Carta de Elly Pujol, viuda de Juan José Quintas
Sr. Director del CCAM Alex Martin
Nos une sin dudas un amor en común: la montaña; y también una amiga –Jacqueline Watzl- quien me envió copia de un artículo tuyo sobre Gerardo a quien recuerdo con gran cariño, entre otras cosas porque él fue mi instructor de ski en otras épocas del CABA… A partir de ese envío, estoy inscripta para recibir la revista Noticias de Montaña y cuanta noticia quieran enviarme.
Yo no participé activamente de ninguna expedición, pero sí lo hizo mi marido Juan José Quintas, fallecido hacen más de 40 años, y en esas épocas mi casa de soltera por entonces, se llenaba de clavos, sogas, carpas para arreglar, pisos para cambiar, broches y plumas a causa de algún problema en las bolsas de duvet. Es decir que mi actividad era intensa, pero callada. Me quedan cantidad de recuerdos y un álbum de fotos personales de mi marido. Intenté buscar algo más, pero solo encontré una decena de diapositivas de la Primer Expedición al Cerro Pier Giorgio y tres Anuarios del Club Andino Bariloche, en uno de los cuales se publicó su artículo sobre la ascensión a los cerros Torrecillas y Tres Picos. En ese momento se me ocurrió la idea de enviárselos y que pudiese publicarse nuevamente y lo escanié; encontré el original de la foto a la torre Tuma –que tiene buena calidad a pesar de los años- y otras que no tienen tanta.
Integrantes de la expedición: Luis A. González Cueto, Javier y Pedro Moraiz, José Maria Pomposiello, Juan José Quintás y Salustián Villanueva.
Partimos el 30 de enero de 1959 desde la estación Constitución hasta Ingeniero Jacobacci y desde allí, en el simpático tren de trocha angosta, fuimos hasta Esquel. Al día siguiente al de nuestra llegada, fuimos a visitar a René Eggman, quien con su ya conocido espíritu de montañés, puso a nuestra disposición su amplio conocimiento de la zona. Tras la charla, quedó definitivamente establecido, que intentaríamos el macizo S. del cerro Torrecillas.
Completamos los últimos detalles de nuestras provisiones y equipo de cocina, y partimos hacia el Parque Nacional Los Alerces en un camión de dicho Parque. Esa noche nos recibió su Intendente, Sr. Cedestron, a quien le había anticipado sobro nuestra visita el Ing. Lucas Tortorelli, presidente del Directorio. El Intendente nos aseguró el transporte dentro del Parque Nacional Los Alerces, y entre éste y su anexo Puelo, mejor noticia imposible.
El día 3 de febrero, lo dedicamos a preparar los elementos que usaríamos en el cerro Torrecillas y a depositar los restantes en la Intendencia del Parque. Fué un día de intenso trabajo, a orillas del hermoso lago Futalaufquen.
El día 4 amaneció con mal tiempo. A las 8 partimos en un ómnibus hacia el puerto Limonao y luego de pasar nuestras cargas a la lancha Ceferino Namuncurá partimos en viaje muy movido... El día no favorecía en nada a la valorización del paisaje. Remontamos el río Arrayanes hasta el lago Verde donde descargamos y con las mochilas pesadísimas, caminamos el corto trecho hasta el lago Menéndez, y ya en la lancha de Parques, salimos hacia la margen SE. del río que desciende del glaciar Torrecillas Norte.
Luego de una hora de caminata por la morena, bordeando el arroyo, llegamos a la lagunita dependiente del glaciar Torrecillas Norte, a las 15 horas.
Nos dividimos en dos grupos. José María reconocería el posible acceso directo hacia el Pico Larsen, (Torrecillas Central), y Pedro y yo, exploraríamos el mismo, pero desde la vecindad del glaciar Regenerado. Ambos reconocimientos fueron negativos, y a pesar de lo avanzado de la hora, partimos a las 18.30 hacia la ladera N. por la ruta seguida por Neumayer y compañeros. Al irse la luz decidimos un vivac en el rellano protegido por dos enormes árboles caídos, entre los cuales pusimos nuestros dobletehos, a manera de cobertizo. Estábamos muy cansados, pues el día había sido duro a falta de entrenamiento.
A las 7 nos despertó un intenso goteo sobre los dobletechos. Contra lo que supusimos, las hidratadas ramas agitadas por el viento eran las que nos mojaban, mientras que el cielo estaba despejado. Nos levantamos rápidamente, v emprendimos la marcha, llegando al fin del bosque, donde en un lugar muy propicio instalamos rápidamente dos carpas, y decidimos atacar en grupos los diferentes objetivos del Torrecillas.
Salimos en seguida José María, Chiquito, Pedro, Luis Alberto y yo, quedando Paco y Javier instalando y perfeccionando el campamento base. El tiempo comenzó a desmejorarse y en medio de molesta ventisca alcanzamos el filo del Torrecillas N. y por él nos dirigimos hacia una prominencia mocha, denominada torre Meiling, donde en un rellano cercano a su base, depositamos las cargas. Les encargué a Pedro y Luis Alberto que bajaran rápidamente, pues les quedaba tiempo justo para llegar al campamento base. Armamos el campamento 1 y pasamos mala noche debido al mal tiempo. El día 6, con gran sorpresa amaneció hermoso; sólo la falta de frío a esa hora me extrañó un poco.
Tras atravesar el filo rocoso existente entre la torre Meiling y el pico Sanio, nos colocamos los graompones e iniciamos la larga travesía del glaciar Torrecillas en dirección S. Torcimos hacia la punta Larsen y comenzamos a ascender por un laberinto de grietas cada vez con mayor pendiente, llegando al filo existente entre Ia punta citada y el pico CAE o cumbre Principal.
Desdé alli avistamos a la cordada integrada por Puco y Pedro, quienes habían salido muy temprano desde el campamento base y les hice señas de que siguieran nuestro camino, puesto que del citado filo se vislumbra una ruta muy factible hacia el pico CAE.
El espectáculo del macizo S. era maravilloso; continuaba el buen tiempo aunque notábamos que poco duraría. Tras estudiar muy detenidamente el muy agrietado glaciar Tronador o Torrecillas S. nos dirigimos hacia el S. en suave descenso. Luego de atravesar con muchas precauciones un Inseguro puente de nieve y de rodear un amenazante serac. nos dirigimos directamente hacia una lengua de hielo que ascendía por el contrafuerte E. del macizo S., la cual en su parte media era muy empinada y exigió técnica de 12 puntos. Tras quitarnos los grampones, llegamos en cuatro largos de soga, con trechos delicados, dado el mal estado de la roca, al casquete de hielo situado inmediatamente por debajo del filo de los Gendarmes. Allí nos los colocamos nuevamente y dejamos en un espolón rocoso las mochilas, siguiendo con el material indispensable para la ascensión combinada en hielo y roca que nos aguardaba.
Nos dirigimos al Gendarme situado más a nuestra derecha (N.) y desde allí siguiendo el filo, subimos uno tras otro, los cuatro Gendarmes que lo orlan, superando pasos expuestos en varias oportunidades, dado el pésimo estado de la roca. Durante la travesía el mal tiempo arreció. Descendimos a una depresión existente entre el filo de Ios Gendarmes y la cúpula cumbrera. La visibilidad a partir de entonces fué nula, y seguimos rigurosamete el filo como único recurso para llegar a la meta.
Bordeamos el primer Gendarme y continuamos por el filo, ascendimos a la cúpula de hielo del macizo S. Descendimos hasta llegar a la base del último Gendarme de este filo, que es la cumbre del macizo, aunque parecería no serlo en la fotografía, a causa de la perspectiva, Tras una sencilla ascensión en roca, llegamos a la cumbre a las 19.30 en plena tormenta, con gran alegría y mucho cansancio. En una lata de cigarrillos Piccadilly dejamos nuestros nombres como testimonio de cumbre, bautizando el pico con el nombre "Asociación Amigos de los Parques Nacionales". Emprendimos rápidamente el regreso por el camino de ida y al llegar a la base del Gendarme rodeado anteriormente, no soportamos la tentación y a pesar del mal tiempo, lo subimos, dejando como testimonio un clavo Dediol pintado de rojo, clavado en la cumbre.
Desandamos el camino subiendo una y otra vez los Gendarmes, que de N. a S. denominamos uno, dos tres y cuatro, dejando en cada uno de ellos un mojón de roca. Al bajar el Gendarme l, la visibilidad era nula, y guiados un poco por el filo, pero más que nada por la pendiente y la intuición, encontramos las mochilas, pues afortunadamente el lugar elegido era de fácil ubicación.
Sujetamos las mochilas con clavos, y nos ubicamos sentados dentro de nuestras bolsas de dormir, dado que el espacio no daba para más. Antes de colocarme en la plataforma inferior, até a los compañeros y até mi bolsa vacia, fijando bien la soga. Me acosté, mejoré el nudo que me ataba en mí bolsa y, cansado y contento comencé a relajarme; había sido un día duro, con seis primeras ascensiones, que aunque fáciles, presentaron dificultades en su acceso, en hielo. Comprobé en tres oportunidades lo útil que es atarse en un vivac.
Con las primeras luces iniciamos el descenso. Siempre acompañados por el mal tiempo, y siguiendo la misma ruta, llegamos al campamento I. donde nos esperaban Javier y Luis Alberto, quienes luego de un gran recibimiento, nos contaron que Paco y Pedro habían tenido pleno éxito en el pico CAE, realizando su tercera ascensión siguiendo el filo que lo une con el pico Larsen, viéndose obligados a efectuar un gran rodeo, pues una grieta les impedía pasar. Esa noche regresaron al campamento base.
Por su parte, Javier y Luis Alberto, tras acondicionar el campamento base y el I, realizaron la ascensión de la torre Meiling y el pico Sanio.
Pasamos la noche en el campamento I, mientras que los compañeros descendieron al campamento base; a la mañana siguiente, lo desarmamos bajo la lluvia, mientras se efectuaba la misma operación en el campamento base. Ellos llegaron a la costa del lago Menéndez y tomaron la lancha de Parques ese mismo día, debiendo nosotros esperar hasta el día siguiente, es decir, el 9 de febrero, para efectuar el mismo viaje.
Tras despedimos del guardaparques Jones y del lanchero Tardón, llegamos a la hostería del lago Verde, donde ingerimos una voluminosa mezcla de almuerzo y té.
Por la noche, todos reunidos a la orilla del lago Futalaufquen, festejamos el éxito obtenido. Al día siguiente, descanso y grata reunión con el Intendente, con quien convenimos partir al día siguiente para el lago Puelo.
Luego de cargar el camión y de despedimos del Sr. Cedestron, del Subintendente Lozada y del Sr. Rotondaro, de quienes recordaremos siempre sus innumerables atenciones, partimos en un día maravilloso, con rombo N.
Avanzada la tarde, llegamos por fin, al muy conocido "Anexo Puelo", donde los señores Williams y Chemin, nos recibieron con su acostumbrada amabilidad. No quiero dejar de destacar que el Ing. Tortorelli también en este lugar anunció nuestra visita y recomendó una amplia colaboración.
El día 12, fué de preparativos e intenso entrenamiento. Al día siguiente nos dirigimos al embarcadero del lago Puelo, donde me encontré con el señor Rudolf que, junto con el Dr. Fattorino, ambos de El Bolsón, tantas gentilezas tuvieron para con nosotros el año anterior.
Luego de cargar la lancha de Parques y un lanchón que llevaríamos a remolque, dado que con la lancha solamente no bastaba, partimos hacia la orilla opuesta, donde desembarcamos entre los ríos Turbio y Pedregoso, junto a un improvisado muelle, construido por leñadores del lugar. El lago Puelo, lucía en un día de sol hermoso como pocos, el cuarto de una serie de buen tiempo que aunque facilitaba el acceso, no dejaban de preocuparnos dado que los días buenos serían indispensables más adelante, y periodos como ese, son verdaderamente excepcionales en la zona.
Luego de despedimos del Sr. Chemin y de acondicionar las cargas en la costa, me dirigí hasta la casa del Sr. Juan Fernández, distante unos cuatro kilómetros, quien me manifestó la imposibilidad de su colaboración, a causa del atraso en la esquila, pero me puso en contacto con el Sr. Aguila, que al día siguiente nos vendría a buscar con su carreta a la costa. Don Juan me obsequió con un cordero, huevos y pan casero.
Recién a las 17 horas llegó el Sr. Aguila. Luego de cargar la carreta, partimos valle adentro, cruzando en dos oportunidades el río Turbio. Ya de noche, llegamos a la casa de la familia Bamondez, que con la extraordinaria hospitalidad de siempre, nos recibieron nuevamente.
Al día siguiente, 1 de febrero, partimos bastante tarde, con cuatro caballos cargueros, hacia el cordón Cubridor. Los señores Bamondez y Aguila y el hijo de éste, los tres montados, nos acompañaban.
En un ascenso penoso, llegamos al gran cañadón, que mirando desde La Vernada, se encuentra a la derecha. Nos despedimos de nuestros amigos, que habían llegado con los cargueros, mucho más alto que lo que hubiésemos imaginado.
Emprendimos el ascenso por el acarreo, hasta el lugar donde se estrecha visiblemente y se bifurca. Tomamos por el de nuestra derecha y por fin, luego de maldecir a los tábanos y a las mil inestables piedras, llegamos cerca del filo, donde buscamos el paso utilizado años anteriores, que es vecino a la unión de los cordones Ocaso y Cubridor; considero este acceso al filo Cubridor el mejor de todos los conocidos.
Con Las últimas luces atravesamos el paso y nos vimos obligados a efectuar un vivac, antes de llegar al arroyo Turco. Al día siguiente, vimos en todo su esplendor el magnífico cerro Tres Picos, llamándome la atención, la falta de nieve en relación a años anteriores. Bajamos hasta el arroyo, y lo remontamos en dirección E. durante una hora y media hasta llegar a un lugar muy hermoso donde ubicamos el campamento base, aproximadamente a la altura de la torre Tuma, en un bosque de lenga que se encuentra frente a un acarreo, enclavado en los contrafuertes del cerro.
Al día siguiente nos levantamos a las 5.30 y una hora más tarde comenzábamos a subir por el acarreo. José María, Javier y Luis Alberto, pronto se dirigieron hacia la torre Meiling. Los restantes, continuamos hasta el fin del acarreo, hasta llrgar por una suave pendiente de roca al glaciar, que encontramos sumamente resquebrajado, lo cual retrasó bastante nuestro avance. A la altura de Ia base de la torre Turna. Pedro y Chiquito se dirigieron hacia el E. A este último, le recomendé que tomara todos los apuntes necesarios, lo mismo que en el Torrecillas, para completar los magníficos mapas hechos por Stroh- schneider y Stegman, que de tanto provecho nos resultaron.
Junto con Paco, enfrentamos la parte más difícil del glaciar, a causa de que Las grietas estaban muy abiertas, y no había puentes para avanzar; debimos descender a dos de ellas, hasta donde se juntaban las paredes, y luego ascender por la pared opuesta, empleando la técnica de doce puntas. Para llegar a la superficie desde la última grieta, debido a que la pared era de nieve, y no de hielo como en la anterior, debimos ascender clavando sucesivamente nuestras piquetas y usándolas a manera de peldaños.
Recién a las 14 horas pudimos comenzar la escalada en la parte central de la pared O. y de entrada debimos superar la parte más difícil de la ascensión, dado que el descenso del glaciar con respecto a los últimos años, dejaba al descubierto una placa vertical, friable y sin agarraderas. Los últimos tres metros de esta placa, se superaron en escalada con estribos. Luego subimos en una rápida sucesión de largos de soga por una zona con muy buenas agarraderas, que hacia el centro de la pared, fué perdiendo inclinación. Desde la placa hasta el centro de la pared, la única dificultad fué el pésimo estado de la roca.
Por el cañadón existente entre la pared final de la torre propiamente dicha y el Gendarme S. subimos varios largos de soga, hasta que una serie de techos que hacían muy lenta la progresión, nos hicieron pasar a la pared del Gendarme propiamente dicha, vertical y con pequeñas agarraderas, por la que llegamos a su cumbre en primera ascensión. Se utilizó en esta última parte, un clavo de seguro. Descendimos en rappel hasta la depresión existente entre la torre y el Gendarme S. por debajo de la cual hay un orificio por el que se vislumbra el E. denominada con gran acierto por la cordada, que realizó la primera ascensión de la torre Tuma, "Depresión Ventana".
Luego de ascender un largo de soga por la pared de la torre, hicimos la travesía hacia el centro de la misma, muy expuesta en la parte que para penetrar en la chimenea final hubo que atravesar un diedro en sobrependiente, con roca en pésimo estado. Luego de varios largos de soga por esta última chimenea llegamos a las 20.30 horas a la cumbre en que encontramos un monolito y la libreta dejada por Bertonceli y Jerman en el año 1952.
Pudimos gozar por muy pocos instantes, del magnífico espectáculo de la puesta del sol, dando un tono rojizo y un relieve muy particular a todo ese hermoso sector de La cordillera argentino-chilena. Nuestra meta, por cuatro años perseguida, por fin fué alcanzada. Tratamos de aprovechar las últimas luces al máximo, llegando a la base de la chimenea final, justo frente al diedro de referencia anterior. Alli hicimos un vivac, inolvidable por lo precario, donde pasamos una noche muy fría atados a la pared y apoyados ambos en una muy pequeña plataforma, en la que nos sentábamos por turno; entre ambos juntamos seis caramelos y catorce cigarrillos, encargándose Paco de establecer los horarios, para que duraran toda la noche…
El mismo día 17 Pedro y Chiquito, tras separarse de nosotros en la base de la torre Tuma, se dirigieron hacia el E. subiendo en primera ascensión unas prominencias rocosas existentes entre la torre Tuma y el pico Frey, consideradas por ellos de escasa dificultad, y que dado la semejanza con el perfil de un anciano, visto desde el campamento base, les sugirió la denominación de: "El Abuelo".
La cordada integrada por José María, Javier y Luis Alberto, ascendió el pico Meiling por su faz O. llegando a la cumbre a las 14 horas, justo minutos antes que comenzáramos el ataque a la torre central, y con quienes intercambiamos algunos gritos. La ascensión a la torre Meiling fué considerada por ellos de mediana dificultad. Esta fué la 5ta ascensión, siendo la 1ra efectuada por Meiling, la 2da por Stegman y compañeros, la 3ra por Arko y la 4ta por Marmillod y compañeros.
Los vencedores de la torre Meiling, regresaron ese mismo día al campamento base.
El 18, Pedro y Ciquito regresaron a las 13 horas y Paco y yo a las 17 muy cansados pero muy contentos, con grandes felicitaciones y abrazos de nuestros compañeros, intercalados con fuertes tirones de oreja a José María, que ese día celebraba su 21 cumpleaños.
El día 19, con pleno mal tiempo, que llegó por suerte al término de nuestra labor, levantamos el campamento base, y a las 9 horas, partimos hacia el Cubridor y haciendo el mismo camino que a la ida, llegamos cerca del mediodía a la casa de la familia Bamondez, donde la señora nos preparó un abundante menú que nos reconfortó ampliamente.
Al día siguiente llegamos a la orilla del lago Puelo y el sábado 21, a las 1 horas, y de acuerdo a lo convenido, nos vino a buscar el Sr. Chemin, siendo recibidos luego de cruzar el lago, por el Sr. Williams, quien al día siguiente nos convidó con un asado para festejar nuestro éxito.
Bibliografía del archivo del Centro Cultural Argentino de Montaña:
Anuario del Club Andino Bariloche enviado por Elly Pujo
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