Conocido por sus amigos y colegas, con el nombre de Hans; natural de Lausana, Suiza, donde nació el 28 de febrero de 1928. Dos años después llegó a la Argentina con sus padres inmigrantes, más precisamente a la ciudad de Rosario. Se radicó en Argentina, país del cu
al, posteriormente adoptó la ciudadanía.
Dr. Juan Schobinger
En el colegio secundario comenzó a interesarse por la historia del Antiguo Oriente. Esto le indicó un camino a la hora de elegir una carrera de grado. Así, estudió historia en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Tuvo como maestros a José Imbelloni y Eduardo Casanova, entre otros. Gracias al aporte de estos científicos, Juan, logró descubrir su verdadera vocación. Fue Osvaldo Menghin, el profesor que lo ayudó a moldear su futuro y a definir su especialización en prehistoria americana.
Realizó su tesis de postgrado en base a investigaciones sobre el arte rupestre de la provincia del Neuquén, en el año 1954. A finales de la década de 1950,
surgió la posibilidad de trasladarse a Mendoza y dictar clases como profesor de Arqueología Prehistórica en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo. Posteriormente, se desempeñó como profesor de dos cátedras: Altas Culturas Precolombinas y Arqueología del Cercano Oriente, siendo director del Instituto de Arqueología y Etnología y fundador de un centro de estudios Orientales. Casado, en sus primeras nupcias, tuvo dos hijos y en la segundas, dos más. Si bien algunos años integró la Comisión Asesora de Ciencias Antropológicas e Históricas del Consejo de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET), desarrolló su carrera como docente y científico en la provincia de Mendoza. También dictó interinamente y por extensión, la cátedra de Antropología hasta el año 1974. Desde el año 1975 y hasta el año 1994, dictó en la misma facultad, el curso de Historia del Antiguo Oriente, también por extensión.
Dos expedicionarios preparan el fardo funerario de la momia del Cerro Aconcagua para su ulterior descenso, a la derecha Juan Shobinger. Foto: www.arqueologiamendoza.com
Marta Ruiz, Rafael Goñi, Jorge Fernández y Juan Schobinger en cueva Huenul (Neuquén, 1978)
Fue hasta el año 1992, director del Instituto de Arqueología y Etnología, con un museo anexo, fundado por él, en el año 1961, en la misma casa de altos estudios, al igual que su revista Anales de Arqueología y Etnología. Tras su jubilación en el año 1994, fue nombrado en marzo de 1995, profesor Emérito de la Universidad Nacional de Cuyo.
Nos comentaba la profesora Clara M. Abal, quien fuera su alumna, colega y amiga: Sus estudios se centraron en las culturas de cazadores-recolectores de Sudamérica, en arte rupestre, en arqueología de Oriente y en ofrendatorios incaicos cordilleranos. Sobre esta última temática Hans Schobinger, fue un precursor en la Argentina. Existe cierta analogía entre su trayectoria científica y la de Grete Mostny, de origen austríaco, que se había especializado en egiptología y que luego dedicó su vida al estudio de la arqueología sudamericana, en especial de Chile, siendo relevantes sus trabajos sobre arte rupestre. Esta investigadora, a raíz del fortuito encuentro, en el año 1954, de la momia inca del cerro El Plomo, un cadáver co
ngelado de un niño, dirigió brillantemente las investigaciones preliminares relacionadas con la misma. Diez años después, en el año 1964, dos avezados andinistas, Erico Groch y Antonio Beorchia Nigris, descubrieron en la cumbre del cerro El Toro, en la provincia de San Juan, Argentina, otra momia inca. Atinadamente taparon nuevamente el enterratorio y decidieron organizar una expedición de rescate contando esta vez con la intervención de un arqueólogo. Así fue como Schobinger, comenzó a interesarse en lo que él denominó santuarios incaicos de altura. Según Erico Groch, no escatimó esfuerzos para su lab
or y ascendió dos cerros a 6.000 metros de altura sin ninguna experiencia de alta montaña, para cumplir con su tarea específica. Hans, sin proponérselo, siguió los pasos de Grete. Presidió las investigaciones relacionadas con ese hallazgo y posteriores, los estudios integrales de las momias de cerro Aconcagua, entre los años 1985 y 2001 y del nevado de Chusca, entre los años 2003 y 2004, siendo asesor científico en el caso de los ofrendatorios del volcán Llullaillaco.
Equipo de investigación del Instituto de Arqueología y Etnología en Uspallata a principios de los 80’s,
en la derecha de la imagen Juan Schobinger
Los expedicionarios, a punto de partir de Mendoza hacia Aconcagua.
De izq. a der.: Juan Carlos Pierobon, Eduardo Guercio, J. Schobinger, Víctor Durán,
Julio Ferrari, Alberto Pizzolon. Foto: G. Cabrera
Podemos considerarlo un exponente de la tradición viajera de los padres de la arqueología moderna, dotado de una gran curiosidad, que lo empujó a la búsqueda de respuestas a los interrogantes que su actividad planteaba. Bajo este mandato de su temperamento profesional realizó numerosos viajes en diversas oportunidades, para realizar estudios y participó en congresos científicos, en el año 1955, a España, Francia y Suiza; en los años 1959 y 1960, a Suiza y otros países de Europa, con Beca del CONICET; en el año 1962, a México; en el año 1967, a Bolivia, Perú y Norte de Chile; en el año 1968, a Alemania; en los años
1969 y 1979, a Brasil; a Chile, en los años 1964, 1969, 1971, 1977, 1979 y 1982; en los años 1972 y 1973, a España, Francia, Italia y diversos países del Asia Occidental; a Francia, en el año 1976, a dos congresos internacionales; y a los Estados Unidos de Norteamérica; en el año 1981, a Italia, Jordania y Siria; en el año 1984, a España e Israel; en el año 1986, a Francia; en el año 1987, a Italia, Suiza y Alemania, para dos congresos Internacionales.
En la Argentina, realizó numerosos viajes de estudio e investigación, especialmente en el Oeste y Noroeste, en la alta cordillera andina y en el Noroeste de la Patagonia; principalmente, en los sitios arqueológicos, del cerro Negro Overo del Famatina, de 6.050 metros, en el año 1963; en el cerro El Toro, de 6.250 metros, en el año 1964; cerro Mercedario, hasta la altura de 5.500 metros, en el año 1968; cerro Aconcagua, hasta el lugar en donde se encontró la momia y con los demás enterratorio. Autor de cientos de trabajos publicados, entre libros, artículos y notas de divulgación científica en Argentina y en el extranjero. Su especialidad la arqueología de alta montaña, en cuya práctica logró resonantes éxitos. Uno de los más importantes sin duda fue el que se refiere a la momia hallada en el Aconcagua que, por su situación, reúne las características de las montañas elegidas a estos efectos rituales. Schobinger, había abandonado sus intentos exploratorios tras los relevamientos infructuosos realizados en el año 1970, pero en el año 1985, volvió a la carga.
Nos comenta Hans: mientras buscaban alcanzar la veta del Aconcagua utilizando una vía poco practicada, cinco jóvenes miembros del Club Andinista de Mendoza, dieron con algo que parecía una momia, incluso a juzgar por las pircas que la protegían. Tuvieron la buena idea de limitarse a tomar fotografías y a extraer muestras de tejidos y algunas plumas con las cuales probar a su regreso haber individualizado un yacimiento arqueológico.
En efecto, el cuerpo de un niño menor de doce años, uno de los raros casos de momificación por congelamiento, fue hallado sobre una cresta del sector Noroeste de la montaña, más exactamente sobre un contrafuerte del llamado Cerro Pirámide, a unos 5.300 metros de altura. Uno de los aspectos a destacar, más allá del interés específicamente arqueológico, fue el tratamiento dado al enterratorio y al cuerpo momificado por las condiciones climáticas, lo que ha permitido una excelente conservación a lo largo de los años. Luego de su traslado y ya en el laboratorio, se utilizaron todos los recursos tecnológicos disponibles desde la exhumación y el traslado, hasta la intervención de científicos de distintas disciplinas que han hecho su aporte, permitiendo sacar excelentes conclusiones e hipótesis sobre el hallazgo. Se trató de una notable cita interdisciplinaria de la que quedó una documentación completa, incluido un video y posteriormente y bajo su coordinación, la publicación de un excelente libro que condensa todo la labor. Fue autor de unas ciento treinta publicaciones científicas (libros, artículos y notas), así como setenta y cinco reseñas bibliográficas y treinta y cinco artículos de divulgación. Dentro de la arqueología americana se ha especializado en el llamado Período Precerámico, en el arte rupestre, y en la arqueología de alta montaña del período incaico. También ha efectuado algunos estudios sobre prehistoria y protohistoria del Viejo Mundo. Ha obtenido algunos premios nacionales por obras individuales o escritas en colaboración.
Fue miembro de la Comisión Asesora de Ciencias Antropológicas, Arqueológicas e Históricas del Consejo Nacional de Investigación Científicas y Técnicas, CONICET, en el período 1970-1978.
Perteneció a varias sociedades especializadas del país y del exterior, entre las más destacadas: Academia Nacional de Historia, miembro correspondiente por Mendoza, desde el año 1995; Comité Permanente de la Unión Internacional de Ciencias Prehistóricas y Protohistóricas, UISPP, y desde el año 1987, también, miembro de su Comité Ejecutivo; miembro del Comité de Arte Rupestre del Instituto de Monumentos y Sitios de la UNESCO, ICOMOS; desde al año 1995, Miembro correspondiente de la Academia Nacional de Historia.
Prolífero investigador, fue autor de numerosas publicaciones, entre las más relevantes podemos citar:
Una notable miniatura lítica del sur de Mendoza, editado el año 1956.
En los Anales de Arqueología y Etnología; Las clavas insignias de Argentina y Chile, Descripción de nuevos ejemplares procedentes de las provincias del Neuquén y Mendoza, y análisis de conjunto, editado también el mismo año, en Runa.
El arte rupestre de la Provincia del Neuquén. Estudio de los hallazgos mobiliares. Editado en el año 1957.
En los Anales de Arqueología y Etnología; Introducción a la Antropología. Sociedad de Amigos de la Arqueología, publicado en el año 1958.
Significación del profesor Dr. Osvaldo F.A. Menghin para el conocimiento de la prehistoria sudamericana, publicado en los Anales de Arqueología y Etnología, en los años 1958-1959.
Die Bedeutung Oswald Menghins für die Erforschung der Steinzeit Südamerikas, publicado por Quartar, en el año 1959; Esquema de la prehistoria argentina, publicado el mismo año por Ampurias.
Otra vez el hombre fósil de la Argentina. Reflexiones sobre viejos problemas de la prehistoria pampeana, publicado en los Anales de Arqueología y Etnología, en el año 1961.
La arqueología y el Libro de Mormón, publicado en los Anales de Arqueología y Etnología, en el año 1961.Este mismo año, publicó, Ameghino como impulsor de la ciencia prehistórica, en los Anales de Arqueología y Etnología; Consideraciones terminológicas acerca del Precerámico en Sudamérica y sus normas culturales, publicado en el año 1962, en Ampurias.
Representaciones de máscaras en los petroglifos del occidente argentino, en el mismo año, por Anthropos; en el año 1964, publicó las Investigaciones arqueológicas en la provincia de San Juan, República Argentina (Informe preliminar), Actas y Memorias XXXV Congreso Internacional de Americanistas, en México.
El análisis de sedimentos. Una técnica moderna al servicio de la datadón del Paleolítico Alpino, publicado en el Acta Praehistorica, en el año1965; Nota sobre los petroglifos de Talampaya, Provincia de La Rioja, publicado en Antiquitas, en el año 1966.
Aportación de las Ciencias Antropológicas para un nuevo Humanismo, editado en las Actas de las Segundas Jornadas Universitarias de Humanidades, en el año 1966.
También en el mismo año, La momia del cerro El Toro. Investigaciones arqueológicas en la cordillera de la provincia de San Juan (República Argentina), publicado en el Suplemento al tomo XXI de los Anales de Arqueología y Etnología. Dedicado al 37° Congreso Internacional de Americanistas. También, ese mismo año, publicó las Investigaciones arqueológicas en la sierra de Famatina (La Rioja), en los Anales de Arqueología y Etnología; posteriormente, en el curso del año, editó El arte rupestre del occidente argentino (S.O. de La Rioja, San Juan y Mendoza), en las Actas del 37° Congreso Internacional de Americanistas, en Mar del Plata.
La Breve Historia de la Arqueología de Alta Montaña en los Andes Meridionales, la publicó en el Boletín de la Sociedad Arqueológica de Santiago de Chile; las Ruinas incaicas en el Cerro Mercedario, 6770 metros.: Informe sobre la expedición de Alta Montaña de 1968, fue publicado en el año 1968, en las Actas del XXXVIII Congreso Internacional de Americanistas Tomo 1, en Stuttgart; en los años 1969-1970, publicó Un osario prehistórico en Chacras de Coria (Mendoza), en los Anales de Arqueología y Etnología.
En el año 1971, publicó Arqueología del valle de Uspallata. Síntesis preliminar; ese mismo año, realizó dos publicaciones más, Una punta tipo cola de pescado de la Crucesita (Mendoza), en los Anales de Arqueología y Etnología y El mito platónico de la Atlántida, frente a la teoría de las vinculaciones transatlánticas prehistóricas entre el Viejo Mundo y América, en el Anuario de Estudios Atlánticos.
En los años 1972 / 1973, publicó la Introducción a la Arqueología, en los Anales de Arqueología y Etnología; la Prehistoria de Sudamérica, edición actualizada en la Nueva Colección Labor 95, en Barcelona; ese mismo año, publicó los Nuevos hallazgos de puntas colas de pescado, y consideraciones en torno al origen y dispersión de la cultura de cazadores superiores toldenses, en Sudamérica, en el XL Congreso Internazionale degli Americanisti, en Génova; en el año 1975, el Museo de Ciencias Naturales y Antropológicas Juan C. Moyano, del gobierno de Mendoza, Mendoza, le publicó, Prehistoria y Protohistoria de la región Cuyana.
Publicó además, Experiencias psíquicas y cultos esotéricos reflejados en el arte rupestre sudamericano, en el Symposium International sur les Réligions de la Préhistoire, en Capo di Ponte; al año siguiente, publicó, Pedro Bosch-Gimpera y Osvaldo Menghin, o la búsqueda de un humanismo antropológico. In Memoriam. Pedro Bosch-Gimpera (1891-1974), en la Universidad Nacional Autónoma de México, México, D.F.
En el año 1978, publicó, Nuevos sitios de arte rupestre en el departamento Malargüe (S. de Mendoza), en Relaciones; en el año 1982, publicó, los Estudios de Arqueología Sudamericana: Arte Rupestre y Santuarios Incaicos en el Oeste de Argentina, en Ediciones Castañeda, San Antonio de Padua, Buenos Aires.
Ese mismo año, publicó, ¿Vikingos o Extraterrestres? Estudio Crítico de Algunas Teorías Recientes sobre el Origen y Desarrollo de las Culturas Precolombinas, en Editorial Crea/Huemul, en Buenos Aires; además, Los petroglifos del Cerro Tunduqueral, Uspallata, Provincia Mendoza, Argentina, en Ars Praehistorica; en la edición de los años 1983-1985, de los Anales de Arqueología y Etnología, publicó, Algunas observaciones terminológicas sobre la prehistoria americana.
En el año 1984, publicó, La Patagonia en el marco de la prehistoria americana, en el Seminario sobre la situación de la investigación de las culturas indígenas de la Patagonia Journal de la Société de Américanistes, en Madrid.
En el año 1985, publicó en Relaciones, la Descripción de las estatuillas que conforman el ajuar acompañante del fardo funerario hallado en el Cerro Aconcagua, Provincia de Mendoza.
En el año 1986, publicó La red de Santuarios de Alta Montaña en el Cuntisuyu y el Collasuyu: evaluación general, problemas interpretativos, en Comechingonia. El Imperio Inka, Universidad Nacional de Córdoba, Córdoba.
En el año 1988, publicó, 200.000 años del hombre en América: ¿qué pensar? Espacio, Tiempo y Forma, en Prehistoria y Arqueología; luego, en el mismo año, El arte rupestre del área subandina. Casos interpretables como expresión de vivencias shamánicas, en Contribuciones al Estudio del Arte Rupestre Sudamericano, de la Sociedad de Investigación del Arte Rupestre de Bolivia, La Paz.
En el año 1992, La América Precolombina. Orígenes y Culturas Principales, fue publicada por Jaca Book, en Milán; y Las Religiones Precolombinas, Colección Mínima, del Editorial Almagesto, en Buenos Aires.
En el año 1995, publicó el Informe sobre la relocalización de un hallazgo de Alta Montaña del Noroeste Argentino: la llamada Momia de los Quilmas, por Comechingonia; en el mismo año, publicó el Aconcagua: Un Enterratorio Incaico a 5.300 Metros de Altura, con la Editorial Inca, Mendoza.
En el año 1997, publicó el Arte Prehistórico de América, con el Editorial Jaca Book & Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Coedición México y Milán.
En el año 1999, publicó Las tierras cuyanas. Nueva Historia de la Nación Argentina, con la Academia Nacional de Historia, en Planeta, Buenos Aires; en el año 2008, hizo dos publicaciones, La Momia del Cerro El Toro, segunda edición revisada, corregida y ampliada, con la Colección Cumbre Andina, Juan Schobinger (editor), con la Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras, de la Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza y la Antropología y Etnología, Prehistoria y Arqueología. Tres Textos sobre Aspectos Conceptuales y Terminológicos, con el Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras, de la Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza.
Finalmente, en el año 2009, editó la Arqueología y Arte Rupestre de la Región Cayana, con el Editorial de la Universidad de Filosofía y Letras, de la Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza.
Con otros autores a publicado las siguientes obras:
El tambo incaico de Tambillitos (Provincia de Mendoza, Argentina), junto con R. Barcena 1972-1973, Actas del VI Congreso de Arqueología Chilena, Boletín de Prehistoria Número especial.
Cazadores de la Patagonia y Agricultores Andinos. Arte Rupestre de la Argentina. Las huellas del Hombre, con C. Gradin, en el año 1985, Ediciones Encuentro, en Madrid; con M. Ampuero y E. Guercio, en el año 2001, Descripción de las estatuillas asociadas al fardo funerario hallado en el cerro Aconcagua.
En El Santuario Incaico del Cerro Aconcagua, compilado por J. Schobinger, realizado por el Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza; con J. y M. Strecker, en el año 2001, Andean South América. En Handbook of RockArt Research, editado por D. S. Whitley, Altamira Press,Walnut Creek, Lanham, New York, Oxford.
Con la doctora María Constanza Ceruti, en el año 2001, la Arqueología de alta montaña en los Andes argentinos. En Historia Prehispánica Argentina, editado por E. E. Berberián y A. E. Nielsen. Tomo V, Editorial Brujas, Córdoba.
Con Clara M. Abal, en el año 2009, publicó, Las Religiones Precolombinas y la Cultura de Chapín, con Ediciones La Aldaba y editorial de la Facultad de Filosofía y Letras, de la Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza.
Fue responsable de compilar las siguientes publicaciones:
Humanismo Siglo XX. Estudios Dedicados a Juan Adolfo Vázquez. Editorial Fundación Universidad Nacional de Cuyo, San Juan, en el año 1995.
Shamanismo Sudamericano. Editorial Continente-Pax, Buenos Aires, en el año 1997.
El Santuario Incaico del Cerro Aconcagua. Editorial de la Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, editado en el año 2001.
El Santuario Incaico del Nevado de Chuscha (Zona limítrofe Salta-Catamarca), editado por el Centro de Estudios para Políticas Públicas Aplicadas, Buenos Aires, en el año 2004; en el mismo año, El santuario incaico del Nevado de Chuscha (Zona limítrofe Salta-Catamarca), en los Anales de Arqueología y Etnología.
Hans, luego de un largo y tortuosa enfermedad, falleció el sábado 11 de julio de 2009, en la ciudad de Mendoza.
Así lo despidió y lo recordó su alumna y luego colega, Clara Abal, en un periódico local:
Escribir sobre Juan Schobinger, no es fácil. No resulta fácil hablar del maestro, del colega, del amigo. Probablemente transcribir textos acerca de su extensa y brillante actividad profesional sería más sencilla, pero esa no ha sido la finalidad de estas líneas. Las personas por lo general causan a sus semejantes diversas sensaciones originadas por las vivencias adquiridas a lo largo de una vida de relación. A través de una fortuita mirada identificamos a nuestros congéneres con lugares que frecuentamos, con colores, olores, sensaciones de espacialidad o de estrechez, de empatía o de antipatía. Algunos seres al acercarse a nosotros, desde una furtiva mirada, nos parecen que irradian frescura y luz. Juan Schobinger – Hans - como lo llamamos cariñosamente quienes nos formamos a su lado y compartimos años de arqueología y amistad, era un ser fresco y luminoso. Correcto y afable, nadie puede decir que intentó alguna vez menoscabar a sabiendas a otra persona, lucubrar un maligno plan para lastimar a alguien o envidiar el éxito ajeno. En ocasiones el resto de sus colegas sentíamos que el mundo se nos estaba cayendo a pedazos e intentábamos sostenerlo o recomponerlo en base a lo que considerábamos parecían quedar unos pocos fragmentos, pero Hans pasaba por el borde del abismo como si transitase por el medio de un seguro camino, sin darse cuenta de los riesgos. Eso lo mantuvo limpio y a salvo. Cuando dictaba sus clases o conferencias, por lo general bosquejaba rápidamente un mapa de América casi perfecto y su cordial naturaleza se volvía verborrágica. Sacaba al aire - como mago de un sombrero - mil y un conceptos, autores, citas bibliográficas, grandes procesos culturales y detalles. Su memoria era extraordinaria. Quienes no estuvieran preparados para asimilar y comprender todo esto rápidamente, debían esforzarse por seguirlo. Incansable caminador, podía llegar a sacar de quicio a sus pares o dejar exhaustos a sus alumnos, arrastrándolos por kilómetros y kilómetros a pleno sol.
Salir con Hans al campo implicaba una contingencia. O lo perdíamos de vista o lo seguíamos. Las dos opciones eran peligrosas. Mendoza sin él no será la misma. Hans, poseyó una amplia trayectoria docente y académica. Fue un referente en el plano patrimonial, un arqueólogo que supo comprender los grandes procesos de esta ciencia y que se dedicó a sintetizarlos con el fin de transmitir conocimiento. No sólo se especializó en prehistoria americana sino también en arqueología del Oriente Cercano, y eso es mucho decir. Quedan pocas mentes holísticas como la suya dedicadas a comprender y difundir los conceptos del Nuevo Humanismo antropológico y él lo hizo sobre todo a través del estudio del denominado arte rupestre.
Consideraba, por ejemplo, que el mundo andino no podía medirse solamente en base a procesos tecnológicos, sino que por su propia cosmovisión, el panorama era mucho más amplio y rico. Pensaba que América precolombina había surgido en base a una mentalidad fuertemente opuesta a la nuestra, intuitiva, abierta a la naturaleza y al cosmos (y no encerrada en el ego), comunitarista (y no individualista), en la que todo lo visible es símbolo de una realidad mayor, de la que depende. Así, la aplicación de una mera tecnología sin alma como opción para intentar comprender estos complejos procesos culturales sólo nos conduce a la especialización de la súper especialización, también necesaria siempre y cuando no dejemos de mirar el horizonte.
Con la sinceridad que cimentaba nuestra amistad, hace poco en el hospital, viendo su dolorosa delgadez, le dije a modo de broma con el objeto de que intentara comer, que se estaba pareciendo a una momia (paráfrasis de uno de los temas que más hemos trabajado juntos). Con una sonrisa cómplice me acotó: sí, pero a una momia de la costa… y terminamos riéndonos de nuestra propia finitud. Numerosos investigadores e instituciones de diversas partes del mundo han sentido su muerte y nos han enviado sentidas condolencias, pues la han visto como una real pérdida para el mundo de la ciencia. Hans, nos recuerda a chocolate, a golosa e infantil fruición por los dulces más sabrosos, a un apetitoso plato de sopa de comedor universitario, a docta conversación arqueológica, a innumerables charlas sobre historia comparada de las religiones, a la cita bibliográfica precisa, a texto pulido, a descubrimiento e intercambio de nuevos libros, a maestro, al amigo que siempre intentó mostrarnos su mejor rostro a pesar de su enfermedad de años.
Nos decía la arqueóloga de Alta Montaña y doctora María Constanza Ceruti:
La arqueología argentina reconoce en la figura de Juan Schobinger a uno de sus más destacados pioneros. Sobresalió como arqueólogo de alta montaña, experto en arte rupestre, estudioso de las religiones; investigador motivado, docente dedicado y generoso tutor. Supo cultivar un ávido interés por el shamanismo y la arqueología bíblica; si bien sus aportes más substanciales estuvieron vinculados al período precerámico, el arte rupestre, los santuarios de alta montaña y los estudios de momias Incas. Los amplios conocimientos de Schobinger, supieron ser valorados en diversas universidades e instituciones extranjeras. Fue invitado a dictar cursos sobre prehistoria de Sudamérica en Alemania, Uruguay, España y México. También participó en congresos y encuentros científicos en Francia, Suiza, Bolivia, Perú, Estados Unidos, Bélgica, Brasil, Portugal, Chile y Croacia. Su reconocida ecuanimidad y su vasta experiencia contribuyeron a que fuera convocado reiteradamente como jurado de tesis doctorales y miembro de comisiones asesoras en el CONICET. Colegas y discípulos hemos procurado infructuosamente sintetizar la prolífica labor de Schobinger y su trayectoria profesional, en obituarios y recordatorios publicados en los últimos meses (Abal 2009; Barberena 2009; Bárcena 2009; Podestá 2009; Rivera et. al. 2009; Strecker 2009; Ceruti 2010 a y Ceruti 2010b e.p.).
Una entrevista en profundidad, realizada poco antes de su desaparición física, logró reflejar valiosas opiniones personales suyas (Berberena 2009); en tanto que la oportuna labor del recordado Humberto Lagiglia (2005) hizo posible recopilar una bibliografía en la que se listan las decenas de publicaciones científicas que lo tuvieron como autor o coautor. Es por ello que al elaborar la presente semblanza, he preferido centrarme en el papel cumplido por Schobinger, en lo que respecta a los estudios de momias en Argentina. Schobinger, se comprometió profundamente con cada etapa de la investigación: no sólo con las tareas de campo, sino también con los estudios interdisciplinarios en los cuerpos congelados y sus ofrendas; la publicación científica de los resultados de dichas investigaciones y la eventual transferencia a la comunidad mediante la exhibición museística de algunos de los hallazgos. Tanto el Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Museo de la provincia de San Juan, como el Museo Arqueológico de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo resultaron, en gran medida, de los trabajos en alta montaña conducidos por este investigador y de los estudios interdisciplinarios desarrollados sobre las momias y ajuares en compañía de numerosos colaboradores.
En el ámbito de las publicaciones vinculadas a los estudios de momias sobresale como primera obra argentina, el volumen compilado sobre La momia del cerro El Toro, publicado por la Universidad Nacional de Cuyo (Schobinger 1966). Dicho libro, reunía en sus páginas las contribuciones de etnohistoriadores, arqueólogos, forenses y médicos, constituyendo un preclaro ejemplo de labor interdisciplinaria. Dado su enorme valor documental, el libro fue reeditado por EDIUNC, en el año 2008, para lo cual Schobinger trabajó con admirable dedicación, pese a las limitaciones que ya entonces le imponía su frágil estado de salud. Fue también autor y compilador del volumen titulado El santuario incaico del cerro Aconcagua (Schobinger 2001), publicado igualmente por EDIUNC, en el cual participaron también numerosos investigadores locales, representantes de distintas ramas del saber. Schobinger, se desempeñó como miembro honorario del Comité Científico para la preservación de las momias congeladas que, Johan Reinhard y la que suscribe descubrimos en la cima del volcán Llullaillaco, en el año 1999. También, fue consultor honorario del Instituto de Investigaciones de Alta Montaña de la Universidad Católica de Salta. En septiembre de 2006, tuve el privilegio de dictar junto a Hans (como lo llamaban sus amigos) un curso sobre Estudios de Momias, en el marco de esta Casa de Altos Estudios, la cual reconoció la trayectoria académica de este renombrado colega designándolo como Profesor Extraordinario Visitante. Los seguidores de Juan Schobinger, en los caminos de la alta montaña y los estudios de momias no dudamos en reconocer y admirar el carácter pionero de su trabajo.
Sus contribuciones arqueológicas merecen destacarse no solamente por su trascendencia, sino también por haber sido llevadas a término con muy escasos recursos y considerable esfuerzo personal. Reconociendo generosamente los méritos ajenos y olvidando casi siempre los propios. Perseverando valientemente contra vientos de incomprensión que soplan desde los abismos de la ignorancia y la conveniencia. Movido por un profundo amor al conocimiento del Pasado, como aporte fundamental para la construcción de nuestro Presente. Su honestidad y su humildad son parte fundamental de un legado personal, que no será olvidado. El legado de un hombre que quería ser estudioso y llegó a ser un sabio; un hombre que se definía como profesor y llegó a ser un maestro. Reitero mi reconocimiento a la memoria del Dr. Schobinger, por haber abierto el camino para los estudios de momias en Argentina, y mi profunda gratitud por tantos años de dedicación como director de mi tesis de doctorado y de mis becas en el CONICET.
Muy importantes han sido las expresiones de su amigo y colaborador, el italo-argentino, Antonio Beorcchia Nigris:
Al doctor Juan Schobinger, lo conocí en marzo de 1964, en las juntas del río de La Sal, con el de Las Taguas, entonces como hoy, pertenecientes a los hondísimos valles de San Guillermo. Los socios del Club Andino Mercedario, habíamos imaginado de cien modos el encuentro con la expedición de rescate de Diario de Cuyo; hasta recelábamos que en algún momento nos pudiesen recibir con un tiro de carabina. Por la misma razón, cuando los divisamos desde lejos, nos pusimos en fila india para ofrecer el menor blanco posible, pero nada sucedió: nuestros enemigos nos recibieron en efecto, con mucha amabilidad, nos convidaron vino, pan, carne asada, hasta nos abrazamos al despedirnos. No muy distante, junto a las aguas del río para facilitar mejor su ventilación, habían resguardado el chasqui del cerro El Toro a la sombra de un paño de carpa sostenido en cada esquina por sendas piquetas. Luego, ellos siguieron hacia San Juan y nosotros cabalgamos rumbo al Toro, por si acaso había quedado arriba alguna prenda del ajuar de la momia, como de hecho, excavando en la fosa vacía, luego encontramos varias. Ahí fue, como digo, donde conocí a Schobinger.
Él era entonces un joven arqueólogo de origen suizo, menudo de cuerpo, talla mediana, ojos intensamente azules y pelo lacio, rubio, peinado hacia atrás. Era un hombre que llamaba enseguida la atención por su vasta cultura, su afabilidad y su don de gentes. El caso fue que me cayó bien, a pesar de actuar ambos, en aquella ocasión, en bandos antagónicos. Porque el hallazgo de la llamada momia del cerro El Toro, había levantado polvareda en San Juan, un verdadero torbellino de pasiones que pronto dieron pie a intereses encontrados, hasta dar vida a dos facciones antagónicas tendiente cada una al rescate de la momia. En la puja estuvimos involucrados los andinistas del grupo oficial, dirigido por funcionarios burócratas e ineficientes del gobierno provincial, versus una comisión de rescate financiada por Diario de Cuyo, encabezada por Erico Groch, codescubridor de la momia conmigo, donde Schobinger participaba en calidad de miembro invitado juntamente con un nutrido grupo de periodistas, entre ellos el renombrado historiador don Rogelio Díaz Costa, de muy querida memoria. La comisión oficial, además de los andinistas del CAM, estaba compuesta por una reducida comisión policial, cuyo objetivo era impedir a la gente del Diario de Cuyo, realizara el rescate de la momia. Pero, como nos llevaban tres días de ventaja, ellos fueron quienes lograron ese objetivo.
Con el tiempo Schobinger y yo, nos hicimos grandes amigos; más que amigos, colaboradores, confidentes. Organizamos juntos varias expediciones a la alta cordillera con fines netamente arqueológicos; hasta tuve el inmerecido honor de ser admitido como co-autor en una de sus obras.
Cuando en el año 1970, fundamos en San Juan el Centro de Investigaciones Arqueológicas de Alta Montaña, cuyas siglas son C.I.A.D.A.M., contamos desde el inicio con la presencia del doctor Juan Schobinger como asesor científico, cargo que siguió ejerciendo hasta su muerte. Don Juan, como lo llamábamos los amigos, era un científico intelectualmente generoso: amaba dialogar, compartir, hasta alentar económicamente a los modestos aficionados como yo. Reconocía con donaire el trascendente aporte de los andinistas… y tenía el don innato de sabernos utilizar… Fue el primer arqueólogo profesional que encaró de manera sistemática el tema de los santuarios incaicos de la alta montaña. Sus conclusiones no han sido refutadas hasta la fecha, lo cual nos habla de su seriedad como investigador. Él mismo financió y organizó expediciones de envergadura (a los nevados de Famatina por ejemplo, a principios de los años 60), antes de que nadie hablara de arqueología de alta montaña, o estuvo presente en el sitio de famosos hallazgos dirigiendo los trabajos de rescate, como en El Toro o en el Aconcagua.
Schobinger, no fue solo un esclarecido arqueólogo: su mayor mérito fue la investigación sobre el terreno, en las altas cumbres andinas, donde hasta entonces otros colegas suyos ni soñaban llegar. Décadas después, surgieron famosos investigadores de alta cordillera como los doctores Johan Reinhard, Constanza Ceruti, Christian Vitry, el mismo doctor Roberto Bárcena, los cuales han efectuado a su vez hallazgos fabulosos…
Pero Juan Schobinger, fue un pionero, un visionario. Sobre todo fue un hombre fiel en la amistad. He sentido mucho su pérdida.
- Enciclopedia Incompleta de Montaña
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