En 2021 me entero al leer la web de CCAM, en una historia del montañismo- que relata Carlos Rey - que en 1975 había intentado junto a Carlos Cavagnero, el LanIn por la ruta del sur.
Si bien no pudieron llegar a superar la “Colada Mazoldi “muchas de sus conclusiones sobre en que fallaron me parecen correctas y son orientadoras para este artículo.
En su historia Rey hace referencia de que hacían 20 años que no se ascendía por esa pared sur del Lanin, refiriéndose a que después de Mazzoldi – en1955-- nadie más la había subido. Pero en eso se equivocaba...
Mario Quesada y quien escribe ya la habíamos subido en 1963, 12 años antes del relato de Carlos Rey. No es un debate sino que pretendo rescatar una historia que no se difundió. En los años 60 solo existía información en los diarios o libros sobre las escaladas de alta montaña. Los montañeses no teníamos la tecnología de colocar los relatos y las fotografías por internet, como tampoco se disponía en Argentina de herramientas de escalada como grapones 12 puntas y clavos o zapatos de montaña livianos. Toda venia del norte, ya sea americano o europeo.
Mario y Carlos no pudieron o no supieron informar sobre esa ascensión y ahora podemos reparar esa ausencia, (67 años después) relatando como fue la historia del segundo ascenso y primer descenso por la colada Mazzoldi en 1963.
Primero vayamos al relato de Enzo Mazzoldi del primer ascenso.
La búsqueda de mayor información me llevó al relato de Enzio en el Diario “La Mañana de Neuquen” del 12 /12/2012 cuando Mazzoldi cumplía 82 años y habían pasado 50 años de su ascensión, siendo declarado, ese día, “ciudadano ilustre de San Martin de los Andes”. La entrevista es de Graciela Vazquez Moure.(1)
La Cronista de La Mañana de Neuquén comentaba : El Lanín es un volcán que desde 2017 daba señales de que algo estaba pasando. Accidentes, rescates, el documento de la comunidad Mapuche que lo ubica como sitio sagrado y luego una serie de movimientos sísmicos, que alertaron sobre una desestabilización. La alerta amarilla fue impuesta por parte del “SERNAGEOMIN” (Servicio Nacional de Geología y Minería). Hoy el volcán sigue siendo observado.
Pero hace 62 años eran pocos los que ponían sus ojos en el Lanín, y pocos los que ascendían para hacer cumbre. Solo dos personas se prepararon para hacerlo por la cara sur, la de mayor dificultad :Mazzoldi y Wisse, su compañero de andinismo.
Enzo Mazzoldi sin duda fue una personalidad de nuestra cultura de montaña patagónica.
Vivió en San Martín de los Andes y en la región durante doce años. Decía, a sus 89 años, Mazzoldi:
“Nací en Italia, en el norte, en un pueblo llamado Merano, ubicado en la zona de los Alpes llamado el Tirol italiano. Escalar las montañas de los Alpes era parte de un programa familiar” -dice en la entrevista -“no una cosa cotidiana, pero estábamos acostumbrados a esa vida. Incluso era usual que en aquellos tiempos que fuera a la escuela montado en mis esquíes transitando las profundas nieves de mi pueblo.”
Llegó a la zona desde Ushuaia, con 27 años, corría el año 1950, venía de trabajar en la industria maderera, actividad que continuó en San Martín de los Andes.
Las razones por las que elige a su compañero de ascensión fueron relatadas en esa entrevista: “Yo era solitario y Wiesse también era solitario” dice Mazzoldi. Ambos habían intentado en solitaria la pared sur y fracasaron, conocían la pared Sur y sabían sus dificultades.
Decía Mazzoldi : “Cuando estaba en el Aserradero del Paimún veía al Lanín continuamente. Me dieron muchos datos la comunidad mapuche y Don Barriga, poblador de esa zona, sobre el clima y los acontecimientos que podrían surgir en la escalada.
“Llegamos a caballo por el bosque hasta la base, nos llevó el baquiano Figueroa que no comprendía las razones por las que emprendíamos esta aventura, que él decía que era peligrosa, porque algunos no volvían”.
Mazzoldi cuenta que el ascenso comenzó en la mañana cuando despidieron a Figueroa, e hicieron todo el trayecto previo a la pared de hielo, que era una serie de terrazas verticales que superan con grapones grivel. “Demoramos 5 horas para superar 300 metros. “Para la noche superamos esa zona, eran las 20.30.Tecito con rhum y cenamos frugalmente y a las bolsas impermeables sobre el hielo. Amanecimos castañeteando los dientes por el frio intenso. Al día siguiente continuamos hasta la cima con viento blanco. “El viento nos hacía trastabillar pero seguimos uno tras del otro tratando de superar la pendiente y el clima. ”Recordó entonces los detalles de su llegada a la cima: “Arriba yo dejé un banderín del CAI- Club Alpino Italiano- y otro del SAT- Sociedad Alpina Tirolesa- que quedaron como testimonio de mi llegada por la cara sur.”
El equipamiento fue traído de Italia un año antes, como los grapones de doce puntas (Grivel), clavos, escalera para escalada artificial, cuerdas, camperas y las bolsas de dormir impermeables.” (2)
“El desafío es personal, sin soberbia y con la ayuda de Dios” dice Enzio, porque siempre se debe guardar respeto a la montaña “el desafío es a nosotros mismos” recalca, y destaca un pensamiento para recordar: “Para subir una montaña primero hay que preparar la mente y luego el físico”.
“Permanecimos pocos minutos en la cima y bajamos por el Tromen. Es que el pensamiento del andinista es una satisfacción propia, nunca de vencer a la montaña”.
El 21 de febrero a las dos de la tarde de 1955 llegan a la cima, después de luchar con el viento blanco y de sortear la adversidad del clima que ponía en riesgo sus vidas.
Enzio Mazzoldi falleció el 14 de agosto de 2014 cuando tenía 92 años
El sueño del andinismo había forjado una amistad con Mario Quesada después de subir el Lanín por el Norte en el Campamento de Ingeniería de 1961. Ya soñábamos con subir las cumbres de los Andes, mientras nos entrenábamos en las paredes de piedra que limitan la Avenida General Paz. Las paredes eran lógicamente verticales pero no tenían más de 7 metros aunque el granito presentaba características similares a la de las paredes de las montañas más difíciles. De allí nació la expresión “técnica General Paz” para paredes difíciles.
En el año siguiente, en el verano de 1962-63, llegamos con Mario a Bariloche, y nos planteamos subir la pared del Cerro López y la experiencia fue estresante. La pared era realmente vertical y tenía 250 metros. Comenzamos con nuestra experiencia de la General Paz y pronto superamos la mitad de la pared con soga y seguridad de clavos de roca.
En plena pared Mario clava un clavo y me pide que suba hasta donde él estaba y justo en ese momento se me ocurrió, sin tomar conciencia del peligro, practicar sobre las tomas “la técnica General Paz “saltando sobre las tomas como si fuera justamente esa distancia al suelo como en las paredes de Buenos Aires. Cuando llegué al clavo Mario me mostró que esa seguridad no existía porque el clavo no estaba bien fijado y no había otra forma de fijar. Mario no había dicho nada en el momento para que no perdiera la confianza.
“Les diré qué tanto el exceso como la pérdida de la confianza son negativas”. Este fue el primer aviso y salimos ilesos gracias a la sangre fría de Mario. Si yo caía también caía Mario y terminaba la aventura antes de comenzar.
Pero no todo terminó allí, había que seguir el filo y se había hecho de noche. Cuando salimos a la mañana era un día caluroso y solo salimos con camisa. Se hizo de noche y nos protegimos en una pequeña hondonada en la pared que miraba al Hotel Llao - Llao.
La temperatura comenzó a bajar y las luces del hotel se iban apagando una a una. Los turistas cenaban y luego se iban a sus camas calentitas y a nosotros solo se nos ocurrió golpearnos con los puños en la espalda mutuamente y cantar “ Que no tengo frío, que no tengo frio”¡¡¡ Por suerte llego el sol con la mañana y pronto hicimos un rapel para bajar al Refugio López y tomar un desayuno abundante.
En dos días nos planteamos subir El Tronador siguiendo el desafío de las altas cumbres. Primero subiríamos el Pico Argentino y así lo hicimos superando las grietas que estaban encubiertas en el camino a la cima.
Al otro día a las 3 de la mañana salimos del Refugio y asaltamos la cumbre del Tronador, primero al Pico Chileno y después al Pico Principal. Éramos dos leones con ansias de cumbres.
Desde el Tronador salimos para el Huechulafquen e intentamos la Pared Sur del Lanín.
En la base acampaba una expedición del Club Andino Bariloche, con la flor y nata del renombrado club, hasta estaban Otto Meiling y el Doctor Bravo en ese grupo. Habían intentado varias veces la pared sur del volcán, pero el clima los hacia renunciar por el cambio permanente y las nubes bajas.
Viendo -durante esta redacción- el relato transcripto en el Anuario del Club Andino Bariloche por Otto Meiling en 1957, este experto andinista había subido por la faz Sud oeste del Volcán y no había tenido ninguna dificultad técnica y no se habían encordado con Dinko Bertoncelj, quien lo acompañaba.
Pensando en este encuentro con Otto Meiling- en la distancia del tiempo- es muy probable que el alemán estuviera allí -en puerto Canoa- porque quería subir la “Colada Mazzoldi” y también supongo que era consciente que su ascensión en 1955 había sido lateral a la colada. (Memoria Vol. 6 página 29 a 30 del Club Andino Bariloche). Otro agregado a esta teoría la trae Vojko Arko en su libro, donde hace referencia a esta ascensión de Otto Meiling por el Sudoeste.
Continuando con el relato -le preguntamos al Guardaparque que nos orientara para conseguir caballos y nos dijo cómo encontrar a la familia Barriga en el Paimún. Pensamos que si íbamos a caballo podríamos ahorrar energía y tiempo frente a un clima cambiante y fue una pobladora, hija del famoso Barriga -que nos describe Mazzoldi- la que nos llevó con los caballos y nuestras mochilas hasta el hielo.
La subida con los caballos fue intensa por la pendiente y el esfuerzo de los animales y la carga de nuestras mochilas.
Nos despedimos de la servicial pobladora al llegar al pie del hielo. Sobre un acarreo final encontramos un promontorio y allí colocamos la carpa.
Almorzamos lentejas y nos acostamos temprano. A las 3 de la mañana nos levantamos y luego de ponernos el equipo salimos para arriba. El primer desafío era el paredón de 200 a 300 metros de hielo que nos llevaría al casquete. Ahora la llamamos “colada Mazzoldi”, en ese momento eran más de veinte escalones verticales de hielo cristalino, que tenían tres a cuatro metros de altura y que exigían de técnica y fortaleza. Los superamos con dos largos de soga, los crampones de 10 puntas, clavos de hielo y las hermanas piquetas como un tercer pie. Nos alternábamos en la punta. La experiencia reciente de las tres cumbres del Tronador fue vital. Mente y cuerpo dispuestos como dijo Mazzoldi.
Saliendo de la “colada” apareció la pared reluciente de 30 º a 40º de pendiente de hielo caramelo donde cuesta que entren los clavos, algo que caracteriza al Lanín por el sur.
Con los grapones de 10 puntas, que nunca nos sacamos, emprendimos la caminata hacia arriba zigzagueando el casquete con tendencia hacia el oeste. La llegada fue relativamente rápida, serían unos 600 metros a la cumbre y no había viento, algo fundamental. Ya salía el sol que iluminaba el Huechulafquen y el Tromen y se veían a lo lejos -hacia el norte- las cumbres mendocinas. Serían las 10h de la mañana, comimos pasas de uva, nueces y unos tragos de agua y comenzamos el descenso por la pared sur. No podíamos perder tiempo.
El regreso de la cumbre fue rápido y tenso porque podía cambiar el clima o el viento. Bajamos sin encordarnos y en zig-zag como habíamos subido. Cada uno se jugaba la vida sabíamos que la cuerda nos podía arrastrar si nos encordábamos.
Fue un descenso tenso y peligroso porque un resbalón era definitivo. Con la piqueta atenta ante cualquier tropiezo llegamos a la cascada congelada. Pasamos rápido los escalones, que superamos con dos rápeles, abandonando dos clavos tubulares y llegamos a la carpa caliente a las 13 horas, habiendo cumplido el objetivo.
Habíamos demorado 10 horas. Desde las 3h a las 13h sin parar. La subida la hicimos sin carga solo con una mochila de ataque, porque las mochilas “bestium” quedaron en la carpa con la garrafa, las bolsas de dormir y otros elementos comestibles. Dormimos hasta la mañana del otro día y luego de un desayuno abundante regresamos por la picada de los” ñirales”, “lengales” y cañaverales que nos había traído.
Cuando llegamos a la Pampita de Ruculeufú nos salió al paso Otto Mailing. “Y como les fue”? nos preguntó el alemán.
Mario le conto que el secreto de que llegáramos a la cumbre estaba en pasar de madrugada la “colada” y subir sin carga y además descansados, porque subimos por la picada del monte con caballos hasta el hielo. Bajamos antes del mediodía para eludir el viento blanco y el descenso fue por la misma pared.
Reviviendo el ascenso de Mazzoldi que fue sin duda la primera y la más difícil, porque iban a lo desconocido, aunque bien equipados. Demoraron 14 horas y bajaron por el Tromen que ahora llaman la Ruta Normal.
Mario y Carlos súper entrenados de mente y cuerpo -con equipo primitivo para la época-subieron y bajaron por la misma ruta : “La Colada Mazzoldi”…
El 15 de abril de 2021 cumpliría años Mario Quesada que falleció el 19 de diciembre de 1919. Vaya este relato como un homenaje a “mi hermano de montaña”.
1) www.mneuquen.com.ar
2) El Sur Digital/ Neuquén
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