo y Cicchitti, que debían reunirse con nosotros al día siguiente.
El día 18 de mayo, se reunieron todos los participantes argentinos, con el jefe de expedición que expuso los futuros planes de trabajo.
Día 19 al 21 de mayo, se mantuvo reforzando los Campamentos 3 y 4.
Día 22 de mayo, salimos con intención de intentar la cumbre, Vasalla, Cicchitti, Femenía, Ajiwa, Karma, Pasang y yo.
Día 23 de mayo, llegamos al Campamento 4, La Pera, acompañados por 4 sherpas más, que se habían agregado en el Campamento 3, transportando cargas. Luego, estos regresaron nuevamente al Campamento 3. En este lugar se había instalado dos carpas francesas que solo permitían 3 personas, en su interior, de modo que nos vimos obligados a construir una plataforma en el hielo donde instalamos una carpa Pirelli, donde durmió Femenías.
Día 24 de mayo, seleccionamos víveres, combustible y material, que llevaríamos a los campamentos superiores.
Día 25 de mayo, salimos hacia el Campamento 5, siguiendo la ruta de Ibáñez, y al llegar a La Canaleta, nos sorprendió la noche. Ya que debido a la cantidad de nieve acumulada, la marcha fue muy lenta y muy peligrosa por los desprendimientos de nieve y roca, dato este ya conocido por el relato de Magnani, integrante de la Primera Expedición Argentina. Por este motivo, nos vimos obligados a buscar un lugar para pernoctar, para lo cual elegimos una pequeña plataforma donde encontramos una cuerda fija dejada por la primera expedición. Lo reducido del espacio no nos permitió armar carpas y debimos pasar la noche sentados, asegurados por una cuerda fija a la pared de roca.
El día 26 de mayo, debido a las precarias condiciones en que se pasó la noche anterior, desertaron del grupo, Femenía y Pasang. El resto continuó la ascensión por la canaleta hasta llegar al lugar donde encontramos el Campamento 5, aquí nos vimos obligados a alzar las mochilas por medio de cuerdas, ya que la canaleta se estrechaba demasiado y hacia incomoda llevarla en la espalda.
El día 27 de mayo, intentamos llegar al lugar donde estaba el Campamento 8 de la Primera Expedición, nuevamente, la nieve blanda nos obligó a desistir de este propósito debido a los consejos del Sirdar Ajiwa, quien fue de la opinión de esperar dos o tres días para ver si la nieve con el viento y el sol se iba un poco para permitir un mejor desplazamiento.
Día 28 de mayo, Ajeeba, se quejó durante la noche de ceguera producida por las radiaciones solares. Yo había observado los dedos de mis pies completamente hinchados y con ampollas. Aconsejado por Vasalla y Cichitti, abandono con Ajeeba y regresamos al Campamento inferior. En el Campamento 4, encontramos a Bravo y al cocinero Pasang, quienes nos dan como de costumbre bebidas calientes que habían preparado y curaciones. Se quedaron ellos como apoyo del grupo, que seguía subiendo y nosotros seguimos el descenso.
Día 29 de mayo, Ajeeba y yo, bajamos hasta el Campamento 2, desde donde podíamos observar y vimos que el grupo que había quedado en el Campamento 5, también descendía.
Día 30 de mayo, el jefe de expedición nos ordenó evacuar todos los campamentos, porque el boletín meteorológico recibido de la All Indian Radio, así lo aconsejaba, dada la presencia de los monzones en la zona.
Día 31 de mayo, Bravo, que se hallaba en el Campamento de la Pera, lo evacuó y descendió.
Día 1 de junio, Femenía, Ajeeba y yo, descendimos al Campamento Base, con la orden de preparar todas las cargas y abandonar la empresa.
Del día 2 al 4 de junio, trabajamos todos en la evacuación de los campamentos. En este último día, el personal al completo, se hallaba en el Campamento Base, preparando el regreso. Con esto concluía la actividad y nos preparamos para regresar a nuestro país.
El 6 de junio, el equipo argentino, con el oficial de enlace y el médico, y 5 sherpas y 19 coolies, dejaron el Campamento Base y fueron al paso francés y a Tukucha.
El último lugar fue alcanzado el 9 de junio, donde la expedición descanso por 4 días.
El día 10 de junio, los otros cinco sherpas y cuarenta y dos coolies, comandados por Karma, dejaron el campamento Base y fueron a Muri, Beni y Pokhara.
Pokhara fue alcanzado el 21 de junio, por el primer grupo y el 26 de junio, por el segundo grupo.
El día 2 de julio, el jefe de la expedición y miembros de la expedición dejaron Pokhara y se dirigieron a Katmandú, dimos las gracias a las autoridades de Nepal, y por el amable recibimiento por nuestra estadía en Nepal, durante el desarrollo de la expedición.
El ingeniero Bertone, tomo imágenes en 35 mm, de la ascensión al Dhaulagiri, de Nepal y de la India, para mostrar al nuestra gente de Argentina, la belleza de Nepal y de la India.
Con esto concluía sus anotaciones el entonces Sargento Ayudante Felipe Godoy, de lo que había sido la expedición según sus ojos.
Luego del regreso y concluida la expedición al Himalaya, el jefe de la expedición, el entonces Teniente Coronel Emiliano Huerta, lo calificaba a Vasalla, literalmente, expresando lo siguiente: El Sargento Primero Humberto Vasalla, que durante el desarrollo de la Segunda Expedición Argentina al Himalaya, año 1955-1956, “Teniente Primero Ibáñez”, ha evidenciado no solamente sobresaliente, sino extraordinarias aptitudes. Es abnegado, sufrido, buen camarada, correcto en todos sus procederes. Considero que es un elemento valiosísimo para la institución. Alcanzó los 7.650 metros SNM., en el Monte Dhaulagiri. Es apto para el grado inmediato superior.
El 31 de diciembre de 1957, fue ascendido al grado de Sargento Ayudante, dado a las destacadas calificaciones de los superiores que en los distintos niveles de la conducción lo calificaron para otorgarle el grado.
En el mes de enero de 1958, una expedición, precisamente, la séptima expedición del Club Andinista Mendoza, a montañas extraprovinciales, al macizo de la Ramada, cerro Mercedario, la misma estuvo integrada por los siguientes andinistas: Alfredo Eduardo Magnani, Herman Kark, Vicente Cicchitti, Alberto Vendrell y Humberto Vasalla, nuestro biografiado, además, todos socios del Club Andinista Mendoza.
Al iniciar la marcha desde la localidad de Barreales, en la provincia de San juan, los andinistas se vieron demorados durante varios días en esa localidad, debido a que el baqueano que debía proveer las mulas para el transporte del material no pudo ser localizado.
Por tal motivo y para realizar el intento se debieron apoyar, con el personal de Gendarmería Nacional, que les facilitó algunos mulares para el transporte desde Barreal, hasta el campamento base, cabecera del río Colorado, marcha que duró tres días.
Esto redujo considerablemente el tiempo que disponían para concretar el proyecto.
Instalaron su campamento base al pie de la cara Este del Pico Polaco y del glaciar Sureste del Mercedario, siendo su vecino inmediato por el Norte y seleccionaron como vía de acceso la que transita por el glaciar Oriental de esta montaña. Luego instalaron el primer campamento de altura a los 5.400 metros, en el labio inferior de la grieta del ventisquero y en la jornada sucesiva se lanzaron a la cima pero al alcanzar la cresta Sur-sureste, al pie de la pirámide final del empinado monte, se vieron paralizados por un amenazadora tormenta, lo que los obligó a descender; y por la falta de tiempo debieron regresar sin poder coronar la cima.
Creo oportuno, dar algunos datos de la montaña que realizó la próxima hazaña, desarrollada por Vasalla en la montaña Yerupajá. La misma está situada en la cordillera de Huayhuash, en las nacientes de cuenca del Alto Marañón, en el centro del Perú, América del Sur. Se encuentra ubicado en el límite de los departamentos de Áncash, Huánuco y Lima. A los 10° 16’ 08” de latitud Sur y a los 76° 54’ 19” Oeste de Greenwich. Su nombre popular es El Carnicero, siendo esta la segunda altura del Perú, es sin embargo, muy difícil ascenderlo debido a sus aristas, cornisas y paredes casi verticales, resultando ideal para la práctica del andinismo profesional y la escalada en hielo. Yerupajá, significa en quechua, blanco amanecer, es decir, Yuraq, que significa, blanco y Pajaj, que significa, amanecer. Este orónimo provendría del apócope y la metátesis del verbo quechua yuriy, que significa, aparecer, nacer, y en yiru y del sustantivo quechua paqsa, que significa, resplandor de la luna, pasa, paja. De modo que Yerupajá, significaría, aparece como resplandor de la luna.
Es el pico más alto de la cordillera tiene 6.634 metros de altitud, lo que la convierte en el segundo del Perú, siendo el primero, Huascarán y el de mayor altura de la cuenca amazónica. Vista a distancia el Yerupajá es gigantesco en relación a los demás nevados que conforman la cordillera. Respecto a su pared Oriental que es la más escarpada, correspondiente al distrito de Queropalca, provincia de Lauricocha, en la Región Huánuco, no tiene una forma definida. Sus imponentes aristas son visibles desde Conococha, Chiquián, alturas de Mina Llipa, Cajamarquilla, Rondos, Queropalca y desde puntos sobre una circunferencia imaginaria de radio de 60 kilómetros, a una altitud de 4.000 metros SNM. La cara Occidental se divisa desde Chiquián, tiene forma de hacha cuyo filo, que es la cumbre, da la impresión de bisecar el firmamento en dos parcialidades del azul infinito.
El Yerupajá, famoso por ser el lugar donde se produjo el accidente relatado por el montañista Joe Simpson en su libro Tocando el Vacío, que inspiró la película homónima y el espectacular Jirishanca por el Norte; que hacen del entorno del Yerupajá un lugar único y de belleza inigualable.
La Cordillera Huayhuash, aunque de menor superficie que la Cordillera Blanca, no es menos espectacular que ésta última. Existen sobre ella doce cumbres que superan los 6.000 metros y 110 montañas sobre los 5.000 metros. Su acceso, bastante remoto, normalmente se realiza desde el pequeño pueblo de Chiquián, ubicado a unos 110 kilómetros al Sur de Huaraz (el centro urbano más importante de Cordillera Blanca).
La aproximación al Yerupajá se puede realizar principalmente por tres rutas: por la vertiente Occidental desde las lagunas Jahuacocha o Solteracocha; por el Este desde la laguna Carhuacocha; y por el Norte desde la laguna Sarapococha.
Su caprichosa forma asemeja a una gran lámina con dos caras que se unen en la arista cimera que une las tres cumbres principales: el Yerupajá Norte, de 6.430 metros, que es el punto culminante de una gran pared rocosa con forma triangular; la cumbre principal o Yerupajá Grande, de 6.617 metros, que ubicada en el centro de la gran arista se defiende de cualquier asalto por sus grandes paredes y aéreas aristas; y por último el Yerupajá Sur, de 6.515 metros, que aparentemente es la menos esquiva de las tres y punto culmine de la pared Sur.
La historia deportiva del Yerupajá se inicia en la década de los treinta, cuando una expedición del Club Alemán Austríaco, intentó por primera vez conquistar su cumbre. Pese a los numerosos intentos no lograrían finalmente su objetivo. Su cumbre sólo se consiguió recién en el año 1950, por una expedición norteamericana integrada por D. Harrah y J.C. Maxwell de la Universidad de Harvard. Pasarían otros 14 años hasta que alguien nuevamente alcanzara la cumbre principal. Las dos décadas siguientes serían muy fértiles en cuanto a las numerosas nuevas rutas abiertas, pero durante la década de los ochenta los movimientos terroristas, propiciados por Sendero Luminoso, obligaron a disminuir ostensiblemente la actividad deportiva en la zona. Esto último, sumado a los grandes cambios en el glaciar, hizo que nadie hollara su cumbre en la década de los noventa, con la sola excepción de una pareja de austríacos que murieron durante el descenso. Recién en el año 2001, el ecuatoriano S. Quintero pudo alcanzar nuevamente su cima.
Actualmente se conocen unas veinte rutas que llevan a su cumbre. Sin embargo, muchas de ellas hoy en día son irrepetibles debido a los grandes cambios que han sufrido los glaciares de la montaña. Las dificultades de las rutas van desde Muy Difícil hasta Extremadamente Difícil. Dentro de ellas cabe destacar la de la primera ascensión, considerada como la ruta normal en la actualidad, y que sube por su cara Oeste para continuar por el filo Sur-Suroeste hasta la cima; y la variante a la ruta de la pared Noreste realizada en el año 1969, por la mítica pareja de escaladores tiroleses formada por Peter Habeler y Reinhold Messner, que unos años más tarde, serían los primeros en ascender el Everest sin oxígeno.
Nos relata Marcelo Lisnovsky, que la historia de la primera ascensión al Yerupajá Grande, expedición que coronó por primera vez esta montaña no está tan difundida y muchos la desconocen, aquí se la presentamos. El Club de Montañismo de Harvard, estaba organizando una expedición para escalar el invicto Yerupajá Grande, desde el año 1948, pero no fue hasta junio de 1950, que los miembros del grupo de andinistas salió desde Lima en busca de su lejano objetivo.
Los miembros de la expedición eran: James Maxwell, David Harrah, Matthews Graham, George Bell, Charles Crush, Austen Riggs y Jack Sack, quien era corresponsal de United Press.
Los expedicionarios se dirigieron primero a Chiquian. Allí cargaron la impedimenta en 17 burros y se dirigieron a la laguna Jahuacocha, donde establecieron el campamento base a unos 4.054 metros. Era el 4 de julio de 1950, los andinistas norteamericanos sabían que el éxito de la expedición radicaba en una buena aclimatación a la altura, y dedicaron varios días a efectuar reconocimientos y estudiar la posible ruta de ascensión.
Se decidió intentar la cara Oeste de la montaña, siguiendo la ruta explorada por Kinzl y Schneider, de la expedición Austro Alemana, del año 1936. El 9 de julio de 1950, Harrah, Bell y Matthews, establecieron el campamento I, Boulder Pocket, a 4.630 metros. Un segundo campamento se estableció a unos 4.870 metros, en la morena; dicho campamento no era muy cómodo, su fuente de agua estaba alejada, pero tenía una vista espectacular de la montaña y sus cumbres vecinas.
Bell y Harrah, regresaron al campamento anterior para portear más carga. Volvieron a subir por un glaciar en excelentes condiciones e instalaron un tercer campamento en la Cresta de la Depresión, a 5.480 metros. Se sucedieron los viajes para aprovisionar los campamentos. También hubo pequeños contratiempos, problemas con los porteadores nativos, dificultades para conciliar el sueño en la altura (solucionadas con la ingesta de Seconal, un barbitúrico), y la pérdida del apetito.
Mientras tanto, se estudian las posibles rutas de subida por el glaciar, buscando la vía más protegida de avalanchas. Bell, cayó enfermo y el siguiente intento quedó a cargo de Harrah y Riggs. Por dos días consecutivos esta pareja intentó llegar al collado entre el Yerupaja Grande y el Yerupajá Sur. Lamentablemente, Riggs, sucumbió a los efectos de la altura y no pudo conseguir el objetivo. Crush, trató de acompañar a Harrah, pero una enfermedad intestinal que arrastraba desde Chiquian y una bronquitis no curada en el campamento base, acabaron con sus fuerzas y debió regresar. Fue un todavía enfermo Bell, quien acompañó a Harrah, para establecer un nuevo campamento. Intentaron llegar a la cumbre al día siguiente, pero después de apenas 60 metros, Bell, debió abandonar, sin embargo, el campamento estaba preparado, y solo debieron aprovisionarlo para esperar el momento oportuno.
Después de cuatro días, Maxwell y Harrah, llevaron comida para seis días al campamento alto. Hicieron un intento a la cumbre, pero Maxwell, no se encontraba bien aclimatado aún y debieron bajar. El Yerupajá se defiende ferozmente de quienes intentaron conquistarlo, con las armas comunes a todas las altas montañas: frío, viento, falta de oxígeno, pendientes verticales de hielo, cornisas inestables y riesgo constante de avalanchas. A estos obstáculos, los montañistas opusieron tenacidad, obstinación, determinación, valor y cuidadosa planificación. Los ocupantes del campamento alto comenzaron a sentir los primeros síntomas de congelación en sus pies: Harrah, ya hacía dos semanas que estaba luchando contra esta montaña por encima de los 5.500 metros, decidieron no esperar más, pero no salir muy tempano, para darle tiempo al sol a calentar sus helados miembros, fueron livianos, llevando la menor cantidad de elementos posibles, como seguro, una cuerda de nylon de 45 metros y 9.5 milímetros de diámetro.
El 31de Julio de 1950, a las 10:30 horas, Maxwell y Harrah, se pusieron en marcha siguiendo la arista Suroeste, entre el Yerupajá Sur y el Yerupajá Grande. La afilada arista tiene entre 6 y 9 metros de ancho, con cornisas a la izquierda y cayendo escarpadamente a la derecha. A las 15,15 horas ya estaban en la pirámide final, a menos de 100 metros de distancia y 10 metros de desnivel, se encontraba la cima, no obstante, el camino a seguir era peligrosísimo, pues las cornisas podían ceder y arrojar a ambos al precipicio. Jugándose el todo por el todo decidieron continuar y a las 17,30 horas, coronaron la cumbre virgen del Yerupajá Grande, las nubes se abrieron revelando un panorama impresionante de toda la Cordillera Huayhuash, situados ahora en el corazón de la misma.
Estaban tomando una fotografía en la plataforma cumbrera antes de descender, cuando una pequeña parte cedió y arrojó a Harrah por el precipicio Oeste, afortunadamente los 45 metros de cuerda estaban prolijamente dispuestos y Harrah, cayó la distancia completa, dándole tiempo a Maxwell de arrojarse sobre la nieve y detener la caída con su piqueta, el tirón fue hacia abajo y no hacia afuera, y la cuerda, serruchando la nieve actuó como freno dinámico, Harrah, efectuó una caída libre de quince metros y golpeó contra una pared de hielo de 75 grados de inclinación. Maxwell, le gritó a Harrah que no puede ayudarlo a salir de esa situación, por lo que este último clava ambas herramientas en el duro hielo y comienza a trepar nuevamente. A sus pies se abre un vacío de 1.200 metros. Tardó 45 minutos en alcanzar la cresta donde lo esperaba Maxwell. Las costillas le dolían muchísimo, bajaron con mucho cuidado las partes rocosas y muy pronto se hizo de noche, pero siguieron descendiendo todo lo que pudieron a la luz de la luna, pero se vieron forzados a un vivac en una cueva de hielo.
Los pies de Harrah se habían mojado durante la caída y no tenía medias secas de repuesto. Procuró secar las medias con la llama de una vela, mientras sus pies se enfriaban más y más, por la mañana salieron de la cueva de hielo y en una hora llegaron al campamento alto, descansaron todo el día en el campamento, bebieron limonada y tomaron Demerol (analgésico), para calmar los dolores. Veinticuatro horas más tarde, forzaron a sus hinchados pies a entrar en las implacables botas y comenzaron el descenso, sus gritos de ayuda fueron escuchados por sus compañeros, que salieron a su encuentro al día siguiente. Maxwell, se quedó en el campamento de la depresión y Harrah, bajó hasta el campamento de glaciar, Matthews y Sack, fueron a pedir ayuda a Chiquian y consiguieron una mula para bajar a Harrah, dos días a lomo de mula y nueve horas a bordo de un taxi depositaron a Harrah, en la clínica Anglo–Americana de Lima. Una semana más tarde llegó Maxwell con el resto de la expedición.
David Harrah, perdió todos los dedos de los pies por congelamiento. James Maxwell, la mitad de tres dedos, la prensa se hizo eco de los aspectos sensacionalistas de esta escalada, y el Yerupajá Grande pasó a ser conocido como “El Carnicero de los Andes”. Después de esta primera ascensión, los montañistas siguieron acudiendo a Huayhuash para medirse con el coloso peruano.
La primera ascensión al Yerupajá Sur, fue realizada por una expedición del Club Andinista Mendoza de Argentina, integrada por Fernando Grajales, Humberto Santiago Vasalla, Herman Kark, Carlos Cardozo y Ulises Vitale; logró la primera ascensión al Yerupajá Sur, de 6.515 metros, el 3 de agosto de 1958. La cordada Vitale–Vasalla alcanzó la cumbre siguiendo la arista Suroeste.
Respecto a esta expedición al Yerupajá, nos relataba el propio Humberto Santiago Vasalla: Organizada por el Club Andinista Mendoza y con el comando de Fernando Grajales, en el mes de agosto de 1958, se llevó a cabo la Expedición Argentina al cerro Yerupajá, en los Andes Peruanos, de 6.550 metros de altura.
La empresa fue constituida además por Ulises Vitale, Herman Kark, Humberto Cardoso y el suscripto, Humberto Vasalla.
El lugar elegido por los andinistas argentinos para medir su capacidad, fue el pico Sur del Yerupajá, en los Andes Peruanos.
Tanto la Cordillera Blanca como la de Huayhuash, son consideradas en el ambiente montañés, como lugares donde las dificultades técnicas se pueden comparar con las de mayor jerarquía, incluyendo las del Himalaya.
La época elegida para la tentativa, si bien en un primer momento parecía impropia, había que tener en cuenta que la influencia de los vientos del Este y por tratarse de una zona próxima a la línea del ecuador, en las altas cordilleras, existe clima cálido mientras que en la llanura es invierno, cambiándose a la inversa, esto es, cuando al nivel del mar es verano, en las alturas comienzan las precipitaciones de agua y nieve. De ahí la importancia de escoger el periodo propicio, ya que de esta manera era sumamente riesgoso e inadecuado.
Luego de las comunes preocupaciones respecto al equipo, vituallas y viaje, todo completo, encontramos al grupo escalador al pie del cerro con una voluntad de triunfo extraordinaria. La capacidad y la amistad reinante en el grupo, factor decisivo en un posible triunfo, había formado un conjunto armónico y eficaz que aceptaban las directivas del jefe sin dilaciones y con verdadero espíritu de equipo.
Vayamos sin trámites hacia la parte más jugosa y dramática de la acción, nos referimos a la conquista de la cumbre y el descenso.
El día 4 de agosto, a las 06,00 horas, iniciamos el ataque final; luego de una hora de marcha, Ulises y el suscripto, la cordada de asalto a la cumbre, llegan a la cuerda fija que se había instalado y a las 09,00 horas superamos la dificultad, trasmitiendo señales a Grajales, quien nos esperaba en el campamento de altura; seguimos tallando escalones metro a metro, y a las 14,30 horas, estábamos muy próximo a la cumbre, por la pared derecha del pico.
Nos arrastrábamos por debajo del techo helado y luego avanzamos algunos metros a horcajadas sobre el filo estrechísimo. No sabíamos si debajo estaba la roca o pisábamos simplemente hielo suspendido en el abismo. No teníamos tiempo para pensarlo. La cumbre Sur, estaba próxima. Alrededor de las 15,00 horas, hollamos por fin la cima virgen, nos abrazamos y agitamos las banderas argentina y peruana y registramos fotográficamente el momento especial.
Luego venía lo más difícil. Pocos montañeros suelen tener en cuenta los problemas del descenso. Aquí, sin embargo, teníamos calculado el tiempo necesario para el mismo. No obstante ello, el coloso peruano no iba dejar tan fácilmente a los que habían hollado su techo.
Efectivamente, al descender tomamos la ruta muy a la izquierda del campamento base, y equivocamos el camino. Por si esto fuera poco, una espesa niebla cubrió totalmente el cerro. Empezó una odisea interminable, así nos pareció a nosotros, ya que solo veíamos a medio metros y no más allá.
Todas las rutas eran iguales. No obstante algunos destellos de luz nos animan en la lobreguez de la noche infinita. Seguimos caminando, dando tumbos, agotados, pero conscientes de que no podíamos parar. Ello hubiese sido el final. Y las horas iban pasando y por fin, después de dos intentos fallidos logramos llegar hasta la cuerda fija, la señal salvadora, la logramos a las 03,00 horas, hacían doce horas que habíamos iniciado el descenso…
Con la ayuda de Grajales iniciamos el descenso a los campamentos bajos. De los dos vencedores de la cumbre, Ulises, se encontraba bien, sus cubre botas, les han conservado los pies secos; no así el suscripto, que no podía sacarse los zapatos, que formaban con los pies y las medias, un elemento compacto. En el campamento de altura, lo friccionan varias horas y al parecer, los miembros reaccionaron.
Es necesario destacar el espíritu de solidaridad y compañerismo de Herman Kark, que al enterarse de mi situación, inició en la noche del 6 de agosto, un ascenso forzado desde el campamento base al campamento 2, y al encontrarlos me aplicó dosis de penicilina para prevenir una posible infección.
El suscripto, no estaba en condiciones de caminar, los pies me producían cada vez mayor dolor y entonces Kark, tomo una heroica y extraordinaria determinación: me cargó sobre sus hombros y durante seis horas descendió con la preciosa carga de su amigo en desgracia. Los que han cargado una mochila de 25 kilos, bien saben lo que es ese peso, se imaginan los 70 kilos de su compañero?
Pero el espíritu de compañerismo ha debido aliviar sensiblemente el peso, y así en una notable demostración de capacidad física y moral, llegan hasta las mulas y desde allí por las tierras bajas hasta Chiquian. Luego, Barran y por fin, el día 8 de agosto, en el Hospital Militar de Lima.
La retirada fue vertiginosa, pero no se podía perder un minuto ante la posibilidad de complicaciones en las congeladuras. Destaco también, la inmediata, generosa y amplia colaboración de civiles, militares y entidades afines.
El Club Andino Huaraz, actuó rápidamente en conexión con el Hospital de Lima, donde fuimos internados para atacar los principios de congelamientos que padecíamos.
La victoria sobre el Yerupajá, fue indudablemente la victoria argentina de solidaridad y compañerismo más destacada. Los valores morales que exhibieron todos los componentes ante un compañero en desgracia que sirva de ejemplo permanente de cuál es el ideal del montañés: “Volver todos y en las mejores condiciones posibles.”
El 2 de julio de 1958, nacieron Stella Maris y Hilda Susana, las cuales fueron adoptadas por el matrimonio, según supieron años después, las propias hijas que se enteraron por su propia madre adoptiva, que una señora de origen alemán se las habían dado en adopción.
Nos relataba su compañero de cordada en el Yerupajá, Ulises Sila Vitale, que: Cuando llegamos arrastrándonos al Campamento1, luego de hacer cumbre, nos encontramos con algunas cartas para Humberto que le enviaba su esposa, y que los muchachos la hicieron llegar allí. Allí fue donde le anunciaban que era padre de un par de mellizas, se puso a llorar de contento y las penurias y dolores provocados por el ascenso que quedaron para toda su vida, se habían aliviado un poco por este gran noticia.
Sus heridas finalizaron con la amputación del dedo gordo del pie izquierdo y de la segunda y tercer falange del segundo y tercer dedo del mismo pie, siendo operado en el Hospital Militar de Mendoza, recuperándose posteriormente, dándosele el alta curado, pero solicitándose la junta médica para determinar si era posible su continuación en el Ejercito.
La junta médica una vez sanado, lo clasificó con disminución en sus aptitudes físicas en forma definitiva. Dándole en acto de servicio dicho accidente y pasándolo a retiro obligatorio, y a integrar el cuadro de Reserva de la institución.
Humberto Vasalla, entre sus logros de ascenso podemos mencionar: El volcán Maipo, cerro Laguna, primera invernal al Aconcagua, y fue integrantes de la Segunda Expedición argentina al Himalaya en los años 1955 y 1956, alcanzando los 7.650 metros, la expedición al Yerupajá, en la Cordillera del Perú. Retirado y muy joven todavía, se dedicó al trabajo en el área gastronómica, durante varios años. Humberto Santiago Vasalla, falleció en la ciudad de Mendoza, el 28 de julio de 2010, a las 08,45 horas, a la edad de casi 86 años.
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