De entre las sierras que fragmentan el suelo riojano, hay una que cautiva la mirada del viajero, será por su enormidad, será por su variedad de color mineral o será por los remates blanquecinos que nos lleva a deducir sus tremendas elevaciones. Así se presenta el Famatina, orgullo de los pueblos que habitan sus faldas, sacralidad de los antiguos que desafiaron el crudo rigor de las alturas para ofrendar en sus cumbres.
Una extensa sierra de cumbres unidas en un solo filo de norte a sur, que permite realizar una interesante variedad de trekking de un día, o internarse varias jornadas por sus laberínticas quebradas hasta llegar a las cumbres de grandes altitudes. Cumbres que ya han sido relevadas en muchas ocasiones pero que, a pesar de repetidos intentos, no se había podido enlazarlas en una sola travesía. En general, Famatina ostenta un filo sobrio de más de 60 km lineales que sobre los 4 mil metros claramente asciende y en ocasiones baja considerablemente para luego retomar altura y superarse hasta llegar así a un poco más de 6 mil metros.
Tras 25 años del primer intento por unir las cumbres del emblemático macizo riojano, el pasado martes 28 de agosto, luego de nueve días de agudísimas vivencias y de alcanzar varias cumbres de cinco y seis mil metros, la montañista salteña Griselda Moreno, lideró la 6ta tentativa histórica logrando encadenar las siete cimas principales del Nevado de Famatina. Con vientos de más de 100 km por hora y temperaturas de al menos - 20 grados, el logro de esta travesía en medio del invierno se convirtió en un hito histórico para el montañismo argentino.
El salteño Ramiro García, la tucumana Paula Miranda y el cafayateño Carlos Saldaño fueron parte del equipo de montañistas que acompañó la osadía. EL Club Andino Inti de La Rioja, de la mano de Alfredo Salinas, estuvo presente en el armado del plan de comunicación, emergencia y rescate. Estas son las cumbres alcanzadas por la expedición:
Co. Overo Negro: 5.778 msnm
Co. CO o Pradbupada: 5.842 msnm
Co. Nevado del Famatina: 5.821 msnm
Co. Overo: 5.930 msnm
Co. La Mejicana: 6.094 msnm
Co. El Gran Riojano: 6.090 msnm
Co General Belgrano: 6.122 msnm
En nuestra ruta, el punto de inicio fue Tres Piedras, un refugio bien servido de agua limpia instalado a 3600 metros (3.270msnm). Llegados a Chilecito resolvimos algunos detalles e inmediatamente hicimos base en este vergel. El descanso está asegurado por las comodidades que ofrece la única habitación aun techada que cuenta además con un elaborado hogar a leña.
La segunda jornada ya fue cuesta arriba, por una quebrada surcada por agua clara y extensa vegetación. Nos llevó un tiempo buscar dónde acampar, ya que la pendiente es constante y finalmente pudimos aprovechar dos plataformas muy pequeñas y distantes unos metros una de la otra.
Al día siguiente salimos al filo superando los 4 mil metros, el tiempo ya no era tan calmo, campamento 2 y 3 no fueron cómodos por los fuertes vientos. Obligadamente tuvimos que acampar muy temprano, las ráfagas eran tan intensas que desequilibraban nuestras enormes mochilas y era imposible estar en pie. Esa noche y la siguiente nos refugiamos al borde este del filo, en plataformas esmeradamente trabajadas. A escasos metros arriba, el grave y constante estruendo contra las rocas nos planteaba esperar lo necesario por la mejoría del clima, con cierta incertidumbre hasta cuánto duraría ese clima, ya que el agosto había llegado muy seco y el agua escaseaba. Solo contábamos con unos escondidos pedazos de hielo para derretir, y sentimos aún más la hostilidad del clima cuando la violenta tempestad terminó dañando seriamente el cubre techo de una de nuestras carpas.
Sin embargo la mañana siguiente trajo la tan ansiada calma, se abrió una pequeña ventana de buen clima y sentimos la alegría de sabernos ya en altura y con vista a las grandes cumbres del macizo. El bagaje en espalda aún ejercía el peso de la provisión pensada para más de una semana, pero la quietud atmosférica no agregaba ya ni un gramo más. Caminar con tan calmo día fue gratificante a nuestros cuerpos agitados y nuestras mentes exhaustas, y de alguna manera fueron minimizados los esfuerzos al llevar nuestra empatía hacia aquellas personas que en tiempos pre hispánicos ascendieron estas montañas con un sentido netamente religioso, con recursos totalmente diferentes a los actuales.
Este estado de empatía fue provocado por el encuentro de una pila de maderas hallados cerca de donde elegimos levantar carpa, maderas que dan testimonio, como en muchas otras cumbres, de la presencia de antiquísimas logísticas de los antiguos con el fin de ofrendar las Huacas ( cumbres sagradas). Teniendo datos orientativos de dónde estaría el posible sitio cumbrero de ofrenda, llegamos a una especie de enorme balcón en la ladera este, próximo a la cumbre del Cerro Overo.
Con una contundente corazonada Griselda caminó hacia este salto con la convicción de hallar el sitio, al ver esta escena me pareció vivir un dejavu, y me apresuré a seguirla comparando esa vista con recuerdos de otras plataformas ceremoniales que había visitado en anteriores expediciones. Efectivamente habíamos hallado el sitio ceremonial que nuestros amigos riojanos nos habían pedido registrar. Con nuestras cámaras captamos 3 construcciones circulares de baja altura, con más restos de leños en ellas; parados a su lado, estábamos de frente al valle poblado que siempre respetó la Montaña, y claramente notamos la significancia de cada detalle en este acto de regocijo.
El gélido agosto ya congelaba el entorno al mínimo descuido. El clima nos seguía acompañando, tanto que el campamento siguiente de la sexta jornada fue en una cumbre a 5800 metros, luego de haber caminado el filo como nos propusimos, pero ahora con fuertes caídas a ambos lados. Teníamos solo unos 2 metros de pendiente hacia arriba, a nuestro oeste requeríos cuesta abajo, y hacia el este una gruesa lengua de hielo y nieve en firme inclinación. Era noche de luna llena, y el acumulado cansancio sumado a la baja presión atmosférica nos hacía calcular el esfuerzo para cada movimiento.
Costo arrancar temprano, las temperaturas ya eran muy por debajo de los 0 grados, el sol nos llenaba de luz el amanecer, pero se sentía frío, sin su poderío. Había que moverse a pesar de la terrible vista de un filo más angosto y empinado, bajando primero unos cien metros hacia el abra que nos unía con las cumbres principales. El viento regresó, pero solo lograba meternos el cruel frío invernal a pesar de la tecnología de nuestras prendas. Verdaderamente exhaustos, llegamos al plató cumbrero a los 6 mil metros de altura, con vista y alcance a las 3 cimas que rematan el Famatina.
Caía la tarde, y no teníamos más opción que acampar al lado de un glaciar, con la dificultad de mover las piedras en el trabajo de elaborar una plataforma para nuestro asentamiento, debido a que el suelo estaba congelado, y todo adherido en una sola masa de granito. Nos apuraba el ocaso, ya que el mercurio cae de manera abrupta al esconderse el sol. No recuerdo haber pasado tanto frío en una montaña, ni la más alta de América me azotó de esta manera. Confieso haber perdido mi concentración, y haberme refugiado en las voluntades forzadas de mi equipo, contento de poder confiar en quienes saben de límites oportunos personales.
A 6050 metros de altura, pernoctamos a pesar del rigor, y a la salida del sol, fueron registradas 2 cumbres, y finalmente la principal, la cumbre General Belgrano con 6080 metros sobre el nivel del mar. Nótese la proximidad de nuestro campamento a la cumbre.
Testimoniamos nuestro ascenso, después de fundirnos en un fatigado abrazo como hicimos en cada cumbre pisada. La carga emocional que traíamos era diferente, agradecimos enormemente a la Montaña el habernos dejado caminar semejante tramo de sus filos.
Allá abajo, nos esperaba nuestro vehículo, con Esteban a cargo de la búsqueda final, el descenso sería pasando por una cristalina laguna congelada, y continuando filo abajo hacia el evidente camino minero de La Mejicana. El estrés de errar el rumbo me tenía muy pendiente a mis datos de navegación. Hacía varios días que deambulábamos por paisajes que se renovaban a cada paso, totalmente nuevos para nosotros por ser primerizos de esos lares, y nos quedaban las fuerzas justas para culminar la expedición.
Por la nitidez de las comunicaciones radiales con Esteban, el final estaba más cerca, la adrenalina iba incidiendo menos y menos, recordándonos permanentemente los límites por ser humanos. Para terminar con nuestras reservas, el zigzagueo que raya los cerros ricos del mineral, más que llevarnos hacia abajo, nos paseó por la ladera de un lado a otro, desesperando las ganas de cargar nuestras fornidas mochilas en la caja de nuestra camioneta.
Eran las 22 horas del 8vo día, con más de 33 km (con muchos km) andados por la inmensidad del Famatina, y, mientras tomábamos un buen té caliente de recibimiento, los dolores y el cansancio se agudizaban, tanto como la ansiedad de contar lo vivido a quienes siempre nos esperan pacientemente, en la comodidad y calidez de lo que llamamos hogar, a dónde siempre queremos volver, donde realmente finaliza una expedición.
Las vivencias de los montañistas que lograron este desafío, están sentidamente descriptas por quien liderara al grupo; Griselda dejo de esta forma testimoniado el suceso, en su perfil de FB:
"El eco de la pueblada al pie del Famatina se desprendió de las rocas. Envolvió nuestros primeros pasos en el puesto de Tres Piedras, pasos que abrían la esperanza a la 6ta tentativa histórica por cumplir un sueño de principios de los años 90. El grito de una epopeya ejemplar “El Famatina no se toca”, "el Agua vale más que el oro”, emanó sigilosamente de las entrañas de la tierra recordando los años de lucha por defender el agua de este macizo de las pretensiones de los proyectos mineros. Quizás las fuerzas enraizadas de esas voces del Valle Antinaco - Los Colorados sumaron bríos al tremendo desafío por cumplir, que vino acompañado de las energías ancestrales del Qhapaq Ñan (Camino Principal del Inca) el cual recorre siete provincias argentinas, entre ellas La Rioja y el sector que nos tocaba ingresar.
A este reto que parecía inexpugnable, le pusimos el cuerpo como a una batalla medieval. Con huayra (viento) embravecido hasta voltearnos, dimos frente como los acantilados sostienen la furia de las olas del mar. El frio aguijoneaba por todos los costados, pero había un corazón que abrazaba la helada intemperie, y les juro, que ardía. Con el invierno instalado en los huesos, Ramiro García, Paula Miranda, Carlos Saldaño y quien les cuenta caminamos a la orilla de un esfuerzo abismal, exprimiendo fuerzas de las concavidades más remotas del ser. La transparencia de sus miradas advirtiendo lo extremo me conmovía hasta la raíz de mi vida, y en mi alma se encendían los soles necesarios para no quebrarnos, para resistir.
Nunca antes tuve la feroz sensación de querer vestir la piel de las montañas. Nunca antes el espíritu había cobrado tanta fuerza y convicción ante un plan expedicionario que obligaba a dejarlo todo, trasponiendo los imponderables misterios que encierra la poderosa energía de las altas cumbres.
Con la montaña aun latiendo en la sangre siento que cumplir sueños heredados es la manera más viva de ser parte de la vida de los otros. Una manera pura de querernos como especie, de reconocernos en el alma del hermano. Tras 25 años del primer intento por recorrer el filo de las cimas principales del emblemático cordón de los Nevados del Famatina, que germinó en el corazón de mi querido amigo Horacio Sánchez y su primer intento en Agosto de 1993.
Tengo aún en la piel la sensación de esas gélidas alturas junto a la luna llena emergiendo entre los colores del ocaso, y con el alma arrodillada pienso en Famatina y su lucha, pienso en mi país y lo que nos toca. Pelea y resiste querida Argentina que hay un pueblo que te ama, “enciende los candiles que los brujos piensan en volver a nublarnos el camino” ¡Enciéndelos por favor!, que no que no nos apuñalen el sol."
Con estas palabras de gratitud Griselda se dirigió a las personas que la apoyaron en esta exitosa expedición:
“Agradezco a tanta gente, a tantas personas pendientes de este desafío. A mis compañer@s les tengo un medular agradecimiento por decirme que si, por seguir las osadías de esta amiga, hermana, que la vida les puso delante. Alfredo Salinas junto al Club Andino Inti Huayco, tu generosidad ha sido desmedida. Gracias infinitas! al igual que a Omar Alcaras, Juan Guardia, Nando Ocampo y Miguel Guzmán que estuvieron dispuestos a cualquier tipo de emergencia y rescate. A Sabino, un hombrecito radioaficionado hermoso, nacido en una estrella, por tanta amabilidad y compañía cada día, cada noche, apostado en San Blas de los Sauces a 100km en línea recta del filo que caminábamos.
A Roberto Esteban Miguell, que vino desde un rayo del sol a ser parte de esta historia extraordinaria y ayudarnos sin conocernos.
A Nora, mi amada madre, que mantuvo una vela prendida para nosotros cada día. Por bancar a esta hija que le tocó. A las amigas y amigos que nos prestaron equipos de radios y de montaña, y a todos aquellos que nos tuvieron en sus pensamientos a cada paso.
A Jaime Suárez por el regalo de su libro Nevados del Famatina. Y por supuesto a vos, mi amigo Horacio Sánchez, por abrirme desde el principio la ventana de tus ojos de cielo y creer que esto estaba a la cota de mis locuras”.
Mail: info@culturademontania.org.ar
WhatsApp: +54 11 3060-2226
Instagram: @ccam_arg
www.facebook.com/ccamontania
Contáctate y comenzá
la aventura de integrarte
a la red cultural