Cada vez que se acerca la temporada estival el grupo de Whatsapp que compartimos con el Turco Namur y el Vasco Alex Garate, comienza a activarse. Se plantean planes, se especula con fechas y cantidad de días, y en un momento casi por azar, surge el nuevo objetivo.
Viejos conocidos y fraternos amigos, ni siquiera hay que coordinar quién lleva qué cosa, cada uno sabe que es lo que tiene que hacer y llevar, y, una vez en la montaña, también se conocen las responsabilidades de cada uno.
Este año, la mayor dificultad consistió en ver cómo superábamos los protocolos y los cierres que cada provincia había decidido por la pandemia.
Andrea Da Rold, presidente del Club Andino Mercedario, fue la llave para destrabar el acceso a la cordillera sanjuanina, a la sazón, el objetivo planteado.
Nuestra idea era ir a la Cordillera de Agua Negra y el Cordón de Olivares, pero el cierre de las fronteras terrestres, impedían transitar por la ruta 150 que lleva al paso de Agua Negra, en el límite con Chile.
Andrea nos explicó que con una nota del Club y nuestro trámite personal en Gendarmería Nacional, podíamos obtener el permiso para transitar por la zona e intentar los ascensos.
San Juan es tierra de montañas por definición. Dueño de un paisaje andino profundo y absorbente, las altas montañas definen el oeste de la provincia. El simple observador, subyugado por el Mercedario (6720 m) y sus vecinos de la Cordillera de la Ramada, le pueden pasar desapercibidas otras grandes montañas, con cumbres que se elevan a más de 6000 metros y se encuentran en el norte de la provincia.
Sobre la cordillera limítrofe se elevan el Toro (6.160 m) y el Tórtolas (6.163 m), mientras que mas al este se levanta la cordillera de Colangüil con su cumbre máxima el Nevado de Lavadero (6.122 m). Unos 40 km al sur del Tórtolas, y en sentido NO – SE, se recorta el cordón de Olivares, con dos montañas que superan los 6000 metros, el Olivares del Límite (6.220 m) y el Majadita (6.280 m), también conocido como Olivares Central. Más al sur, y rematando este cordón se eleva el Olivares Sur (5.910 m)
La cordillera de Agua Negra, corre paralela y en el mismo sentido que el Cordón de Olivares, pero con una altitud menor. Las principales alturas de la misma son Agua Negra (5.484 m), El Bermellón (5.576 m), Bastión (5.626 m) y el Nevado Mondaca (5.222 m)
La primera ascensión del Nevado de la Majadita u Olivares Central (6.280 m) la realizaron socios del Club Andino Mercedario el 30 de diciembre de 1965, luego de varios intentos previos. El grupo que coronó la cima estaba integrado por Sergio Fernández, Mario Yacante, Vittorio La Terza, Estela de Lara, Graciela de Lara y Carlos Flores, accediendo por la quebrada San Javier. Establecieron el campamento base a 4500 m y dos campamentos de altura a 5000m y 5500m.
Respecto al primer ascenso del Nevado de Olivares del Limite (6.220 m), también conocido como Porongos (seguramente del quechua “Porunko”) existe una controversia. En 1964 Heinz Koch, socio del DAV Valparaíso, informó haber alcanzado la cumbre en forma solitaria desde la vertiente chilena. Al año siguiente, integrantes del Club Andino Mercedario ascendieron por la vertiente argentina, alcanzando una cumbre menor del filo cumbrero. Recién el 6 de enero de 1971, con el ascenso de los miembros del Club de Esquí, Andinismo y Socorro Andino de La Serena, Juan Baquedano, Claudio Canut de Bon, Pedro Diaz, Sergio Gomez, Carlos Galleguillos y Oscar Rojas por la misma ruta de Koch, se coronaria en forma indubitada la cumbre del Olivares del Límite, informando a su regreso que no hallaron señales del ascenso de 1964.
El primer ascenso del Olivares Sur (5.910 m) se realizó en 1991 por los italianos Franco Cremonese, Rosario Minola, Armando Ragano and Vittorio Zanuso y los argentinos Ana Miglioli, Teresa de Latli, Michele Beorchia, Mario Muñoz, José Oviedo y Carlos Ramirez.
En la Cordillera de Agua Negra, el primer ascenso a una de sus cumbres fue realizado por Jorge Varas, y Alberto Zimmermann el 22 de noviembre de 1964, justamente al Agua Negra (5.487 m).
En 1996, Mauricio Manzi logró los primeros ascensos del San Lorenzo (5.836 m) y El Bermellón (5.576 m). Mientras que el mendocino Pablo González logró los primeros ascensos del Comandante Cabot (5.870 m) en 2010 y Bastión (5.626 m) en 2019 junto con Lito Sanchez.
Otras primeros ascensos los protagonizó Marcelo Scanu, durante sus numerosas expediciones en las décadas de 1990 y 2000. Así coronó el Nevado Pismanta y Bauchaceta en 1990, el Morro San Lorenzo en 1995 y el Presidente Perón en 2009. El Nevado de Mondaca fue ascendido por el polaco Parys Liesicki el 17 de febrero de 2003.
El Club Andino Mercedario (www.andinomercedario.org.ar), decano de los clubes sanjuaninos, fundado en 1945, tiene una intensa actividad y funciona como punto de encuentro para quienes quieren iniciarse en la práctica del andinismo y la escalada o como referencia a quienes lo practicamos desde hace años.
Como práctica habitual de la cultura de montaña del mundo, cuando uno quiere respuestas sobre una zona a visitar, lo lógico es recurrir al club de la región. Así fue como evacuamos nuestros interrogantes y con la agradable atención de Rosario Grafigna en la sede del club, pudimos obtener una nota del club para presentar en Gendarmería Nacional y así obtener el permiso para acceder al refugio que el club posee en Arrequintin, departamento de Iglesia, a los pies de la cordillera de Agua Negra.
De San Juan viajamos a Las Flores, sellamos el permiso y continuamos hasta Guardia Vieja, sede del grupo de Gendarmería. Dos km más adelante llegamos al refugio (30°23 '22.6"S / 69°35' 19.1"O, 3.000 m).
El mismo consta de un ambiente grande que oficia de comedor con hogar a leña, una cocina, un baño y dos espacios grandes con 50 camas con su respectivo colchón. Si bien el uso es prioritario para los socios del club, si hay lugar, el club permite que no socios mediante el pago de un arancel se alojen en el refugio. Sorprendidos con las comodidades, nos instalamos y comenzamos a ordenar las cosas para luego preparar un rápido almuerzo.
Arrequintin fue el establecimiento donde funcionó una importante explotación minera de wolframita que fue descubierta en 1914. En 1934 se comenzó la explotación en las laderas del Cerro El Bronce (4.033 m), del Cerro de las Majaditas (4.210 m) y cordones aledaños. El auge de la extracción fue en las décadas de 1940-50 y a esta febril actividad se deben la mayoría de los topónimos que hoy le dan entidad a la región, explicando el porque cada loma o cambio de pendiente de la zona del refugio tiene nombre propio. Si bien la administración y edificios principales de la mina estaban sobre el arroyo Arrequintin, las construcciones que se encontraban sobre la ruta nacional 150 fueron las que siguieron en pie y donde se instaló Vialidad Nacional con posterioridad. Hoy esas instalaciones se convirtieron en refugios de montaña y, aunque de forma impropia, a este sitio se lo denomina Arrequintin.
Luego del frugal almuerzo estábamos entre prender el fuego de la chimenea o salir a caminar. Cuando estaba por ganar la modorra alguno sugirió ponernos en marcha. Pusimos agua y algo de abrigo en la mochila y salimos rumbo sur hacia un filo donde se recortaban tres picos con nombre propio: Co. Reparito (3.780 m), Co. De las Bolitas (3.790 m) y Co. Doña Eva (3.995 m). Calculamos unas 3 horas de ida y otra para volver, a un promedio de un poco más de 300 metros por hora, el recorrido parecía franco.
Con calor comenzamos a ganar altura por las faldas pedregosas cubiertas de pastos duros y vegetación achaparrada espinosa. Luego de una hora de ascenso, la brisa convirtió el caluroso ascenso en una marcha agradable para completar el trayecto hasta el primer promontorio que intuimos era el llamado Co. Reparito. Unos huesos de una osamenta olvidada por allí marcaban el punto individualizado. El GPS indicaba los 3.780 m que buscábamos. Continuamos por el filo amplio y cómodo hacia otro roquerío que se recortaba sutil en el mismo. Camino a él encontramos unas llamativas plantas con “bolitas” y se nos ocurrió que el topónimo quizás estaba vinculado con esto. En este punto indicado como Co. De las Bolitas (3790 m) no había más que unas rocas apiladas toscamente. Ahora el viento le ganaba a la brisa y fue necesario sacar abrigo de la mochila para seguir hasta el último punto del recorrido, donde encontramos entre las piedras del mojón que señalaba el final de nuestro recorrido, un testimonio que confirmaba que estábamos en el punto conocido como Co. Dona Eva (3995 m).
Regresamos al refugio, donde arribamos una hora después, ya con un aire fresco que nos invitó a prender el fuego y cenar junto a él.
Repasando el día, pensamos que una estancia en Arrequintin, permite en un eventual primer día hacer el recorrido que unas horas antes habíamos completado por el filo Reparito, de las Bolitas, Doña Eva, superando casi 1000 metros de desnivel por un cómodo recorrido. Posteriormente, en un segundo día se puede ascender hacia el norte, el Co. El Bronce (4.033 m) el cual habíamos ascendido en 2014 con el Turco, para luego unir a través del filo norte con El Soldado (4.023 m) e incluso el Co. De la Fortuna (4.380 m) en lo que se convierte en un día más exigente, pero que a su vez completa una buena etapa de aclimatación para alcanzar objetivos de mayor altitud.
Luego de la primera noche y un pollo a la parrilla, nos dispusimos a seguir recorriendo la zona. Pensamos en llegar al paso y desde ahí intentar algún ascenso. Hace unos años, llegados a ese punto, nos decidimos por un ascenso al Nevado Mondaca (5.220 m), donde al llegar a la cumbre, descubrimos el testimonio del primer ascenso, realizado por Parys Liesicki en 2003.
En esta oportunidad, al llegar, nos decidimos por un objetivo que requería menor esfuerzo: el pico Gabriela Mistral (5.051 m), antes llamado cerro del Portezuelo de Agua Negra, ubicado sobre el paso y donde solo hay que salvar algo más de 300 metros de desnivel. El recorrido nos llevo una hora y ya en el punto más alto (30°11'18.0"S / 69°49'0.3"O), pese al fuerte viento, nos cobijamos tras unas rocas y tomamos unos mates con bizcochitos y fruta, haciendo las veces de un almuerzo. Desde este mirador, delineamos los próximos días, eligiendo para el día siguiente un objetivo mayor, el Cerro El Bermellón (5.573 m), que requeriría superar 1500 metros de desnivel y recorrer algo más de 12 km entre ida y vuelta.
Al día siguiente partimos temprano, entre penumbras del refugio. Recorrimos 35 km hasta la zona conocida como Los Corrales, donde dejamos la camioneta a la vera de la RN 150. Comenzamos el ascenso por un canal que pronto requiere el uso de las manos para progresar y superar el corto tramo expuesto de unos 45° (30°13'41.50"S / 69°47'1.20"O, 4.370 m), pero que las rocas sueltas lo convierte en incómodo y algo peligroso. Luego de este resalte, pierde gradiente a unos 35°, y un hilo de agua indica lo que más arriba encontraríamos, el canal con nieve, lo que facilita la progresión. Las horas van pasando, con el sol todo es más fácil, pero el desnivel hay que salvarlo y no podemos perder tiempo. Finalizado el canal, llegamos a un plateau con una lagunita congelada (30°13'44.50"S / 69°45'53.10"O, 5.170 m), y arriba, ya vemos la pirámide cumbrera.
Ladereando, vamos ganando altura hasta el filo final, el cual superamos hasta la cumbre. Encontramos un pequeño mojón, sin testimonio. Alejada y eclipsada por otros objetivos mas altos o mas a mano, El Bermellón, seguramente estaba recibiendo el segundo ascenso, ya que nuestros predecesores seguramente ascendieron en 1996, cuando Mauricio Manzi recorrió la cordillera de Agua Negra y el cordón de Olivares en busca de ascensos novedosos.
Anochecía cuando llegamos al refugio para cenar y dormir nuestra tercera noche en el lugar. El pronóstico anunciaba nevadas para los días siguientes y el cielo empezaba a cubrirse. Esperaríamos para ver cómo se daban los días y si era posible partiríamos para el principal objetivo del viaje: la cumbre más alta del Cordón de la Majadita (6.280 m).
Durante la noche comenzó a llover en los 3000 metros donde nos encontrábamos y pensamos que más arriba estaría nevando como estaba pronosticado.
Amaneció y seguía lloviendo, los charcos de agua transformaban un paisaje que hasta ayer estaba absolutamente seco. Pasaban las horas y en alguna medida la ansiedad nos ganaba. Pasado el mediodía, pese al clima inestable partimos hacia la Quebrada del arroyo San Javier o de la Pirca, de acuerdo a la cartografía oficial argentina (30°19 '30.0"S / 69°44' 50.9"O, 3.850 m). Allí dejamos nuestro vehículo y comenzamos a caminar. El cielo oscuro le daba un marco llamativo a las fotos y los escasos rayos de luz que se colaban por las nubes, iluminaban un paisaje colorido, con verdes contrastando con los ocres de las rocas y el blanco del hielo. Avanzamos a buen paso siguiendo el arroyo y en algo más de un par de horas, en un recodo del río (30°21'18.80"S / 69°47'10.80"O, 4.375 m) torcimos el rumbo hacia el suroeste buscando una amplia quebrada por donde discurre un afluente del arroyo San Javier. Continuamos hasta un pircado (30°21'27.60"S / 69°47'21.70"O, 4.450 m) donde descansamos y comimos algo, para continuar hasta nuestro campo 1 (30°21'47.50"S / 69°47'14.80"O, 4.630 m), luego de superar escarpado acarreo para cambiar de quebrada. Pasamos una noche tranquila y la nevada anunciada nunca llegó.
A la mañana continuamos nuestro camino, buscando la lengua del importante glaciar que desciende por la faz norte del Majadita, nombrado a veces como Glaciar Pircas Negras y otras Glaciar Majadita Norte y que calculábamos alcanzar cerca de los 5000 metros. Luego de una parada para comer algo, finalmente, el cielo se cerró y comenzó a nevar. La precipitación que habíamos esperado el día anterior, se atrasaba y nos aseguraba una noche más fría antes de ir por la cumbre.
Bordeando el glaciar con sus altos flancos agrietados y bajo ya una intensa nevada, logramos acondicionar un espacio para instalar la carpa sobre los 5.300 m (30°22'52.60"S / 69°47'2.60"O) La nieve se iba acumulando y cenamos especulando cómo amanecería mañana.
Puntualmente a las 7 hs, partimos en medio de la penumbra sobre la nieve caída durante toda la noche. El sol, cubierto por el filo norte no salía y el frío profundo se hacía sentir. Caminamos 3 horas en esas condiciones, hasta que por fin sobre el filo los primeros rayos nos calentaron. Eran las 10 de la mañana y hora de hacer el primer descanso.
El ascenso continuó siguiendo la dirección del glaciar y en medio de una escenografía majestuosa, hielo, cielo azul profundo, nubes negras en el horizonte y amplias laderas nevadas.
En silencio disfrutamos estos momentos de frío y de carencias, esos instantes de vida profunda que se esfuman tras un soplo que se condensa por el aire helado y que se vive con esas amistades que la montaña forja y, con quienes disfruto entenderme en esas circunstancias sin mediar palabra.
Una última parada nos dejó debajo de la pirámide cumbrera y salimos de los dominios glaciares. Por acarreo cubierto en parte con nieve nos montamos en un corto filo, pero de rocas grandes y con nieve fresca, lo cual hacía que en momentos nos hundiéramos hasta las rodillas. Superado este corto tramo, vimos franco los últimos metros a recorrer. Estábamos sobre los 6200 metros y el fin del trayecto era inminente.
Una vara marcaba la cumbre y no hallamos ningún testimonio, aunque por la cantidad de nieve que cubría todas las hendijas del tosco amontonamiento de rocas que lo señalaba, puede ser que no lo hayamos encontrado.
Una vez más, nos abrazamos en la cumbre con Alex y el Turco, cumpliendo con esa costumbre de todos los años, en alguna de las altas cumbres andinas.
El descenso de la cumbre fue nuevamente bajo una intensa nevada, poco después de bajar de la misma comenzaron a caer los primeros copos, para luego convertirse en una copiosa nevada en medio de un vendaval. Para completar la realidad meteorológica una tormenta eléctrica comenzó a iluminar el cielo, incluso en un momento la electricidad estática no envolvió obligándonos a tirarse al piso, ya que la sentíamos como agujetas en nuestras cabezas y brazos. Llegamos a la carpa semi cubierta por la nieve y abortando cualquier idea de descender en el día, nos dispusimos a pasar la segunda noche ahí.
La mañana siguiente fue radiante, sol y una suave brisa. Nos quedamos en las bolsas de dormir hasta media mañana, recuperando el calor y tomando mate. Desarmamos y al momento de calzarse las mochilas, otra vez copos de nieve.
La bajada fue rápida, y cada vez más seca a medida que bajábamos, la tormenta quedaba atrapada en la parte alta de la montaña y abajo iba ganando el sol.
Al otro día, previo paso por San Juan a dejar las llaves del refugio, llegamos a Unquillo, a la casa de Alex. Asado, vino y más anécdotas, compartidas en este caso con Gabi y Unai, que ya con 4 años fue el centro de la reunión. Activo e inquieto participaba de las charlas y disfrutaba el reencuentro con su papá, hasta en un momento, para sorpresa nuestra, se animó a tocar el acordeón. Parece que va a ser músico, como su padre.
Los días de montaña quedaron atrás, pero las vivencias y anécdotas nos quedaran para todo el año, hasta que pronto abramos otro capítulo del “ritual de todos los años”.
Mail: info@culturademontania.org.ar
WhatsApp: +54 11 3060-2226
Instagram: @ccam_arg
www.facebook.com/ccamontania
Contáctate y comenzá
la aventura de integrarte
a la red cultural