Integrantes: Yuri Chalak y Lucas Roberto López
“Al ponernos en marcha, garabateamos riendo en los sombreros: Sin domicilio fijo en este mundo: solo dos caminantes”
Matsuo Bashô. Cuaderno en la mochila (1687)
Junto a Yuri Chalak emprendimos una nueva travesía por las montañas andinas, luego de participar de varias jornadas -durante Semana Santa- de prácticas y entrenamiento sobre cuestiones referidas a primeros auxilios y rescate en montaña. Al momento de partir, teníamos algunos objetivos pre-determinados, aunque a medida que anduviéramos por la zona nos inclinaríamos según nuestras apetencias del momento. Sabíamos que la Quebrada de Novillos Muertos nos podía conducir al montaje de algunos campamentos para ascender el Cerro Blanco, el último cincomil del Cordón del Plata en esa zona. Por lo tanto, íbamos a tomar a esta quebrada como referencia para desenvolver alguna actividad por estas extensiones.
La noche previa al comienzo de la actividad, hicimos un fuego en la zona de acampe del Cerro Negro, a unos 20km de Uspallata, para brindarnos una buena cena y agua caliente para el desayuno del día siguiente, con el propósito de no demorar demasiado tiempo y poder salir a caminar desde temprano durante la mañana. Al despertarnos, el cielo nos indicaba buena meteorología para la jornada, y comenzamos a transitar una huella vehicular por la Quebrada de los Alumbres, alcanzando la intersección con la Quebrada de los Arroyos. La altura en esta zona ronda los 1.500 m y 1.800 m.
Luego, rumbo N, nos dirigimos hacia la Quebrada del Telégrafo. Esta quebrada es muy transitada debido a la travesía que se estila realizar al llegar hasta la Quebrada de la Soltera. Asimismo, es una quebrada a la que se accede para ascender el Cerro Alumbre (3540m). Ahora bien, una vez alcanzando la zona de la intersección de tales quebradas, se nos presentó en forma inmediata, en dirección SO, la Quebrada del Cajón Escondido - la cual se encuentra 4km al S de la Quebrada de Novillos Muertos. Ante el escaso conocimiento que teníamos de esta quebrada, y sabiendo de la ubicación de Novillos Muertos rumbo N, decidimos ingresar a la Quebrada del Cajón Escondido y avanzar en sentido O para luego, llegada la ocasión, intentar acceder a Novillos Muertos desde otro paso.
La Quebrada del Cajón Escondido mantiene una altura que ronda entre los 2000m y los 2100m a lo largo de su longitud mediante el cauce del arroyo homónimo que la recorre. El nombre de esta quebrada hace alusión a su relieve: quebrada encajonada con algunas cañadas -por momentos hacia su ladera Norte- que permiten acceder a contrafuertes lindantes a la Quebrada de Novillos Muertos. Según publicaciones del reconocido andinista Pablo David González, la referencia que se podría tener sobre la Quebrada del Cajón Escondido es que es una quebrada poco transitada (poco visitada y, por ende, pisada): al inicio de la misma uno puede toparse con alguna senda de animal por su ladera N, a través de un terreno en constante inclinación; sin embargo, luego de algunas horas de tránsito, no se visualiza huella alguna.
Asimismo, el carácter arbustivo y tupido complejiza el avance en la misma. Estos aspectos la diferencian de las quebradas aledañas: como la de Novillos Muertos y del Telégrafo, las cuales son más amplias y con distinguibles picadas para atravesarlas. Y, entre estas dos últimas, la quebrada de Novillos Muertos propone un trekk mayor sobre espinados arbustos que la del Telégrafo.
La Quebrada del Cajón Escondido comporta cierto arbustismo en los márgenes del arroyo que la recorre, obligando a vadear permanentemente el cauce del mismo si se pretende intentar mantener un tránsito constante a través de ella: aunque el avance se vuelva mínimo -lento- por momentos. Cómo mencionaba, a veces alguna huella de guanacos puede intuir el pasaje en ella: pero en general no hay indicios de mucha pisada por esta quebrada. Finalmente, y luego de 6hs de actividad, decidimos pasar la noche en unos pequeños escalones de tierra formados a partir de la erosión del arroyo.
Los deslizamientos de materiales rocosos son evidentes en esa área debido a la piedra suelta que se visualiza y a la inclinación constante del terreno en ambos laterales. Un buen plato gourmet de cena (guiso de lentejas -con chorizo colorado, cebolla morada, ajo, zanahoria, etc.) nos proveía de una importante recuperación calórica. Asimismo, el posterior té mixto de jengibre, cardamomo y canela nos conducía a un leve estado de sopor para una relajación necesaria.
De esta manera, se iban sucediendo instancias que sólo podían manifestar expresiones particulares de cierto esteticismo de la rusticidad, las cuales culminarían, en esa jornada, con un vivac en esa terraza escalonada: la cual nos permitió disfrutar de un cielo despejado y totalmente estrellado. El espectáculo estelar, durante ese recogimiento que uno experimenta en tal adecuación ambiental, es una sinfonía visual avasallante y preciosista a la vez.
Al día siguiente comenzamos la tracción en sentido O con la idea de salir de la Quebrada del Cajón Escondido y poder encontrar un paso hacia la Quebrada de Novillos Muertos. Llegando a los 2100m, y a pocos centenares de metros de la cuenca hidrográfica que actúa como naciente del arroyo de esta quebrada, cuando el encajonamiento de la misma nos brindaba un mayor trabajo para seguir avanzando por las márgenes del arroyo, decidimos comenzar a ganar altura por la ladera N, previendo una actividad algo exigente: por el peso de las mochilas, por la inclinación del terreno y por la composición del mismo (mucha laja y roca suelta). En varios pasos, ya a unos 100m por encima del arroyo, tuvimos que sortear desprendimientos ocasionados por el mismo tránsito: incluso en varias ocasiones al tener que probar las tomas para permitir una traslación más segura.
El boulder en roca suelta sobre esta ladera escarpada, con mochilas no tan livianas, nos permitió disfrutar de cierto andinismo arbustivo: con algunos tramos de salientes en donde debíamos sujetarnos e inclinar el peso del cuerpo (junto al de la mochila) hacia el lado del valle y hacia un terreno con inclinación constante que culminaba en el arroyo (a unos 300m más abajo). La inclinación permanente del terreno a lo largo de la ladera, y por la altura ya alcanzada, hubiese generado, ante cualquier resbalón, una caída y un deslizamiento importante, cuando no traumático. Asimismo, sabíamos que teníamos que alcanzar los 3600m de un collado para acceder a la otra quebrada: un collado al que lograríamos llegar por medio de una travesía de 4km a 3000m, a través de un filo que iba uniendo algunos picos rocosos.
Seguros de que no íbamos a tener ningún tipo de acceso a agua hasta alcanzar la Quebrada de Novillos Muertos, antes de comenzar a ascender por la ladera N de la Quebrada del Cajón Escondido, cargamos nuestras Nalguenes y una botella de plástico de un litro para hacernos de agua suficiente durante el resto de la jornada. El acceso primero a un morro colorado a 2500m nos permitió visualizar un gran amplio terreno. Por un lado, la longitud de la Quebrada del Cajón Escondido. Por el otro, la cuenca de la naciente de la misma quebrada, con vistas hacia las áreas del Cerro La Polcura -el cual se suele ascender desde la Quebrada del Salto. Asimismo, hacia el Oeste, en sentido al Pico Salto, las culminaciones cuatromilistas del Cordón del Plata, donde por detrás se encontraría a cien metros la cumbre del Cerro Blanco. Finalmente, un filo con distintos cúmulos rocosos que nos conduciría hacia un collado a 3600m para pasar a la Quebrada de Novillos Muertos. Desde este filo se podía visualizar el Embalse de Potrerillos.
La llegada a ese collado resultó algo agotadora. La misma arrastró 9hs acumuladas de actividad durante la jornada hasta ese momento, y con menos de 100mm de agua disponible en cada Nalguene -al instante de acceder a ese col. Los casi 1500m de desnivel, sumados al tipo de terreno transitado, con unas mochilas no livianas, hizo que la jornada se transformara en una etapa extenuante. Es probable que el no haber descansado un día, luego de nuestra actividad previa durante cinco jornadas antes de emprender esta travesía, haya tenido alguna repercusión sobre la labor desempeñada en esa jornada: la falta de descanso necesario para jornadas con cierta exigencia física. Sin embargo, la belleza de los alrededores siempre motiva al adentramiento en estos lugares y a la constancia en el tránsito de los mismos.
La aparición de guanacos mientras subíamos al col por el filo, como así también el planeo de cóndores a escasos 10m en el mismo col, suministraban imágenes y emociones que reintegran la energía consumida. Gran cantidad de nubes comenzaron a cubrir, desde el O, las estribaciones cuatromilistas de la cuenca del Cajón Escondido, llegando a tapar la vista hacia el Embalse de Potrerillos. Ante la posibilidad de que esas nubes alcancen la zona del col y accedan a la Quebrada de Novillos Muertos, decidimos emprender nuevamente la marcha luego de la merecida pausa desde esta altura adquirida. Finalmente, tomando un rumbo NE, ingresamos a la Quebrada de Novillos Muertos al descender un acarreo de piedras sueltas, para desembocar en una hoyada que nos condujo, por último, a una cañada arbustiva con destino al arroyo: por fin volvíamos a tener agua luego de una jornada de 10hs de actividad.
Sin embargo, estando en el col, nos habíamos planteado dos alternativas para ingresar a la Quebrada de Novillos Muertos: o trasladarnos por el acarreo sin perder altura en dirección N, y acampar a esa altura para luego intentar ascender al Cerro Blanco al día siguiente, o -como finalmente decidimos- bajar hasta los 3100m, acampar allí, y descender por Novillos Muertos durante la jornada siguiente. Optamos por esta última opción porque comprendimos que la jornada de ese día nos había resultado algo dura y no nos encontrábamos tan bien hidratados: por lo menos, lo suficiente como para intentar un cincomil al día siguiente -teniendo que realizar una jornada de 1500m de desnivel nuevamente. Era necesario tomarse un giorni di riposo (día de descanso) si pretendíamos subir al Cerro Blanco: pero no nos estarían dando los días para luego descender y volver a Mendoza, debido a que ya teníamos los pasajes de vuelta a Buenos Aires para una fecha determinada.
De esta manera, acampamos en un terreno pedregoso sobre la margen S del arroyo de Novillos Muertos, entre nubes que comenzaban a circular por la quebrada y con una temperatura menor a la que habíamos tenido la noche anterior a casi 1000m menos de altura en la Quebrada del Cajón Escondido. La temperatura cercana a 0° que tuvimos durante la noche se registró en la escarcha que se produjo en el techo de la carpa. Por otro lado, al momento de la cena, un zorro no tan tímido nos acompañó durante la misma, dando indicios de que nos encontrábamos en una zona transitada por fauna variada. El alumbramiento de nuestras frontales, que permitió divisar los ojos amarillos del zorro en la oscuridad, no aminoró su curiosidad de descubrir qué nos traíamos encima. En algunos relatos publicados sobre actividades en la Quebrada de Novillos Muertos, figuran referencias sobre indicios de presencia de pumas. Cuando ingresamos a la zona arbustiva de esta quebrada, antes de alcanzar el arroyo, notamos varios restos esqueléticos de animales (algunos aún con carne), lo cual nos hizo suponer que posiblemente ese matorral sea un área donde algún puma suele alimentarse.
El atún con arroz de cena nos invitó a dormir algo más repuestos de energía, con nubes que seguían recorriendo el relieve de la quebrada. Esta noche no teníamos visibilidad hacia un cielo tan estrellado como el del día anterior. Por momentos, y de acuerdo a la cadencia del tránsito nuboso, se divisaba alguna que otra estrella. La temperatura más fría en esta altura nos condicionó para decidir si armaríamos la carpa o no. Al haberla transportado hasta allí, optamos por armarla y descansar más relajados dentro de ella, aún cuando no era un imposible realizar un nuevo vivac.
El último día de actividad nos llevó 6hs de tránsito. Descendimos por la Quebrada de Novillos Muertos desde los 3100m, vadeando el arroyo en reiteradas oportunidades y por un periplo que nos obligó a atravesar por momentos un terreno inclinado de rocas sueltas y, por otros, arbustos espinados –los cuales desaceleraban fuertemente la marcha. Como bien se advirtió anteriormente, esta quebrada presenta un relieve más amplio que la del Cajón Escondido, y el tránsito en ella se puede realizar por cierta picada que por momentos es de difícil visualización entre ambos márgenes del arroyo.
Por otro lado, a poco más de un kilómetro y medio antes de salir de la quebrada, dimos con un área en donde se había erigido un pircado de acampe: rastros de alguna actividad anterior en la zona, y de interés particular para quien desee adentrarse en esta quebrada en alguna ocasión. Asimismo, alcanzar la Quebrada del Telégrafo supone acceder a la zona de las Plataformas de Cemento –simbología andinista para ubicar la intersección entre la Quebrada de Novillos Muertos y la Quebrada del Telégrafo. Estas plataformas son utilizadas muchas veces para montar un primer campamento -quienes pretenden ascender el Cerro Blanco- antes de ingresar a la Quebrada de Novillos Muertos -el segundo campamento, antes del día de cumbre, generalmente se coloca a los 3600m de esta misma quebrada.
Luego de un pequeño descanso en estas plataformas, retomamos nuestro itinerario final dirigiéndonos en sentido S hacia la Quebrada de los Alumbres. El recorrido por la Quebrada del Telégrafo invita a un tránsito amable por este terreno con una huella fácilmente distinguible, obligando a vadear el arroyo en diversas ocasiones. A diferencia de la Quebrada del Cajón Escondido (y en similitud a la Quebrada de Novillos Muertos), la Quebrada del Telégrafo es algo más amplia. Asimismo, en esta parte del trayecto, uno puede toparse con distintos elementos herrumbrosos que dan cuenta de un pasado telegráfico en esa área. De la misma manera, los rastros de pircados para acampe o para cocinar, en varios puntos de esta quebrada, permiten pensar una pisada más concurrente en este terreno.
Finalmente, luego de recorrer este tramo de la Quebrada del Telégrafo, llegamos a la intersección de las quebradas de los Alumbres y de los Arroyos para, por último, transitar la Quebrada de los Alumbres hasta la ruta 7 y alcanzar el área del Cerro Negro - desde donde habíamos partido dos días antes al iniciar esta travesía. Horas más tarde, y en esta misma altura de la ruta, el ómnibus interprovincial se detenía frente a nosotros para que podamos emprender nuestra salida de la zona y llegar a la ciudad de Mendoza.
Como epílogo o conclusión final de esta aventura se puede precisar que pudimos advertir algunos elementos de interés en esta travesía. Es importante considerar, para nuestra interacción con los ambientes montañosos, que a veces ésta no necesariamente debe estar asociada a cumbres endiosadas o catalogadamente saturadas. Es por ello que los propósitos de salida a la montaña son diversos y, con ello, las actividades a realizar en sus áreas son variadas. Objetivos y pretensiones que parten desde fuerzas y energías múltiples, desde deseos y necesidades insondables. Quizá, a veces, puede ser emotivo curiosear por un relieve del que no existen demasiados indicios, y proseguir un sincopado andar a partir del paso que se puede llegar a instrumentar en la tracción, promoviendo una interrelación recíproca entre la adaptación de uno al terreno, y el intento de adaptar el terreno a las capacidades de uno.
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