Somos un grupo de amigas que nos conocimos en distintos momentos de la vida pero que estamos unidas por algo que tenemos en común: el amor por la montaña.
La idea surgió entre nosotras, unos días antes de iniciar una salida, porque hacía mucho que veníamos postergando hacer algún cerro que nos llevara un par de días. Teníamos muchas ganas de acampar, y conectarnos con la naturaleza y con nosotras mismas. Es por esto que decidimos que la salida fuera sólo de mujeres y el sitio que nos pareció ideal fue la hermosa montaña mendocina.
Elegimos el Cordón Cacheuta Sur porque nos parecía un excelente lugar para ir en invierno. El recorrido se encuentra muy cerca de la Ciudad de Mendoza y se requieren solo un par de días para ir, lo cual nos permitió que todas coincidiéramos con nuestros tiempos. Por otra parte, hacía mucho tiempo que teníamos ganas de hacer este Cordón y acampar entre montañas, lejos de los ruidos y el caos de la ciudad.
El día anterior organizamos todo lo que tenía cada una llevaría. Agus, una del grupo las monas, estaba encargada de portear la carpa, el resto de nosotras, Estefi, Flor y Dani, llevábamos el agua necesaria para los dos días que duraría la travesía. Teníamos que tener en cuenta que al no haber vertiente, había que calcular cuánta agua iba a ser necesaria para cocinar e hidratarnos. También transportaríamos comida para tres días, por si nos quedábamos más tiempo de lo previsto.
El sábado 13 de julio, salimos al mediodía de la terminal de Mendoza, después de que una de las chicas saliera de trabajar. Llegamos al puesto “El Sol”, donde se encuentran José y Patricia unas personas muy amables que siempre reciben a todos los montañistas y escaladores.
Antes de empezar a patear, nos preparamos con todo lo necesario: sacamos los lentes de sol, los bastones, nos pusimos protector solar y comenzamos la aventura. Paso a paso fuimos entrando en calor, ya que el primer tramo es bastante empinado y el peso de la mochila se hacía sentir.
En el camino encontramos una gran roca que se prestaba para hacer un boulder. Dani, que practica escalada en palestra, lo vio y no dudó en sacarse la mochila y empezar a trepar. Todas empezamos a alentarla y teníamos ganas de intentar también porque, además de subir cerros, nos gusta mucho ir a escalar, pero había que guardar energías…
Seguimos camino, rumbo hacia la primera cumbre: el Cerro Dedos ubicado a 2070 metros. Mientras íbamos subiendo vimos unos hermosos caballos al lado de una verde quebrada, con mucha vegetación. Más arriba, antes de llegar a la cumbre, nos sorprendió un imponente cóndor que sobrevoló a unos pocos metros de nosotras, dándonos una cálida bienvenida. Fue uno de los momentos más emocionantes y hermosos que nos regaló la Madre Tierra.
Al llegar a la cumbre, entre abrazos y risas, pudimos apreciar el sol esconderse entre los picos nevados del Cordón del Plata. El sol nos recargó de energía y paz para seguir hasta donde sería nuestro lugar ideal para pasar la noche, un valle rodeado de montañas que nos refugiaria del viento. Antes de oscurecer, armamos la carpa y empezamos a cocinar junto con unos amigos de la montaña que nos encontramos en el camino. Compartimos una rica comida con unas verduras asadas, y unos vinos.
Las linternas no fueron necesarias, la luz de la luna en su máximo esplendor nos acompañó durante el hermoso fogón que nos hizo de abrigo en la noche helada. Nos fuimos a dormir temprano, ya que al otro día nos esperaba una larga caminata.
Al día siguiente, al abrir la carpa nos sorprendimos con una capa de hielo que cubría las mochilas y las plantas de alrededor, se hacía sentir ese frío sobre nuestra piel. Empezamos a calentar el agua para preparar un rico desayuno, un café con leche para entrar un poco en calor. Al terminar, elegimos dos de nuestras mochilas para cargar lo necesario para el resto del día: abrigo, comida, agua y bolsas para los residuos, ya que cuando salimos a la montaña siempre asignamos dos de ellas para poder separar los residuos correctamente, esto nos ayuda a que no se mezclen, y utilizamos lo orgánico: cáscara de banana, manzana y yerba para después hacer compost. Terminamos de organizar lo que íbamos a llevar y dejamos todo preparado dentro de la carpa para que cuando volviéramos pudiéramos desarmar el campamento rápidamente y de esa manera tener suficiente tiempo para que en el regreso hubiera luz.
Nos despedimos de nuestros compañeros y de a poco fuimos caminando por un sinuoso camino y así fuimos calentando nuestros cuerpos. Nos acompañaba un cielo despejado y un hermoso sol. Llegando al Cerro Manos nos desorientamos por un momento, Estefi, caminó hacia un morrito para ver si encontraba algún camino, y se topó con la maravillosa vista del Cerro Plata y Vallecito.
No pudimos evitar hacer una parada para apreciarla y sacar una foto para capturar ese momento. Desde ahí, visualizamos la cumbre del Cerro Manos y emprendimos rumbo hacia ella. Cuando llegamos, nos hidratamos y comimos algunas frutas, nos dimos cuenta que todavía nos quedaba un largo camino, así que apuramos la marcha. Después de un rato, vimos la cima del cerro Colorado y si bien parecía que estaba cerca, al caminar nos dimos cuenta que habían muchas subidas y bajadas lo que nos hizo empezar a dudar si seguíamos o no. De vez en cuando se escuchaba la pregunta ¿qué hacemos? ¿seguimos o no?, pero nadie respondía y seguimos el rumbo, hasta que en un momento nos paramos para decidir. Nos quedaba poco tiempo, 1 km y una gran pendiente por subir. Aunque era poca la distancia, ya estábamos cansadas, pero nos apoyamos entre todas para dar el último esfuerzo y seguir y a medida que veíamos cómo se acercaba la cumbre nos motivábamos entre nosotras en poner nuestras máximas energías para llegar.
Cerca de las 14hs llegamos a la cima del Cerro Colorado, el punto más alto del Cordón. Nos dimos un abrazo de cumbre y nos felicitamos por el logro alcanzado. Estábamos muy contentas por haber llegado todas juntas. Mientras comíamos y apreciamos la vista del lago Potrerillos, seguíamos sorprendidas por la meta que habíamos alcanzado.
Después de un rato, retomamos el camino de regreso. Llegamos al campamento para armar nuestras mochilas y seguir el descenso. En el camino íbamos solas, ya no había más gente y vimos cómo el sol se escondía, nos quedaba todavía un poco de luz. Ya se empezaba a ver la ruta, pero antes de llegar se hizo de noche y aunque estaba la luna acompañándonos, tuvimos que prender las linternas. En un momento, perdimos el camino y nos preocupamos un poco, estábamos cansadas, las mochilas pesaban el doble y seguíamos sin encontrar el sendero. Después de unos minutos pasamos por un cable que estaba tirado en el piso y nuestra compañera Estefi, recordó haber pasado por ahí a la ida y con alegría dijo: Vamooos bien, ¡este es el camino! Y además al ratito observamos una luz que nos alumbraba desde muy abajo, era el Señor José con su linterna que nos había visto de muy lejos. Esperó hasta que llegáramos a donde él estaba y cuando al fin llegamos nos decía, ¡nada como pisar tierra firme ! Y si, nada como llegar sanas y todas juntas al final.
Estefania Vasconcellos Honores, 22 años. A 5 materias de recibirse de Tecnicatura en Gestión de Empresas Turísticas, actualmente trabaja en Argentina Rafting, empresa de turismo aventura. Apasionada de la montaña y toda la naturaleza que la rodea, le encanta sacar fotos y ademas de subir cerros practica la escalada en roca y nada en aguas abiertas.
Daniela Marlia, de 26 años. Lic. en Administración, viajera, amante de la naturaleza y sobre todo de la montaña.
Florencia Marlia, 24 años. Estudiante avanzada de Lic. en Psicología, trabaja como acompañante terapéutica. Apasionada por la naturaleza y la maravillosa provincia de Mendoza, además, ama andar en bici y escalar.
Agustina Tornello, 21 años. Estudiante de Tecnicatura en Producción Audiovisual, trabaja en un Hotel. Le encanta estar en contacto con la naturaleza, subir cerros y sobre todo escalar. Además apasionada por la fotografía analógica y los trabajos manuales artesanales.
Durante el viaje de vuelta a Mendoza, reflexionamos lo lindo de haber tenido esta experiencia entre nosotras, como nos hizo crecer como mujeres, tanto individual como también grupalmente. Un logro muy importante para nosotras porque en la sociedad patriarcal en la que vivimos la mujer se ha visto relegada a un lugar de debilidad y dependencia, pocas veces se la asocia a conceptos tales como fortaleza, valentía o independencia. Sin embargo, cambiar esta percepción no depende de los hombres, si no de que nosotras empecemos a creer y por lo tanto a crear estos conceptos, pudiendo ganar cada vez mayor igualdad y autonomía.
Todas las integrantes de nuestro grupo confiamos en las capacidades de las mujeres y es por esto que nos animamos a desafiar nuestros límites, rompiendo con esa imagen de debilidad sostenida por muchas décadas.
Agregando, en el ámbito de montaña y de escalada hay una prevalencia de hombres sobre mujeres por lo que estos deportes suelen considerarse más “apropiados “para ellos. Esto es un mito, ya que no solo nuestro testimonio sino el de miles de mujeres avalan que hay una igualdad entre ambos sexos para disfrutar de la naturaleza y los deportes allegados a ella. Invitamos a todas a que se empoderen no solo en este ámbito sino también en la vida cotidiana, ya que cada uno de estos pequeños cambios aportan a ese gran paso de liberación femenina que se verá reflejada en las próximas generaciones, donde la igualdad de género sea vista con total normalidad y aceptación.
Por último, pero no menos importante compartir lo que nos brinda la Pacha Mama, como dice nuestra amiga Estefi, es un regalo que alimenta el alma, te hace crecer como persona, valoras cada increíble atardecer, el perfume de una hermosa planta al caminar por la montaña, el agua fresca de una cascada donde podes hidratarte, la rama caída de un árbol que te deja usarla para hacer un fueguito, cada detalle tan pequeño pero al mismo tiempo tan valioso. Seamos conscientes del rol importante que ella cumple en nuestra hermosa vida, agradeciéndole cada mañana por todo lo que nos da y sobre todo CUIDANDOLA SIEMPRE !
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