Julio 2023
Expedicionarios: Juan P. Gitelli, Alex Gárate, Eduardo Namur, Guillermo Almaraz.
El lector ya nos conocerá de otros relatos publicados anteriormente por el Centro Cultural Argentino de Montaña, pero para quienes se pregunten el porqué del título de este primer párrafo, les cuento que desde hace años, tenemos el ritual de juntarnos la primera quincena de febrero para ascender alguna montaña. Nos conocemos hace ya varios años y compartimos una linda amistad siempre con un denominador común: el andinismo. El otro punto que nos une es que compartimos unos años de dolencias en cadera, columna y rodilla respectivamente, y la betametasona fue uno de los medios que utilizamos para seguir yendo a escalar. De esa época, que cirugía mediante fuimos superando, nos queda esta autodenominación: la “cordada betametasona”.
Este febrero de 2023, una vez más, mediante el grupo de WhatsApp fuimos coordinando el encuentro. Creo que fue Eduardo “el Turco” Namur quien recordó que hace 20 años habíamos realizado dos interesantes ascensos en La Rioja y valía la pena volver para recordarlos. Por nuestro lado habíamos ascendido el Bonete (6759 m) por la ruta de los neveros; y el vasco Alex Garate con un grupo de Córdoba, había realizado la primera travesía sur norte del Pissis (6795 m) partiendo desde Laguna Brava, toda una hazaña en esa época. Esta excusa, o vaya a saber qué, inclinó la balanza hacia La Rioja, dejando para años venideros objetivos en otras provincias.
Los Andes de La Rioja permanecieron en el ostracismo para el andinismo argentino hasta entrados los años 90, cuando sus huellas comenzaron a ser recorridas por las 4x4. Hasta ese momento, cualquier travesía en busca de sus altas cumbres requería del esfuerzo de varias semanas a lomo de mula. Así se lograron los ascensos de montañas emblemáticas como el Bonete (6759 m), la cuarta cumbre de los Andes; el Veladero (6436 m), verdadera atalaya de la región; y el Macizo del Potro (5879 m), en el límite con San Juan.
Protagonista excluyente de estos ascensos es Vicente Cichitti quien asciende el Peñas Azules, a veces confundido con el Bonete Grande el marzo de 1955 y junto con Cirilo Urriche, oriundo de Alto Jague, el Bonete (6759 m)en enero de 1970.
En enero de 1986 otro de los actores de la región, Antonio Beorchia Nigris, asciende el Veladero y un año después en diciembre de 1971 el Macizo del Potro junto con Sergio Gino Job y Edgardo Yacante.
El Cordón de Famatina, con un origen geológico diferente, se ubica al este de la cordillera frontal, donde encontramos los grandes volcanes y los picos de mayor altitud. Enclavado en el área minera que fuera explotada por pueblos autóctonos en la época colonial y en tiempos contemporáneos, alcanza los 6097 m en el pico General Belgrano. Este sector también fue explorado desde hace más de 100 años, logrando el primer ascenso de la mencionada cumbre Rudolf Hauthal (Alemania) el 20 de mayo de 1895.
Hoy destino de excursiones 4x4, donde turistas parten de madrugada desde Vinchina y alcanzan prácticamente los 5.500 metros en el borde del cráter, para regresar a la tarde a la comodidad de hotel, antaño fue una zona inhabilitada para el tránsito de caravanas o incluso andinistas. Esta olla es una caldera formada en el Pleistoceno por el colapso de un volcán. Rodeada de por altas estructuras del mismo origen que constituyen las más altas montañas andinas (Pissis, Bonete Grande, Bonete Chico, Reclus, Baboso, Veladero) es un área cerrada y alta donde todos los días del año el clima es el propio de la cordillera seca y extrema de estas latitudes.
Para acceder a ella se sigue el curso intermitente del río del Medio luego de atravesar el campo de los Burritos Muertos y la pampa del Veladero. No la atraviesa ninguna huella antigua y solo se ven las trazas modernas de las 4x4 que ingresaron a partir de fines de la década de 1980.
La primera exploración de la zona la protagonizó el científico norteamericano Johan Reinhard, quien ingresó desde el noreste en 1986 en el marco de la Expedición Hidden Cráter. En esa oportunidad se ascendieron las cumbres orientales del Pissis, el Bonete y el Gemelos Norte y una de las cumbres del Reclus.
La exploración parecía completa, pero para las próximas expediciones quedaban muchos pendientes, el alto cordón de los Pioneros, nominado en 1983 por la expedición de Cichitti al Pissis, el Bonete Grande, el innominado volcán hoy conocido como Baboso, la versante sud del Pissis y otras altas cumbres que cierran la caldera.
El punto de encuentro fue el refugio de El Peñón, el primero del derrotero sur del Camino de los Toros.
De vital importancia para la economía de la segunda parte del siglo XIX, los arreos de ganado a Chile fueron atendidos por las políticas de Estado de la época construyéndose una serie de refugios para guarecer arrieros y animales. Estos caminos permitían la exportación de entre 5000 y 8000 cabezas por año.
Durante las presidencias de Mitre y Sarmiento se construyeron los trece refugios de piedra que aún hoy perduran en su mayoría en pie, datando los primeros de 1865. Estas huellas unían a Chile con Tinogasta (Catamarca), Guandacol y Jagüé (La Rioja), y Jáchal (San Juan). Lectura obligada para conocer la región y su historia es el libro de Jaime Suarez “Comecaballos y Reserva de Laguna Brava”.
Luego de los lógicos abrazos y puesta al día de novedades nos dispusimos a cenar, ya que la noche ganaba su espacio.
A la luz del fuego, Alex nos contó de su ascenso ese mismo día al Fandango (5612 m) junto con Jorge “Cocó” Aime y Juan Pablo Gitelli quienes lo habían acompañado desde Córdoba. Al haber llegado unos días antes que nosotros, inquietos, habían recorrido la zona y ascendido el gran macizo que enmarca la Laguna Brava.
La idea era continuar la mañana siguiente hacia Comecaballos para intentar algunos ascensos y aclimatar, pero los planes se verían alterados.
Coco se había ido de madrugada, aún de noche, ya que sus obligaciones así lo requerían. Después de desayunar quisimos poner en marcha la camioneta pero no lo logramos. Conclusión, luego de horas de intentos, logramos poner rumbo a Vinchina a ver si podíamos solucionar el problema. Pese al calor y la incertidumbre, logramos a la nochecita, con el inconveniente salvado, poner rumbo a la cordillera. Solo alcanzamos a llegar ya muy tarde a Barrancas Blancas, donde encontramos providencialmente un grupo de geólogos que se alojarán en las instalaciones de Vialidad provincial y dada la circunstancia, había personal en el lugar. Nos ofrecieron espacio para dormir y cocinar y al otro día continuamos a Comecaballos.
Instalamos el campamento en el llano colindante con el refugio de Comecaballos a casi 4100 m. (28°13' 2.1"S / 69°20' 3.0"O).
El cielo despejado no impedía que fuertes ráfagas sacudieran la estructura de la carpa. Durante la tarde intentaríamos el primer ascenso en la zona.
Una exploración hacia el SSO del refugio nos llevó hasta las vegas en la base del cerro del Baboso (4794 m), ascendido por la Comisión de Limites o quizás por topógrafos en la década de 1950; observamos al norte de este sitio un pico unos metros más alto que la carta indicaba cómo Vegas Altas (4839 m).
Comenzamos el ascenso por un desdibujado filo/lomo suroeste que nos permitía ganar altura. El viento seguía firme, pero con paso seguro, luego de algunas horas de actividad llegamos al amplio plateau cumbrero con vista al Veladero, Fandango y Co. de Comecaballos. Una corta caminata nos permitió llegar al punto más alto para descubrir que no había ningún indicio de ascenso previo (28°14' 55.2"S / 69°20' 16.4"O). Dejamos una tarjeta con nuestros nombres y descendimos hacia el campamento.
Al otro día, temprano emprendimos el ascenso con el vehículo hacia el Paso de Comecaballos a 4550 m. Por este alto portezuelo cruzó Diego de Almagro en 1536 y casi 300 años después la columna libertadora comandada por el Coronel Francisco Zelada.
El objetivo del día era el cerro que recuerda a este héroe de la Independencia y que cierra el paso al norte. Tal objetivo alcanza los 5035 metros y posee tres cumbres alineadas de norte a sur.
Sabíamos de antemano que la comisión de Límites no lo había ascendido, pero era probable que algún topógrafo lo hubiera hecho. Con la incógnita instalada partimos desde el paso.
La ladera sostenida nos llevó a un promontorio donde descubrimos un hito topográfico, con el jalón caído.
Lo volvimos a colocar en su lugar y continuamos. La pendiente ganaba gradiente y alcanzamos la cumbre sur para continuar por el filo hacia los lomos de la central. El viento oeste comenzaba a soplar con fuerza ya que se acercaba el mediodía. El último esfuerzo nos permitió ganar el último promontorio para depositarnos en la cumbre.
No encontramos ninguna señal de ascenso previo en el punto más alto, por lo cual erigimos un pequeño mojón y dejamos nuestros nombres y fecha de ascenso 15 de febrero de 2023. (28° 9'50.5"S / 69°20'9.2"O)
Desarmamos el campamento en Comecaballos y partimos hacia la Caldera. Primero por la cuenca del Río Salado hasta Barrancas Blancas, 28 km de asfalto hasta refugio Veladero 30 km e inicio huella 4x4 hasta campo base 43 km.
No exenta de obstáculos, la rodera hasta el campo base está marcada por el incesante paso de los vehículos que durante la temporada estival llevan turistas hasta el recóndito cráter. Solo los últimos 5 km seguimos el cauce de un arroyuelo de deshielo hasta el sitio donde instalamos la carpa a 5135 metros, cerca de una lagunita donde se acumula el líquido proveniente de los glaciares del Reclus.
El pronóstico indicaba que esa tarde nevaría y al otro día también, así que decidimos quedarnos ahí esperando que pase la tormenta.
Luego de dos noches en la base, emprendimos el ascenso. La ruta ascendía siguiendo un largo nevero que llegaba hasta cerca del campo base. Los penitentes hacían imposible el tránsito por el campo helado, así que nos conformábamos con seguirlo en forma paralela.
Luego del mediodía bajó una espesa neblina y comenzó a nevar suavemente. Pese a que el pronóstico indicaba lo contrario, nuevamente el paisaje se teñía de blanco.
Unas horas después, estábamos armando las carpas sobre los 5.680 metros (27°55'53.2"S / 68°53' 34.0"O). La noche apacible y fría dejó su lugar a una gélida mañana con el cielo despejado y viento.
Observado por cientos, pero transitado por muy pocos, el Reclus es un englaciado volcán compuesto por varios cráteres superpuestos. Recorta tres cumbres en su filo somital y otras tres en los cuadrantes Este (6100 m), Norte (6062 m) y Sureste (6032 m). El pico conocido como Gemelos (6110 m) ubicado al norte es también una cumbre subsidiaria del Reclus.
Su nombre propio recuerda a Élisée Reclus, un geógrafo francés, que en un caso análogo al de Pissis, fue honrado por la comisión a cargo de Francisco San Román, quien recorriera representando al gobierno de Chile estas zonas inexploradas a fines del siglo XIX.
Hace más de 500 años la cultura inca construyó un monumento ceremonial en la cumbre central, unos metros más baja que la principal ubicada unos 550 metros al norte.
A esta cumbre (27°55' 22.0"S / 68°56' 6.3"O) llegaron Johan Reinhard y Louis Glausser el 3 de febrero de 1986, logrando el primer ascenso moderno a una de las cumbres del Reclus y estudiando in situ el ex plazo cumbrero. En noviembre de 2000 John Biggar repetiría el ascenso a la misma cumbre.
Unos años después, el 21 de marzo de 2003 el alemán Alexander Von Gotz, junto con sus compatriotas Tristan Bestle, y Lutz Geissler lograrían probablemente el primer ascenso de la cumbre principal, ubicada al norte de la hollada por Reihard y verdadero punto más alto de la montaña. Vale aclarar, que quizás el propio arqueólogo norteamericano o Louis Glasser, en su camino a la cumbre que contiene los vestigios arqueológicos, podrían haber pasado por el punto más alto.
Luego de este ascenso, el Reclus quedaría olvidado hasta octubre de 2012 cuando asciende Máximo Kausch. El 22 de febrero de 2021 Ulises Kusnezov, Matias Marin y Gabriela Cuadra logran el tercer ascenso de esta cumbre y unos días después hará lo propio Arkaitz Ibarra con dos compañeros.
La mañana que partimos hacia la cumbre, no éramos conscientes que tan pocas expediciones habían transitado la vasta montaña.
Caminábamos tratando de desembarazarse del frío y como siempre a esa altitud, los pensamientos marcan cada paso. Llegamos a un portezuelo que rozaba los 6.000 metros y comenzamos a perder altura hacia un extenso nevero que descendía de la zona de la cumbre. Allí el avance se vio afectado por la nieve acumulada que convirtió la marcha en lenta, debiendo superar las últimas horas con un esfuerzo mayor.
Finalmente, luego de transitar un filo con bastante pendiente, alcanzamos el caos de rocas del corto filo cumbrero que nos depositó en la cumbre del Reclus. Entre la nieve encontramos el testimonio de Von Gotz anotado en una pequeña libreta resguardada por una bolsa Ziploc.
Al descubrir que nuestro ascenso era probablemente el quinto a esta cumbre, no dejamos de disfrutar la posibilidad que aún hoy los Andes nos regalan de poder transitar espacios donde la huella del hombre apenas tiene algunos pasos.
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