Nació en la provincia de Mendoza, Argentina, 26 de octubre de 1835; hijo del inmigrante vasco Manuel Olascoaga y la cordobesa Micaela Giadaz, se educó en el convento franciscano de su ciudad natal y luego en el internado que dirigía Alberto Larroque en Buenos Aires. Regresó a Mendoza, poco antes de la batalla de Caseros; fue ingeniero, intelectual, militar, llegó al grado de coronel, escritor, periodista, pintor, dibujante, explorador, primer andinista y político argentino.
Se incorporó a la milicia local en su ciudad natal y fue uno de los oficiales que formó una compañía de cazadores para el mantenimiento del orden en la ciudad, tras la caída de los federales del gobierno.
Tuvo un papel relevante en la conquista del desierto. Fundador de Chos Malal y primer gobernador del Territorio Nacional del Neuquén.
Autor de veinticuatro libros científicos y de interés general, uno de ellos premiado internacionalmente.
Se casó con Doña Delfina Urtubey, nacida en Córdoba, con la que tuvo varios hijos, Manuel José Leoncio del Corazón de Jesús Olascoaga Urtubey; Adelaida Elvira Olascoaga Urtubey; Paulina Delfina del Carmen Olascoaga Urtubey; Julia Elvira Olascoaga Urtubey; Belinda Olascoaga Urtubey y Laurentino Olascoaga Urtubey.
Su distinguida hermana Doña Carmen Olascoaga estaba casada con el Doctor Bernardo de Irigoyen.
Durante los siguientes años fue secretario de la legislatura, dictó clases de inglés en el colegio secundario, y editó el periódico La Constitución, que comenzó a editarse, en el año 1856.
Ese año tuvo que exiliarse en la provincia de San Luis, por su participación en una fracasada revolución. Tras pasar por Paraná y Montevideo se instaló en Rosario, donde fue coeditor del periódico El Comercio, fundado por Eudoro Carrasco.
Después de la batalla de Cepeda, en el año 1859, regresó a Mendoza. El 20 de marzo de 1861, la ciudad fue destruida por un terremoto. El cataclismo mató a sus padres, a varios hermanos y lo marcó de por vida.
Toda la autoridad del gobernador Laureano Nazar quedó superada, y éste quedó paralizado de dolor por la pérdida de dos de sus hijos. La ciudad quedó a merced de las víctimas, muchas de las cuales, tras perder todo, se dedicaron a saquear a quienes no se podían defender. Una comisión de auxilios presidida por el coronel Juan de Dios Videla, inició la ayuda a las víctimas, pero el caos iba en aumento. Espontáneamente, Olascoaga se puso al frente de milicias voluntarias, con las que se dedicó a frenar los saqueos.
Lo logró por medio de fusilamientos y azotes sin más límite, que su propia decisión. Sólo cuando logró frenar el caos, la comisión de auxilios, logró comenzar a gobernar la crisis.
Organizó también un servicio de correos, cuya oficina era un gran baúl bajo un árbol, vigilado y administrado por él, a través del cual se pidieron auxilios al resto del país.
Poco después, también Nazar, retomó el mando del gobierno.
Para no ser enjuiciado por sus actos, Olascoaga se retiró poco después a Córdoba. Allí organizó un cuerpo de infantería, bajo el mando del presidente Santiago Derqui.
Peleó en la batalla de Pavón del lado de la Confederación Argentina, y cuando el general Urquiza se retiró del campo, llevó sus hombres de vuelta a Córdoba.
Derrocó al gobernador Fernando Allende y colocó en el poder a José Román, que lo nombró comandante de armas de la provincia. En tal carácter, derrotó al coronel federal Francisco Clavero en el combate de Molinos. Cuando Román fue derrocado por el general Wenceslao Paunero, jefe del ejército porteño que invadió el interior del país, Olascoaga, pasó a ser su secretario.
A fines del año 1862, diseñó una nueva línea de fuertes y fortines en el Sur de Córdoba, con tal éxito que el ministro de guerra, Juan Andrés Gelly y Obes, le encargó la reforma de toda la línea de frontera, desde Santa Fe hasta Mendoza.
Combatió a órdenes de Paunero contra los federales del caudillo Chacho Peñaloza, en la batalla de Las Playas, siendo ascendido al grado de coronel.
Regresó a Mendoza, donde fue nombrado jefe de fronteras de la provincia, y fortificó la guarnición de San Rafael con cuatro compañías de supuestos voluntarios. Cuando recibió la orden de entregar las fuerzas de San Rafael al teniente coronel Pablo Irrazábal, el asesino de Peñaloza, éstas se amotinaron.
Olascoaga, se negó a reprimir la sublevación, por lo que fue acusado de complicidad con las montoneras de Peñaloza, de modo que se vio obligado a huir a Chile.
Al estallar la Revolución de los Colorados en Mendoza, en noviembre de 1866, asumieron el mando militar sus amigos Carlos Juan Rodríguez y Juan de Dios Videla. Marchó con éste a San Juan, participando en la victoria sobre el coronel Julio Campos. Por encargo de Rodríguez pasó a Chile a buscar armas, pero a su regreso, se encontró con la derrota del ejército federal, en la batalla de San Ignacio, y ayudó a los vencidos a exiliarse en Santiago de Chile.
Editó un periódico humorístico con ilustraciones, llamado La Linterna del Diablo, con el que pudo mantenerse. También realizó un mapa a gran escala de Chile, que se utilizó como cartografía oficial y educativa.
Acompañó al jefe de la campaña contra los indios del Sur de Chile, general Cornelio Saavedra Rodríguez, hijo del presidente de la Primera Junta argentina de gobierno, entre los años 1869 y 1871.
El general Julio Argentino Roca, lo designó como jefe de la Secretaría Militar del Ministerio de Guerra.
Como asesor militar de éste, fue uno de los principales impulsores y organizadores de la campaña al desierto de 1879. Tuvo la responsabilidad de planificar estratégicamente y organizar la campaña al desierto, conforme a un plan que venía elaborando desde el año 1861.
El plan general de operación militar era plenamente ofensivo, consistía en buscar al indio y batirlo en sus propias tolderías, avanzando en cinco columnas en forma simultánea, ocupando los territorios de Este a Oeste y de Norte a Sur.
El plan funcionó a la perfección, logrando la conquista y pacificación de la Patagonia y permitió recuperar para el patrimonio nacional todo el resto del territorio hasta sus más australes confines.
El avance de las fuerzas se realizó en cinco grandes columnas, que partieron desde las provincias de Buenos Aires, Córdoba, San Luis y Mendoza, correspondiendo a ésta última la IV División, que se puso en marcha el 21 de abril de 1879, desde el Fuerte General San Martín, conocido como Fortín El Alamito.
Durante la revolución de 1880, el presidente Julio Argentino Roca lo nombró jefe de la Comisión Científica de Exploración, Relevamiento y Estudios Militares en la región de Los Andes del Sud, a la que concurrió con los elementos y personal de la Oficina Topográfica Militar para realizar el levantamiento topográfico del terreno ocupado por las fuerzas nacionales y de la región cordillerana. Los resultados de la comisión se presentaron en uno de los primeros mapas publicados por el Ejército, denominado Mapa de las Regiones Andinas del Sur, en escala de 1:100.000.
El presidente Roca lo nombró presidente de la Comisión Científica de Exploración y de la Oficina Topográfica Militar, antecedente del actual Instituto Geográfico Militar.
Realizó importantes relevamientos geográficos en el norte de la Patagonia, y a fines de 1880 publicó un Estudio fotográfico de La Pampa y Río Negro. En mérito a esta obra recibió una medalla de oro otorgada por el gobierno.
Cuando en el año 1880, estalló la revolución ultra porteña de Carlos Tejedor, el presidente Nicolás Avellaneda se trasladó a la ciudad de Belgrano, Buenos Aires, y la nombró capital provisoria de la Nación, designando a Olascoaga, jefe Político y Comandante de Armas de esa ciudad.
Por propia iniciativa escribió una completa crónica de campaña al desierto, que publicó junto con un estudio topográfico de la provincia de La Pampa y la de Río Negro, que fue premiada en la exposición internacional de Venecia del año 1881.
Su nombre pertenece a la historia del montañismo de los Andes, porque él fue el primer andinista argentino, que ascendió algunas alturas en la montaña, por motivos deportivos; ha sido en realidad por este hecho se lo puede considerar el pionero del andinismo de la República.
En el mes de febrero de 1882, con un pequeño grupo de soldados, ascendió la cumbre más elevada de la Patagonia, el Domuyo, de 4.660 metros SNM., en la provincia del Neuquén; al día siguiente de la primera ascensión, realizaron una segunda. Respecto a este acontecimiento deportivo, el doctor Evelio Echavarría Caselli, haciendo referencia a un escrito de Olascoaga, nos decía: Los que visitamos este volcán en febrero de 1882, hicimos dos ascensiones hasta su cúspide; la primera por el lado Oeste, que nos dio el espectáculo más hermoso y sorprendente. Pero los dos conos de Este, nos cerraban totalmente el horizonte de ese lado. Fue causa de que emprendimos al día siguiente la segunda ascensión por el Oriente.
También y siguiendo esta descripción, debo decir que cumpliendo esta última actividad descripta se hizo acreedor a ser el primer montañés de Argentina, quizás lo hizo para observar desde la cima del volcán Domuyo, todo el panorama que le permitió mirar y plasmar en mapas y descripciones escritas, los aspectos topográficos de la zona y convirtiéndose en el primero en ascender el cerro.Me permito incluir algunos datos sobre el mencionado volcán.
El volcán Domuyo, se encuentra en la cordillera de los Andes Patagónicos Norte, es el volcán y la cumbre más elevada de la región, que alcanza los 4.709 metros SNM. Es el punto más alto de la Cordillera del Viento, que corre en forma paralela al cordón andino, pero dentro de la Argentina y que hace honor a su nombre. En Argentina se la considera como la cumbre más alta de la Patagonia y es visible su enorme porte.
Se halla en el Norte de la provincia del Neuquén, Argentina, en los Departamentos Minas y Chos Malal. A los 36° 38’ 16”' de latitud Sur y a los 70° 25’ 43” de longitud Oeste de Greenwich.
Desde la ciudad de Chos Malal el acceso se produce a través de las Rutas Provinciales 43 y 39, a unos 100 kilómetros al Norte de la localidad de Andacollo. Su nombre deriva del mapuche, que significa: Que tiembla y rezonga. Según una leyenda de origen mapuche la cual el volcán del mismo nombre sirvió como hogar de la mujer blanca que enamoró al Sol, haciéndole olvidar a su primera enamorada indígena. También se dice que en un lago encantado en la cima del volcán vivía una hermosa joven custodiada por un toro rojo y un caballo negro. Allí se encontraban grandes cantidades de oro, pero quienes se acercaban pagaban con su vida la ambición de poseerlo.
Según otra leyenda, el cerro se enoja cuando advierte que algún forastero inicia un escalamiento a pie o a caballo, y hace rodar enormes piedras y desata una brusca tormenta de lluvia, granizo y nieve. Lo hace para impedir que se llegue a la laguna que se encuentra en la cima, en donde la joven se distrae peinándose con un peine de oro. El toro es el que arroja las piedras, y el caballo el que con sus corridas y resoplidos despierta el trueno y origina el rayo.
A lo largo de estas laderas y cañones encontraremos géiseres, fumarolas, termas e increíbles fósiles marinos. El clima en la Patagonia Norte es mucho más estable que en latitudes menores, lo que ofrece grandes posibilidades de ascender hasta su magnífica cumbre.
Sus primeras ascensiones han tenido muchas discusiones propias de intentar ser el primero en arribar a coronar su cima. Según datos recogidos por el doctor Evelio Echevarría, nos relataba que: el coronel M. Olascoaga, fundador de Chos Malal declaró haber realizado las dos primeras ascensiones del monte. De ambas dice brevemente: los que visitamos este volcán en febrero de 1882, hicimos dos ascensiones hasta su cúspide; la primera por el lado Oeste, que nos dio el espectáculo más hermoso y sorprendente. Pero los dos conos de Este, nos cerraban totalmente el horizonte de ese lado. Fue causa de que emprendimos al día siguiente la segunda ascensión por el Oriente.
El padre salesiano Lino Carvajal, se hizo acompañar por su hermano Gumersindo, el viajero uruguayo Santiago Foggiarrini y el arriero chileno José Roza Flores y algunos otros acompañantes que se fueron quedando a lo largo del ascenso y que relata el salesiano, en su libro, “Por el alto Neuquén”: Para tomar posesión de la cima hicimos siete disparos con nuestras carabinas y un revolver, vivando a la Argentina, al Uruguay y a Chile, que estaban allí representados. Los estruendos si bien algo apagados, repercutió en lo recóndito de la montaña, anunciando el triunfo del hombre civilizado que venía a hollar por primera vez esas cumbres excelsas.
Nos comentaba, además, el doctor Evelio Echevarría que: Carvajal, que rechazó las ascensiones de Olascoaga, no podía saber que, a su vez, la suya propia sería rechazada por otro andinista. En efecto, Adolfo Villarroel, sin explicar sus razones, aseveró en 1949, que Carvajal sólo alcanzó una cota de 4.350 metros. Pero Villarroel al parecer no sabía que otro aventurero se le había anticipado a él nada menos que treinta y siete años. En el año 1912, el geólogo Pablo Groeber ascendió, al parecer solo, a la cumbre y dejó un escuetísimo informe en una revista geológica, lo que sin duda es la razón por qué este ascenso haya permanecido ignorado. Groeber, comentando uno de sus esquemas geológico-glaciológicos del Domuyo, sólo usó unas pocas líneas: El dibujo reproduce el estado de los glaciares en febrero de 1940; en marzo de 1912, en que realice la ascensión al cerro por la ruta indicada, ambas lenguas tenían una extensión apreciablemente mayor.
En el año 1949, un grupo de andinistas entre los que se encontraba Adolfo Villarroel, intentaron llegar a la cima del cerro, logrando solo arribar a la cumbre el mencionado andinista, el 28 de febrero de 1949. Quien poco tiempo después, niega como verdadera la ascensión de padre Carvajal, y se autotitula ser el primero en llegar a la cima, pero su arribo fue a los veinte y siete minutos de las veinte dos horas, lo cual le quedó poco tiempo para revisar si había algún testimonio en la cumbre. Para los investigadores de montaña y luego de revisar la antigua bibliografía existente sobre el cerro, dan como segura y a pesar de estas bizantinas discusiones, que cronológicamente fueron, como se han mencionado las que llegaron a coronar la cumbre, es decir, M. Olascoaga, la cordada del padre Lino Carvajal, luego, Pablo Groeber y Adolfo Villarroel, respectivamente. En el año 1971, acompañada por otros andinistas, la andinista mendocina Coco Cicchitti, realizó la primera ascensión femenina. La primera ascensión invernal, lo realizaron en el mes julio de 1997, una cordada de andinistas lugareños. En el año 2002, Horacio Fuentes, volvió a ascender el cerro, pero esta vez lo hizo solo, logrando el primer ascenso invernal en solitario.
Desde principios de 1885 hasta 1891, fue el primer gobernador del Territorio Nacional de Neuquén.
Fue el responsable del final de la conquista de esos territorios de manos de los indios mapuches. Fundó la ciudad de Chos Malal, que fue la primera capital del Territorio, y también fue la capital de Neuquén.
En el desempeño de este cargo fundo Chos Malal, como capital de este territorio y practico estudios de nivelación para el riego de la ciudad. Creo el primer periódico del Neuquén, La estrella de Chos Malal, organizo los servicios administrativos, la policía de seguridad y demás funciones del territorio a su cargo.
En abril de 1894 fue nombrado jefe del Estado Mayor de la Primera Brigada a las órdenes del General Manuel J. Campos y en el mismo año nombrado por el presidente Luis Sáenz Peña, Perito en la Comisión demarcadora de límites con Bolivia. En desempeño de este delicado cargo practicó los trabajos geodésicos y de relevamiento en toda la zona del límite, tarea que le ocupó hasta el 27 de julio de 1906, fecha en que se retiró a Mendoza donde compró la finca El Plumerillo, ubicada donde había estado el campamento del Ejército de los Andes.
Ese año quedó al mando de la Comisión Nacional de Límites hasta 1906. Su último trabajo geográfico importante fue el Compendio Geográfico de Mendoza, encargado por el gobierno de su provincia en el año 1909, que alcanzó a terminar.
Fue autor de veinticuatro libros científicos y de interés general. Además, ilustró varias de sus obras con dibujos y bocetos en pluma y lápiz, incluyendo retratos, paisajes y escenas militares.
Sus obras más destacadas son: Topografía Andina, publicada en el año 1892, Aguas Perdidas, publicada en el año 1903, Misterios Argentinos, publicada en el año 1866, Estudio Topográfico de La Pampa y Río Negro, publicada en el año 1880, Juan Cuello, publicada en el año 1873, Nota descriptiva, 1888, El Brujo de las Cordilleras, novela histórica, publicada en el año 1895, El Sargento Claro o la guerra con Chile, novela histórica, El Club de las Damas, novela histórica, publicada en el año 1902, Memoria del Departamento de Ingenieros Militares y Regiones Australes publicada en el año 1883, Criollos Históricos, novela histórica, Patria, drama en verso, Facundo, drama en verso, publicada en el año 1903, El Huinca Blanco, drama en prosa, publicada en el año 1899, El Gran Reformador, comedia, Crispín, comedia, El Gobierno de los locos, comedia, Conversación estratégica, estudio, La Cuestión de límites Argentino-Bolivianas, Un porteño Revolucionario, cuento histórico, Biografía del doctor Bernardo de Irigoyen, Los Andes Australes, estudio geográfico, y El país del norte, estudio geográfico, Compendio de Geografía de Mendoza, publicada en el año 1910, entre otras y un sinnúmero de obras de arte.
Olascoaga murió el 27 de junio de 1911, en Mendoza.
En su honor, en la provincia del Neuquén, se levantó monumento que tiene una altura de tres metros, tiene una estatua que presenta a Olascoaga con capote militar, teniendo en la mano izquierda un libro y en la derecha un teodolito y, además, guarda en su base los restos del coronel y los de su esposa.
Está ubicado en el extremo Oeste de la Avenida Argentina, que es una prolongación de la Avenida Olascoaga en la ciudad de Neuquén, frente a la Plaza de Banderas.
En honor también de este pionero del andinismo argentino, en marzo de 2003, en la provincia de San Juan, casi en el límite internacional, el andinista chileno-norteamericano, el doctor Evelio Echevarría, bautizó un cerro con su nombre, cuya altura es de 5.163 metros SNM.
Nos decía Juan Draghi: Olascoaga fue el mendocino que prestó mayores servicios a su Patria: como artista produjo obras de aliento como hombre de ciencia, su actividad creadora estuvo siempre al servicio del bien; como dramaturgo y escritor defendió siempre la causa noble y trató de influir en la juventud argentina, animándola a las aventuras varoniles, que tendría como resultado hacerle conocer el vasto territorio nacional; como explorador prestó el más grande servicio a la cultura argentina al vulgarizar, con mano maestra, las riquezas escondidas de nuestro suelo; como gobernante tuvo notables iniciativas, fundando pueblos que subsisten; construyendo caminos, canales de riego y todo aquello que es de beneficio inmediato; como militar es de estilo europeo, en contraposición del militar de corte criollo del siglo pasado; de una visión vasta, proyecta, con mano segura la conquista de 20 mil leguas y, puesto a la obra, todo se realiza de acuerdo a sus planes de estratega y de hombre de ciencia; como revolucionario se manifiesta en él un fuerte sentido de orden y de regularidad.
Pasado el primer momento del tumulto trastocador lo primero que lo preocupa es el reencauce a la normalidad; y como topógrafo, pone en ejecución ideas propias, originales, que dan admirables resultados prácticos.
Continuando con la descripción de Juan Draghi, sobre Manuel José Olascoaga, nos decía: Como todo gran patriota, Manuel José Olascoaga, sembró mucho y cosecho poco, debió morir con el grado de general del Ejército y murió siendo coronel; debió morir rico, y lo sorprendió la muerte siendo pobre; debió ser elegido por sus comprovincianos para la primera magistratura pero hubo de contentarse con ver el arribo de los mediocres, por ello, porque sembró mucho y cosechó poco; porque lo dio todo sin recibir nada; porque creó sin destruir; porque fue mordido por la adversidad, y por todo ello y porque fue negado en vida, debemos entregarle nuestra admiración apasionada, leal y duradera, después de muerto.
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